domingo, 26 de marzo de 2023

DOMINGO V DE CUARESMA (A)

 

           

         TEXTOS      

                        EZ 37,12-14

                        SAL 129

                        ROM 8,8 -11

                        JN 11, 1-45

“Yo soy la resurrección y la vid”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Cómo se nos va la vida! Y a medida que pasan los años, cada vez más deprisa. Queremos vivir y vivir plenamente, pero van pasando los años y nunca alcanzamos la plena satisfacción.

Y el amor, la amistad…, las personas que amamos, también se nos van. Hemos puesto en ellas, en gran medida, nuestra felicidad, y cuando se mueren, nos dejan llorando.

¿Qué sentido tiene nuestra vida? La fuerza más elemental de nuestra naturaleza es vivir, y nos vamos  muriendo;  el impulso más hondo del corazón humano es amar, y enfermamos de soledad. ¿Es un absurdo la vida humana? El curso de los astros y de las estrellas discurre con una lógica exacta, que permite descubrirlos  e incluso alcanzarlos desde la tierra; también la fuerza de la gravedad funciona con una lógica predecible… ¿Y puede ser que sólo la vida humana sea un absurdo, y que acabe en una frustración inevitable?

No tengamos miedo a hacernos preguntas. Seamos humildes y honestos. Estos interrogantes nos ponen en el umbral del misterio de la vida, son heridas del corazón humano, que lo dejan abierto a la Palabra de Dios, y a tomar en serio la propuesta de Jesucristo:

“Tu hermano resucitará… Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Estamos en cuaresma y faltan ya pocos días para la Pascua: convirtámonos a Cristo y  confirmemos nuestra fe. Es tiempo de hacernos preguntas y es tiempo de tomar o de retomar  opciones abandonadas o dejadas para más tarde…

Es tiempo también, queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos, de pensar en tanta gente que no quiere o no es capaz de hacerse preguntas, pero las lleva dentro… Prójimos y hermanos nuestros que viven ahogados por las necesidades elementales de comer y trabajar para vivir, o aturdidos por los imperativos de vender y ganar, comprar, gastar y consumir. Y no tienen tiempo para pensar, o no quieren pensar o intentan auto-engañarse diciendo que la vida es corta y que “¿para qué hacerse preguntas?”

Todos estos hermanos nuestros necesitan nuestro testimonio de fe y quizás lo están esperando.

 Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Esto es lo que vamos a decir ahora recitando el “Credo”.

 

domingo, 19 de marzo de 2023

DOMINGO IV DE CUARESMA (A)

TEXTOS:

            1Sam 16,1b.6-7.10.13a

            Sal 22

            Ef 5,8-14

            Jn 9,1-41

 “Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Jesucristo es la luz del mundo. Nos lo dice expresamente,  dirigiéndose a los discípulos en este evangelio que acabamos de proclamar. Lo había dicho poco antes hablando con los fariseos: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas (Jn 8, 5). Y para que creamos en esta solemne y trascendental afirmación, cura a un ciego de nacimiento.

Pero mucha gente hoy en día se resiste a creer en Jesucristo, como se resistieron  entonces muchos contemporáneos de Jesús. Alguna gente sencilla, los vecinos, se preguntaban: “¿Será verdaderamente un milagro?  Los fariseos, seguros y orgullosos de estar en la verdad, dicen: “Este hombre, Jesús, no viene de Dios, porque no guarda el sábado”.  Es una pena ver la postura de los padres del ciego, no dan la cara por su hijo y se lavan las manos: “Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo ve ahora y quién le ha curado no lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor”.

Sólo el ciego, al que Jesús le ha salido al encuentro y le ha curado, cree y confiesa. Ante el interrogatorio de los fariseos, dice: “Creo que es un profeta”. Después, a la pregunta de Jesús: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” Él le responde: “Y quién es, Señor, para que crea en él?  Jesús le dijo: lo estás viendo… Y el ciego responde: “Creo, Señor. Y se postró ante él”.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Jesucristo es  la luz del mundo. ¿Cómo hacer para que todo el mundo se encuentre con Jesucristo, abra los ojos de la fe y se deje guiar por este Jesús, que hoy como ayer, nos dice: “Soy la luz del mundo… El que me sigue no anda en tinieblas…, sino que tendrá la luz de la vida.

 A los que en busca de la felicidad se aventuran a experimentar sensaciones alucinantes que les dañan el cerebro y los engancha a las drogas; a los que creen ciegamente en el dinero, burlan todas la leyes divinas y humanas, se olvidan del bien común y de los pobres; a los que creen inútil hacerse preguntas sobre el sentido de la vida y se entregan dócilmente a los estímulos de la sociedad de consumo; a los que creen humillante obedecer a Dios, pero creen ciegamente en la razón, en la ciencia y en los adelantos técnicos… a todo ellos y a muchos otros, quizás también a nosotros, ¿quién nos pondrá barro en los ojos para que recobremos la vista, la luz de la fe, y confesemos a Jesucristo como luz del mundo, y le sigamos para no andar en tinieblas?

Hermanos, ¿cómo llegar a un encuentro personal con Jesucristo que ilumine nuestra vida y nos proporcione luz y criterios para distinguir el bien del mal, ver claro entre opiniones tan dispares y nos de fuerza de voluntad para  formar con acierto nuestra conciencia y seguir la ley de Dios y del evangelio?

