domingo, 17 de abril de 2022

DOMINGO DE RESURRECCION

-Textos:

            -Hch 10, 34ª. 37-43

            -Sal 117, 1-2, 16ab-17. 22-23

            -Col 3, 1-4

            -Jn 20, 1-9

“Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en  la tierra de los judíos y en Jerusalén… Lo mataron… Pero Dios lo resucitó al tercer día”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy, en esta mañana estamos todos  de enhorabuena. La celebración de la eucaristía nos lleva al núcleo, a la médula misma de la eucaristía  de cada domingo y de cada día, nos comunica la gran noticia de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, él, que es Camino, Verdad y Vida, que es nuestro camino nuestra verdad y nuestra vida.

Esta mañana es propicia para agradecer y para reflexionar sobre la fe que tenemos en la resurrección de Jesucristo. Sí que creemos, pero si traemos a la memoria, el entusiasmo de San Francisco Javier, el Divino Impaciente, la fuerza y el entusiasmo de su cartas, y los motivos que le movían a tanto y tan peligrosos viajes; si pensamos en san Pablo, la cárceles que sufrió, las veces que lo echaron apedreado de las sinagogas, y, sobre todo, la fuerza de los sentimientos que manifiesta en sus cartas, no podemos menos de confesar, mi fe es débil, Señor aumenta mi fe”.

Las lecturas de la eucaristía de hoy nos ayudan, sobre todo, si las meditamos en la presencia de Dios, nos ayudan y nos dan pistas para avanzar por el camino de la fe.

En primer lugar, y en la primera lectura hemos escuchado: “Nosotros somos testigos”: El testimonio, el gran medio reclamado y pedido continuamente por la Iglesia, para transmitir la fe; y por lo tanto, la responsabilidad, como cristianos adultos, de dar testimonio de nuestra fe. Aunque no fuera más que por agradecer a Dios y a nuestros padres el gran regalo que nos hicieron de su testimonio, cuando éramos todavía pequeños, pero muy dispuestos para aprender de los padres y la familia.

Sin salirnos de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos: “…Testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén”. Un segundo y fundamental  medio para transmitir y para acrecentar la fe en nosotros mismos es la Palabra de Dios escuchada en grupo, en la asamblea litúrgica, sobre todo, y en el silencio de la oración personal. ¡Tantas palabras y tan diversas, desordenadas y contradictorias que escuchamos a lo largo del día! La palabra de Dios escuchada en la biblia con fe, es el criterio más seguro para poder descubrir la voluntad de Dios y desde esa perspectiva juzgar y ordenar tantas palabras que llegan a nosotros y solicitan y piden una respuesta y una decisión.

El testimonio de fe, manifestado con sencillez y naturalidad, y sobre todo, con convicción y coherencia, la Palabra de Dios en la biblia escuchada con fe y con frecuencia, dos caminos extraordinariamente adecuados para comenzar a creer en Jesucristo, y después para cuidar y acrecentar la fe en él.

Esto es lo que esperamos también de la eucaristía, que estamos celebrando en esta fiesta grande de la Pascua.

Ojalá, como fruto de estas celebraciones pascuales, salgamos con el propósito  de poner en práctica estos dos caminos, el testimonio de vida y la escucha de la palabra de Dios, para que nuestra fe sea de verdad una experiencia de encuentro personal con Jesucristo resucitado, una vivencia profunda de comunión en la Iglesia, y un testimonio gozoso de evangelización.

 

sábado, 16 de abril de 2022

VIGILIA PASCUAL

-Textos:

            -Ro 6, 3-11

            -Lc 24, 1-12

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”

 Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”

¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios por poder vivir y participar un año más esta noche santa, noche de luz y de vida, en la que se hace presente el acontecimiento que cambia el rumbo de la historia, revela el amor y la fidelidad infinita de Dios, y abre horizontes de esperanza a los hombres: ¡Jesucristo vive! Ha resucitado, ha vencido a la muerte y al pecado.  La noticia de su resurrección resuena  esta noche en nuestros oídos provocando la fe, la esperanza, el amor, las ganas de vivir y las ansias de salir al encuentro de nuestros hermanos para comunicarles la alegría que nos invade a nosotros.

Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago,  apenadas iban a embalsamar un cadáver, al encontrar el sepulcro vacío quedan desconcertadas, no saben qué pensar. Lo que  menos se les ocurre es pensar que ha resucitado. Tienen  que venir dos varones refulgentes de luz, son dos ángeles, absolutamente creíbles, porque comunican lo que Dios mismo quiere comunicar a ellas y al mundo entero a través de ellas: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”.

Ni se si nos damos cuenta del alcance inmenso, yo diría, infinito, que supone esta noticia que se proclama esta noche aquí con la misma novedad y fuerza renovadora que llegó  a las santas mujeres hace dos mil veintidós años.

Para ellas, todo, todo cuanto de ilusiones y proyectos habían forjado en Jesús, volvía a tener sentido, pero es que, sobre todo, para todo el mundo quedaba  patente todo lo que supone creer en Jesús, muerto, si, pero resucitado para siempre. Hay un nuevo sentido para la fe en Jesús. Jesús no es el fracasado, vencido y muerto, es el vencedor, el que vive para siempre. Dios Padre salido  fiador de su Hijo,  le ha dado la razón, ha rubricado  plenamente su vida, su mensaje, y su modo de relacionarse  en todo y con todos.

Que Jesús ha resucitado quiere decir también que hay una nueva, verdadera y firme esperanza de que el Reino de Dios anunciado por él llegará a buen término, que la promesa de enviar al Espíritu hecha por él se hará efectiva. Hombres y mujeres que  crean en Jesucristo muerto y resucitado, por la fuerza de este Espíritu, en el bautismo, recibirán la gracia de ser Hijos adoptivos de Dios.  En ellos prenderá ya en esta vida la semilla de la vida eterna, que irá creciendo alimentada por la práctica del amor, la verdad, la justicia, la paz, el perdón  y la misericordia con todos especialmente con los pobres y los que no llegan al conocimiento de Dios.

Ahora comprendemos mejor la gracia de vivir esta noche iluminada por la buena notica que los ángeles, Dios mismo, nos dio a través de las santas mujeres.

Gracia y noticia que nos ofrecen la oportunidad de renovar nuestro bautismo, ahora mejor conocido y más sinceramente agradecido.

Buenas noticias de las tres santas mujeres.

 

viernes, 15 de abril de 2022

TRIDUO VIERNES SANTO

 

-Textos:

            -Is 52, 13-53, 12

            -Sal  30, 2.6. 12-13. 15-17. 25

            -Heb 4, 14-16; 5, 7-9

            -Jn 18, 1-19, 42.

 “Mirarán al que traspasaron”.

¿Por qué motivo Cristo murió en la cruz?

Porque nos amó.

Dios nos creó porque nos amó; Dios nos salva porque nos ama.

 Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él se salve y  tenga vida eterna”. “Me amó y se entregó por mí”

Y porque nos amó se solidarizó con nosotros. “Se  redime lo que se asume”

Para redimirnos del pecado asumió los pecados del mundo: Injusticias, crímenes, mentiras, abusos de poder, traiciones… Nuestros pecados aplastaron a Jesús contra el suelo y el madero de la cruz.

Pero asumió también a las víctimas de nuestros pecados: los pobres, los desamparados, las mujeres, niños y persona vulnerables maltratadas…

Pero donde abundó el pecado sobreabundo la gracia, la fidelidad de  Dios, la obediencia  del Hijo a su Padres, y el amor de Cristo a los hombres.

Esta certeza de la victoria de Cristo en la cruz nos llena a todos de esperanza y de agradecimiento.

La esperanza de que el pecado desaparecerá, y un mundo nuevo donde reina el Amor, el Reino de Dios, va a llegar, da lugar a que nosotros nos dejemos ganar por Cristo Crucificado y nazca en nosotros la gratitud y el deseo de trabajar con él y como él.

Amor a los hombres y solidaridad con los prójimos a los que creemos que Dios quiere que ayudemos y amemos.

jueves, 14 de abril de 2022

TRIDUO PASCUAL: JUEVES SANTO

-Textos:

            -Ex 12, 1-8. 11-14

            -Sal 115, 12-13. 15-18

            -II Co 11, 23-26

            -Jn 13, 1-15

 Sabiendo Jesús que había llegado su hora…habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos:

Tarde de Jueves Santo, estamos en el preludio del Triduo Pascual, la Pascua del Señor y nuestra Pascua.

