domingo, 21 de enero de 2024

DOMINGO III T.O.(B)

-Textos:

            -Jon 3, 1-5. 10

            -Sal 24, 4-5ª. 6-7cd. 8-9

            -1 Co 9, 29-31

            -Mc 1, 14-20


Se ha cumplido el plazo, está  cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Las guerras lejos de  apaciguarse parece que cada día más enconadas en Europa y fuera de Europa, emigrantes, hombre, mujeres y hasta niños jugándose la vida cada día por llegar a los países más opulentos. En nuestro país muchos ciudadanos inquietos y desconfiados de cómo va la política.

En medio de los ecos de esta sociedad en la que vivimos resuena la Palabra de Dios, en el evangelio de hoy: “Se ha cumplido el plazo, está  cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio”

¿En qué cosiste el Reino de Dios que anuncia Jesús?  Jesús, apenas comienza su vida pública, en la sinagoga de Nazaret dice: “El Espíritu de Señor está sobre mí, porque él me, ha enviado a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos. A anunciar el año de gracias del Señor”. El Reino de Dios, en definitiva se demuestra en  ese torrente de amor de Dios, nunca visto hasta que Jesús, Hijo de Dios y de María llega a la tierra y comienza a ofrecer y a poner en práctica un amor nunca visto ni imaginado hasta ese momento. Los diez mandamientos, las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña, las Obras de misericordia que expone el evangelio de San Mateo, en el capítulo 25, son manifiestos que describen los rasgos más notables del programa del Reino de Dios que expone Jesús.

En definitiva el Reino de Dios es Cristo mismo, su persona, y el amor que demuestra y ofrece en  sus dichos y sobre todo con su vida presente  en el mundo.

Este Reino que anuncia Jesús y que  será realidad completa y espléndida al final de los tiempos, pero está ya en marcha entre nosotros.

El Reino de Dios está llegando, y la fuerza del Espíritu de Jesucristo actúa en el corazón de muchos creyentes y de personas de buena voluntad.

Por eso, tiene sentido que nosotros también nos hagamos eco y tomemos muy en serio la invitación de Jesús en la segunda parte de este evangelio: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Qué ejemplo el de Pedro, Andrés, Juan y Santiago: oyeron la invitación de Jesús y dejándolo todo, le siguieron.

No podemos excusarnos. En esta sociedad de hoy, los cristianos lo primero que tenemos que decir es que un mundo distinto y  mejor es posible. Nosotros, por nosotros mismos solos, no, pero, sí, si contamos  con Cristo y con el Espíritu de Cristo. Dios  está entre nosotros y nos ofrece el Reino de Dios, es decir, un proyecto de vida, fundamento y criterio de cualquier otro proyecto humano, y la fuerza de su Espíritu para llevarlo a cabo.

A esto nos invita Jesús: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Permitidme que termine con una alusión al ecumenismo. Estamos en el Octavario por la unión de los cristianos. El Espíritu del Señor hará efectiva la unión de los cristianos; es posible la unidad de todos los cristianos, si nosotros nos comprometemos y trabajamos por la unión de todos los cristianos.  A este campo nos llama también Jesús cuando nos dice hoy: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.