Quizás tenemos que seguir humildes el recorrido espiritual de este pobre ciego del evangelio y aprender de él. Primero, dice: “Es un profeta”, y después: “Si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder”; y al final: “Creo, Señor”.

Os invito a todos, hoy especialmente, a recitar el credo.

 

domingo, 12 de marzo de 2023

DOMINGO III DE CUARESMA (A)

-textos:

            -Ex 17-37

            -Sal 94. 12. 67. 89

            -Ro 5, 1-2. 5-8

            -Jn 4, 5-42

-“Dame de beber”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Vamos a escuchar un evangelio bello, sugerente y altamente pedagógico. Un evangelio “a corazón abierto”. Somos testigos de un diálogo en el que tanto Jesús como la Samaritana, con mucho cuidado para no herir, pero con la voluntad de hablar sinceramente, decir con sinceridad hechos de vida muy íntimos y reveladores van  sacando a flote lo que cada uno es y siente, dejando a la intemperie verdades muy importantes tanto sobre la samaritana como sobre el mismo  Jesús.

Es un diálogo largo que plantea temas diversos, pero  todos ellos muy profundos: La sed de agua y la sed de felicidad; la fidelidad y la infidelidad en el matrimonio, la verdad y la hipocresía de la religión que practicamos, la sinceridad y el valor para anunciar el evangelio a gente que piensa como yo, o a personas ajenas a mi fe.

Son varios temas, todos fundamentales, podemos meditar uno u otro; pero lo importante es que nos fijemos en alguno y  que no los pasemos de largo. Porque  debemos advertir que si Jesús dialoga así es porque quiere remover  la vida que llevamos, sí, quiere, sobre todo, hablarnos al corazón. Por eso, no tengamos miedo, más bien al contrario, Jesús quiere entrar en nuestro corazón y transformarlo por dentro.

Quizás nos ayuda un poco poner la atención en alguna frase y pararnos a pensarla: “Tengo sed” me dice hoy Jesús. –“Si conocieras el don de Dios y  quién es el que te dice dame de beber, le pediría tú, y él te daría agua viva”. “El que  beba de esta  agua volverá a tener sed…. Quien  beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”. “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿Será el Mesías? “Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis”. “Ya no creemos por lo que tú dices….Sabemos  que él es de verdad el Salvador del mundo”

domingo, 5 de marzo de 2023

DOMINGO II DE CUARESMA (A)

 

-Textos:

            -Gn 12, 1-4ª

            -Sal 32

            -2 Tim 1, 8b-10

            -Mt 17, 1-9

“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

“Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta”.

También los peregrinos a Javier subieron ayer a la colina del castillo de Javier; también nosotros, hoy, somos invitados en esta eucaristía a subir  por el camino cuaresmal hacia la Pascua.

Es importante tomar nota de la situación y estado de ánimo de los discípulos, cuando Jesús invita a los tres más representativos a subir a la montaña.

Acababan de escuchar de labios de Jesús: “Tengo que subir a Jerusalén y allí sufrir mucho y ser ejecutado…” Y a continuación: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a así mismo, que cargue con su cruz y me siga”. No son palabras halagüeñas las que salen de labios del Maestro. Pedro y los discípulos están desconcertados y preocupados.

A veces, el ambiente de la calle, los medios de comunicación, las noticias que salen en los periódicos nos transmiten  un ambiente de indiferencia, y de hostilidad para la fe cristiana, y los valores que propone Jesús en el evangelio. En este ambiente, no es fácil mantener la esperanza de que llegarán a cumplirse las promesas de Jesús: “un cielo nuevo y una tierra nueva”.

Jesús, en esta celebración, se transfigura y se revela, anticipándonos así el final de su historia y de la nuestra. Jesús, el crucificado, se nos revela resucitado.

Lo vemos con el rostro resplandeciente de gloria de Dios, sus vestiduras blancas traslucen su divinidad.

Vemos, además, presentes a los dos testigos más cualificados del pueblo de Israel: Moisés y Elías, la Ley y los Profetas.

Y vemos, sobre todo, el testimonio supremo, el testimonio de Dios. Dios aparece como nube luminosa, no se le ve cara a cara, pero se  deja oír.

Hermanos todos, es la voz de Dios. ¿Qué dice? Oigamos bien, para que no dudemos: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Creamos, contemplemos y gocemos.

Sí, es Jesús, el ridiculizado por la sociedad olvidadiza, opulenta y secularizada. Pero es Jesús, glorioso, triunfante, divino. Preludio del mundo salvado, del Reino de Dios logrado. Creamos ahora que nos sentimos en minoría, creamos ante quienes piensan que el futuro es de la ciencia y de la técnica, de la razón y sólo de la razón. Creamos: Jesús el crucificado, vencedor de la muerte y del pecado, resplandeciente de gloria, preludio del mundo nuevo.

Pero no nos quedemos extasiados. Sigamos atentos. Dios no ha terminado de hablar, continúa y dice: “¡Escuchadle!

Escuchadle: escuchadle durante este tiempo de cuaresma; es un tiempo de entrenamiento, para poner en práctica su evangelio. Viene la Pascua, también nosotros podemos quedar transfigurados por su gracia, con una fe viva, una esperanza cierta, un amor que contagia y atrae.

