domingo, 30 de abril de 2023

DOMINGO IV DE PASCUA (A)

-Textos:

            -Hch. 2, 14a. 36-41

            -Sal. 22, 1b-6

            -1 Pe 2, 20b-25

            -Jn 10, 1-10

“Yo soy la puerta”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

A este cuarto domingo lo llamamos “Domingo del Buen Pastor”. Sin embargo el evangelio habla más que de la figura del pastor, de la puerta del aprisco.

¿Qué nos enseña Jesucristo, cuando nos dice hoy: “El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas es ladrón y bandido”?

Jesucristo viene a decirnos: “Yo No soy un furtivo, que entra para robar y asustar al rebaño; soy la puerta que conduce al aprisco donde están las ovejas”. Creed en mí, seguidme; entraré por la puerta adecuada y os llevaré  a las mejores praderas y a las fuentes tranquila.

Os lo digo también de otra manera: Yo soy la puerta verdadera y segura, la que da salida a donde están las aguas que sacian de verdad la sed del corazón humano, la puerta que lleva a los pastos que dan el alimento más suculento y sabroso”.

Pero Jesús dice todavía mucho más de lo que explica con la metáfora de la puerta. Jesús sin decir  en este evangelio que es el Buen Pastor, se presenta como el Pastor que abre la puerta acertada, porque se ha merecido la confianza del guarda, que es su Padre Dios; dice además que  entra y las ovejas atienden a su voz. Él las va llamando por su nombre; las saca a todas a las verdes praderas;  y él se pone delante; las conduce por caminos difíciles, y por prados ricos de buen pasto y ellas, libres y confiadas, le siguen, porque conocen su voz.

Queridos hermanos, Jesús en este evangelio no está hablando propiamente de ovejas borregas, sin libertad, está hablando de personas, que le han conocido a Él;  personas que se han sentido llamadas por su nombre, y amadas de verdad por Jesús. Por eso, le siguen libres, confiadas y seguras. Y no sólo ni principalmente, porque les da de comer, sino, porque, sobre todo, se sienten queridas, conocidas, llamadas por su nombre, por lo que cada una es.

Por eso, quien se siente conocido o conocida, por Jesús de esa manera, se siente de  verdad  discípulo o discípula de Jesús, y se siente ante él libre y disponible para obedecerle y para ir a donde él le  quiera llevar. En el evangelio de hoy Jesús se presenta como una puerta pero no para dejar a las ovejas dentro  del aprisco, sino para sacarlas fuera del aprisco, a campo libre y en libertad.

Tengámoslo muy en cuenta los bautizados, que seguimos a Jesús, somos personas que creemos firmemente que Jesús nos quiere, nos conoce, nos ha llamado por nuestro  nombre, y… ¡atención! nos lleva al campo libre de la sociedad y del mundo en el que vivimos, para que desempeñemos una misión.

¿Qué misión? La misión de proponer  a  todo el mundo que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida y que no hay bajo la capa del cielo otro nombre en el que el hombre  pueda encontrar la felicidad que ansía y la vida eterna que le llena del todo. San Pedro nos lo ha dicho de otra manera: “Que aguantéis, cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios. Pues para eso habéis sido llamados”.

 

 

domingo, 23 de abril de 2023

DOMINGO III DE PASCOA (A)

-Textos:

            -Hch 2, 14. 22-33

            -Sal 15, 1b-2a. 5. 7-11

            -1 Pe 1, 17-21

            -Lc 24, 13-35

 

“Quédate con nosotros porque atardece y el día va ya de caída”

 

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

“El papa Benedicto XVI dice en una de sus encíclicas que la fe es la experiencia cierta de un encuentro personal con Jesucristo”.

 

En el evangelio de este tercer domingo de Pascua tenemos la preciosa narración de un encuentro personal de Jesús resucitado con dos de sus  discípulos.

Conviene prestar atención a cómo estos discípulos salen de Jerusalén a Emaús tristes y desanimados, y cómo luego vuelven a Jerusalén contentos, impacientes, con el corazón ardiendo y con ganas de  contar la experiencia de la cena con Jesús.

¿Cómo se explica este cambio, esta trasformación? Ellos han tenido la experiencia de un encuentro personal con Jesús Resucitado.

Hoy en día, estamos viendo lo que pasa con mucha gente, incluso con muchos cristianos bautizados. Han sido durante mucho tiempo creyentes  y hasta buenos practicante en la fe cristiana  y católica, pero luego, casi sin darse cuenta, en unos casos, y en otros,  en poco tiempo, han dejado las prácticas religiosas e incluso dicen abiertamente que ya no creen en lo que enseña la Iglesia. Ellos también tristes y decepcionados, como los dos discípulos de Emaús, que se van de Jerusalén.

Este fenómeno nos plantea un problema sumamente importante a todos nosotros también: ¿Cómo podemos experimentar, mantener y conseguir que arda de fe nuestro corazón, hasta el punto de salir  a la calle o volver a nuestra parroquia o a nuestro barrio, para contar cómo hemos conocido a Jesús,  y compartir con otros que también lo han visto, y se siente, como nosotros, llenos de  fe y entusiasmo?

