domingo, 10 de julio de 2022

DOMINGO XV T.O. (C)

-Textos:

            -Dt. 30, 10-14

            -Sal 68, 14. 17.30-31. 33-34. 36ab. 37

            -Col 1, 15-20

            -Lc 10, 25-37

 

“¿Quién es mi prójimo?” ¿”Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy domingo de verano y domingo de “sanfermines”. No sé si los veraneantes, y los viajeros y los que llevan ya tres días viviendo las fiestas en Pamplona estarán en disposición de meditar  la parábola del “Buen Samaritano” que nos propone el evangelio.

Me permito poner de relieve dos frases: El maestro de la ley pregunta: “¿Quién es mi prójimo?”. Pero Jesús, al final del diálogo, vuelve la pregunta al revés: “¿Cuál ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

Sin duda, a nosotros nos tiene que importar, como al maestro de la ley, saber quién y quienes son los prójimos necesitados, caídos en las cunetas y en los márgenes de nuestra sociedad, a los cuales debemos amar, y atender eficazmente, generosamente, como hace el buen samaritano.

 Pero, además, tenemos que estar muy atentos e interesados en lo que pregunta Jesús al maestro de la ley, y hoy a nosotros: ¿Cuál ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?  De otra manera, ¿quién de los tres que vieron al herido se ha hecho prójimo, se ha aproximado,  acercado y dedicado a socorrer a este necesitado?

Jesús nos pide que nos hagamos prójimos de nuestros prójimos; especialmente, si son prójimos necesitados, incapaces de valerse por sí mismos para sobrevivir. Jesús nos pide que, lejos de excusarnos, o de hacernos los desentendidos, lejos de eludir la molestia o el sacrificio de alterar nuestro propio plan, sepamos compadecernos, y nos acerquemos, nos aproximemos, seamos misericordiosos, y nos hagamos prójimos de los necesitados que hemos encontrado en el camino, y a los que podemos ayudar de una u otra manera.

Jesús  en su vida pública nos da ejemplo: él, en el camino hacia Jericó,  se salió de la comitiva y se acercó al ciego para devolverle la vista, él paró el féretro y devolvió  a la vida al hijo único de una viuda, él ve al paralítico en la piscina, habla con él y lo cura. El Buen Samaritano de la parábola es el retrato mismo de Jesús.

La eucaristía es el mejor reconstituyente, la mejor medicina,  con que Jesús, como Buen Samaritano, prepara para nuestra fe débil y nuestro amor timorato. Jesús, en la eucaristía, pone nuestro corazón en fiesta, y nos dispone para escuchar su palabra y transformarnos en testigos alegres y valientes del evangelio.