Ojalá, queridas hermanas y queridos hermanos: Todos los que peregrinan a Javier estos días, sobre todo los jóvenes y las jóvenes, vean en el rostro sonriente del Cristo crucificado de Javier, la gloria del Cristo victorioso, que trae un mundo nuevo. Pero ojalá que tengan la gracia de quedar impresionados por el mensaje de Dios Padre: “Escuchadle”, y sigan sin escandalizarse y sin miedo al Cristo sonriente y crucificado.

Nosotros, ahora, en el altar tenemos la misma llamada y el mismo reto: seguir a Cristo crucificado, viéndolo resucitado en la eucaristía.

  


domingo, 26 de febrero de 2023

DOMINGO I DE CUARESMA (A)

-Textos:

            -Ge 2, 7-9. 3, 1-7

            -Sal 50

-Ro 5, 12-19

-Mt 4, 1-11

Jesús, movido por el Espíritu se retiró al desierto para ser tentado por el diablo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Nosotros invitados a ir al desierto, para estar con nosotros mismos y con Dios. Sí, y para descubrir hasta qué punto el demonio y las inclinaciones a lo malo y al pecado nos están trabajando por dentro. Te llevaré al desierto y te hablaré  al corazón…, dice Oseas.

Adán y Eva fueron tentados y cayeron en la tentación, nosotros, sin duda  en algún momento nos hemos visto tentados y hemos caído. La buena noticia de cuaresma es que Jesucristo fue tentado y venció todas las tentaciones, las suyas y las nuestras, porque dio la vida por amor y en cumplimiento  de la voluntad de Dios. Desde entonces, nosotros, si seguimos a Jesús y actuamos como él actuó, también podemos vencer las múltiples tentaciones, que  bajo capa de felicidad nos sobrevienen continuamente. Aunque, en verdad, lo tenemos bien comprobado, en vez de felicidad, nos provocan tristeza, desaliento y remordimiento. Pero hoy, al comenzar la cuaresma no encontramos una noticia triste, sino ilusionante y alegre: Cristo ha vencido el pecado la muerte, y ha demostrado poder suficiente para vencer toda tentación al mal y a las inevitables malas consecuencias que nos vienen del pecado.

Digámoslo de nuevo: Somos hijos de Dios, la vida misma de Cristo resucitado y vencedor de la muerte y del pecado, podemos con la gracia de Dios y la fuerza del Espíritu Santo vencer las tentaciones  en las que tan a menudo y con tanta fuerza nos vemos metidos.

Todos tenemos experiencia, las tentaciones del demonio contra Jesús, tienen nombre y son tentaciones que de una u otra manera las padecemos todos en algún momento:

La primera  habla de la tentación por la búsqueda  afanosa de bienes materiales para tener mucho y estar seguros u otros motivos. Es el señuelo del consumismo. Jesucristo nos dice hoy: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”·. En vez de ropas, lujos y más artilugios en casa, la Palabra de Dios, escuchar a Dios y rezar.

La segunda habla del  poder y la gloria: Esta tentación nos puede llevar a la idolatría: Considerar a una u otra cosa, o capricho y cosa que ha comprado el vecino, llamarlo dios y portador de la mayor felicidad. Permitidme que os diga: No sé si nos afecta a nosotros, pero somos testigos del drama de mucha gente que ha dejado de creer en Jesucristo y a cambio consciente o inconscientemente ha comenzado a creer en  cosas y situaciones , tomándolas como si fueran un dios que las trae la máxima felicidad. La pena es que se desengañan, pero no son capaces de reconocerlo.

La tercera tentación es pedir que Jesús haga milagros, algún milagro para que la gente increyente y para que nosotros mismos, creamos en él, y él se avenga a nuestras dudas a nuestras necesidades. En el fondo es que en vez de entregarnos a Dios y a  su voluntad, que es el verdadero camino para la felicidad, pretendemos que Dios se avenga a nuestros deseos y se someta a nosotros. Jesús rechazó  esta tentación, porque sabe que el camino de la verdadera felicidad es la humildad la atención a los humildes, es intentar una vez y todas las que haga falta la voluntad de Dios: Al Señor, tu Dios adorarás y al Él solo servirás”. Este es el camino para la verdadera felicidad.

Entramos en la cuaresma, tiempo de gracia y de conversión, para rehacer nuestra vida cristiana.-

domingo, 12 de febrero de 2023

DOMINGO VI T.O. (A)

-Textos:                                                                                                        

            -Eclo 15, 16-21

            -Sal 118, 1-2. 4-5. 17-18.  33-34

            -1 Co 2, 6-10

            -Mt 5, 17-35

Si quieres guardarás los mandatos…, delante del hombre están muerte y vida”.

“Personas libres de pobreza, hambre y desigualdad”.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

“Delante del hombre está muerte y vida”. Con estas palabras nos dice  hoy la Palabra de Dios que somos libres. Pero porque somos libres somos responsables.

Hoy domingo, Día del Señor y día de los cristianos.

Y también Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo.  Somos libres y responsables nos dice la Palabra de Dios, somos libres y responsables ante la campaña de Manos Unidas: Personas libres de pobreza, hambre y desigualdad”.

Queridas hermanas y hermanos: Para ser libres y responsables tenemos que tener unos valores, un sentido de la vida, unos principios.

