domingo, 3 de septiembre de 2023

DOMINGO XXII, T.O. (A)

-Textos:

            -Je 20, 7-9

            -Sal 62, 2. 3-6. 8-9

            -Ro, 12, 1-2

            -Mt 16, 21-27

 

 “Si alguno quiere venir en post de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Queremos de verdad, seguir a Jesús? Jesús, a estas alturas de su vida pública, ha tomado la decisión firme de subir a Jerusalén, porque sabe que esa es la voluntad de su Padre Dios, y sabe también que en Jerusalén iba padecer mucho por parte de los ancianos, los sacerdotes y los escribas, y  que tenía que ser ejecutado  y al tercer día resucitar.

Los discípulos, que están dispuestos a seguirle, piensan que Jesús en Jerusalén va a triunfar y a liberar al pueblo judío de los poderes políticos extranjeros y paganos.

Jesús está viendo la abismal diferencia de expectativas que existen entre lo que esperan los discípulos que suben con él a Jerusalén y lo que Él, desde su relación con su Padre Dios, está viendo, que va a pasar. El diálogo entre Pedro y Jesús no puede ser más claro. Jesús responde al que acaba de nombrar fundamento y cabeza de la Iglesia futura. “Apártate de mí satanás, que quiere decir tentador, eres un escándalo para mí. Porque tú piensas como los hombres, no como Dios”.

Él quiere prepararles el ánimo para que no se escandalicen, pero los discípulos están muy lejos de poder entenderle.

En ese ambiente, Jesús no duda en  hablar claro sobre lo que tiene que ser un  discípulo, verdadero de Jesús: -“Si alguno quiere venir en post de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Ya en  la primera condición viene a decir, que quien me sigue tiene que ir detrás de mí, detrás de Jesús, y por el camino que marca Jesús,  y no delante de Jesús, como diciéndome por dónde debo ir yo, Jesús, y por donde debemos ir los demás.

La segunda condición: “El que me sigue a mí, que se niegue a sí mismo”. La frase no puede ser más radical, ni que choque más fuertemente con la   mentalidad de hoy y de cualquier época.

Pero es preciso entender bien el verbo renegarse a sí mismo: “El que quiere seguir a Jesús ha encontrado un nuevo centro en su propia vida. Un amor que le descentra de sí mismo, y lo recentra en Jesús. Jesús es la razón de su vivir; sigue otra voluntad, otro destino distinto. Jesús es la perla encontrada y el  tesoro escondido, por los que merece la pena venderlo todo. La persona sigue siendo ella misma, pero ya no se pertenece. Jesucristo es el amor primero, norma y criterio para saber amar al prójimo y a todas las cosas.

¿Queremos de verdad seguir a Jesús? La fe en Jesucristo, ¿es en mi vida una experiencia real, que fundamenta y explica la vida que llevo, y las decisiones importantes y cotidianas que tomo en mi vida ordinaria?

La eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana  es la que consigue el milagro de  infundir tal fe y tal amor en mí, que me permite desechar los modos y la modas que arrastran a tantos en esta sociedad,  y me da fuerza para cargar  con las cruces que me sobrevienen por llevar una vida cristiana  coherente y, además con alegría y paz verdaderas.