domingo, 1 de octubre de 2023

DOMINGO XXVI T.O. (A)

-Textos:

            -Ez 18, 21-28

            -Sal 24, 4-9

            -Fil 2, 1-11

            -Mt 21, 28-32

 

 “Dadme esta gran alegría: manteneos  unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación…

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La parábola del evangelio que hemos escuchado proclama una enseñanza muy clara denunciando a los fariseos y a cuantos tienen buenas palabras, pero luego no las cumplen. En castellano tenemos un refrán muy expresivo: “Obras son amores y no buenas razones”.

Pero me vais a permitir que hable de la segunda lectura, de lo que dice San Pablos a su querida comunidad de Filipos: -“Manteneos  unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación…

El texto que hemos escuchado es sumamente importante: San Pablo da primero unos cuantos consejos para saber y vivir en comunidad, en cualquier clase de comunidad cristiana, que se reúne para celebrar la eucaristía. Y hasta podemos decir  en los miembros de una nación o de una autonomía.

En la segunda parte del texto, San Pablo se limita a transcribir no algo suyo, sino un texto o un himno que cantaban las primerísimas comunidades cristianas en sus celebraciones.

Ahora vamos a escuchar los consejos y normas que San  Pablo nos da en el primer párrafo  de su carta. En las comunidades del tiempo de  San Pablo había problemas, como en las actuales nuestras: desavenencias, rivalidades, intrigas… y otras: San Pablo recomienda con especial acento dos: mostrar “entrañas compasivas”  con los demás hermanos, y “un mismo amor y un mismo sentir”. Luego da consignas que son de sentido común, pero que no son fáciles de poner en práctica: “dejaos llevar por la humildad y considerar siempre superiores  a los demás”.

La mayor parte de nuestros disgustos personales y de tensiones comunitarias se deben a nuestro orgullo. “Considerar superiores a los demás” no es muy popular en nuestro tiempo ni en la sociedad civil, ni en la eclesial.

San Pablo no se limita a dar consejos y normas, sino que propone los medios para poder ponerlos en práctica: San Pablo nos dice: “Nos une el mismo espíritu”, y sobre todo, “Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. Se dirige a la comunidad suya de Filipo, y en ella estamos todos los cristianos.

Para esto, no tiene reparo en copiar y proponernos el himno del que os he hablado. Lo hemos escuchado en la segunda lectura, pero qué bien nos vendrá a todos, si dedicamos hoy o algún día un tiempo de oración para interiorizar lo que dice este himno: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente ser igual a Dios; al contrario, se  despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo,…  y así reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre”.

Hermanos y hermanas: Qué gran favor  haremos a la sociedad y a todo el mundo, si todos los  cristianos: matrimonios, familias, monjes y monjas, comunidades de religiosos y religiosas, cristianos que participamos en la eucaristía de los domingo y de los días de labor, asociaciones y movimientos apostólicos, ponemos en práctica estas recomendaciones que nos da hoy San Pablo: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.