domingo, 14 de abril de 2024

DOMINGO III TIEMPO PASCUAL (B)

-Textos:

            -Hch 3, 13-15. 17-19

            -Sal 4, 2. 4. 7. 9

            -1 Jn 2, 1-5ª

            -Lc 24, 35-48

 “Se presentó Jesús en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Jesús, el crucificado, el resucitado, se presenta a sus discípulos reunidos y les saluda, deseándoles y ofreciéndoles la paz. La paz “Shalóm",  es el don de los dones, el resumen de todos los dones que puede desear y recibir de Dios un hombre, un creyente. No es esta la primera vez que Jesucristo resucitado se aparece a sus discípulos con este saludo, que es, al mismo tiempo una gracia de Dios para los suyos. Jesús resucitado es en grado eminente dador de paz. “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor. Cantan los ángeles en el portal de Belén”.

No es meramente un deseo, es una gracia, una gracia de Dios que nos hace bien a todos, nos hace  felices. Sin duda todos nosotros alguna vez y muchas veces tenemos la experiencia de que Jesucristo nos ha dado paz, serenidad e incluso gozo.  Y esto se debe a que Jesús siempre puede, y lo hace dándonos aquella gracia que es respuesta a los deseos más profundos de nuestro corazón. Nosotros somos criaturas de Dios, somos imagen de Dios, Dios es amor, y nosotros en el manantial más hondo y fecundo de nuestro ser somos amor, tenemos sed de amor, y no de cualquier amor, sino de un amor tan limpio, tan puro como el amor de Dios. El ser humano busca ávidamente o desesperadamente la felicidad.  Y tantas veces la buscamos, donde la felicidad no está o está solo en migajas que no pueden satisfacernos plenamente.

Jesucristo, vencedor de la muerte y del pecado, verdadero Dios y verdadero hombre, que ha experimentado el dolor, la muerte, el fracaso, pero que ha resucitado, ha vencido a la limitación más grande que  tenemos como seres humanos, la muerte, y también al engaño más seductor que nos tienta, el pecado, Jesucristo viene a nuestro encuentro, como vino al encuentro de los discípulos reunidos, viene y nos  dice: “Paz a vosotros”. Con todo su corazón, con las manos abiertas y nos ofrece la paz, la paz verdadera, la que sólo  Él, Dios y hombre verdadero sabe y puede dar.

Y nosotros no acabamos de creer. Decimos que no lo vemos, que no lo sentimos, que nos deja solos ante las dificultades de la vida y ante lo atractivo que es un viaje a las Canaria o a las islas Filipinas o a Nueva York. No contamos a los demás lo cansados que hemos venido de las vacaciones, y la escasez de recursos económicos que nos quedan para atender  a Caritas o a las asociaciones que  ayudan a los países en guerra.

Jesucristo nos dice: “Paz a vosotros”. Preguntaos, preguntaos, si cuando buscáis descanso, sosiego armonía con vosotros mismos, descanso, paz habéis dado con precisión  en el blanco de la paz verdadera.

Esta mañana, en esta misa,  vamos a pedir a Jesucristo Resucitado que nos abra el entendimiento: Y tomemos en serio y para siempre las palabras que dijo a los discípulos y nos dice hoy a nosotros: “Está escrito: el Mesías padecerá, resucitará  de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Queridas hermanas, queridos hermanos todos: Creamos, pidamos la gracia de la fe y encontraremos la verdadera paz del corazón.

domingo, 7 de abril de 2024

DOMINGO II DE PASCUA (B) DIVINA MISERICORDIA

-Textos:

-Hch 4, 32-35

-Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24

-Jn1a, 5, 1-6

-Jn 20, 13-31

 

“Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios” “El grupo de los creyentes  tenía un solo  corazón y una sal alma”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Hoy, segundo domingo de Pascua, por una reciente disposición del recordado papa Juan Pablo II, el segundo domingo celebramos el domingo de la misericordia. Antes hablábamos del domingo “in albis”.

Era el domingo en que los bautizados adultos que en  la Vigilia pascual habían recibido el bautismo, venían a la iglesia vestidos con túnicas blancas (albas). Después de una oración y una bendición especial, se despojaban de la vestidura blanca y, vestidos como los demás, se incorporaban a la comunidad cristiana ya como cristianos adultos. Era un domingo de gran alegría, había crecido y se renovaba la comunidad.

            Hermanas  y hermanos: El bautismo  que hemos recibido es la gracia más grande que Dios nos ha regalado en esta vida. Todas las demás gracias que hemos recibido y podamos recibir en el futuro no son tan ricas, tan grandes ni tan fundamentales como la gracia primera, la gracia bautismal. En el bautismo, Dios vino a decirnos: “Javier, Andrés, María, Socorro…, hoy hago una  alianza contigo, te hago  hijo o hija mía, porque te doy la vida divina, la vida de mi Hijo Jesucristo; tú vas a ser para siempre hija, o hijo de Dios (hijo o hija adoptiva, pero ciertamente, la vida que recibiste de tus padres, ahora por el bautismo la enriquezco con la vida divina, la vida de Jesucristo, que murió por ti y que ha resucitado. Además te infundo el Espíritu Santo, para que puedas desarrollar esa vida divina incipiente que ahora te doy. Pero ten en cuenta algo importante: “Yo soy fiel y voy a ser fiel a mi alianza”. Si alguna vez tú te apartas de mí por el pecado o por la debilidad de tu fe,  yo no me apartaré de ti. A mí no me vencen tus pecados; Jesucristo, mi Hijo en la cruz los ha vencido todos. Donde abundó el pecado, ha sobreabundado la gracia. Yo puedo perdonarte, siempre que tú te arrepientas y me pidas ayuda, te dará mi mano y volveremos a caminar juntos. Has recibido el bautismo eres hijo mío para  siempre.

