domingo, 6 de diciembre de 2015

DOMINGO II DE ADVIENTO (C)

 
 
Textos:
            -Bar. 5, 1-9
            -FiL. 1,4-6.8-11
            -Lc. 3, 1-6

Preparad el camino al Señor… Y todos verán la salvación de Dios”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Hemos comenzado el  tiempo de Adviento, tiempo para preparar el camino a la llegada del Señor que viene  cada día y especialmente en las  celebraciones religiosas de la Navidad.

-Sin embargo, mucha gente ha preparado y está recorriendo otros caminos. La gente, en estos días y haciendo uso del calendario laboral, ha salido de viaje, necesita descansar, cambiar de ritmo. La gente viaja animada por la esperanza de encontrar, si no la felicidad plena, sí al menos un poco de felicidad.
-La gente volverá de los viajes de estos días, y empezará a pensar en recorrer las aceras del barrio para ir a votar. Quizás con menos entusiasmo, pero alentando,  aunque no sea más que  leve, una  esperanza de que mejore la situación política y económica del país. Y así se tropezará de bruces con la lotería y con las fiestas de navidad, que piden caminar a los supermercados,  y programar las reuniones familiares.

-Todo es dar pasos y recorrer calles y caminos externos, de afuera. ¿Quién se acuerda de preparar y recorrer el camino  del Señor, que lleva a la salvación de Dios? Es un camino, es un camino interior, hacia dentro de una mismo.
-San Juan Bautista, en el evangelio de hoy, “grita en el desierto: Preparad el camino al Señor”. El refranero popular, más bien dado al pesimismo, dice “Predicar en el desierto sermón perdido”. Pero, no. En el caso de Juan  se trata de una invitación a  retirarnos al desierto de nuestro interior, y dejarnos acompañar por la soledad y el silencio.

Porque  ahí, en ese espacio estrictamente personal y profundamente humano, Dios habla, y nosotros nos situamos en las mejores condiciones para escuchar su palabra. “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón”, asegura Dios a Oseas, refiriéndose al pueblo elegido. Dios habla al corazón y Dios habla en el corazón. Quien se dispone debidamente a oír la voz del corazón, su  grito más genuino y propio, descubre que es un gemido que clama a Dios, y descubre al mismo tiempo la voz de Dios que indefectiblemente responde a ese gemido.
En la vida buscamos y recorremos muchos caminos, carreteras y calles: buscar trabajo, sacar adelante la familia, cuidar  las amistades, solucionar  problemas, tomar unos días de descanso… Pero en la vida hay un camino que da sentido a todos los caminos: es Jesús, el Camino y la Verdad y la Vida; es el “camino del Señor” del que nos habla esta mañana  san Juan Bautista.

Jesús es Camino, y a la vez caminante y compañero de nuestro camino. Él da lugar a que nuestra esperanza no decaiga por más que la vida nos vaya difícil e ingrata. Porque él, que vino y se hizo uno de nosotros, viene cada día con nosotros, para que alcancemos con él, la meta de nuestras esperanzas, la felicidad plena y “la salvación de Dios”.
En medio de los afanes de cada día, vamos a preparar el camino del Señor. Os sugiero estas iniciativas concretas, para estos días previos a la Navidad:

-Participar en la eucaristía en días laborables, además del domingo; acudir a una celebración del sacramento de la penitencia y recibirlo; despejar en la agenda un día o unas horas de retiro y silencio; aportar en la parroquia alimentos, dinero, y, mejor aún ofrecer tiempo y trabajo para algún servicio de caridad.
Acogemos, al terminar, la exhortación de san Pablo: “Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo, limpio e irreprochables”.