domingo, 8 de octubre de 2017

DOMINGO XXVII, T.O. (A)

-Textos:

       -Is 5, 1-7
       -Sal 79, 9.12-16.19-20
       -Fil 4, 6-9
       -Mt 21, 33-43

¿Qué más puedo hacer con mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Qué hará con aquellos labradores?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Qué más puede hacer Dios con nosotros, que no lo haya hecho? Todo lo que somos y tenemos de bueno nos lo ha dado Dios. Pero sobre todo, nos ha dado a su querido Hijo? “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su propio Hijo, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”, dice Jesús en diálogo con Nicodemo (Jn 3, 16).Y si nos ha dado a su propio Hijo, ¿qué más podemos pedir?

Nada os preocupe, nos dice san Pablo en la segunda Lectura, sino que en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestro corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Sí, hermanos, Jesús es “el camino y la verdad y la vida”; Jesús ha vencido a los dos enemigos más terribles y poderos que amenazan a todos los hombres, ha vencido a la muerte y al pecado. Él es “la luz del mundo”; él nos enseña y nos da fuerzas para amar y perdonar; él, en medio de las dificultades, penas y alegrías de la vida nos abre un horizonte de esperanza y nos dice “No tengáis miedo, creed en Dios y creed en mí; voy a prepararos sitio”.

Hermanos y hermanas, habiéndonos dado a su propio Hijo, ¿qué más pudo hacer Dios por nosotros? Sin embargo, hay muchos bautizados que tienen olvidados estos dones, otros los desprecian… Han arrinconado estos bienes preciosos y han puesto sus anhelos y sus sueños en otros ídolos: dinero, prestigio, bienestar, seguridad, diversiones. Marginan a Dios en sus vidas y ponen su fe y su confianza en la ciencia, la técnica… Desconfían de las enseñanzas de la Iglesia y siguen ciegamente los consejos interesados de los anuncios y de los agoreros de los medios de comunicación.

Pero a nosotros hoy nos impresiona el lamento de Dios en la primera lectura: “¿Qué más puedo hacer con mi viña que yo no lo haya hecho?; y el interrogante inquietante de Jesús, en el evangelio: ¿Qué hará con aquellos labradores?

¿Qué hacemos con los muchos dones que nos ha dado Dios y con las muchas muestras de amor que nos manifiesta continuamente?

Hoy, nosotros, lejos de matar el Enviado de Dios, Jesucristo, renovamos nuestro propósito de seguirle; ir con él a la viña, al mundo, a la calle, y dar testimonio de nuestra fe.

Uno de los índices más certeros de la calidad de la fe de un cristiano es estar convencido de que todo es gracia. Todo es gracia, porque incluso, hasta la desgracia, las penas y contradicciones de la vida son, para el verdadero creyente, oportunidades para crecer en la confianza en Dios y para ejercitar un amor más generoso y desinteresado.

La Virgen Santísima, nuestra Señora del Rosario, a la que recordamos en este mes especialmente, va delante y nos da ejemplo: ella vive como nadie desde la gratitud y la acción de gracias: ”Proclama mi alma las grandezas del Señor…”


Hoy queremos que nuestra fe brote desde la gratitud y la acción de gracias a Dios, ¿”Como pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. Comulgaré con el Cuerpo y la Sangre del Señor, y saldré a la viña, al mundo, a la calle para anunciar que Dios es bueno, que su misericordia es eterna y que nos ha dado a su Hijo Jesucristo, Salvador del mundo.