domingo, 26 de diciembre de 2021

FESTIVIDAD DE SAN ESTEBAN

1.- Situación socio-religiosa de Jerusalén a pocos años de la muerte y resurrección de Jesús:

Judíos hebreos, y judíos helenistas o griegos, nacidos en la diáspora, y que se habían establecido en Jerusalén. Este grupo había pobreza. Un peligro: dejar marginadas a personas necesitadas helenistas, particularmente a viudas, que no estaban con apoyo social de parientes…

Los apóstoles decidieron escoger a siete varones helenista “de buena fama y llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. El primer elegido es Esteban. Les impusieron las manos. Rito importante para transmitirles un encargo oficial, y a la vez una gracia de Dios para poder cumplir debidamente el encargo.

San Esteban, según cuenta san Lucas en los Hechos de los apóstoles, además de hacer la obra social y caritativa de dar alimento y socorrer las necesidades de los helenistas, se cuida muy mucho de anunciar el evangelio.

San Esteba había comprendido que todo el Antiguo Testamento era una preparación y un anuncio que se cumplía en Jesucristo. En el fondo, habla de Jesús e invitaba a creer en él. Se atrevió a decir que el templo de Jerusalén no era el lugar para el culto verdadero a Yahvé. Porque el verdadero templo de Dios, el lugar donde, a partir de la llegada de Jesús al mundo, los hombres podían encontrarse con Dios era Jesucristo, la persona misma de Jesús. Esto lógicamente era invertir totalmente la religión judía.

Y provocó la sentencia de muerte a San Esteban. Murió mártir de la fe, como hemos visto en la lectura de los Hechos de los apóstoles. Y pronunciando las misma palabras de Jesús en el Calvario. Jesús había dicho: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”; san Esteban muere diciendo: “Señor recibe mi espíritu”, “Señor no les tengas en cuenta este pecado”.

Dos lecciones podemos aprender del patrón de nuestra parroquia, sobre todo, en este domingo de la Jornada: la primera: San Esteba, practica las obras de caridad y ayuda a los pobres, pero a la vez anuncia a Jesucristo. La segunda, la cruz, el martirio, fue para san Esteba el momento de la bendición y salvación  para ir a Dios.

La cruz . Somos familia de mártires. El misterio de la cruz en nuestra vida: No es  deseable ni previsible que una confesión de la fe, nos lleve al martirio, aún en este mundo occidental, inevitable en nuestra vida, la podemos convertir en bendición. Sabiendo desde la fe aceptar la cruz, ésta se puede convertir en nosotros en bendición, que no ayuda a crecer y superarnos en esta vida, y nos abre las puertas del cielo.

sábado, 25 de diciembre de 2021

FIESTA DE LA NAVIDAD


-Textos:

            -Is 52, 7-10

            -Sal 97, 1-3abcd-4. 5-6

            -Heb 1, 1-6

            -Jn 1, 1-18

 “El Verbo era Dios… y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”

Feliz Navidad! A pesar de la pandemia, a  pesar del encarecimiento de la vida, a pesar de tantos que no pueden pagar el piso o no encuentran trabajo…

Donde está Jesucristo nace y renace la alegría. El regaló que Dios nos hizo en la primera Navidad vale más que todo el mal que podamos padecer. Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia… Jesucristo es gracia, bendición en la prosperidad y es esperanza, y fuerza para luchar  frente al dolor y las dificultades.

Dios, el Eterno y el omnipotente ha entrado en el tiempo y en nuestra historia. Y la historia del mundo se ha hecho historia de salvación, nuestra historia  es el lugar donde fraguamos nuestra salvación: Nuestra historia pobre y fugaz tiene un valor inmenso, es la moneda con la que adquirimos la salvación eterna, la felicidad infinita que Dios puede y quiere darnos.

¿Qué tenemos que hacer?

 “A Dios nadie le ha visto nunca, el Unigénito, Jesucristo, nos lo ha dado a conocer”.

