martes, 1 de noviembre de 2022

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

-Textos:

            -Ap 7,2-4. 9-14

            -Sal 23, 1b-4b. 5-6

            -1 Jn 3, 1-3

            -Mt 5, 2-12ª

“Después de esto vi una muchedumbre  inmensa que nadie podía contar…”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Celebramos hoy la festividad de Todos los Santos:

Todos los santos, es decir, todos los que, después de pasar por este mundo y morir, gozan de la vida eterna en el cielo.

En el evangelio hemos escuchado el texto de la Bienaventuranzas según san Mateo. “Bienaventurados los pobres… otros traducen “felices los pobres”.

Esta es la primera consideración que os expongo: Una de las maneras de explicar la fe cristiana es  creer, estar convencido, de que cumplir la voluntad de Dios es nuestra felicidad. La felicidad del hombre consiste en cumplir la voluntad de Dios. Dios no manda, no propone los mandamientos a nosotros los hombres por capricho, para demostrar que es el poderoso y que nos tiene bajo su dominio, Dios nos manda lo que nos conviene para que seamos felices. Él sabe que somos criaturas limitadas, y además heridas por el pecado original, y que no tenemos plena claridad sobre lo que es más conveniente  hacer para que vivamos felices, y se adelanta en el camino de nuestra vida para decirnos qué es lo más acertado que podemos hacer para que en la vida vayamos bien, progresemos y acertemos con lo más conveniente para nuestra felicidad. Por eso,  tratar de descubrir cuál es la voluntad de Dios y cumplirla es caminar en la vida por el camino de nuestra felicidad.

Una segunda consideración que nos sugiere la celebración de la fiesta de Todos los Santos es que esta fiesta nos invita a pensar en el cielo, en la meta de nuestra vida, en el cielo, en la vida eterna.

Permitidme una opinión personal: a mi parecer, hoy en día son muchas las personas que piensan: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”, primero yo y vivir lo mejor posible. Los demás que se apañen como yo”. Otros tienen un criterio menos egoísta y más razonable: “Lo importante para mí y para mis hijos, y para todos, es vivir bien, lo importante, es ser buena persona, trabajar honradamente, respetar a las personas, ayudar en la medida de lo posible a los necesitados, vivir en armonía con los familiares y disfrutar con los amigos. Después morir. ¿Hay algo después? ¿Qué sabemos? Nadie ha vuelto de allá. Pero, si hay algo, yo ya vivo de acuerdo con mi conciencia.

El problema de buena voluntad es si esta manera de pensar les basta para poder cumplir lo que piensan. Y cómo pueden encontrar razones y explicar, cuando les ocurre un contratiempo grave, una desgracia, una enfermedad, o desde otro punto de vista: una tentación de ganar dinero de mala manera, o disputar con la familia una herencia o de resistir una tentación de infidelidad al marido o a la esposa. ¿Merece la pena vivir aguantando tanto sufrimiento? ¿Para qué perder la ocasión de una oportunidad tan fácil de disfrutar de una ocasión tan agradable? Sería tonto si pierdo esta oportunidad.

En el fondo de todo esto, este pensar que lo que importa es esta tierra, y esta vida en este mundo en el que estamos viviendo. El cielo, la vida eterna si existe no cuenta nada o muy poco a la hora de plantear la vida. Cuenta hacer frente con éxito lo que estoy viviendo aquí y ahora. Lo del  cielo y la vida eterna no está muy claro, e influye poco o nada.

Hay mucha gente que piensa y vive así.

Pero hoy, en la fiesta de todos los Santos tenemos que decir, que los santos que están en el cielo, no pensaban así. Para ellos lo más importante no era la vida que vivimos en este mundo, sino la vida eterna. El cielo y la felicidad que Dios, que  es felicidad infinita y total que Dios solo sabe y quiere dar. Lo importante es que Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, que nos ha dicho que hay que amar a Dios sobre todas las cosa, que vendrá a juzgar a vivos muertos y a cada uno según su obras, y que es digno de que le creamos porque nos ama hasta dar la vida por nosotros, por cada una de nosotros.

En una palabra, que merece la pena vivir la vida de la tierra pensando en la vida eterna del cielo. Y que la mejor manera de vivir en este mundo  es proponernos garantizar la vida eterna feliz, y luchar en este mundo creyéndole a Jesucristo, contando con Él, y cumpliendo lo mejor posible en todo y con los demás.-