domingo, 22 de enero de 2017

DOMINGO III T.O. (A)

Textos:

       -Is 9, 1-4
       -Sal 26,1.4.13-14
       -1 Co 1, 10-13. 17
       -Mt 4, 12-23

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”

Hermanas benedictinas, hermanos todos:

Nos encontramos dentro del Octavario de la Unión de los cristianos. No sé si en nuestra sensibilidad cristina le damos a esta cuestión de la unión de los cristianos la importancia que tiene. El concilio Vaticano II, los papas todos, le dan muchísima. Nosotros, en los últimos años estamos viviendo en nuestras calles un pluralismo de ideas y de religiones que nos hacen pensar la importancia de que los cristianos demos testimonio de unidad para que nuestro testimonio sea más fuerte y atrayente.

Solo una idea: en tanto vamos caminando hacia la unidad, es muy importante que cambiemos de mentalidad, sobre todo, que abramos y ensanchemos el corazón. Tan importante como los logros que se están alcanzando en el orden doctrinal, es la apertura de los corazones. Los cristianos que no pertenecen a la Iglesia católica, no son ni enemigos, ni rivales, ni obstáculos para la unidad y para la verdad. Son hermanos nuestros separados que intentan seguir a Cristo por otros caminos.

Pero la clave para ir logrando la unidad es Cristo. Viene muy bien la frase de Isaías que nos cita san Mateo en el evangelio de hoy: -“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”. Esta luz es Cristo.

La palabra de Dios hoy, esta mañana, nos invita a todos a un acto de fe. Reafirmar nuestra fe en Cristo. “Jesucristo es la luz del mundo, que ilumina a todo hombre.”

Esta metáfora de Cristo como luz es muy ilustrativa. Jesucristo no suplanta ni hace superfluos los esfuerzos humanos por un mundo mejor. No suplanta a los médicos a la hora de curar, ni suplanta a los científicos en sus investigaciones, ni a los políticos en el esfuerzo por gobernar. Pero Jesucristo es luz que puede iluminar con luz nueva y necesaria el ejercicio de estos esfuerzos humanos para que realmente puedan ser humanos y humanizadores. ¡Cuánto mejor viviríamos en la sociedad actual, si todos nos dejáramos iluminar y envolver en la luz que Cristo proyecta sobre todos los trabajos, asuntos y decisiones que debemos tomar los hombres y las mujeres cada día!

Pero Jesucristo es luz que brilla, sobre todo, a la hora de encauzar la andadura de todos los cristianos por el camino de la unidad.

Desde este punto de vista hoy recibimos otra llamada en la liturgia, es la llamada a seguir a Jesucristo más decidida y enteramente. Esta mañana Jesús a nosotros nos dice también: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”. ¡Ojalá, al escuchar ahora esta llamada, nosotros podamos sentir la fuerza poderosa, el impacto impresionante que sintieron los apóstoles, cuando se sintieron llamados!. Para que más decididamente nos entreguemos a él, al trabajo por el Reino y a la causa de la unidad entre los cristianos.

Finalmente: Hoy celebramos también la “Jornada de la “Infancia misionera”. ¡Qué gran fuerza educativa tiene los objetivos de esta institución católica! ¡Cuánto bien podemos hacer a nuestros hijos, a nuestros nietos, educándolos en el conocimiento de la labor misionera de la Iglesia. Que sepan la grandeza, nobleza y belleza de las gestas de amor, de misericordia, de anuncio del evangelio que están realizando tanto misioneros y misioneras que trabajan en mil rincones de nuestro mundo!.

Bendigamos al Señor y demos gracias por esta palabra tan esperanzadora, pero a la vez, tan comprometedora que hemos escuchado en esta eucaristía.