Y nosotros, los cristianos, los tenemos. Es una suerte y una gracia de Dios, tener la fe de Jesucristo. El evangelio de hoy es parte del  Sermón de la montaña, donde encontramos  la “Carta Magna, la Constitución , diríamos hoy, de los cristianos: “Unos principios, proclamados por Jesucristo, que cumplen, extremándolos, los principios del Nuevo testamento: “Cuando vas a poner tu ofrenda ante el altar y tienes algo contra tu hermano, vete primero a reconciliarte con tu hermano…; si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo, más te vale perder un miembro que ser echado en el abismo… Yo os digo el que se divorcie de su mujer, excepto en caso de prostitución,, que induce al adulterio;  Se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y cumplirás los votos al Señor,. Pues yo os digo: no juréis en absoluto…. A vosotros os basta decir “si”  y “no”.

No son leyes precisas, pero  revelan el espíritu del discípulo de Jesús, que no se limita a andar entre dos aguas y a componendas y medias tintas, sino que tiene un ideal supremo y unos valores, por encima de todos los valores. Su ideal es Cristo, está apasionado por Cristo, tiene un verdadero amor una verdadera pasión: Cristo. Y de Cristo saca las fuerzas, para una vida cristiana ejemplar, coherente y verdadero testimonio de un vivir la vida humana muy, muy lejos de querer componer a Pilatos y a Jesús.

Tenemos testigos en nuestra Iglesia cristiana de personas consagradas,   mártires y santos, paisanos de la calle, de la puerta vecina que han  guardado y guardan estos valores. Sin duda son minoría, pero son  exponente de que el programa de Jesús, se puede poner en práctica, y da muy buenos resultados. La fe cristiana hace y forma personas  de verdad.

Esto es lo que necesitamos hoy. Y a esto nos llama la campaña contra el hambre en el mundo. Jesucristo nos propone el programa, pero no solo eso: Jesucristo induce en nosotros una pasión, una fe incondicional por él: y con ese amor incondicional surge la pasión sincera y coherente por el prójimo, sobre todo con el prójimo necesitado. A esto nos invita la campaña de Manos Unidas, a reavivar en nosotros la fe y el amor incondicional a Jesucristo y desde Él, a comprometernos efectivamente a ayudar y liberar al necesitado del hambre, la pobreza y la desigualdad.-

domingo, 5 de febrero de 2023

DOMINGO V T.O. (A)

-Textos:

            -Is 58, 7-10

            -Sal 111

            -1 Co  2, 1-5

            -Mt 5, 13-16

Vosotros sois la sal de la tierra…. Vosotros sois la luz del mundo”.

 

Dice: Vosotros. En este caso, no dice “Yo”. Somos responsables de la predicación del evangelio, de la implantación del Reino.

Pero, en otro lugar, sí que Jesús dice: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas”. Sin Jesús no podemos alumbrar, sin Jesús no podemos salar el mundo, darle sabor, gusto agradable…, mundo feliz.

¿Cómo ser sal y luz?

Primero, una consideración: Nosotros, los que tenemos en  cuenta a Dios en nuestra vida, y nos consideramos Iglesia de Jesús  comentamos y lamentamos muchas  veces cómo tantos bautizados en la fe cristiana, van abandonando las prácticas religiosas, y los comportamientos morales propios de los cristianos. Están haciendo muy actual la pregunta de Jesús,  que bien haremos de hacérnosla a nosotros mismos: “Si la sal se vuelve sosa, con qué se la salará?

La sal saborea los alimentos, con muy pocos granos, sala toda la olla. Pero lo hace  con dos acciones sumamente aleccionadoras: se disuelve, se  oculta, y se encarna en el alimento que sala. ¡Qué lección!

Vengamos a la luz: La necesitamos. Es absolutamente  necesaria para vivir, para trabajar, para movernos y prosperar en  la vida.

Jesús da a  esta metáfora un sentido misionero y apostólico: La luz tiene tal fuerza y tal luminosidad y brillo que se impone, no se puede ocultar. Acaba siempre dejándose ver, y descubriendo todo.

 ¿Qué tenemos que hacer para ser luz y fermento?:

Escuchemos a San  Pablo: “Nunca entre vosotros me precié de saber  cosa alguna, sino a Jesucristo y éste crucificado… mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu”. Y ahora recordemos a Isaías: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propio interés…. Cuando partas el pan  con  el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en  la tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.”

Y tengamos todos en cuenta: Siempre  que hemos venido a la confesión, Dios nos ha perdonado; siempre que hemos venido a la misa y a comulgar, Dios nos ha dado el pan eucarístico.

domingo, 29 de enero de 2023

DOMINGO IV T.O. (A)

 

           -Textos:

            -Sof 2, 3, 12-13

            -Sal 145

            -1 Co, 26-31

            -Mt 5, 1-12ª: “Bienaventurados los pobres en el espíritu”

 

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La eucaristía de este domingo de invierno nos propone el programa de las “bienaventuranzas”. Es el prólogo al llamado “Sermón de la montaña”. El discurso que expone las condiciones y las actitudes  adecuadas para entrar en el Reino de Dios. Este discurso  y su preludio, las bienaventuranzas, se consideran  el compendio de todo el evangelio. Conviene quizás, al principio, poner de relieve que Jesús vivió, y practicó con su vida las bienaventuranzas.