Lucas, en el precioso relato que nos ha transmitido, da respuesta esta pregunta. Me permito anotar solo sólo cuatro vías que pueden dar lugar a tener, o reforzar, la experiencia de un encuentro personal con Jesús Resucitado:

En primer lugar, podemos encontrarnos con Jesús, en la Eucaristía: el sacramento más admirable que Jesús, en momentos de suma intimidad, en la Última Cena, pensó, para hacerse él mismo alimento para sus discípulos, en el camino de la fe.

Lo podemos reconocer en la escucha y la lectura de la Palabra de Dios: solos en oración, o juntos, en grupo o en comunidad.

Lo podemos reconocer  en la caridad fraterna, en la solidaridad con los enfermos, pobres y personas necesitadas. Ya vemos que gracia tan grande  recibieron los dos discípulos por decirle a Jesús: “Quédate con nosotros porque atardece  y el día va de caída”.

Lo  podemos reconocer en la comunidad, en la Iglesia: Cuando los dos de Emaús llegaron a donde estaba el grupo de Jerusalén, y allí, en la Iglesia, oyeron la buena noticia: que certificaba y avalaba su fe: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón Pedro”.

He señalado cuatro puntos de encuentro con Jesús.

Pero la verdad es que Jesús está siempre con nosotros y nos acompaña siempre en esta vida.

Ya vemos hemos venido este domingo a misa, y aquí lo tenemos esperándonos.

 

domingo, 16 de abril de 2023

DOMINGO II DE PASCUA (A)

 

-Textos:

            -Hch 2, 42-47

            -Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24

            -1 Pe 1, 3-9

            -Jn 20, 19 31

Si no veo en sus manos  la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de sus clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy segundo domingo de Pascua, que por  disposición del papa San Juan  Pablo II, llamamos también Domingo de la Misericordia divina.

Nos sorprende la dureza de corazón y la tozudez de santo Tomás para creer el testimonio de los apóstoles y discípulos de Jesús reunidos en el cenáculo. Los discípulos le aseguran que Jesús ha resucitado, y le aseguran con una frase que es digna de ser tenida muy en cuenta: porque dicen la verdad y, además una verdad que les llena de alegría: “Hemos visto al Señor”.

Pero, a pesar del testimonio digno de todo crédito que le dan sus compañeros, Tomás se resiste a creer y exige pruebas palpables, pruebas que hoy dirían algunos, científicas.

Tomás tiene el testimonio unánime de unos compañeros conocidos por él, que dan un testimonio del todo convincente, pero Tomás se resiste a creerles, quiere pruebas de ver y tocar.

Pero a los ocho días llega Jesús al Cenáculo, ya había venido una vez el domingo anterior. Y había llenado de,  alegría y de entusiasmo misionero a todos los discípulos. Podíamos pensar: Jesús ya ha hecho lo que tenía que hacer, no necesita aparecerse otra vez por un discípulo que se empeña en no creer.

Pero Jesús vuelve a los ocho días, cuando los discípulos están reunidos como comunidad y como Iglesia, Jesús vuelve, sobre todo, porque ve que tiene una oveja descarriada. Tomás está equivocado, para seguir a Jesús quiere ver y palpar, no quiere creer, no confía en Jesús, no se fía del testimonio del grupo, de la Iglesia. Él está aferrado a su propio criterio y razón. No se le ocurre hacer memoria de las Escrituras, ni fiarse del testimonio tan digno de crédito de sus compañeros.

Jesús, podríamos pensar nosotros: “Que deje a Tomás en su dureza de corazón. No quiere confiar en nadie, sólo en ver y palpar. No me merece que Jesús tenga deferencias con él”.

Pero Jesús es el Hijo de Dios, El Padre Dios y Él mismo son uno, sienten y aman lo mismo. El Padre está lleno de misericordia y Jesús también. Y vuelve, aparece de nuevo y se dirige a Tomás. Pero no para reprenderle, sino que lleno de misericordia y paciencia, Jesús accede a satisfacer a Tomás. “Mete tu mano en mí costado. Y no seas incrédulo sino creyente”. Tomás se rinde ante tanta consideración, tanto amor y tanta misericordia. Y pronuncia unas palabras que son el acto más grande de fe, y más revelador de quien es Jesús de verdad: “Señor mío y Dios mío”. Y Jesús responde con la frase más consoladora que podemos escuchar los creyentes, los que tenemos una fe agradecida, como quien se fía de una amigo que en todo momento nos está facilitándole ayudas y favores en la vida, y los que tenemos una fe turbada y dubitante: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

La misericordia de Jesús provoca la fe en Tomás y la misericordia de Jesús, nos invita a todos a creer,  a creer y confiar en Jesucristo. En vez de aferrarnos a pedir pruebas, de ver y palpar, que no consiente en dar confianza a quien gratuitamente nos está dando la vida entera y el don de la verdadera fe, y nos quedarnos en buscar una seguridad que nos den los sentidos, y las ofertas comerciales efímeras y engañosas que nos impiden el encuentro personal y plenificante, con el Dios de la misericordia, que perdona, regala la promete la vida eterna.

