domingo, 23 de julio de 2023

DOMINGO XVI T.O (A)

-Textos:

            -Sab 12, 13. 16-19

            -Sal 85,5-6. 9-10. 15-16ª

            -Ro 8, 26-27

            -Mt 24, 13-43

“El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza… El reino de los cielos se parece a la levadura…

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy domingo de votaciones, para nosotros Día del Señor. Nos marearán la cabeza con datos de encuestas estadísticas, nosotros damos preferencia a escuchar la Palabra de Dios.

En el evangelio Jesús nos expone tres parábolas. Voy a fijarme  en dos: El grano de mostaza, tan pequeño como semilla y tan grande como arbusto;  y el puñado de levadura que una mujer introduce en la masa.

En muchos, o en algunos cristianos, nace un pesimismo cuando miran a la iglesia como si fuera una sociedad con unos dogmas y unas normas que  creen y practican más o menos. De ninguna manera la ven como un misterio, signo del amor de Dios y animada por el Espíritu Santo. Y desde esa mirada parcial y errónea, aplican a la Iglesia las mismas técnicas para averiguar cuál es su futuro. Toman nota de la cantidad de bautizados que abandonan las prácticas religiosas, y cómo en el ambiente social se está perdiendo el sentido religioso, cómo se ha roto la cadena de transmisión de la fe en la familia… Y hacen números, y se desalientan ellos también  y se suman a los que han abandonado la fe o pierden el ánimo.

Pero la Iglesia, hermanas y hermanos, es mucho más que una sociedad puramente humana. El catecismo dice que la misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo.

Por eso, a la Iglesia le preocupa menos la cantidad de cristianos que la calidad de los cristianos. Es la calidad de fe y de coherencia de cada cristiano lo que debe preocuparnos. Jesucristo en otro lugar nos ha dicho: Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros soy la luz del mundo, vosotros sois levadura capaz de fermentar toda la masa.

No importa tanto cuántos somos, sino cual es la calidad de vida cristiana de cada uno de los bautizados. Si somos cristianos de verdad, damos lugar a que la fuerza de Cristo, y la fuerza del Espíritu Santo actúen en nosotros y a través de nosotros en la sociedad y en el mundo. 

Unos pocos granos de sal salan la olla entera, un puñado pequeño de levadura fermenta toda la masa. No es cuestión  si somos muchos o pocos, la cuestión es si los cristianos, cada uno de nosotros, somos de verdad sal y fermento, sí somos semillas de mostaza, poca cosa, pero capaces de desarrollar todo lo bueno que llevamos dentro: la fe en Dios, la esperanza de eternidad, el amor, la  solidaridad eficaz que atiende al necesitado, la austeridad para hacer un mundo solidario y habitable.

No debemos dejarnos contagiar del modo de pensar y de actuar del mundo con sus estadísticas y propuestas más o menos fundadas y verificadas. No podemos ser sal que se vuelve sosa, ni fermento que pierde su fuerza y se corrompe. Ser lo que somos, personas con fe en que Jesucristo resucitado y la fuerza de su Espíritu actúan en nosotros. La gracia bautismal y la eucaristía nos impulsan a esta tarea.-