¡Cómo debemos agradecer la gracia del Bautismo! Cómo debemos cuidarlo y cultivarlo!

No debe extrañarnos que el papa San Juan Pablo II tuviera la feliz idea de declarar este domingo “in albis” en Domingo de la Misericordia.

Una de las maneras de entender la misericordia es definirla como “el amor que perdona”, y también como “el amor que ayuda al necesitado”.

Os dejo con dos textos bíblicos para que los meditéis en este domingo “in albis” y “de la misericordia”: El primero es del evangelista san Juan “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). La segunda es de san Pablo: Ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguno a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Ro 5, 7-9)

viernes, 29 de marzo de 2024

VIERNES SANTO (B)

-Textos:

-Is 52, 13-53, 12

-Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-17 y 25

-Heb 4, 14-16; 5, 79

-Jn 18, 1-40. 19, 1-42

 

 “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado el Padre, ¿no lo voy a beber?

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Tarde del Viernes Santo: Estamos invitados  a poner los ojos  en Jesús crucificado, en la Cruz de Cristo. La vamos a mirar desde la fe y pidiendo a Dios y al Espíritu de Dios, que esta mirada de fe penetre en lo más íntimo de nosotros, en nuestros sentimientos y más aún en nuestra alma y en nuestro corazón.

Mirando a Jesús nos viene a la memoria la experiencia de Santa Teresa de Jesús, que nos la cuenta en el libro de su Vida: “Pues ya andaba mi alma cansada y aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que entrando un día en el oratorio, vi una imagen que había traído allí a guardar… Era de Cristo muy llagado y tan devota, que en mirándola todas me turbó de verle tal , porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe él con grandísimo derramamiento de lágrimas…”.

            Fue para santa Teresa una experiencia del todo singular.  Esta tarde miremos a la cruz y a Cristo crucificado y pidamos al Espíritu Santo nos dé una experiencia semejante a la de Teresa de Jesús. Somos bautizados y todos tenemos la posibilidad de aumentar nuestra a fe. Benedicto XVI dice una de sus Cartas: “No se comienza a ser cristiano por una idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona –Jesucristo- que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación  decisiva”.

Hermanos y hermanas miremos y abracemos esta tarde a Cristo crucificado: que aumente nuestra fe.

Este relato precioso y muy conocido que escuchamos todos los años en la tarde del Viernes Santo, tiene una sorprendente peculiaridad: No subraya tanto los sufrimientos que padeció Jesús durante su pasión y muerte, como la bondad, la serenidad y fortaleza que refleja en todos los trances tan dolorosos que está pasando. Y en el Huerto de los olivos, ya lo hemos visto, dice a Pedro: -“Mete la espada en la vaina.  El cáliz que me ha dado el Padre, ¿no lo voy a beber? Jesús va libremente a la pasión, y renuncia a cualquier recurso de violencia o de poder. Ante Pilato, que pregunta: “¿Luego tú eres Rey?” Jesús responde con verdad y con entereza: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. “Y antes del último suspiro, dice con un convencimiento y una paz admirables: “Está cumplido, en el sentido he hecho todo lo que el Padre me ha mandado”. E, inclinando la cabeza entregó su espíritu”.

Hermanas y hermanos: ¿Qué es lo que da lugar a que Jesús muera con esta lucidez y serenidad que nos revela la pasión de san Juan?- Dos notas que definen la personalidad de Jesús y lo caracterizan: Primera y principal,: Cumplir la voluntad de su Padre Dios. El Padre y yo somos uno, lo que el Padre quiere eso hago, he venido para cumplir la voluntad de mi Padre”. Son declaraciones de Jesús a lo largo de su vida pública. Y la segunda nota que lo caracteriza es el amor a los hombres hasta el extremo: “Habiendo amado a los suyo que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Saquemos también ahora importante norma para nuestra vida: Mirando al crucificado: Creer con fe verdaderamente cristiana, es tener la firme certeza que intentar cumplir en todo y siempre la voluntad de Dios es el camino de la verdadera y eterna felicidad. Y que la voluntad de Dios consiste en amar al prójimo como nos amó y nos amas Jesús. Hasta el extremo.

Esta tarde: al besar y adorar la cruz, podemos  decir con todas nuestras fuerza: “Gracias, Señor. Mi cruz junto a tu cruz. Sin ti no puedo nada, pero contigo, “Hágase en mí la voluntad de Dios”, Padre tuyo y Padre mío”.

domingo, 24 de marzo de 2024

DOMINGO DE RAMOS (B)

-Textos:

            -Is 50, 4-7

            -Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

-Fil 2. 6-11

-Mc 14, 1-15, 47

 

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

 

Domingo de Ramos, comenzamos la Semana Santa. El Jueves Santo iniciaremos con la Cena del Señor, la eucaristía, el Triduo Pascual.

Un primer mensaje me permito poner como primer objeto de vuestra atención: En la Semana Santa, muy especialmente en el Triduo Pascual Dios tiene preparada una gracia singular para toda la Iglesia y para cada uno de nosotros. La revelación máxima del amor de Dios en la Cena de Jueves Santo, la entrega de Cristo por amor a Dios Padre y a los hombres, patente e irrefutable el Calvario en tarde de Viernes Santo, la luz deslumbrante de la Gran Vigilia Pascual: en el espejo de la historia de Salvación de Dios, descubrimos el sentido de nuestra propia historia: Dios es fiel, resucita a su Hijo, para que todos podamos resucitar con él; la catarata de gozo y alegría del domingo de resurrección, que nos impulsa a salir a la calle gritando: “Hay esperanza cierta para esta humanidad atormentada y dolorida: Cristo resucitado ha vencido a la muerte y al pecado; un cielo nuevo y una tierra nueva nos espera.

