domingo, 9 de abril de 2023

DOMINGO DE RESURRECCIÓN (A)

-Textos:

            -Hch 10, 34a. 37-43

            -Sal 117

            -Col 3, 1-4

            -Jn 20, 1-9

Entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro, vio y creyó”.

Queridas hermanas benedictinas y  queridos hermanos todos:

¡Feliz Pascua, hermanas y hermanos! ¡Feliz Pascua del año 2023!

Es la de todos los años y al mismo tiempo y con toda verdad podemos decir que es única. Porque celebramos que Cristo resucitó y vive para siempre, y desde su condición gloriosa y resucitada, trasciende el espacio y el tiempo, y puede estar siempre y permanentemente con nosotros.

La celebración litúrgica, esta eucaristía,  hace presente el acontecimiento que celebra. Es él, el Resucitado, que predicó por los caminos de Palestina, murió en la cruz y fue  llevado al sepulcro; es él,  que María Magdalena, que fue a ese sepulcro, y nos dice que no está en el sepulcro; ella interpreta que lo han  robado; Pedro también lo encuentra  vacío, pero no desordenado, vendas en el suelo y el sudario bien doblados, y no sabe qué pensar; al fin Juan, el que había descansado sobre el pecho de Jesús, entra, vio lo mismo que Pedro, pero vio y creyó. Vio los vestidos y el sepulcro vacío, pero creyó, creyó que Jesús había resucitado.

¿Por qué Juan, además de ver, lo que pueden ver los ojos de la cara y la mente que discurre, llega más lejos y alcanza lo que los ojos y la razón no descubren? Juan vio y creyó, porque recordó las escrituras. Porque según las Escrituras Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Las Escrituras, la luz de la Palabra de Dios proyectada sobre lo que ven los ojos y la mente, que busca sedienta a Dios,  nos descubren la verdad plena y esencial de la realidad. Nos llevan a la fe, y a la alegría de vivir la experiencia de encontrar a Dios, y a Cristo resucitado, en la vida, en el mundo, en los  prójimos, a los que descubrimos como hermanos.

La Magdalena interpretó mal, lo que  veía, Pedro, vio la misma realidad, y se quedó perplejo, Juan mira desde las Escrituras y cree, cree que Jesús ha resucitado.

No es cosa solamente de Juan, después Jesús se aparece a los discípulos prende la mecha  de la fe en el corazón de la Magdalena, y de Pedro, y de los demás discípulos en sucesivas apariciones. Conviene reparar en el testimonio que Pedro da, al final de su discurso en la casa de Cornelio: “Y nos mandó que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste (Jesús) todos los profetas  dan  testimonio  de que todo el que cree en él  alcanza, por su nombre, el  perdón de los pecados”.

Sí, hermanas y hermanos: Cristo ha resucitado, Cristo vive. Nosotros creemos en él. Pero es necesario que creamos más en  él. Viendo cuantos no creen ni muestran interés por creer, cuantos que han recibido el bautismo, viven como si no lo hubieran recibido. La semilla de la vida misma de resucitado que se les dio en el bautismo.

Por eso, a nosotros nos corresponde dar testimonio que  despierte no solo los ojos y la mente natural, sino sobre todo, la sed de Dios que anida en su corazón. Para ello, nosotros, como los primeros apóstoles hemos de dar testimonio de Jesucristo que ha muerto y ha resucitado. En él todos podemos resucitar y participar de una vida divina feliz y eterna.

Nosotros los que hemos visto y creído tenemos que ser pregoneros de esperanza. Siempre hay motivos para vivir, y para amar y para sufrir. Todo se puede superar en este mundo si creemos en Cristo que nos da la vida, su vida.