domingo, 26 de enero de 2020

DOMINGO III T.O. (A)


-Textos:

       -Is 9, 1-4
       -Sal 26, 1. 4. 13-14
       -1 Co 1, 10-13. 17
       -Mt 4, 12-23

Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Una buena noticia, una palabra de aliento hemos escuchado en la primera lectura: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”.

Vivimos en un mundo, “cargado de gozos y esperanzas, de tristeza y angustias”, nos dijo el Concilio, la primera lectura también habla de luces y sombras: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”.

La luz grande que aparece hoy entre nosotros es Jesucristo. Jesucristo es luz del mundo, es “el camino, la verdad y la vida”. La celebración de esta mañana es una invitación apremiante a creer en Jesús y a escuchar su mensaje.

Jesucristo nos dice a todos: “Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios”. ¿Qué quiere decir “Reino de Dios”?. Jesucristo nos está diciendo que hay un plan de Dios para sacar a este mundo del dolor, del sufrimiento, del pecado, de la muerte y de la desesperanza. Él, su persona, es el Reino de Dios. Dios Padre y Creador irrumpe en el mundo con un amor que nadie podía imaginar que pudiera llegar a tanto; un amor extremo, que queda manifiesto al darnos a su propio Hijo, que viene del cielo, se encarna en el barro de este mundo y llega hasta dar la vida por nosotros; nos libra del pecado de la muerte, y nos abre a la esperanza de una vida plena, feliz y para siempre con Dios.

Quien se entusiasma y se deja seducir por este proyecto de Dios, acepta la voluntad de Dios en su vida, cumple los mandamientos de Dios, acepta la Bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres, bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia”. Quien queda ganado por el proyecto del Reino de Dios confía en la misericordia de Dios, perdona a los enemigos, ama al prójimo como a sí mismo, tiene a los pobres por preferidos, atiende a los enfermos, encuentra su felicidad en hacer felices a los demás. En una palabra, el evangelio de Jesús es el proyecto de Dios para salvar el mundo.

Jesús nos dice que ese proyecto “está cerca”, está a nuestro alcance, porque él, Jesucristo, nos lo propone, y además, si creemos en él, él nos da fuerza y se ofrece como compañero y ayuda para que lo podamos cumplir ese proyecto y beneficiarnos de él.

Merece la pena, hermanas y hermanos todos, que escuchemos esta mañana la llamada de Jesús: “Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca”.

Y después de hacernos esta recomendación, Jesucristo nos dice: Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”.

Jesús nos invita a entrar en el Reino de Dios y además nos invita a propagarlo. Jesús confía en nosotros y nos confía una tarea preciosa, noble y enormemente humanizadora. Los que quedamos entusiasmados con el proyecto de Dios para los hombres, necesariamente quedamos convocados a extender este Reino. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué quiere Jesucristo que hagamos? Una propuesta oportuna nos ofrece san Pablo en la segunda lectura. Viene muy bien como propósito al final del Octavario por la unión de los cristianos, que clausurábamos ayer: “Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir”. Así sea..