sábado, 6 de enero de 2024

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

 

-Textos:

            -Is 60, 1-6

            -Sal 71, 2. 7-8. 10-11. 12-13

            -Ef 3, 2-3a. 5-6

            -Mt 2, 1-12

-“Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”

-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Ayer, en Pamplona, se aguó un poco la Cabalgata de los Reyes Magos. Pero al fin, pudo salir  y celebrarse. Cuánto gozo produce a los padres contemplar el contento y la ilusión de los niños al abrir los regalos. Pero es preciso explicar a los niños el porqué de la fiesta y de los regalos.

            Los magos se presentaron en Jerusalén siguiendo la señal de una estrella. La estrella para ellos era una señal, que  apuntaba a algo más allá, algo más más misterioso, porque no se veía, algo mucho más  valioso y más importante, hacia lo cual la estrella apuntaba. Y preguntaban: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?”

Los magos sabían ver más allá. ¿Sabemos los padres, los abuelos, los educadores iniciar a los niños, en el significado de la fiesta de Reyes?  ¿en  el sentido religioso y espiritual que tiene, y que es el alma y el manantial que ha dado lugar a la cabalgata?

Los cielos y la tierra nos hablan de Dios; el firmamento pregona la obra de sus manos”. Nos  dice la palabra de Dios en la biblia. Y no solo los cielos y la tierra, sino las personas con la que convivimos y trabajamos, los acontecimientos, la actividad laboral, los amigos y las comidas, los viajes y las excursiones, las enfermedades y las fiestas, los monumentos y las ruinas de los monumentos, las  conversaciones, las alegrías y las desgracias, todo, todo nos habla de Dios. Dios habla siempre, pero es preciso estar atentos para  de  saber escucharle.

Y es así, porque Dios nos ama. Nos creó porque nos amó, y nos bautizó y nos hizo hijos de Dios, porque nos amó. Y porque nos amó, nos habla y nos manda destellos de luz. Dios es Luz, y Jesucristo es la luz del mundo. El mundo es redondo decimos, pero es también como una pirámide cuya cúspide apunta a Dios. Pero nosotros estamos perdiendo la dimensión religiosa del mundo y de la vida. Pensamos el mundo como una pirámide truncada, chata, sin horizonte infinito, que apunte a Dios. Esta visión del mundo y de la vida es la que muchos adultos se empeñan en implantar en la sociedad, que los jóvenes y niños ven y aceptan.

La Iglesia en la  fiesta de hoy nos dice: “¡Levántate y goza, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti… la oscuridad cubre los pueblos, pero sobre ti amanece el Señor. Caminarán los pueblos a tu luz…”.

Es un mensaje de optimismo, de alegría de esperanza. Para nosotros los cristianaos y  para todo el mundo. La fiesta de epifanía viene a decir que Jesucristo, el hijo de Dios ha venido a salvar a todo el mundo, no sólo a los judíos. El Hijo de Dios, Jesucristo, ha venido y ha dado la vida por todos: judíos y griegos, chinos y africanos; por los emigrantes, los pobres y descartados de la sociedad, por los ricos que cumplen la voluntad de Dios y atienden a los pobres, por todos. Jesucristo, que nació en Belén, es Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz de luz, ha dado la vida por todos.

Los Magos en una estrella supieron ver más y vieron todo esto, y se postraron y adoraron. Era un niño, pero lo adoraron porque era Dios. Se postraron ante él, lo adoraron como Dios.

Esto es la fiesta de Epifanía, este es el regalo que tenemos que dar a los hijos, y a los jóvenes y a todos los niños. Es nuestra responsabilidad de padres, educadores, y sencillamente cristianos creyentes.

La pena es que solo damos juguetes que en poco tiempo aburren, se olvidan y se rompen.

La Iglesia, nuestra madre, nos dice que no hay mejor regalo que la eucaristía.