Cada día un misterio rico, fecundo y trascendental, cada día del Triduo Pascual una gracia  singular nos espera. No la dejemos pasar de largo.

Y ahora, permitidme que esboce el misterio de este domingo: Jesucristo entra triunfante y vitoreado en Jerusalén. El hecho es un presagio de la resurrección gloriosa y la victoria sobre la muerte y el pecado que ocurrirá al término de los tres días.

Pero acabamos de escuchar el relato trágico de la pasión y muerte  de Jesús: La angustia del Huerto de los Olivos, los discípulos lo dejan sólo, los soldados lo maltratan, la gente importante se burla de él, la sensación de abandono frente a su Padre Dios… ¡Qué misterio! ¿Nos escandaliza? ¿Nos hace pensar? ¿Quién es Jesús? Hijo de Dios verdadero y hombre igual a nosotros en todo menos en el pecado. Nos atrae el Cristo de los milagros, dejamos de la do al Cristo crucificado; por la cruz a la luz; el que guarda su vida la pierde, el que pierde su vida por  seguir a Jesús la encuentra.

Todo esto y mucho más en el misterio que celebramos en la eucaristía de esta mañana, y que se nos irá desvelando a los largo de la Semana Santa, especialmente, del Triduo Pascual.

 

domingo, 17 de marzo de 2024

DOMINGO V DE CUARESMA (B)

DOMINGO V  DE CUARESMA

(17-3-24)

 

Homilía

“Queremos ver a Jesús”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Ayer, sábado, la  segunda Javierada: muchos peregrinos, muchos jóvenes. Hoy aquí, en el monasterio de benedictinas queremos hacer una mención especial al “Día del Seminario”. Pedimos a Dios y a San Francisco  Javier  que despierte en estos jóvenes, chicos y chicas, el  deseo que todos llevamos en el corazón, y que estos paganos griegos pidieron a Felipe: “¡Queremos ver a Jesús!”.

Pero, en estos días, previos a la Semana Santa y al Triduo pascual, ¿qué pregunta se estarán haciendo tantos bautizados? –Dejadme que piense mal. Dirán: -¿Qué hacemos o qué podemos hacer en estos días de vacaciones?

Sin embargo, ver a Jesús es la pregunta que todos, todos, llevamos en el corazón, aunque quizás no la advertimos.

La más profunda de todas las necesidades humanas es  la necesidad de  Dios. El hombre necesita ver a Dios. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

El rostro de Dios es Jesucristo. “Él es imagen de Dios invisible,  primogénito de toda criatura”; “Quién me ha visto a mí, dijo en cierta ocasión él mismo, ha visto al Padre”. Por eso, todos los hombres necesitamos ver a Jesús. Mucha gente no lo sabe, no se da cuenta; nosotros mismos, en muchas ocasiones, estamos pendientes de muchas necesidades: salud, descanso, amistad, atenciones…

Estos gentiles, griegos, que acuden a Felipe,  habían logrado descubrir su más honda necesidad y querían ver a Jesús; no por curiosidad y como para poder decir que habían visto a un famoso. Eran griegos, herederos de una cultura que investiga sobre la felicidad y la salvación. Por eso, quieren ver a Jesús como aquel que viene de Dios, habla de Dios, trae la salvación de Dios y responde a esa necesidad de Dios escondida en todo corazón humano.

Sí, nosotros tenemos necesidad de Jesús; nosotros, en el fondo, queremos ver a Jesús. ¿Lo tenemos claro? Vosotras, quizás, queridas hermanas, lo sabéis y lo buscáis, llamándole por su propio nombre. Os habéis  sentido llamadas por él.  Vuestra vida  es un buscar el rostro de Dios en el rostro de Cristo.

Muchas personas no se preguntan por las vacaciones, están preocupadas desmesuradamente por la salud, por el sueldo, por la estabilidad en el trabajo… Son preocupaciones legítimas, pero que apuntan en último término a Jesucristo.

“Porque Jesucristo revela el hombre al propio hombre; y no  hay bajo el cielo ni en la tierra otro nombre en el que el hombre pueda ser salvado”.

Felipe y Andrés fueron guías de gentiles, de gente alejada. Nosotros podemos hacer lo mismo: a los jóvenes, a los niños, a nuestro hijos, a nuestros amigos guías que les llevamos a descubrir qué es lo que de verdad sienten en su corazón: Necesidad de Dios, necesidad de ver a Jesús.

Pero hoy, para nosotros, Felipe y Andrés están presentes en nuestra madre Iglesia, en la liturgia de esta celebración. Ellos nos invitan a ver a Jesús; acudir al Triduo Pascual: Ya desde hoy, semana de pasión, tenemos que poner los ojos en Jesús: Jesús crucificado y glorificado. Pensemos en preparar bien, donde sea y de la mejor manera posible, nuestra participación en el gran Triduo Pascual.

La eucaristía es el grano de trigo que muere, para que nosotros, nos centremos y descubramos hasta qué punto, las mejores vacaciones son las  que  nos llevan al encuentro con Jesús, muerto y resucitado, y vencedor de la muerte y del pecado.

