domingo, 8 de mayo de 2016

ASCENSION DEL SEÑOR (C)

Textos:

       -Hch 1, 1-11
       -Ef 1, 17-23
       -Lc 24, 46-53

-“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Esta pregunta que escuchamos al final de la primera lectura nos hace pensar: La hacen unos ángeles, pero es una advertencia precisamente para que no caigamos en angelismos.

La fiesta de la Ascensión es un retrato espléndido de Jesús. En la segunda lectura hemos escuchado: “Jesucristo, “resucitado de entre los muertos, sentado a la derecha del Padre en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido…”

Pero abramos los ojos, y que “el Dios de nuestro Señor Jesucristo, nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo.

Porque la fiesta de la Ascensión nos sólo revela el misterio y la personalidad de Jesús, sino que también nos da pistas muy claras sobre la misión que tenemos nosotros como cristianos en el mundo. Retengamos la pregunta: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”

Dios Padre, sentando a su derecha a Jesús, refrenda la obra de su Hijo en este mundo.

En la Ascensión Dios Padre rubrica y confirma cada una de las palabras y de las obras que Jesús hizo en la tierra: Curar a los enfermos, sentarse a la mesa de los pecadores, dar de comer a los hambrientos, desenmascarar la hipocresía de los que hacen ostentación de ser buenos, poner la voluntad de Dios como el norte de la vida, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo… Todo cuanto Jesús hizo y enseñó en su vida, Dios Padre lo refrenda, lo firma y lo reafirma en el misterio de la Ascensión, para que nosotros no nos quedemos solamente mirando al cielo, sino que asumamos el proyecto de Jesús y lo practiquemos.

Un día como hoy, y en estos domingos de Mayo, muchos niños reciben la primera comunión. Ellos llenos de ilusión y de fe confiada, creen que Jesús, el que subió a los cielos, baja y viene a su corazón. Y qué admirable cuando sus padres los acompañan, y con una fe consciente y probada, comulgan también con sus hijos.
Así estos padres no se quedan mirando al cielo, sino que con los pies en la tierra, transmiten la fe y dan a sus hijos los mejores principios para vivir y defenderse en la vida.

Hace tres días no más el Papa, Francisco, ha recibido el premio “Carlomagno” otorgado por las autoridades europeas. En su discurso el papa ha lanzado a todos una grave pregunta:¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad?... ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?

El papa Francisco cree firmemente que Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso… Pero no se queda ahí, mirando al cielo, sino acoge la fuerza del Espíritu y la ejerce siendo testigo, como dice la primera lectura, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría, en Europa, diríamos nosotros, y en todas partes del mundo.


Sólo nos queda tomar nota, queridos hermanos, de que nosotros también, en el bautismo, hemos recibido esa fuerza del Espíritu, para ser testigos de los hechos y dichos que Jesús nos enseñó en su vida y que su Padre refrendó al elevarlo a lo más alto del cielo.