Esto nos da ánimo, porque él nos dice que no son unas frases teóricas para un proyecto utópico, muy bonito e ideal, pero impracticable. Muchos cristianos, unos santos de altar y otros que no han llamado especialmente la atención, pero que se han sentido atraídos por el mucho bien que se puede hacer en la sociedad si las bienaventuranzas de Jesús se ponen en práctica, sí que las han cumplido y las están cumpliendo..

Pero advirtamos algo importante: para vivir las bienaventuranzas tenemos que ser como Jesús, vivir la fe en Jesús y pedir la gracia y la ayuda de Jesús.

Para vivir y practicar las bienaventuranzas tenemos que amar, y prestar atención al prójimo, sobre todo al prójimo necesitado.

A veces nos preguntamos: ¿qué tengo que dar, cuánto tengo que dar: ¿Dinero, horas de trabajo, ratos de compañía, participación en asociaciones, que tienen  muy en cuenta las necesidades y los problemas sociales? ¿Cómo hacer?

Acércate a una persona necesitada, deja que entre en tu vida y te haga partícipe de su desgracia, o del proyecto tan humanizador y tan evangélico que quiere poner en práctica. No te quedes mirando desde la ventana, o viendo la televisión o leyendo no más que los titulares del periódico…, tócale, acércate a esas o esas personas, haz como hizo Jesús con aquel leproso, o sube a la barca con los discípulos  embarcados en el lago.

Lee, escucha y medita con frecuencia las bienaventuranzas. Porque, sin duda, te conviene, como nos conviene a todos.Quizás no nos damos cuenta: pero Jesucristo comienza cada bienaventuranza con la palabra “Dichosos” o “Felices”  los pobres, los mansos, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón, los que trabajan por la justicia…, dichosos, dichosos, dichosos.

Las bienaventuranzas, como todo el Sermón de la montaña, son el mejor reconstituyente, la más saludable medicina, para nuestra felicidad, y para la felicidad de todos los hombres y de todas las mujeres.

Porque responden a lo que el corazón humano desea sueña añora; es lo que de verdad nos conviene a todos. Por eso, vivir según esas ocho máximas de sabiduría divina, y practicarlas  nos hace felices, nos da paz, nos da bienestar con nuestros prójimos y con Dios. No nos lo creemos. Nos dejamos engañar y vamos a buscar la felicidad en los concesionarios de coches de gama alta, o a los hoteles de lujo o simplemente a viajar  a cualquier sitio, con tal de que sea muy lejos y lo podamos contar.

Hay un versículo en el libro del profeta Jeremías en el que oímos a Dios lamentarse con inmensa pena, dice: Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, manantial de agua viva, para hacerse cisternas, cisternas  agrietadas, que el agua no retienen. (Jer 2, 13).

Hermanos todos: Cuando vamos  tras la felicidad, ¿No pensáis que intentamos tirar al blanco y erramos casi siempre, porque acudimos a donde nunca se encuentra de verdad.

Dejadme que os repita: Las bienaventuranzas de Jesús, el Sermón del Monte, estas palabras  sí que nos llevan a alcanzar la dicha y la felicidad.

  

            -Sof 2, 3, 12-13

            -Sal 145

            -1 Co, 26-31

            -Mt 5, 1-12ª: “Bienaventurados los pobres en el espíritu”

 

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La eucaristía de este domingo de invierno nos propone el programa de las “bienaventuranzas”. Es el prólogo al llamado “Sermón de la montaña”. El discurso que expone las condiciones y las actitudes  adecuadas para entrar en el Reino de Dios. Este discurso  y su preludio, las bienaventuranzas, se consideran  el compendio de todo el evangelio. Conviene quizás, al principio, poner de relieve que Jesús vivió, y practicó con su vida las bienaventuranzas.

Esto nos da ánimo, porque él nos dice que no son unas frases teóricas para un proyecto utópico, muy bonito e ideal, pero impracticable. Muchos cristianos, unos santos de altar y otros que no han llamado especialmente la atención, pero que se han sentido atraídos por el mucho bien que se puede hacer en la sociedad si las bienaventuranzas de Jesús se ponen en práctica, sí que las han cumplido y las están cumpliendo..

Pero advirtamos algo importante: para vivir las bienaventuranzas tenemos que ser como Jesús, vivir la fe en Jesús y pedir la gracia y la ayuda de Jesús.

Para vivir y practicar las bienaventuranzas tenemos que amar, y prestar atención al prójimo, sobre todo al prójimo necesitado.

A veces nos preguntamos: ¿qué tengo que dar, cuánto tengo que dar: ¿Dinero, horas de trabajo, ratos de compañía, participación en asociaciones, que tienen  muy en cuenta las necesidades y los problemas sociales? ¿Cómo hacer?

Acércate a una persona necesitada, deja que entre en tu vida y te haga partícipe de su desgracia, o del proyecto tan humanizador y tan evangélico que quiere poner en práctica. No te quedes mirando desde la ventana, o viendo la televisión o leyendo no más que los titulares del periódico…, tócale, acércate a esas o esas personas, haz como hizo Jesús con aquel leproso, o sube a la barca con los discípulos  embarcados en el lago.

