jueves, 8 de diciembre de 2016

FESTIVIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (A)

-Textos:
     
       -Gn 3, 9-15.20
       -Sal 97
       -Ef 1, 3-6. 11-12
       -Lc 1, 26-38

Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Fiesta dichosa y que nos hace dichosos a todos, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

María ha encontrado gracia ante Dios; el ángel Gabriel la saluda como “llena de gracia”. La fe la reconoce como inmaculada, eximida de pecado desde el momento mismo de la concepción.

La fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, tiene un interés muy especial para nosotros, los bautizados. Contemplando a María, nos vemos a nosotros mismos.

En María se cumplen de la manera más plena las palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios, que hemos escuchado en la segunda lectura: “Él, el Padre Dios, nos ha eligió en la persona de Cristo…, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor”.

María fue elegida por Dios, en Cristo, es decir, en vista a Cristo, en vistas a que su Hijo, el Verbo, viniera al mundo para salvarnos. Por eso, es “Santa”, es decir: toda de Dios, consagrada definitivamente al servicio de Dios. “Y santa en el amor”. Este amor del que habla san Pablo es puro don de Dios, no es solo humano, es amor divino. En María el amor no es una virtud entre otras, es el alma y la esencia de todas sus virtudes.

Queridos hermanos y hermanas, estos dones y gracias que María ha recibido en un grado eminentísimo, son dones y gracias que todos nosotros hemos recibido en germen, como semilla, en el bautismo. Nosotros “somos elegidos en la persona de Cristo, para ser santos e irreprochables ante él por el amor”.

María es modelo perfectamente logrado, criatura humana, mujer agraciada en el máximo grado con todos los dones de Dios. Pero agraciada con todos los dones que Dios quiere, en una u otra medida darnos a todos los hombres, para que alcancemos la felicidad que deseamos y mayor aún que la que deseamos. “Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya a ser sus hijos”… “A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad”.

Queridos hermanos todos: En la primera lectura hemos escuchado una pregunta inquietante, muy inquietante, si la tomamos en serio, y muy conveniente que nos la hagamos: “Adán, ¿dónde estás?”. ¿Dónde está? ¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿A dónde vas? ¿Sabes cuál es tu destino?

Miramos al retrato que san Pablo hace de qué es un cristiano y nos parece increíble. Nos miramos a nosotros mismos y no entendemos. ¡Es tan grande la vocación cristiana! ¡Es tan valioso el don que hemos recibido en el bautismo! No sabemos quiénes somos, ni caemos en la cuenta de lo mucho que nos quiere Dios; de todo lo que vale la fe en Cristo que hemos recibido. La Virgen Inmaculada es nuestro espejo, para descubrirnos en todo lo bueno y grande que somos y tenemos; La virgen Inmaculada es la señal que nos muestra la cumbre a la que todos estamos llamados a alcanzar, que es Cristo Jesús.


Celebremos la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, celebremos la eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Hijo, Cristo Jesús.