lunes, 1 de noviembre de 2021

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS


-Textos:

         -Ap 7, 2-4. 9-14

         -Sal 23, 1-6

         -Jn 3, 1-3

         -Mt. 5, 1-12ª

 “Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En la fiesta de Todos los Santos celebramos una victoria. Victoria noble y preciosa. Son gloria de Dios, porque han cumplido su voluntad, son éxito de Cristo, porque creyeron en él, siguieron sus pasos  e hicieron  obras buenas y beneficiosas para ellos y para la humanidad entera.

-Además son hermanos nuestros, hombres y mujeres como nosotros. Ellos nos sacan a la luz lo mucho bueno que hay en el corazón humano, en el corazón de todos.  Supieron escuchar la voz de Dios que resonaba en su conciencia, la siguieron y ahora son felices con Dios en el cielo.

Son hombres y mujeres como nosotros, son hermanos nuestros. Algunos hicieron obras admirables y experimentaron gracias extraordinarias, y la Iglesia los ha elevado a los altares.

Pero la mayoría han pasado inadvertidos, son santos que dice el papa Francisco del portal de al lado. Ellos y ellas han dado lo mejor de sí mismos atendiendo a los hijos, y también a los padres o abuelos ancianos, dieron lo mejor de ellos mismos en las circunstancias cotidianas de la vida. Pero Dios estaba presente en su conciencia y en su vida y en su casa y en el trabajo.

Sin duda tuvieron defectos, pero supieron reconocerlos y pedir perdón y renovar de nuevo su empeño de cumplir su deber, de servir y de ayudar en lo posible al prójimo necesitado.

Los santos nos está diciendo que el camino de la verdadera felicidad pasa por cumplir la voluntad de Dios, tener en cuenta sus mandamientos y dejarse llevar del programa de las bienaventuranzas.

¿Estamos convencidos de esto? Ser creyente es creer esta verdad. Y ¿Cuál es la voluntad de Dios? Que sigamos a Jesús, que pensemos y practiquemos los diez mandamientos y las bienaventuranzas.

Los santos que hoy celebramos nos están diciendo que esto es posible, está a nuestro alcance; y que esto es el camino seguro de la verdadera felicidad, ya aquí en este mundo. Es posible vivir cumpliendo la voluntad de Dios, es posible pensar y vivir conforme a las bienaventuranzas: Ser humildes, serviciales, limpios de corazón y sinceros; sacrificados y misericordiosos, valientes en defender la justicia y generosos en compartir los bienes, saber pedir perdón y perdonar, dispuestos a ayudar al necesitado y aliviar el dolor del que sufre…, -En una palabra, vivir la vida según los criterios de las bienaventuranzas y del evangelio de Jesucristo proporciona una paz y felicidad hondas ya en este mundo, y  aseguran la vida eterna del cielo, y nos proporciona la esperanza cierta de que un día llegaremos nosotros a estar con ellos en el cielo.