domingo, 19 de septiembre de 2021

DOMINGO XXV T.O. (B)

-Textos:

         -Sab 2, 12. 17-20

         -Sal 53, 3-6.8

         -St 3, 16-4,3

         -Mc 9, 30-37

 

 “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Sin duda alguna, a todos nos ha llamado la atención el contraste tan fuerte que el evangelista Marcos deja ver entre las preocupaciones que embargan a Jesús y las preocupaciones que siente sus discípulos.

Jesús les dice: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán”.

Los discípulos están en otra onda, no entienden lo que Jesús, su maestro, les está anunciando. Ellos discuten quien es el más importante entre ellos, y por consiguiente, quién podrá ocupar el primer puesto, cuando Jesús establezca el reino en Jerusalén.

Jesús se da cuenta que el asunto es muy importante, por eso se sienta con calma, y llama a los Doce para darles  una catequesis que toca un punto esencial del evangelio, de su mensaje, y que tiene un alcance que podemos considerar revolucionario: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Frente a una escala de valores que busca la importancia y el poder, que los discípulos un tanto avergonzados manifiestan, Jesús propone el valor del servicio por amor como norma de conducta para quien le siga y quiera construir un mundo nuevo y una sociedad distinta, donde el objetivo no sea el dinero, el poder, la fama, o la comodidad.

El seguidor de Jesús, hoy como ayer, se ocupa sobre todo de poner al servicio de los demás, (no de sí mismo, de su egolatría) los talentos, las habilidades y el saber que Dios le ha dado, aun cuando su trabajo no sea el más brillante o el más importante.

“Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí”

Pero, además la referencia a los niños en boca de Jesús quiere decir algo más: Acoger al que no cuenta, a los descartados, que dice el papa Francisco, es acoger a Jesús y a Dios. ¡Que sorpresa hermanos: bajar a los pozos de la pobreza, ir a los últimos, y allí encontrarnos con Jesucristo, con él, con el último, que ha venido a servir y a dar la vida!

El camino hacia Dios pasa por el servicio y la acogida a los pequeños, al prójimo, principalmente al prójimo necesitado; pasa por la entrega de uno mismo, aun a riesgo del anonimato, del desprecio o del olvido, pasa incluso por el riesgo de la propia vida.