domingo, 18 de septiembre de 2022

DOMINGO XXV T.O. (C)

-Textos:

            -Am 8, 4-7

            -Sal 112, 1b-2. 4-8

            -1 Tim 2, 1-8

            -Lc 16, 1-13

 “No podéis servir a Dios y al dinero”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Es posible que hayáis quedado sorprendidos por la primera parte del evangelio de hoy: Jesús no alaba tanto las artimañas del administrador infiel, sino su sagacidad para garantizar su futuro previendo que su amo le va a despedir del trabajo.

Pero no vamos a hablar de este mayordomo, sino de lo que dice Jesús y también la primera lectura sobre el dinero y las riquezas: -“No podéis servir a Dios y al dinero”.

Jesucristo, en los evangelios, cuando habla de este tema, nos pone sobre todo en guardia de los peligros que tienen las riquezas materiales y el dinero. “¡Ay de vosotros los ricos!, porque ya recibisteis vuestro consuelo”; “Es más difícil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico se salve! ¡Qué difícil es que un rico se salve!”. “No es posible para un hombre, pero sí es posible para Dios”. 

La experiencia común nos dice que no es fácil manejar mucho dinero sin mancharse las manos, porque el dinero y las riquezas tienen mucho poder para erigirse en ídolos, en dioses falsos que acaban dominándonos. Jesucristo no dice que el dinero es malo, es una criatura útil y buena como tal. El mal está en el corazón humano débil y pecador, que se apega  muy fácilmente a las riquezas materiales. Y hemos citado antes: También los ricos se pueden salvar con la ayuda de Dios. Pero Jesús insiste, sobre todo, en los peligros de las riquezas: “No podéis servir a Dios y al dinero”.

¿Cómo tener y manejar mucho dinero sin mancharnos las manos? Es una pregunta conveniente y sensata. Ocurre a muchos, y quizás también a nosotros, que creemos que no somos ricos en bienes materiales. ¡Cuidado: no te compares con los dueños de “Amazón”, mira tus prójimos que se amontonan en Ceuta y Gibraltar, y mira quizás a algunos vecinos que conoces de tu barrio.

La clave está en creer en Jesucristo, ser de verdad discípulo de Jesús, y  asumir en la vida los valores de Reino. El Reino de Dios está viniendo, Jesucristo está con nosotros, el Reino de Dios está en medio de nosotros. El Reino de Dios es el tesoro escondido, que vale más que todas las riquezas de mundo, es la perla preciosa por la cual merece la pena venderlo todo.

¿Cómo y cuándo nos hacemos militantes y del Reino de Dios? -Es necesario escuchar la palabra de Dios, escuchar a Jesús, hacer nuestra la escala de valores que nos propone. Por ejemplo: Recordar lo que dice refiriéndose al Juicio final: “Venid vosotros benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui forastero y me hospedasteis”; y en otro lugar: “Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen…”; “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en  los cielos”.

Asumir  y hacer nuestras estas enseñanzas  es hacernos militantes de Reino de Dios, y desde estos valores podemos tener libertad y fuerza para  ser buenos administradores de aquellos bienes materiales que Dios ha puesto en nuestras manos.