¡Cuánta gracia y cuanto amor derrocha y esparce Dios en las celebraciones de estos días!

La eucaristía es manifestación suprema del amor de Dios. Jesucristo, establece y nos deja esta máxima manifestación de amor, sabiendo que había llegado su hora, la hora  de pasar de este mundo al Padre y la hora  de amar a los suyos hasta el extremo.

Acerquémonos  todos a esta hora de Jesús, a este momento cumbre de la vida de Jesús. Él es  consciente de que falta muy poco para que comiencen las temibles y dolorosas horas de su pasión y muerte y dice a sus discípulos: “Ardientemente he deseado comer esta pascua antes de padecer”. Y los discípulos se sientan a la mesa con él, para participar en la última cena y en la primera eucaristía.

Nosotros  también esta tarde con deseo ardiente, venimos a compartir la eucaristía, el memorial de aquella Última Cena, anticipo sacramental de aquellos hechos, pasión, muerte y resurrección, de la pascua, que estaba a punto de vivir.

Permitidme subrayar un detalle: Jesús en aquella cena repite dos veces  el mandato: “Haced esto en memoria mía”. Primero sobre el pan: “Esto es mi cuerpo haced esto en memoria mía; luego sobre la copa, la copa suya, la que tiene en la mano, dice: Este es el cáliz de la nueva alianza en mi sangre; haced esto, cada vez que lo bebáis, en memoria mía”.

En el pensamiento del Antiguo Testamente, y también la mente de Jesús, y en la de los discípulos, que están con él,  hacer memorial es hacer presente el hecho mismo, el acontecimiento, que está ocurriendo, en el cenáculo. Así lo entienden y los viven los discípulos.

No es un puro recuerdo sentimental. Por es, es dar lugar a que lo que él hizo podamos nosotros presenciarlo y participarlo hoy, reunidos como Iglesia, en su nombre.

Por eso, también, san Pablo explica a su comunidad de Corinto: “Siempre que coméis de este pan y bebéis de esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva”. Y además les advierte: “Quien coma de este pan y beba de esta copa indignamente, es reo del cuerpo y de la sangre del Señor”.

¿Por qué san Pablo puede decir esto? -Porque  él sabe que hacer memorial de lo que hizo Jesús en la última Cena no es puro recuerdo sentimental, es dar lugar  a que lo que él hizo en el cenáculo, podamos presenciarlo y participarlo nosotros hoy, en cualquier momento y en cualquier lugar, donde nosotros celebramos en el nombre de Jesús, en la fe y en Iglesia.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos: La eucaristía se celebra y se vive en la Iglesias, pero la Iglesia nace, se constituye y vive de la eucaristía. Y también nosotros. Un hecho ejemplar: Los cristianos de Bitinia, allí por el siglo tercero, murieron mártires, proclamando: “Nosotros los cristianos no podemos vivir sin el Señor, sin el domingo, sin la eucaristía”.

Demos gracias a Dios, siempre, pero muy especialmente en esta tarde de Jueves Santo por el amor supremo que queda patente en la eucaristía, por el ministerio del sacerdocio, que hace posible y accesible la eucaristía, por el amor al prójimo, sobre todo, al prójimo necesitado, que nos demanda la eucaristía. Sí, esta tarde, por encima de todo, demos gracias a Dios.

 

domingo, 10 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS (C)

-Textos:

            -Is 50, 4-7

            -Sal 21, 8-9.17-18ª. 19-20. 23-24

            -Fil 2, 6-11

            -Lc 22, 14-23,56

Ahora, hermanas y hermanos, todos, la Iglesia nos invita a escuchar la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. San Lucas es el evangelista de la compasión y de la misericordia de Dios en Jesucristo. Esta impronta de amor y de misericordia Lucas la remarca también cuando relata la pasión y muerte de nuestro Señor. En el momento crítico en que lo están apresando en el Huerto de los Olivos, Jesús tiene serenidad y presencia de ánimo para restablecer a un criado la oreja que un discípulo precipitado había herido. Y ¿Qué matices de amor, misericordia y perdón tuvieron que reflejar los ojos de Jesús cuando miraban a Pedro, que acababa de renegar  de él por tres veces? Aquella mirada provocó en Pedro lágrimas y arrepentimiento. Por las calles de Jerusalén, la cruz que hiere sus espaldas no aplasta su corazón, y habla compasivo a las mujeres que le lloran: “No lloréis por mí, llorar por vosotras y por vuestros hijos”.  En trance de muerte, todavía le quedan palabras para amar y consolar  al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Y cuando no lo queda apenas un aliento de vida, le quedan entrañas de misericordia: “Perdónales porque no saben lo que hacen”.