Lee, escucha y medita con frecuencia las bienaventuranzas. Porque, sin duda, te conviene, como nos conviene a todos.Quizás no nos damos cuenta: pero Jesucristo comienza cada bienaventuranza con la palabra “Dichosos” o “Felices”  los pobres, los mansos, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón, los que trabajan por la justicia…, dichosos, dichosos, dichosos.

Las bienaventuranzas, como todo el Sermón de la montaña, son el mejor reconstituyente, la más saludable medicina, para nuestra felicidad, y para la felicidad de todos los hombres y de todas las mujeres.

Porque responden a lo que el corazón humano desea sueña añora; es lo que de verdad nos conviene a todos. Por eso, vivir según esas ocho máximas de sabiduría divina, y practicarlas  nos hace felices, nos da paz, nos da bienestar con nuestros prójimos y con Dios. No nos lo creemos. Nos dejamos engañar y vamos a buscar la felicidad en los concesionarios de coches de gama alta, o a los hoteles de lujo o simplemente a viajar  a cualquier sitio, con tal de que sea muy lejos y lo podamos contar.

Hay un versículo en el libro del profeta Jeremías en el que oímos a Dios lamentarse con inmensa pena, dice: Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, manantial de agua viva, para hacerse cisternas, cisternas  agrietadas, que el agua no retienen. (Jer 2, 13).

Hermanos todos: Cuando vamos  tras la felicidad, ¿No pensáis que intentamos tirar al blanco y erramos casi siempre, porque acudimos a donde nunca se encuentra de verdad.

Dejadme que os repita: Las bienaventuranzas de Jesús, el Sermón del Monte, estas palabras  sí que nos llevan a alcanzar la dicha y la felicidad.

 

domingo, 22 de enero de 2023

DOMINGO III T.O. (A)

 

-Textos:

            -Is 9, 1-4

            -Sal 26, 1-4. 13-14

            -1 Co 1, 10-13. 17

            -Mt, 4, 12-23

Comenzó Jesús a predicar diciendo: –“Convertíos. Porque está cerca el Reino de Dios”.

Hace frío en el ambiente exterior, pero aquí junto a nuestras hermanas benedictinas, reunidos en asamblea dominical, nos sentimos bien templados.

Jesús ha recibido el bautismo en el rio Jordán, de manos del Bautista, y también con dolor para él, ha conocido la noticia de que su amigo y compañero en la misión Juan el bautista ha sido ejecutado por  Herodes.

Pero la noticia no le arredra, él ya tiene muy claro que su Padre Dios, le manda salir a la vida pública y predicar.

¿Y cuál es el primer mensaje que transmite al público?: “Convertíos. Porque está cerca el Reino de Dios”.

Queridos hermanos y hermanas, este mismo mensaje nos los dirige hoy Jesús a nosotros aquí igual que la primera vez como resonó en los campos de Galilea. Y Jesús nos lo grita a nosotros porque lo necesitamos: ¡Convertíos!

Ayer predicaba estas mismas palabras de Jesús a una comunidad de padres, jóvenes y niños. Y un niño me pregunto: ¿A qué me tengo que convertir? ¿A qué nos tenemos que convertir? ¿Es que de verdad lo necesitamos? – El mismo Jesús nos responde: Convertíos al Reino de Dios. 

¿Y qué es el Reino de Dios?

Mejor que “reino” deberíamos decir “reinado”. Convertíos al Reinado de Dios.

Dios está decidido a intervenir  de manera definitiva y con más fuerza que nunca en nuestro mundo y en nuestra historia personal y social. Él irrumpe con todo el caudal de su amor infinito en las historia humana, no tiene reparo en complicarse en el barro de la historia de la humanidad. Y la fuerza, que como una catarata imparable introduce  en nosotros es su amor, su amor infinito: manifestado en Jesucristo. Jesucristo es la manifestación suprema del amor de Dios en los hombres y para los hombres. San Juan de la Cruz dice con un castellano castizo: “Porque en darnos como nos dio, a su Hijo, que es una Palabra suya –que no tiene otra- , todo nos lo habló junto, y de una vez, en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”.

En Jesucristo, Dios ha dicho todo, y nos ha dado todo, absolutamente su amor.  Y cabría pensar: ¿Entonces se ha acabado ya el amor de Dios? De ninguna manera, su amor es infinito y no se puede acabar. Pero lo que sí es verdad que desde que Jesús irrumpió en el mundo, todo el amor infinito de Dios ha irrumpido en el mundo, y en Cristo, que ha dado la vida por nosotros y ha resucitado, está permanente y presente Dios ofreciéndonos amor y amor eterno, y amor, que es capaz de impactar en nuestro corazón, y ganarlo para el bien y para el amor, la libertad y la justicia, y así llegar a su propósito y objetivo final, conseguir un cielo nuevo y una tierra nueva, como dice en el Apocalipsis.

Por eso es sumamente importante que hoy escuchemos la voz, la llamada mil veces oída, pero siempre novedosa, que nos sorprende, nos desconcierta y nos atrae. Dios habla siempre, Dios nos habla de muchos modos y maneras. Siempre para ofrecernos lo mejor y lo más conveniente para nuestra vida,  y siempre para confiarnos una misión:  incorporarnos a la tarea que él comenzó en el Jordán, como nos dice el evangelio: “Jesús recorría toda Galilea…, proclamando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia”.

