domingo, 13 de octubre de 2019

DOMINGO XXVIII T.O. (C)


-Textos:

       -2 Re 5, 14-17
       -Sal 97, 1b-4
       -2 Tim 2, 8-13
       -Lc 17, 11-19

¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos?

Permitidme, para comenzar, una pregunta: ¿Qué modo de orar predomina en vuestra relación con Dios: la petición o la acción de gracias? La petición es perfectamente legítima, pero la acción de gracias es la más propia de los creyentes con fe cristiana. “Verdaderamente es justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar”, decimos al comienzo de la plegaria eucarística.

Y me permito todavía una pregunta más, que yo me hago a mí mismo: En vuestra vida de fe, ¿qué predomina más; cumplir los deberes para con Dios, o confiar en Dios, en Jesucristo, y cultivar una relación de amistad con él? El evangelio de esta mañana nos lleva también a esta reflexión.

Recordemos brevemente: Los diez leprosos piden a Jesús que los cure, y Jesús les dice: “Id a presentaros al sacerdote”. Los diez obedecen la norma que les da Jesús y, mientras van de camino, antes de llegar al sacerdote, quedan curados de su enfermedad física, de la lepra. Nueve de ellos ven lógico que Jesús les mande ir al sacerdote, así decía la ley. Ellos ponen la atención en la ley y en cumplir la ley.

Uno, sin embargo, que no es judío, descubre a Jesús. Entiende que es de Jesús de quien sale el poder que sana y salva. Deja de lado el ir hasta el sacerdote, y, dice el evangelio, “se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias”.

Su actitud no es solo un acto de humildad, sino de adoración. Reconoce que Jesús es mucho más que un curandero, mucho más incluso que un maestro de la ley; en la persona de Jesús descubre la presencia de Dios, y lo adora. Él cae en la cuenta de que no es la ley lo que le ha curado, sino Jesús, la persona misma de Jesús. Es Jesús quien salva.

Él ha obedecido a la orden de Jesús, se puso en camino como los otros nueve, pero dio preferencia a la persona de Jesús: primero Jesús, reconocerle, agradecerle, después, lo que él diga. Y, ¿qué dice Jesús?: “Levántate, vete. Tu fe te ha salvado”.

Hermanas y hermanos: La persona de Jesús, el encuentro personal con él, reconocerle, agradecerle es lo primero, y lo principal. Cuidar la fe, pedirla, ponerla en práctica. La práctica de la moral, de las obligaciones y las leyes sin el impulso, sin el fuego ardiente de la fe, son una pesada carga que nos agota y nos tienta al abandono. La Ley de Dios, las bienaventuranzas, las exigencias de Jesús, desde una fe firme, agradecida, que nos llena de confianza en Jesucristo, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, son un camino de luz, de alegría y de plenitud de sentido, que entraña esfuerzo y sacrificio ciertamente, pero que no cansa ni entristece, sino que se cumple con paz y alegría.

Hermanos, vengamos a la eucaristía, a la acción de gracias, adoremos a Jesús en el altar, y sintamos que él nos sale al encuentro para decirnos: “Levántate, sal a la calle, tu fe te ha salvado”