domingo, 4 de diciembre de 2016

DOMINGO II ADVIENTO, (A)

-Textos:

       -Is 11, 1-10
       -Sal 71
       -Ro 15, 4-9
       -Mt 3, 1-12

Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos… Preparad el camino del Señor”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Tiempo de adviento, tiempo de gracia de Dios, que no podemos dejar pasar de largo. La gracia de Dios quiere fecundar la tierra y derramarse sobre la humanidad y sobre la Iglesia. El Espíritu Santo tiene reservada una gracia particular para cada uno de nosotros en este tiempo que aviva nuestra esperanza: El Señor, Jesús, que nació en Belén viene de nuevo a nuestro encuentro. “Preparad, preparemos el camino del Señor”.

Este es el mensaje de Juan el Bautista, el mayor de los profetas. Su figura austera, su mensaje apremiante, su testimonio llama la atención a todo el mundo, no deja indiferente a nadie que le presta oídos: “¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones…”

Para que estas palabras tan tremendas no nos provoquen un rechazo y las olvidemos, tenemos que recurrir a las primeras palabras que le hemos oído un poco antes “El Reino de Dios está cerca”.

A dos tipos de personas apuntan las amenazas del Bautista: Uno es el de aquellos que practican un culto falso, vacío y arrogante; satisfechos de sus obras, pero incapaces de dar el corazón a Dios y de atender al prójimo por encima de sus intereses. El otro grupo es el de aquellos que tiene una vida confortable y acomodada, viven bien, no piensan en la muerte, no creen o no piensan tampoco en el más allá, viven como si Dios no existiera: “comamos y bebamos que mañana moriremos”.

Estos dos tipos de gentes existían en tiempos de Juan el Bautista y de Jesús, y existen también ahora. Nosotros, ¿no tenemos algunos de los defectos y actitudes que se reflejan en estos tipos de gente?

Hermanos y queridas hermanas: Tiempo de adviento, tiempo de gracia… Creamos firmemente: El Señor que vino en la primera Navidad, el Señor que vendrá al final de los tiempos, viene ahora, en nuestro presente; sale a nuestro encuentro para ofrecernos el Reino de Dios, es decir: un proyecto, un modo de vida alternativo al de la sociedad consumista, una vida nueva: creer en Dios, esperar la vida eterna y, -muy importante-, amar, amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. Nada de culto vacío y rutinario; nada de lujos, gastos de compras inútiles, vida cómoda, que se olvida del sufrimiento ajeno. “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros… Acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios”, nos dice san Pablo.

Adviento, tiempo de gracia, preparar el camino al Señor que viene a nuestro encuentro: “Demos el fruto que pide la conversión”. Escuchar la palabra de Dios, reconciliarnos con Dios en el sacramento de la penitencia, gestos de misericordia y de generosidad con los necesitados, con los enfermos, con los que sufren… Y sobre todo, la eucaristía, presencia privilegiada de Cristo entre nosotros, mesa compartida entre los hermanos, preludio y anticipo del Reino de Dios que tenemos que anunciar a la gente…


Estos son los mejores modos de vivir el Adviento y de preparar los caminos del Señor, en tanto se acerca la Navidad.