 

 

domingo, 8 de enero de 2023

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SE3ÑOR (A)

-Textos:

            -Is 60, 1-6

            -Sal 71, 2. 7-8. 10-11. 12-13

            -Ef 3, 2-3. 5-6.

-Mt 2, 1-12

Conviene que así cumplamos toda justicia”

-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La fiesta del bautismo de Jesús  es el broche de oro de la Navidad, la presentación de Jesucristo como adulto que se lanza a la gran tarea de anunciar el anuncio más esperado por el pueblo judío y la campaña más interesante que podían escuchar todos los paganos o creyentes de alguna religión.

Para nosotros, hoy, el acontecimiento del bautismo de Jesús en el rio Jordán es la invitación a seguir a Jesucristo con nuevo entusiasmo, convencidos de que algo  muy importante y muy nuevo, que no hemos descubierto todavía.

Esta mañana, Dios mismo por fin, cumple sus promesas y nos dice hoy a nosotros: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco”.

Hoy, Jesús, ya no aparece como el niño, que atrae y encanta a cuantos lo contemplamos en brazos de María, protegido por la compañía de José.

Hoy aparece Jesús ante nosotros como un joven adulto, libre y consciente de sus actos, que se pone a la cola de los pecadores, como si necesitará purificarse y ser perdonado de unos pecados que él no ha cometido. – Recordad las palabras de San Pablo en Filipenses: “El cual, siendo de condición divina,  no retuvo ávidamente ser  igual a Dios, al contrario, se despojó de sí mismo… se humilló  a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte…”.

Jesucristo, libre, dueño de su destino, pero obediente a su Padre Dios –“Conviene que así cumplamos toda justicia” dice a su amigo y profeta Juan Bautista-,  y Jesús se bautiza como si fuera un pecador.

Porque quien ha venido a perdonar todos los pecados del mundo, -así son los planes de Dios-, tenía que cargar sobre si con los pecados de todos los hombres, aparecer como pecador y adentrarse en el mundo de los pecadores, para que nos acercáramos a él. Y pudiéramos recibir el perdón de los pecados y participar de la salvación de Dios.

“A penas se bautizó  Jesús, salió del agua, se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él”.

Es el Espíritu Santo, quien interviene para darle el impulso. En este momento Jesús entiende que su Padre, Dios, le manda salir a la vida pública y predicar el evangelio.

Algunos Padres de la Iglesia dicen: “Al sumergirse Jesús en las aguas del Jordán sanó todas las aguas haciéndolas aptas para que cuantos quisieran escuchar la voz de Dios y convertirse a Jesucristo, pudieran quedar purificados con  las aguas bautismales.

Concluyamos con algunas consecuencias prácticas:

A partir de hoy, todos los domingos, y cada vez que venimos a la eucaristía, pongamos los ojos de la fe en Jesús: Jesucristo es el camino, y la verdad y la vida.

Humildad, humildad, humildad, decía Santa Teresa de Jesús. La humildad es la base, el humus, la tierra buena donde pude germinar y crecer la fe; el orgullo y la soberbia son la raíz del pecado, de la división y de la guerra entre los humanos. Y posiblemente la primera causa de falta de fe en muchos contemporáneos nuestros.

El bautismo, el de niños y el de adultos es el acto más fecundo y más importante y necesario, que nos puede ocurrir a los hombres y mujeres que venimos a este mundo.

 

 

viernes, 6 de enero de 2023

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR (A)

 

-Textos:

            -Is 60, 1-6

            -Sal 71, 2. 7-8. 10-11. 12-13

            -Ef 3, 2-3ª, 5-6

            -Mt, 2,1-12

 

“Dónde está el Rey de los cielos que nos ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy fiesta de los Reyes Magos y fiesta de la Epifanía. La liturgia de la Iglesia prefiere llamarla fiesta de la Epifanía, que quiere decir manifestación, fiesta de la Manifestación de Jesús, que ha venido a este mundo para salvar a todos los hombres y a la creación entera.

Esta mañana ponemos nuestra atención en los Magos, o Sabios, que llegan al portal de Belén desde lejanas tierras. Los Reyes Magos, como decimos nosotros, son buscadores de Dios. Claro que son sabios, estudiosos y estudian el firmamento y las estrellas. Pero en la observación de la estrellas ven señales especiales, descubre, una muy especial que les habla de Dios. Y se ponen en camino. Porque ellos son sabios y científicos, pero no, se conforman con saber y descubrir cómo funcionan las estrellas, ellos buscan a Dios. Saben mucho de los movimientos de las estrella, pero  eso no les llena del todo, más allá de lo que descubre en el cielo y en las estrellas, buscan a Dios. Y Dios les ayuda, los acompaña, aunque, durante el camino, no lo ven, ellos ven algo especial en esa estrella, saben que las estrellas hablan de Dios. Y no se equivocan, la estrella se posa sobre el portal y allí se encuentran con Jesús. Es cierto que no ha bastado su convencimiento de que el firmamento, las estrella, como todas cosas hablan de Dios. Ellos han preguntado a los hombres, a los teólogos, a los sacerdotes, que conocen las escrituras sagradas, la Biblia, la Palabra de Dios. La voz de su corazón y la Palabra de Dios, como está escrita en la Biblia. Las estrellas hablan de Dios, y Dios por medio de la Biblia les revela todo lo que puede decirles el firmamento y las estrellas. Y así y por fin ellos llegan al portal, encuentran al Niño Dios, saben que es Él y lo adoran.