 

domingo, 10 de marzo de 2024

DOMINGO IV DE CUARESMA (B)

-Textos:

            -2 Cr 36, 14-16. 19-23

            -Sal 136, 1-6

            -Ef 2, 4-10

            -Jn 3, 14-21

 Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Qué pasó en el desierto en los tiempos de Moisés? Los israelitas estaban cansados de andar por el desierto, cansados de comer como único alimento el maná, y se rebelaron contra Moisés y  contra Dios. Añoraban la vida en Egipto. Dios permitió que aparecieran unas serpientes que, al morderles, les provocaban la muerte. Los israelitas acudieron a Moisés.  Moisés oró y habló con Dios, que dijo a Moisés: “Haz una serpiente de bronce y colócala en un palo. Todo el que la mire quedará sanado”. Este palo con la serpiente de bronce ha sido interpretado como símbolo de la cruz con Cristo crucificado. Por eso, las palabras de Jesús a Nicodemo.

Hoy, ya cerca de la Semana Santa somos invitados a mirar la cruz con  Cristo crucificado, y descubrir en ella principalmente dos enseñanzas. La primera la maldad del pecado-  de nuestro pecado y de los pecados de todos. Nos cuesta reconocer el pecado, nos cuesta reconocernos pecadores. Y es que el pecado tiene en su entraña la habilidad de  esconderse como tal. Sacamos excusas para decirnos a nosotros mismos: “No es tan grave lo que he hecho, no tiene importancia”. El pecado aborrece la luz, se esconde ante nuestra conciencia, para que sigamos pecando.

Mirando a Jesucristo comprendemos la gravedad del pecado. Los pecados del mundo han dado lugar a la muerte del Hijo de Dios. En Jesús colgado de la cruz comprendemos que Dios, en Cristo, padece por el pecado del mundo. En la cruz comprendemos que el pecado cuesta a Dios la muerte del Hijo.

Si en vez de auto-engañarnos e intentar justificarnos, nos confesamos pecadores, y en  alguna medida, colaboradores del mal en el mundo, comenzamos a salvarnos. Confesarnos pecadores es el camino imprescindible para acercarnos a Dios, y encontrarnos con él.

Pero, además, mirar a la cruz y contemplar a Jesucristo crucificado nos revela la misericordia de Dios. Jesucristo crucificado nos certifica que la misericordia divina envuelve al mundo y es más fuerte que el mal. “Donde abundó el pecado sobre abundó la gracia de Dios”.Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”.

La cruz de Cristo nos da la demostración inequívoca de que Dios nos ama. Y al sentirnos tan sincera y verdaderamente amados por Dios, no necesitamos esconder nuestros pecados o disimular que los hemos cometido. La misericordia de Dios, manifestada en la cruz de  Cristo, nos dice hasta qué punto somos amados por Dios, sentimos admirados  que Dios quiere perdonarnos, brota la confianza y la amistad y no nos da vergüenza abrirnos a Él de par en par. Y al confesarnos  sinceramente ante Dios, nos hacemos responsables de nuestra vida y de nuestros actos.

Este proceso espiritual e interior lo podemos vivir mirando al  Crucificado.

Y así, impulsados por nuestro corazón que se siente amado y perdonado, nuestra libertad queda liberada y se abre a Jesucristo para preguntarle sinceramente y sin miedo: “Señor, ¿Qué puedo hacer por ti?”.

domingo, 3 de marzo de 2024

DOMINGO III DE CUARESMA (B)

-Textos:

            -Ex 20, 1-15

            -Sal 18,8.9.10.11

            -1 Co 1, 22-25

            -Jn 2, 13-25

 

 “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.

Queridas hermanas Benedictina y queridos hermanos todos:

La fe cristiana es un encuentro vivo, personal y real con Jesucristo. La finalidad de toda evangelización es la realización de ese encuentro, al mismo tiempo personal y comunitario. Afirmó el Papa Benedicto XVI (“Deus caritas es”)

Los templos, en todas las religiones, son considerados como espacios especiales para el encuentro con Dios. De una manera singular, el antiguo pueblo de Dios, los judíos, consideraban el templo de Jerusalén como lugar esencial para rendir culto al verdadero Dios, Yahvé, y símbolo de identidad como pueblo elegido. Jesucristo, como buen israelita, había subido varias veces a visitar el templo de Jerusalén. La actuación de Jesucristo expulsando del templo a vendedores y cambistas, que  nos cuenta san Juan en el evangelio de hoy, tiene un doble significado:

En primer lugar, Jesús sigue y culmina la tradición profética de purificar y restablecer el culto verdadero: el Mesías, el enviado de Dios,  el Hijo de Dios, no puede tolerar que se mezcle con el negocio y el dinero el carácter sagrado de las ofrendas que se ofrecen a Yahvé.

Y tiene una segunda finalidad de mucho mayor alcance: “¿Qué signos nos muestras para obrar así? -¿Destruid este templo, y yo en tres días, levantaré”. Y el evangelista comenta: “Hablaba del templo de su cuerpo”.

Llegará un día, llegó a decir el mismo Jesús en que “ni en Corozaín ni en Jerusalén se dará culto a Dios”. Porque a partir de ahora es mi persona, soy yo, el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. “Quién me ve a mí ha visto al Padre”.

Mi Padre me ha enviado, soy  el Mesías, el Hijo de Dios, y soy, en la tierra, presencia encarnada de Dios. A partir de ahora es mi persona, soy yo, el lugar privilegiado del encuentro con Dios. Jesucristo es el lugar verdadero del encuentro con Dios.