Escuchemos  atentos, con el corazón abierto y con fe, este relato de Lucas sobre la pasión del Señor. Dejemos que nos toque el corazón, que nos impacte y nos conmueva. Y saquemos consecuencias, recordemos aquellas palabras también del evangelio de Luca: “Sed misericordiosos como Dios es misericordioso”.

            

domingo, 3 de abril de 2022

DOMINGO V DE CUARESMA (C)

-Textos:

            -Is 43, 16-21

            -Sal 125, 1b-6

            -Fil 3, 8-14

            -Jn 8, 1-11

Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Así reza un refrán con el que hoy en día muchas personas  estarán en desacuerdo, pero que, si lo referimos a la cuestión religiosa y a la vida cristiana, también habrá muchos que estarán de acuerdo.

Las iglesias concurridas en las misas de los domingos…, casarse por la Iglesia, los movimientos matrimoniales y de Acción Católica…, la trasmisión de la fe y de las costumbres cristianas de padres a hijos…, las vocaciones a la vida contemplativa, y de sacerdotes para el seminario…, los misioneros y misioneras jóvenes esparcidos por el mundo….

No hace muchos años, pero, ¡qué cambio! Muchos cristianos y cristianas de edad madura no podemos menos de traer todo eso a la memoria con nostalgia, y decir: “Aquellos años eran mejores”.

Pero en la primera lectura de hoy parece que el  profeta Isaías no está del todo de acuerdo con nosotros y nos urge a  que cambiemos de mentalidad o, al menos de perspectiva. Nos dice de parte de Dios: -“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

Y según nos dicen, cuando Isaías pregona este mensaje, la situación del pueblo de Dios no era nada halagüeña: están en el exilio, están desterrados, fuera de su patria, y en una tierra que ni aman ni les pertenece. En esta situación el profeta, en nombre de Dios, grita: -“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

Dios quiere decirles: Esta situación, que vivís ahora no va a durar siempre, de nuevo tornaréis a la tierra prometida, y vuestro regreso será más feliz y venturoso que  la primera vez. Pero no miréis a lo viejo, no recordéis lo de antaño, la nostalgia paraliza. Mirad al futuro, creed la buena noticia: “Dios es capaz de abrir caminos en el mar y ríos en la estepa”; “Con Dios haremos proezas”.

Estas son palabra del profeta al pueblo de Israel, y son palabras de Dios mismo a nosotros en la eucaristía de hoy.

Se acerca la Pascua, estamos a menos de quince días. De nuevo, las celebraciones pascuales ponen delante de nosotros el máximo acontecimiento  que podemos presenciar, podemos participar y del que podemos beneficiarnos: Cristo Jesús, muerto por nuestros pecados,  resucitado por el poder de Dios, y constituido en esperanza de salvación para todos los hombres y para todo el mundo.

Siempre, pero desde ahora, hasta la pascua, pongamos los ojos fijos en Cristo resucitado. Escuchad con envidia las palabras de san Pablo en la segunda lectura: “Todo lo considero pérdida comparado con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo… Todo para conocerlo a él y la fuerza de su resurrección… Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome  hacia lo que está por delante…”.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos: Si tenemos fe, si creemos en estas palabras, tenemos que decir: “Lo mejor está por venir”; “En esta vida nos queda lo mejor”.

Esto es y puede ser verdad, pero no debido a nuestras propias fuerzas. Puede ser verdad, porque Dios  es fiel y cumple lo que dice, porque Cristo, Hijo de Dios, ha dado la vida por nosotros, y ha resucitado. Y en la Pascua podemos beneficiarnos de su victoria.

Faltan diez días solamente para la Pascua: Permitidme unas preguntas finales: ¿Se va a notar en nuestra vida personal algún cambio, algún “inicio nuevo”, en la Pascua de este año? Nos quedan todavía doce días para tomar decisiones, para reconciliarnos con Dios… Para dejar a Dios realizar en nosotros  ese “algo nuevo” que dice Él que ya está brotando.