Seguir a Jesús. “Él es el camino, la verdad y la vida”. “Dios escoge lo débil del mundo para confundir a los fuerte”. Porque nuestra fuerza está en Dios. Confiar en Dios. Creer es  estar convencido que en cumplir y amar la voluntad de Dios está la felicidad en este mundo y en el otro. Jesucristo nos lo ha dado a conocer, todo el ideal de su vida, todo su programa  fue “cumplir la voluntad de su Padre. Su Padre no le libro de las penalidades de este mundo, pero tampoco le falló, lo resucitó y para constituirlo en Salvador y Rey.


 “Hoy contemplado el portal de Belén, dejemos que hable Dios, oigamos la letra del canto de los ángeles, hagámonos sencillos y humildes como los pastores y tomemos en serio la palabra del evangelio: "A Dios nadie lo ha visto nunca, Jesucristo el Hijo de Dios nos lo ha dado a conocer”. Y dejemos que nuestro corazón se deje ganar por lo que siente y lo que contempla en el portal de Belén. Y hagámonos de Jesús, seamos  de los discípulos de Jesús, propongámonos ser como Jesús, vivamos en intimidad con Jesús, y dediquémonos a la misión de Jesús.

domingo, 19 de diciembre de 2021

DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)

-Textos:

         -Mi 5, 1-4ª

         -Sal 72, 2ac. 3b. 15-16. 18-19

         -Heb 10, 5-10

         -Lc 1, 3-45

 “¡Dichosa tú, que has creído!”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

El próximo sábado Navidad.

La liturgia de este cuarto domingo de adviento nos pone en las mejores condiciones para vivir el misterio de la Navidad desde su más genuino significado. Y nos sitúa ante la escena tan humana y tan familiar de  la Visitación de la Virgen María a su prima santa Isabel.

“¡Dichosa tú, que has creído!” Va a ocurrir el acontecimiento más trascendental de la historia: el Hijo eterno de Dios va a asumir la naturaleza humana para conducirnos a todos por el camino que lleva a la salvación. Y este admirable proyecto de Dios va a poder llevarse a cabo gracias a la fe de la Virgen. Cuando el ángel le anunció que el Espíritu Santo iba a actuar milagrosamente en ella para hacerla Madre de Dios, ella se fio de Dios y dijo “sí”, “hágase en mí según tu palabra”.

Queridos hermanos, ¿cómo nos preparamos para celebrar esta Navidad?

El problema número uno de esta Navidad para muchos consiste en la subida astronómica de la cesta de la compra, y la cuestión del aforo para las reuniones familiares. El covid, con razón, es una amenaza y crea preocupaciones. El ir a misa del Gallo, a la misa solemne de Navidad, de domingos y de la fiesta de Año Nuevo y Reyes, dejamos para “si queda tiempo”. La bendición de la mesa en la reunión  familiar, que sea breve o mejor no  hacerla, para no crear tensión en alguno de los miembros de la familia.

En el evangelio que hemos escuchado, Isabel da en la clave del misterio cuando felicita alborozada a María y le dice: “¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos: ¡Qué gracia tan preciosa es la gracia de la fe! Por la fe nos viene la capacidad de amar como Jesucristo nos ama; por la fe se nos despierta en grado sumo la sensibilidad para con los pobres. Cáritas nos dice hoy: “Sé el mundo que quieres” (que sueñas). “De ti nace el cambio”. La fe despierta en nosotros el impulso de trabajar en favor de la justicia desde el amor y no desde el resentimiento; la fe se nos abre el horizonte de una vida eterna; gracias a la fe disfrutamos de la ternura, la verdad  y la belleza que encierra el misterio de la Navidad.

Nosotros, esta mañana, contemplando a la Santísima Virgen y escuchando a Isabel, descubrimos que  Jesucristo es el corazón y el alma de la Navidad, la fuente de la verdadera alegría y el fuego que anima la vida de familia, las relaciones sociales de las navidades y de todos los días del año.

De la mano de la Virgen María nos acercamos al altar, hacemos el propósito de volver a la eucaristía en la Noche Buena y, sobre todo, en la fiesta de Navidad, y damos gracias a Dios por el don precioso de la fe.

 

domingo, 12 de diciembre de 2021

DOMINGO III DE ADVIENTO (C)

-Textos:

         -Sof 3, 14-18ª

         -Sal Is 12, 2-3. 4b-6

         -Fil 4, 4-7

         -Lc 3, 10-18

 “Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La celebración eucarística de hoy es la mejor vitamina que podemos tomar para la alegría, para levantar el ánimo, para tomar fuerzas ante las mayores dificultades. 