Y a Jesucristo lo podemos encontrar en muchos lugares y de muchos modos y maneras: En la Palabra de Dios, en la eucaristía, en los pobres, en la asamblea reunida en su nombre, en los hermanos, en los acontecimientos que nos hacen pensar y nos llaman a conversión.

Ahora entendemos mejor por qué  Benedicto XVI y los papas modernos dicen y repiten con insistencia: “La fe cristiana es un encuentro vivo, personal y real con Jesucristo. La finalidad de toda evangelización es la realización de ese encuentro, al mismo tiempo personal y comunitario”.

A lo mejor es oportuno hoy que nos preguntemos, ¿Qué lugar ocupa Jesucristo en mi vida? ¿Puedo decir que siento la fe como un encuentro real y personal con Jesucristo? ¿Influye mi fe cristiana en las decisiones, en las ocupaciones de mi vida diaria?

No podemos olvidar que nosotros seguidores de Jesús y bautizados en su nombre, somos piedras vivas del templo espiritual, del Cuerpo místico de Cristo. A nosotros nos incumbe muy seriamente  vivir de tal manera que podamos ser para nuestros hermanos, para nuestros prójimos: lugar de encuentro con Dios, ejemplo, testimonio que contagia y acerca a los que nos tratan y conviven con nosotros a Dios.

 En este santo tiempo de cuaresma escuchamos insistentemente la llamada de Dios a la conversión. Para nosotros, bautizados, la llamada a la conversión, sobre todo, es una llamada a renovar y redoblar nuestra adhesión  a su persona y a su mensaje: sobre todo a ser testigos de Jesús con nuestra conducta.

No olvidemos que en esta celebración no sólo Jesucristo en las especies eucarísticas, sino también la asamblea que formamos, somos templo de Dios, lugar para los hombres de encuentro con Dios.

 

domingo, 25 de febrero de 2024

DOMINGO II DE CUARESMA (B)

-Textos:

            -Gn 22, 1-2. 9a. 15-18

            -Sal 115, 10 y 15. 16-. 18-19

            -Ro 8, 31b-34

            -Mc 9, 1-9

“Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Segundo domingo de cuaresma, estamos  de camino hacia la Pascua; el mensaje de la palabra de Dios hoy es claro y contundente: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.

El milagro de la transfiguración es un hito muy importante en la vida pública de Jesús. Es un milagro que lo cuentan los tres evangelista sinópticos, Marcos, Mateo y Lucas. 

En estos momentos de su vida pública, Jesús se da cuenta de que sus más íntimos discípulos piensan que en Jerusalén Jesús  va dar un golpe político, se va a hacer con el poder y restablecerá los mandamientos y el culto verdadero.

Jesús, por el contrario, piensa sólo en hacer la voluntad de su Padre Dios, y les ha dicho: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho,  ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y maestros de la ley, morir y resucitar al tercer día”.

En el milagro de la transfiguración Jesús quiere dar fuerza para que no se escandalicen por lo que va a suceder.

Y para eso da lugar al milagro de la transfiguración:

Jesús deja traslucir su condición divina desde sus vestidos resplandecientes, además, aparece como el Mesías testificado por los testigos más cualificados del Antiguo Testamento, Moisés y Elías. Y testificado, sobre todo, por el testigo más digno de crédito que se puede pensar: Dios mismo, la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.

Los tres discípulos, que presenciaban el prodigio, se sienten verdaderamente felices envueltos en la gloria de Jesús: ¡Qué bien se está aquí!

“Los caminos de Dios no son nuestros caminos”, hermanos. Pero Dios, si nos fiamos de él, si creemos en él, cumple lo que promete. 

A Abrahán lo puso en el trance de hacer una aberración, lo que parecía fuera de toda lógica, sacrificar a su único hijo, que además era el único eslabón para que se pudiera cumplirla promesa de una descendencia innumerable. Abrahán creyó, se fio de Dios, y Dios, a su modo, cumplió la promesa, lo hizo “Padre de todos los creyentes”.

Jesús mismo, cuando la fidelidad a su Padre lo lleva hasta el fracaso y hasta la muerte y muerte de cruz, cuando el Padre permite que el pecado de los hombres mate a su propio Hijo, Jesús permanece fiel, cree en su Padre y se pone en sus brazos: “A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”

Y Dios Padre no le defraudó, lo resucitó y “le dio el nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble”.

“Los caminos de Dios no son nuestros caminos”. Los mayores estábamos muy contentos cuando tanta gente iba a misa, y había muchas vocaciones de sacerdotes, misioneros y misioneras. Pero muchos bautizados se desalientan y dudan, cuando tantos dejan la práctica religiosa, y tantos dicen en voz alta que ya no creen.

Necesitamos  la fe de Abrahán, que se fía de Dios hasta la sinrazón, la fe de Jesucristo, que obedece a su Padre hasta la experiencia de abandonado y hasta la muerte.

¿Cómo alcanzar esa fe? La cuaresma nos ofrece a todos nosotros un medio recomendado por el mismo Dios, que nos dice: “Este es mi Hijo amado; escuchadle”.

Porque la fe abre las puertas a la intervención de Dios. Y Dios cumple sus promesas y nos salva. Abrahán fue Padre de todos los creyentes, y Jesús es el Señor resucitado y primicia de salvación para todos los hombres.

Bien podemos pensar esta mañana que acercase al altar y participar en la eucaristía es como subir con Jesús al monte Tabor y contemplar a Cristo Resucitado.