 

domingo, 9 de abril de 2023

DOMINGO DE RESURRECCIÓN (A)

-Textos:

            -Hch 10, 34a. 37-43

            -Sal 117

            -Col 3, 1-4

            -Jn 20, 1-9

Entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro, vio y creyó”.

Queridas hermanas benedictinas y  queridos hermanos todos:

¡Feliz Pascua, hermanas y hermanos! ¡Feliz Pascua del año 2023!

Es la de todos los años y al mismo tiempo y con toda verdad podemos decir que es única. Porque celebramos que Cristo resucitó y vive para siempre, y desde su condición gloriosa y resucitada, trasciende el espacio y el tiempo, y puede estar siempre y permanentemente con nosotros.

La celebración litúrgica, esta eucaristía,  hace presente el acontecimiento que celebra. Es él, el Resucitado, que predicó por los caminos de Palestina, murió en la cruz y fue  llevado al sepulcro; es él,  que María Magdalena, que fue a ese sepulcro, y nos dice que no está en el sepulcro; ella interpreta que lo han  robado; Pedro también lo encuentra  vacío, pero no desordenado, vendas en el suelo y el sudario bien doblados, y no sabe qué pensar; al fin Juan, el que había descansado sobre el pecho de Jesús, entra, vio lo mismo que Pedro, pero vio y creyó. Vio los vestidos y el sepulcro vacío, pero creyó, creyó que Jesús había resucitado.

¿Por qué Juan, además de ver, lo que pueden ver los ojos de la cara y la mente que discurre, llega más lejos y alcanza lo que los ojos y la razón no descubren? Juan vio y creyó, porque recordó las escrituras. Porque según las Escrituras Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Las Escrituras, la luz de la Palabra de Dios proyectada sobre lo que ven los ojos y la mente, que busca sedienta a Dios,  nos descubren la verdad plena y esencial de la realidad. Nos llevan a la fe, y a la alegría de vivir la experiencia de encontrar a Dios, y a Cristo resucitado, en la vida, en el mundo, en los  prójimos, a los que descubrimos como hermanos.

La Magdalena interpretó mal, lo que  veía, Pedro, vio la misma realidad, y se quedó perplejo, Juan mira desde las Escrituras y cree, cree que Jesús ha resucitado.

No es cosa solamente de Juan, después Jesús se aparece a los discípulos prende la mecha  de la fe en el corazón de la Magdalena, y de Pedro, y de los demás discípulos en sucesivas apariciones. Conviene reparar en el testimonio que Pedro da, al final de su discurso en la casa de Cornelio: “Y nos mandó que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste (Jesús) todos los profetas  dan  testimonio  de que todo el que cree en él  alcanza, por su nombre, el  perdón de los pecados”.

Sí, hermanas y hermanos: Cristo ha resucitado, Cristo vive. Nosotros creemos en él. Pero es necesario que creamos más en  él. Viendo cuantos no creen ni muestran interés por creer, cuantos que han recibido el bautismo, viven como si no lo hubieran recibido. La semilla de la vida misma de resucitado que se les dio en el bautismo.

Por eso, a nosotros nos corresponde dar testimonio que  despierte no solo los ojos y la mente natural, sino sobre todo, la sed de Dios que anida en su corazón. Para ello, nosotros, como los primeros apóstoles hemos de dar testimonio de Jesucristo que ha muerto y ha resucitado. En él todos podemos resucitar y participar de una vida divina feliz y eterna.

Nosotros los que hemos visto y creído tenemos que ser pregoneros de esperanza. Siempre hay motivos para vivir, y para amar y para sufrir. Todo se puede superar en este mundo si creemos en Cristo que nos da la vida, su vida.


domingo, 2 de abril de 2023

DOMINGO DE RAMOS Y DE PASIÓN

-Texto:

            -Mt 26, 14-27, 66

No puede ser más sorprendente y llamativo el contraste entre la procesión inicial con los ramos, y el comienzo mismo de la eucaristía, una vez llegados a la iglesia. Porque así es el contraste ocurre en la primera celebración del misterio Pascual que comenzamos precisamente ahora, cuya cumbre alcanzaremos el Sábado Santo por la noche, cuando celebremos la Gran Vigilia Pascual.

Contraste fuerte y llamativo de victoria y derrota, de vida y de muerte, de amor y de odio, de muerte y resurrección, pero al final de victoria, vida y esperanza.

La proclamación de la Pasión, según san Mateo que vamos a escuchar ahora es la más larga y también la más completa. La escucharemos con atención, con calma y dejándonos impregnar del dolor, pero sobre todo del amor, que queda patente en medio del sufrimiento y la muerte de Jesús.

En  el fondo san Mateo nos quiere mostrar que en Jesús se cumplen las promesas que Dios había hecho a lo largo del Antiguo Testamento. Por lo tanto, la pasión, tal como ocurrió, demuestra que Jesús es de verdad el Mesías Salvador, que realiza y cumple la salvación que Dios ha venido prometiendo al pueblo de Israel y a la humanidad entera.

 

(Proclamación:)