Porque es Dios mismo quien viene esta mañana y nos habla y se desborda en palabras de ánimo y en promesas: -“Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén”. Esto nos dice en la primera lectura, y en la segunda, insiste y  nos lleva a la fuente de la alegría con palabras de san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos… El Señor está cerca”.

Sí, la fuente de la alegría es el Señor, el Señor Jesús, y Jesús está cerca. Sí, esta noticia es palabra de Dios, nos la dice Dios mismo, hoy y aquí. Viene a nosotros, quiere acampar entre nosotros, hacerse nuestro compañero de camino; en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. La fuente de la alegría para todos es el Señor, y está cerca. El profeta Sofonías nos dice algo más: no sólo está cerca, “El Señor, Jesucristo, está en medio de ti, no temas mal alguno… ¡No temas!, ¡Sión, no  desfallezcas!”.

¡Qué bien nos viene escuchar estas palabras! Abrimos temerosos la televisión y la radio, y leemos resignados los titulares de los periódicos riadas, inundaciones, estadísticas sobre el corona virus; seguramente que hay muchas amas de casa y trabajadores que temen despegar la hoja del calendario, porque no saben si les va a llegar el sueldo hasta final de mes…

No todo es calamitoso, persiste la ilusión de la Navidad.

En medio de este clima social, la Palabra de Dios hoy despeja nuestro cielo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos… El Señor está cerca”. “El Señor, está en medio de ti… ¡No temas!, ¡Sión, no  desfallezcas!”.

En el evangelio, la gente preguntaba a Juan: “¿Qué debemos hacer?”. Y nosotros en esta celebración nos preguntamos a nosotros mismos y preguntamos a Dios: ¿Qué tengo que hacer para que  la cercanía, la presencia del Señor, de Jesús, sea en mí fuente de alegría real y sentida?

Me alegrará que pueda venir mi hija del extranjero  para cenar con toda la familia la nochebuena, me alegrará si acierto los regalos que quiero comprar a mis hijos o a la abuela o a mi amigo, pero la noticia “que viene el Señor”, ¿cómo puedo hacer para que sea alegría de mi vida?

La clave  está en la fe, en Jesucristo.

La fe es la puerta abierta por donde entra la gracia de Dios y se hace real y sentida la presencia de Jesús en nuestra vida.

Y la fe se activa por la escucha de la Palabra de Dios, como dice  san Pablo,  por la oración… -¿Qué oración hacemos en adviento?-, por la práctica de los sacramentos, -la eucaristía, la penitencia, la confesión-, y muy importante, las obras de misericordia, socorrer al pobre, visitar y atender a los enfermos... Todas esas prácticas, antes de Navidad, y en Navidad y siempre, hacen  que noticias como que “el Señor está cerca” y “está en medio de ti”, sean realmente fuente abundante y saludable de alegría. Y alegría de la buena, la de Dios.

 

miércoles, 8 de diciembre de 2021

FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

-Textos:

         -Gn 3, 9-15. 20

         -Sal 97, 1-4

         -Ef 1, 3-6. 11-12

         -Lc 1, 26-38

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”

Queridas hermanas benedictinas y queridas hermanaos todos:

Hoy celebramos una de las fiestas de la Santísima Virgen María más hermosas y más populares: La Inmaculada concepción de la Virgen María.

María no solo no cometió pecado a lo largo de su vida, sino que fue preservada del pecado original, y además, fue agraciada con la plenitud de la gracia de Dios.

“Llena de gracia”, ese nombre le dio Dios mismo por boca del ángel. El nombre más precioso de María. Dios viene a decirle que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida por Él, para que acoja y alumbre el don más grande que puede recibir el mundo, Jesucristo, el Verbo de Dios, el “amor de Dios encarnado”.

