domingo, 30 de diciembre de 2018

DOMINGO FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


-Textos:

-Sam 3, 20-22.24-28
-Sal 83, 2-6.9-10
          -1 Jn 3, 1-2. 21-24
          -Lc 2, 41-52

Tu padre y yo te buscábamos angustiados”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia dentro del misterio de la Navidad.

Jesús vivió muchos años con José y María en la familia de Nazaret. Él, al vivir en familia, dignifica la familia y la reconoce como medio adecuado para su misión salvadora en el mundo.

Hoy, en nuestra sociedad occidental, el modelo de familia en el que hemos vivido y en el que hemos sido educados está puesto en cuestión y hasta es atacado abiertamente. 

Algunas ideologías enseñan que lo que llaman “familia tradicional” es una de la causas principales de la desigualdad entre hombre y mujer; muchas instituciones políticas, poderosos medios de comunicación, y otros sectores muy influyentes en la sociedad, exaltan hasta lo irracional el individualismo y una falsa libertad, que es puro sometimiento al imperio de la sensualidad y de los sentidos, y dejan desamparada, sin normas que la protejan y sin estima social, a la institución familiar.

Sin embargo, la familia, como comunión de vida y amor: uno con una, para siempre y con voluntad de tener hijos y educarlos, será siempre la escuela fundamental e insustituible para hacer personas maduras y capaces de ser constructores de una sociedad que progresa en la justicia y en la paz.

Nuestro Sr. Arzobispo en su carta pastoral para este día ha escrito: “La familia es la escuela de la más rica y hermosa humanidad, como el mejor caldo de cultivo para la realización de uno mismo y el mejor semillero del crecimiento espiritual. Dios ha hecho muy bien todas las cosas, pero fue ingenioso –si se puede decir así- al crear la familia. Es la mejor y más preciada perla de la creación”.

El evangelio de hoy nos propone a la Sagrada Familia como ejemplo de vida y también, de virtudes que, si las ponemos en práctica, pueden hacer de nuestras familias una comunidad de amor y armonía, y además, una escuela de personas constructoras de un mundo mejor y más conforme al proyecto de Dios.

En primer lugar, en esta familia, Jesucristo, ocupa el centro del hogar, es la razón de vivir, de amar y de trabajar de José y María, que lo tienen continuamente presente en el pensamiento y en el corazón.

Vemos también, que Jesús, María y José rezan, son fieles practicantes de su fe; para celebrar la Pascua, suben a Jerusalén.

El relato evangélico retrata además una vida de familia y unas relaciones muy normales, en la que no faltan los imprevistos y los sobresaltos. Pero relaciones vividas en el amor incondicional, y resueltas en la confianza para dialogar, preguntar, responder y aclarar: “¿Por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados”... ¿No sabíais que yo debía estar en las coas de mi Padre?”

Al final, lo que vemos en este relato es una familia unida, que reza y que ama, donde los padres tienen la mirada del corazón, sobre todo María, en el hijo y en el misterio que lo envuelve; y donde el hijo, obediente, acepta y vive con sencillez su condición de hijo.

Hermanos: Jesús, José y María nos ofrecen un excelente proyecto para vivir en familia, para no contaminarnos de las corrientes que desintegran a las familias, y para aportar a la sociedad un modo de vivir verdaderamente humano y conforme a la voluntad de Dios.

Ellos peregrinaban al templo, nosotros venimos a la eucaristía para hacer familia-Iglesia y ser mejores familias.