 



domingo, 28 de enero de 2024

DOMINGO IV T.O (B)

-Textos:

            -Dt 18, 15-20

            -Sal 94, 1-2. 6-9

            -1 Co 7, 32-35

            -Mc 1, 21-28

 

Jesús le increpó: Cállate y sal de él”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Estamos escuchando en estos domingos al evangelista San Marcos, en los primeros relatos de su evangelio. Este domingo pretende contarnos que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y enviado ahora para anunciarnos que el Reino de Dios ha comenzado a establecerse en el mundo cumpliendo así las promesas de Dios.

Esto es lo que nos cuenta San Marcos en el evangelio que hemos escuchado: Lo primero que nos dice es que Jesús “Habla con autoridad”. Por dos razones, la primera porque  no se apoya en interpretaciones que de la biblia hacen los maestros de la ley, y, además, es coherente con lo que dice, cumple lo que dice.

En segundo lugar, Jesús es el Mesías prometido y el Salvador enviado por Dios, porque vence a los demonios y puede más que ellos que tratan de dominar a los hombres, para que les  sirvan a ellos y se olviden  de  Dios.

Jesús se dirige con autoridad, y duramente y sin contemplaciones. Le manda al espíritu impuro “Cállate y sal de él”. El demonio no tuvo más remedio que salir y el hombre poseído quedó libre.

Hago un inciso para una observación importante: Jesucristo en todas las ocasiones que se relaciona con los demonios, actúa con decisión, sin  contemplaciones. Los trata duramente.

El papa Francisco comentando este comportamiento de Jesús, saca una consecuencia para todos nosotros: Cuando nosotros sentimos una tentación, o muchas, que nos arrastran con fuerza al pecado, a someternos a esas pasiones que van contra la voluntad de Dios y contra nuestro propio bien, lo mejor, lo más conveniente que podemos hacer es no dar ni la más mínima entrada a la tentación del demonio, sino inmediatamente expulsarlo, con  energía y sin contemplaciones.

Y termino con la última consideración sobre este precioso evangelio:

El hombre poseído por el demonio quedó libre. Jesús vence a los demonios, vence al mal que destruye al hombre. Jesús libera a las personas, porque puede  vencer y vence al mal que esclaviza al hombre.

San Marcos nos ha dado una catequesis preciosa que nos da luz para nosotros hoy, si la ponemos en práctica: Esta es la moraleja y la consigna  que nos da: Jesús, el Hijo de María es hombre, Hijo de María, lo hemos visto en Navidad, pero es también Hijo de Dios, el Mesías que cumple las promesas de Dios. Confirmemos nuestra fe en él.

Todos debemos quedarnos con la frase que no nos hace dudar de Jesús, sino que nos deja admirados: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”.

 

domingo, 21 de enero de 2024

DOMINGO III T.O.(B)

-Textos:

            -Jon 3, 1-5. 10

            -Sal 24, 4-5ª. 6-7cd. 8-9

            -1 Co 9, 29-31

            -Mc 1, 14-20


Se ha cumplido el plazo, está  cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Las guerras lejos de  apaciguarse parece que cada día más enconadas en Europa y fuera de Europa, emigrantes, hombre, mujeres y hasta niños jugándose la vida cada día por llegar a los países más opulentos. En nuestro país muchos ciudadanos inquietos y desconfiados de cómo va la política.

En medio de los ecos de esta sociedad en la que vivimos resuena la Palabra de Dios, en el evangelio de hoy: “Se ha cumplido el plazo, está  cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio”

¿En qué cosiste el Reino de Dios que anuncia Jesús?  Jesús, apenas comienza su vida pública, en la sinagoga de Nazaret dice: “El Espíritu de Señor está sobre mí, porque él me, ha enviado a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos. A anunciar el año de gracias del Señor”. El Reino de Dios, en definitiva se demuestra en  ese torrente de amor de Dios, nunca visto hasta que Jesús, Hijo de Dios y de María llega a la tierra y comienza a ofrecer y a poner en práctica un amor nunca visto ni imaginado hasta ese momento. Los diez mandamientos, las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña, las Obras de misericordia que expone el evangelio de San Mateo, en el capítulo 25, son manifiestos que describen los rasgos más notables del programa del Reino de Dios que expone Jesús.

En definitiva el Reino de Dios es Cristo mismo, su persona, y el amor que demuestra y ofrece en  sus dichos y sobre todo con su vida presente  en el mundo.

Este Reino que anuncia Jesús y que  será realidad completa y espléndida al final de los tiempos, pero está ya en marcha entre nosotros.

El Reino de Dios está llegando, y la fuerza del Espíritu de Jesucristo actúa en el corazón de muchos creyentes y de personas de buena voluntad.

Por eso, tiene sentido que nosotros también nos hagamos eco y tomemos muy en serio la invitación de Jesús en la segunda parte de este evangelio: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Qué ejemplo el de Pedro, Andrés, Juan y Santiago: oyeron la invitación de Jesús y dejándolo todo, le siguieron.

No podemos excusarnos. En esta sociedad de hoy, los cristianos lo primero que tenemos que decir es que un mundo distinto y  mejor es posible. Nosotros, por nosotros mismos solos, no, pero, sí, si contamos  con Cristo y con el Espíritu de Cristo. Dios  está entre nosotros y nos ofrece el Reino de Dios, es decir, un proyecto de vida, fundamento y criterio de cualquier otro proyecto humano, y la fuerza de su Espíritu para llevarlo a cabo.