Nosotros, esta mañana, nos alegramos, contemplando a María, Madre de Dios y Madre nuestra. Nuestros padres, en nuestra casa, en nuestra educación cristiana hemos aprendido un amor  cálido, sincero y afectivo a la Virgen Inmaculada. Un amor que nos descubre que en el fondo mismo de nuestro ser, aun cuando sentimos los rastros y las raíces malignas que nos dejó el pecado original, existe  y resuena la nostalgia y el deseo de ser puros, inocentes, limpios, generosos…, y nos atrae la belleza y el esplendor de la pureza, de la bondad, de la inocencia.

Por eso, cuando desde niños, y ahora, contemplamos a la Virgen María, mujer de nuestro mundo, criatura humana como nosotros, y que Dios mismo la llama “Llena de gracia”, en ti no cabe el pecado, toda tu naturaleza está impregnada y revestida de virtud y de santidad, nosotros nos llenamos de admiración y de una santa envidia.

El concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium dice: “Para ser Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante”. Es decir una gracia divina tan grande como grande y excelsa era la misión que se le iba encomendar y se le encomendó.

Hoy nos alegramos por la Virgen Inmaculada, por ser quien es, y porque la amamos; y agradecemos a Dios y a la Iglesia que nos ha concedido el don de ser hijos de la Virgen Inmaculada, nuestra Madre del cielo.

La Virgen Inmaculada descubre y despierta en nosotros lo mejor que somos y tenemos, lo mejor que somos y tenemos como criaturas humanas y como hijos de Dios bautizados en la fe de la Iglesia. Por eso, dejadme terminar repitiendo el párrafo largo, pero precioso y riquísimo de contenido, que san Pablo nos ha dedicado a nosotros en la segunda lectura de esta celebración: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos  santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos”. ¡Hijos de Dios e hijos de María!

domingo, 5 de diciembre de 2021

DOMINGO II DE ADVIENTO (C)

-Textos:

         -Ba 5, 1-9

         -Sal 125, 1b-6

         -Fil 1, 4-6. 8-11

         -Lc 3, 1-6

 “Preparad el camino al Señor”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Qué deseable y qué entrañable es el tiempo de adviento! Estamos llenos de deseos, de deseos y de insatisfacciones, de deseos insatisfechos. Y qué gracia tan grande es la que se nos ha dado, al menos a todos los que estamos aquí: desear que venga el Señor; que venga  a nuestro corazón, a nuestra familia, a nuestra comunidad.

Estos días, cuántos miles de desplazamientos, de la ciudad al campo, a la playa, a las casas rurales, a los hoteles; salir, salir, salir de nosotros mismos, de nuestras ocupaciones, de  nuestra preocupaciones, dejar de lado nuestros miedos a la pandemia, nuestras angustias por el encarecimiento de los gastos y la penuria de los ingresos… Es natural buscar estas salidas, y dichosos los que pueden hacerlas y vuelven más descansados y sin lamentar ninguna desgracia. Es el puente de la Constitución o de la Inmaculada.

A nosotros se nos ha concedido la gracia de desear vivir el adviento, esperar que el Señor vuelva, que venga a nuestro corazón, a nuestra familia, a nuestra comunidad.

No es incompatible la salida buscando descanso, y el adviento cristiano suspirando y pidiendo que venga el Señor. “Una voz grita en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad su sendero”.        

Las salidas y los cambios de ambiente pueden sernos beneficiosos, pero son pasajeros, si logramos que en este tiempo de adviento y navidad  quedemos más llenos de Dios y crecemos en el amor y en la virtud, esta gracia es duradera, no se pasa fácilmente porque es gracia que responde a deseos del corazón, y se posa en fondos profundos del espíritu humano: “Nos hiciste, Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto  hasta que descanse en ti”.

Ojalá, queridos hermanos, ojalá que todos los que salen y viajan para pasar el largo puente de la Inmaculada y los que nos quedamos en casa: todos los que formamos parte del pueblo de Dios, escuchemos la voz del Señor y supliquemos con todas las fuerzas que venga el Señor Jesucristo, a cada uno de nosotros y a nuestro mundo; que no nos quedemos solo en salir de viaje, en comprar regalos y calcular los gastos de las comidas y cenas que podemos hacer en esta navidad.

