domingo, 9 de abril de 2017

DOMINGO DE RAMOS (A)

-Textos:

       -Mt 21, 1-11
       -Is 50, 4-7
       -Sal 21, 8-9,17-24
       -Flp 2, 6-11
       -Mt 26, 14- 27,66

Realmente, este era Hijo de Dios”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Qué contraste tan notorio acabamos de sentir, entre los cantos victoriosos y alegres de la procesión con los ramos y, ahora, la lectura penosa y dramática de la pasión y muerte de Jesús!

Bendito el que viene en nombre del Señor” cantábamos en la procesión; y en la proclamación de la pasión, cuando el pueblo judío condena a Jesús por impostor y blasfemo, un pagano, el centurión, reconoce y confiesa: “Verdaderamente, este era Hijo de Dios”.

Jesús Mesías, enviado de Dios, Jesús Hijo de Dios. Comencemos esta Semana Santa, haciendo un acto de fe y guardando en la memoria lo que hemos cantado y hemos oído en esta celebración: Jesucristo es el Hijo de Dios, el Mesías, el enviado de Dios para salvar al mundo.

Entremos en estos días santos haciendo presente esa verdad que se esconde en el misterio de las celebraciones litúrgicas: Cada celebración comunica una gracia singular, una gracia correspondiente al misterio que conmemora.

Gracia que, en el Jueves Santo, nos lleva a compartir en el banquete de la eucaristía la vida de Cristo y la solidaridad con los hermanos; gracia que nos fortalece para afrontar las dificultades de la vida, adorando y abrazando la cruz de Cristo en la tarde del Viernes Santo; gracia que nos descubre de manera nueva nuestra identidad cristiana en la noche luminosa de la Vigilia pascual; gracia de vida y alegría, que nos llena de esperanza en la mañana jubilosa del Domingo de Resurrección.

Hermanos: En Semana Santa, seguir a Jesús quiere decir acudir a las celebraciones litúrgicas de cada día; ser cristianos en Semana Santa es participar, sobre todo, en las celebraciones litúrgicas; también en las procesiones y otros actos de carácter religioso, pero sobre todo en las celebraciones litúrgicas.

Es una oportunidad que la Iglesia nos ofrece, es una responsabilidad moral. No podemos contribuir a disolver la Semana Santa en unas vacaciones agotadoras con viajes que llenan las arcas de las agencias y los hoteles. Allí donde estemos o vayamos, participemos en las celebraciones litúrgicas.


Jesucristo es el que viene en el nombre del Señor, es verdaderamente el Hijo de Dios, para salvar al mundo. Creamos y alimentemos nuestra fe.