A esto nos invita Jesús: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Permitidme que termine con una alusión al ecumenismo. Estamos en el Octavario por la unión de los cristianos. El Espíritu del Señor hará efectiva la unión de los cristianos; es posible la unidad de todos los cristianos, si nosotros nos comprometemos y trabajamos por la unión de todos los cristianos.  A este campo nos llama también Jesús cuando nos dice hoy: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

 

 

domingo, 14 de enero de 2024

DOMINGO II T. O. (B)

- Testos:

            -3, Sam 3b-10. 19

            -Sal 39, 2. 4bab. 7-9

            -1Co 6, 13c-15ª. 17-20

            -Jn1, 35-42

 

¿Qué buscáis?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Permitidme una palabra sobre este hermoso e interpelante evangelio de san Juan:

La primera es la humildad de  San Juan: Son sus queridos discípulos, los que le siguen a él,  y los que él ha instruido  y formado. Son dos de su grupo de seguidores. Pero él sabe que Jesús es el Mesías enviado por Dios: Y Juan el Bautista no duda, aun a riesgo de que sus queridos discípulos se le vayan, él les señala a Jesús: Él es el cordero de Dios, el que viene a Salvar el mundo de parte de Dios. Los dos discípulos  dejan a Juan y se van con Jesús. Juan se desprende de ellos. Humildad de Juan. En otro momento lo dirá claramente: “Importa que Él crezca y que yo disminuya”.

Jesús les pregunta: ¿Qué buscáis?”. La pregunta es sumamente -oportuna para nosotros, los que estamos aquí. ¿Buscamos a Jesús? ¿Buscamos a Dios?

Hoy, lo vemos todos, Parece que es una muchedumbre inmensa los que no se hacen esta pregunta, viven tan tranquilos, como si Dios no existiera. “Dios nos ve”; “Le pedimos cosas y no nos atiende”. Dios no existe. Las peticiones que le hacemos son la demostración palpable de que necesitamos de Dios. Dejamos a Dios a un lado y vamos hambrientos, insaciables a comprar cosas, a viajar a lugares los más extraños y lejanos; sentimos sed, somos insaciables, sufrimos porque no podemos comprar y tener lo que parece que tienen todos, lo que está de moda, lo que se lleva. Y siempre con ganas, ganas de algo, no sabemos de qué.

Jesús, esta mañana, como hace dos mil veinticuatro años, nos pregunta: “Qué buscáis? ¿Qué buscáis?”. –Es muy bueno, muy saludable para centrarnos en la vida y serenarnos  en esta sociedad, pararnos, y en unos momentos u horas de silencio, dejar que resuene la pregunta de Jesús, que nos la hace ahora, esta mañana, y en muchas otras ocasiones: escuchar a Jesús que nos dice: ¿Qué buscáis? ¿Os basta  con ropas de vestir? ¿billetes de viaje, o cambiar de piso? Y más todavía: ¿Es el sueldo escaso o incluso la falta de trabajo, el único problema? ¿“Que buscáis?.

Dios nos reprocha y nos dice en boca de Jeremías: “Una doble maldad ha cometido mi pueblo: me abandonaron a mí fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua” El salmo 42, tan conocido y tan incisivo nos dice en positivo: “Cómo busca la  cierva  corrientes de agua, mi alma te busca a ti, Dios vivo; ¿cuándo entraré a ver el rosto de Dios?

Hermanos todos: Abrimos los oídos esta mañana, y demos lugar a que resuene la voz de Dios: “¿A quién buscáis?” Y nosotros vamos  a preguntarle, la pregunta tan oportuna y tan profunda que le preguntan los dos discípulos: “Maestro, ¿Dónde  vives?  Él nos responde: - “Venid y veréis”, en la eucaristía.

 

 

domingo, 7 de enero de 2024

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

-Textos:

            -Is 55, 1-11

            -Sal 12, 2-3. 4b-6

            -1ª Jn 5, 1-9

            -Mc 1, 6b-11

 “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Hoy termina el tiempo de Navidad. Este domingo podemos ver a Jesús ya adulto, que comienza la tarea, la misión para la que vino a este mundo: Anunciar el  Reino de Dios.

Jesús acudió al bautismo  de conversión que Juan el Bautista practicaba, no porque él necesitara convertirse, sino para acercarse y encarnarse en el mundo de los pecadores. El plan de Dios es así, y es muy importante que lo tengamos en cuenta, para que comprendamos al menos un poco la estrategia de Dios, cuyos caminos no son nuestros caminos ni sus pensamientos como los nuestros: El Verbo de Dios se hizo hombre, para salvar a los hombres y se encarnó de la Virgen María; El Verbo de Dios se hizo pobre, para salvar a los pobres, y nació en un establo en Belén; el Hijo de Dios, no fue pecador, pero sí se puso en la cola de los pecadores, para que  su mensaje fuera creído y aceptado por los pecadores. Es una estrategia de encarnación que sólo el amor  infinito de Dios es capaz de imaginar y poner en práctica.

San Pablo en la Carta a los Filipenses nos explica: “Jesucristo siendo de condición divina se despojó de su categoría divina, haciéndose hombre y se humilló hasta la muerte y muerte de cruz”. Y añade, “Por eso Dios lo exaltó y le concedió el nombre sobre todo nombre”.

Y así fue, en la máxima muestra de humildad de Jesús, Dios revela la más clara manifestación del misterio que encierra Jesús.

En la breve escena que hemos escuchado en  el evangelio, San Marcos nos cuenta: “Bautizado por Juan en el Jordán, apenas salió del agua,  Juan vio rasgarse el cielo. Es decir, a los habitantes de la tierra les quedó la posibilidad de entrar en el cielo; y sigue contando el Bautista; “y vio al Espíritu Santo que bajaba del cielo como una paloma”; y añade: Y se oyó una voz desde el cielo que decía: Tú  eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

Pongamos atención, hermanas y hermanos: En dos líneas el evangelista Marcos nos presentas a Jesús, al Espíritu Santo y a Dios Padre. Los máximos testigos creíbles que se puede pensar, y la más clara definición de Jesús como Hijos de Dios, es decir, Jesús es Dios, como son Dios, el Padre y el Espíritu Santo.

