domingo, 17 de enero de 2016

DOMINGO II, t. o. (C)

 
Textos:
            -Is 62, 1-5

            -1 Co 12, 4-11

            -Jn 2, 1-11
 
-“Haced lo que él os diga” “Emigrantes y refugiados nos interpelan”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La liturgia de este domingo nos ofrece como regalo de Dios la escucha del evangelio de las Bodas de Caná.  Pero los obispos de la Iglesia de España nos recomiendan proponer al pueblo cristiano el drama humano de los emigrantes y refugiados. El lema de esta jornada dice así: “Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia”.

En las Bodas de Caná Jesús, el Hijo de Dios, se hace presente en una boda de pueblo. Pero el significado de este evangelio va mucho más lejos: Nos invita a la fe en Jesucristo; a descubrir que Jesús es el Mesías prometido y enviado por Dios para transformar  al antiguo pueblo de Israel y a la humanidad entera en una humanidad nueva, donde corre abundante el vino del amor y de la alegría de Dios.

Pensemos en los emigrantes y refugiados: ¿Cómo les podrá sonar a esas caravanas que nos ha presentado la televisión, que llenan toda la anchura y longitud del camino por donde avanzan hacia una frontera probablemente cerrada, cargados con hatos de enseres a las espaldas y cubiertos los pies con un calzado roto y embarrado?

Y nosotros, ¿qué tenemos que pensar?

Lo primero que tenemos que pensar nosotros es que Jesús está presente entre ellos y camina con ellos, como estuvo presente  en la boda de aquellos novios en apuros.

-El papa nos dice: “La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad cuando vemos como espectadores a los  muertos por sofocamiento,  penurias, violencia y naufragio.

La Virgen María no  estuvo indiferente ni guardó silencio ante el apuro de los novios. Dijo a Jesús: “No tienen vino”. La Virgen  María en Caná era en ese momento la voz de los pobres, de los necesitados, de las personas en apuros y angustias.

Por eso Jesús escucha a su Madre, advierte que ha llegado su hora y se dispone a actuar como  Mesías y Salvador: Convierte el agua insípida del legalismo judío en vino  de la mejor marca que puede alegrar el corazón de todos. Es el amor divino que irrumpe abundante en la historia de esta humanidad sufriente y alejada de Dios; amor que es fidelidad y misericordia y que se manifiesta en su Hijo, Jesucristo, que nos ama hasta dar la vida por todos.

Viendo a Jesús, qué es y qué hace, comprendemos bien lo que nos ha dicho el papa Francisco: “Los emigrantes son nuestros hermanos”.

Con Cristo el vino divino de la misericordia y del  amor brotan de la tierra. Podemos amar como Cristo ama, podemos perdonar como Cristo perdona, podemos, como Cristo, hacernos pobres, para redimir a los pobres.

Esta es la energía poderosa e imprescindible que necesita el mundo, energía capaz de transformar  esta sociedad confusa y convulsa, en una humanidad nueva. Dice el papa Francisco: “El amor de Dios tiende a alcanzar a todos y a cada uno,  transformando a aquellos que acojan el abrazo  del Padre en otros brazos  que se abren y se estrechan para que, quien sea, sepa  que es amado como hijo y se sienta “en casa” en la única familia humana”.

Esta es la verdadera conversión y el verdadero milagro que Jesús hizo en Caná.

Sólo nos queda atender  la recomendación que nos hace la Madre de Jesús y Madre nuestra: “Haced lo que él os diga”.