Y aquí estáis vosotras queridas hermanas benedictinas, desde vuestra vida contemplativa y vuestra vocación orante abriendo los ojos de la fe a todos cuantos venimos a celebrar el domingo en vuestra casa, y a toda la gente que sabe de vuestra vida, para decir cuál es la verdadera sed que todos sentimos, y los verdaderos deseos y aspiraciones a los que debemos hacer caso: “Una voz grita en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad su sendero”.

Y si alguno de nosotros quiere vivir el adviento y pregunta qué tengo que hacer, decidle, hermanas, y yo también tengo el deber de decirle, lo que san Pablo nos dice hoy en su Carta:  “Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y sensibilidad para apreciar los valores”. Es decir, para  apreciar y buscar los valores verdaderos, los que Jesucristo propone en el evangelio: tales como la bondad, la justicia, la misericordia, la cercanía al marginado, la generosidad, el desprendimiento, la gratuidad”.

Y por supuesto, compartir en fe y en amor la eucaristía

viernes, 3 de diciembre de 2021

FESTIVIDAD DE SAN FRANCISCO JAVIER

-Textos:

            -Is 52, 7-10

            -Sal 95, 1-3. 7. 8a. 10

            -1 Co 9, 16-19. 22-23

            -Mt 28, 16-20

 ¡Ay de mí, si no anuncio el evangelio!”

Fiesta de la iglesia universal y fiesta de la iglesia navarra.

Dos palabras sacadas de la liturgia de esta fiesta y dos breves consideraciones.

La primera: “El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio, y ¡hay de mí, si no anuncio el evangelio!”.

Esta confesión sincera y propia de  san Pablo retrata muy bien el espíritu  y la vida de san Francisco Javier: En una de sus cartas escribe: “Los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o lo mandamientos de la ley de Dios. Por eso, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo… Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino, ni comer ni descansar…”. Basta este breve párrafo para vislumbrar el espíritu, la fe y el celo que animaba la vida  y el alma de san Francisco Javier.

Demos gracias a Dios por san Francisco Javier: el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, hace milagros. Porque milagro es que una criatura humana, igual que nosotros, bautizada como nosotros, haya respondido tan admirablemente a la gracia bautismal y a la vocación que más tarde recibió por medio de san Ignacio de Loyola a la misión de anunciar el evangelio .

La gracia del Espíritu santo, la llamada de Dios, tiene fuerza para ganar el corazón de los creyentes  y en grado que llena de sentido y entusiasmo la vida del agraciado y la hace  ejemplar y beneficiosa para la Iglesia y para el mundo.

La segunda palabra la tomamos de la lectura de Isaías: “Qué hermosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es Rey”.

Hermanas y hermanos: No sé si los que nos decimos cristianos somos suficientemente conscientes del valor y el tesoro inmenso que es la fe; de las ventajas que tiene creer en Jesucristo y de la manera de entender  y vivir la vida que nos proporciona la fe en él y su evangelio.

Venimos de Dios, vamos a Dios, Jesucristo es el Camino la verdad y la vida. Dios no es justiciero, ni coarta nuestra libertad; “no quiere la muerte del pecador, sino de que se convierta y viva”; la muerte es cierta, pero no tiene la última palabra, porque  Dios nos prepara una vida feliz, eterna, con él y con los santos. Ante Jesús crucificado aprendemos que hasta el sufrimiento puede ser redentor; y más cosas, por ejemplo, que la adición incontrolada al dinero no garantiza la felicidad, y sin embargo, que amar y ayudar al débil y al necesitado merece la pena y proporciona alegría y paz en el alma; que si nos apoyamos en Jesucristo podemos perdonar  a los que nos ofenden; y  en definitiva, que creer en Jesucristo y en su proyecto evangelizador, es fuente y fundamento de un mundo verdaderamente humano y humanizador, que está a nuestro alcance, y  que pone en nuestras manos un programa, una herencia preciosa, para transmitir a nuestro hijos y a la sociedad entera.

Demos gracias a Dios por el ejemplo que nos da San Francisco Javier, demos gracias a Dios por el regalo precioso de la fe que hemos recibido, y hagámonos apóstoles de Jesucristo y su evangelio,  en casa, en la calle en el trabajo, en toda circunstancia, como Francisco de Javier: ¡Hay de mí, si no anuncio el evangelio!