Pero todavía he de deciros algo muy importante: ¿Qué sintió Jesús en esos momentos? Jesús salió de las aguas del Jordán convencido de que su Padre Dios le pedía y le enviaba a que cambiase radicalmente el rumbo de su vida: que dejase su vida de obrero en Nazaret, y que como Hijo de Dios, comenzase su vida pública de Mesías de Dios, el Hijo de David que inauguraba el cumplimiento de las promesas de Dios, el tiempo nuevo y el mundo nuevo.

Los entendidos dicen que Jesús salió de las aguas del Jordán con un objetivo claro y una decisión inquebrantable: A partir de ese momento el objetivo de Jesús iba a ser: Cumplir la voluntad de Dios. “Si me alaban, yo la  voluntad de mi Padre, si me apedrean y quieren despeñarme, yo la voluntad de mi Padre, si me aclaman porque multiplico los panes, yo la voluntad de mi Padre. Y cuando llegan los momentos terribles, en la oración de Huerto de los Olivos: “Padre, si es posible pase de mí este cáliz, pero no, hágase tu voluntad y no la mía”.

Queridos hermanas y hermanos, mirad si no fue importante el Bautismo de Jesús. Muchas consecuencias se pueden extraer para nosotros. Pero de momento, lo primero y más noble es dar gracias a Dios, que nos dio a su Hijo en Navidad, y nos lo presenta hoy para que creamos en él.

Estos es lo que vamos a hacer en la eucaristía.

sábado, 6 de enero de 2024

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

 

-Textos:

            -Is 60, 1-6

            -Sal 71, 2. 7-8. 10-11. 12-13

            -Ef 3, 2-3a. 5-6

            -Mt 2, 1-12

-“Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”

-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Ayer, en Pamplona, se aguó un poco la Cabalgata de los Reyes Magos. Pero al fin, pudo salir  y celebrarse. Cuánto gozo produce a los padres contemplar el contento y la ilusión de los niños al abrir los regalos. Pero es preciso explicar a los niños el porqué de la fiesta y de los regalos.

            Los magos se presentaron en Jerusalén siguiendo la señal de una estrella. La estrella para ellos era una señal, que  apuntaba a algo más allá, algo más más misterioso, porque no se veía, algo mucho más  valioso y más importante, hacia lo cual la estrella apuntaba. Y preguntaban: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?”

Los magos sabían ver más allá. ¿Sabemos los padres, los abuelos, los educadores iniciar a los niños, en el significado de la fiesta de Reyes?  ¿en  el sentido religioso y espiritual que tiene, y que es el alma y el manantial que ha dado lugar a la cabalgata?

Los cielos y la tierra nos hablan de Dios; el firmamento pregona la obra de sus manos”. Nos  dice la palabra de Dios en la biblia. Y no solo los cielos y la tierra, sino las personas con la que convivimos y trabajamos, los acontecimientos, la actividad laboral, los amigos y las comidas, los viajes y las excursiones, las enfermedades y las fiestas, los monumentos y las ruinas de los monumentos, las  conversaciones, las alegrías y las desgracias, todo, todo nos habla de Dios. Dios habla siempre, pero es preciso estar atentos para  de  saber escucharle.

Y es así, porque Dios nos ama. Nos creó porque nos amó, y nos bautizó y nos hizo hijos de Dios, porque nos amó. Y porque nos amó, nos habla y nos manda destellos de luz. Dios es Luz, y Jesucristo es la luz del mundo. El mundo es redondo decimos, pero es también como una pirámide cuya cúspide apunta a Dios. Pero nosotros estamos perdiendo la dimensión religiosa del mundo y de la vida. Pensamos el mundo como una pirámide truncada, chata, sin horizonte infinito, que apunte a Dios. Esta visión del mundo y de la vida es la que muchos adultos se empeñan en implantar en la sociedad, que los jóvenes y niños ven y aceptan.

La Iglesia en la  fiesta de hoy nos dice: “¡Levántate y goza, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti… la oscuridad cubre los pueblos, pero sobre ti amanece el Señor. Caminarán los pueblos a tu luz…”.

Es un mensaje de optimismo, de alegría de esperanza. Para nosotros los cristianaos y  para todo el mundo. La fiesta de epifanía viene a decir que Jesucristo, el hijo de Dios ha venido a salvar a todo el mundo, no sólo a los judíos. El Hijo de Dios, Jesucristo, ha venido y ha dado la vida por todos: judíos y griegos, chinos y africanos; por los emigrantes, los pobres y descartados de la sociedad, por los ricos que cumplen la voluntad de Dios y atienden a los pobres, por todos. Jesucristo, que nació en Belén, es Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz de luz, ha dado la vida por todos.

Los Magos en una estrella supieron ver más y vieron todo esto, y se postraron y adoraron. Era un niño, pero lo adoraron porque era Dios. Se postraron ante él, lo adoraron como Dios.

Esto es la fiesta de Epifanía, este es el regalo que tenemos que dar a los hijos, y a los jóvenes y a todos los niños. Es nuestra responsabilidad de padres, educadores, y sencillamente cristianos creyentes.

La pena es que solo damos juguetes que en poco tiempo aburren, se olvidan y se rompen.

La Iglesia, nuestra madre, nos dice que no hay mejor regalo que la eucaristía.