 Hermanas y hermanos: Los cielos y la tierra nos hablan de Dios, nos hablan de Jesucristo, del Hijo de Dios, pero no somos muchos los que en esta tierra y en este mundo, que nos toca vivir, descubrimos a Dios en las cosas, en los acontecimientos, en la personas. Tenemos telescopios, y microscopios, y mil procedimientos con los que descubrimos cómo funcionan las galaxias y los virus más pequeños. Y nos servimos de ellos, los usamos los compramos y vendemos. Pero no pasamos de ahí. No vemos en ellos a Dios, no nos hablan de Dios. Sí nos hablan, pero no los escuchamos, no entendemos su lenguaje.

Porque en nuestro  corazón falta la luz. Hemos matado, o hemos acallado la voz del corazón. La inquietud profunda que sentimos en el interior, que nos mueve siempre a amar, a la verdad, al bien, a la libertad que de verdad libera. Esa inquietud del alma, del corazón, que nos habla y nos dice: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. No brilla en muchos corazones. No la han descubierto, o  creemos que no merece  la pena hacerle caso. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron.”

Muchos, que no conocen la Biblia, la Palabra de Dios, porque no se les ha predicado, y muchos que sufren pobreza, guerras, pandemias mortíferas buscan la estrella divina, y no encuentran a quien, en un gesto de amor y de solidaridad, se la muestre.

 Muchos niños, con su ilusión siempre despierta, con su alegría a flor de piel y su inocencia nos preguntan ¿Qué hemos hecho del deseo infinito de felicidad,  del deseo de Dios?

La Epifanía, la eucaristía que celebramos en esta fiesta, es una noticia  luminosa yes, al mismo tiempo, una interpelación apremiante: “Vosotros, que habéis visto la luz ¿Qué habéis hecho de la luz? 


domingo, 1 de enero de 2023

FIESTA DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

-Textos:

            -Num 6, 22-27

            -Sal 66, 2-3. 5-6 y 8

            -Ga 4, 4-7

            -Lc 2, 16-21

 “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Feliz Año 2023! ¡Y  Bendita sea la Virgen María Madre de Dios! El día de Año Nuevo la liturgia de la Iglesia acumula varias conmemoraciones: La Circuncisión del Señor, la Jornada por la paz y la fiesta de Santa María Virgen y Madre de Dios.

Permitidme que comente, como primer motivo el de la fiesta de Santa María, Madre de Dios.

Este título que tiene la Virgen es el más grande y más digno y valioso de todos los que le reconoce la Iglesia a nuestra Madre del cielo, la Madre de Dios.

María es realmente Madre de Dios, porque es madre del Hijo de Dios, de la segunda persona de la Santísima Trinidad, que por designio divino aceptó hacerse hombre como nosotros, encarnarse y nacer de mujer, como nos ha dicho esta mañana San Pablo: “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,… para que recibiéramos la adopción filial”.

Por milagro de Dios, con la gracia del Espíritu Santo, María Virgen concibe y da a luz a un hijo que ha gestado en su seno, y que es nada menos, que el Hijo de Dios. María es realmente Madre de Dios.

El pueblo cristiano desde muy pronto comenzó a venerar a María, precisamente con este título, Madre de Dios. Y cuando el Concilio de Éfeso en el siglo quinto, declaró solemnemente a María “Madre de Dios” provocó en la ciudad una manifestación y un regocijo popular indescriptibles.

Pero, como sabemos muy bien, la Madre de Jesucristo es Madre de Dios, y Madre nuestra. San Pablo ha terminado la epístola de hoy con estas palabras: Así que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también herederos por voluntad de Dios”. Somos hijos de Dios, y, por lo tanto, hijos de la Madre de Dios, la Virgen María.

Hacemos muy bien en reconocer e invocar a María como Madre nuestra. Cuando nos sentimos débiles, tentados, desorientados acudamos a María; para pedir o para dar gracias, en  la salud o en la enfermedad; en todo momento recemos a nuestra Madre del cielo, la Madre de Dios; recemos frecuentemente y con fe firme. San Bernardo en una preciosa y famosa oración dice: “Mira a María, invoca a María”. No es casualidad que la Iglesia haya dispuesto la fiesta de Santa María, Madre de Dios” en el primer día del año. Para animar a todos los cristianos a contar con la Virgen María en  todo momento.

Para terminar permitidme un tema distinto: en este día también celebramos la “Jornada por la paz”. Tenemos guerra en Europa, en Ucrania, pero hay guerras también en otras partes de nuestro mundo. Permitidme solo una palabra del papa Benedicto XVI, fallecido ayer, que tanto y tan bien nos ha orientado con su magistral sabiduría. Él ha hablado muchísimas veces sobre la paz y la guerra. Retengamos esta breve frase: “En primer lugar, la paz debe construirse en los corazones. Ahí es donde se desarrollan los sentimientos que pueden alimentarla o, por el contrario, aumentarla, debilitarla y ahogarla.

Hoy, singularmente pidamos por la paz a nuestra Madre del cielo y Madre de Dios, la Virgen María.