domingo, 5 de junio de 2022

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

-Textos:

            -Hch 2, 1-11

            -Sal 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34

            -1 Co, 12, 3b-7. 12-13

            -Jn 20, 19-23

 

 “Recibid el Espíritu Santo”; “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Domingo de Pentecostés, corona y fruto del tiempo pascual. Fiesta grande, portadora de una gracia que necesitamos imperiosamente, porque fortalece nuestra fe y nos infunde entusiasmo para anunciar el  Evangelio.

Merece la pena poner la atención en un contraste manifiesto que reflejan las lecturas: Estaban todos los discípulos reunidos; el evangelio de Juan dice que estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos.

 De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas como de llamaradas, que se repartían, posándose sobre cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas…

Estaban de miedo y encerrados, el Espíritu  Santo los llena, y empiezan, decididos y valientes, a proclamar en todas las lenguas las maravillas de Dios.

Jesús, antes de subir al cielo, ya les había adelantado: “Os conviene que yo me vaya; si me voy os enviaré el Espíritu Santo, Él será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho” (Jn 14, 26). En el evangelio de hoy le hemos escuchado: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”·

Es lo mismo que decirles: “Dejo en vuestras manos el tesoro divino de la salvación del mundo, para que lo ofrezcáis y lo repartáis a todos los  hombres”. La salvación del mundo en nuestras manos, y el Espíritu Santo con nosotros, para que la anunciemos y la comuniquemos al mundo entero.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Nosotros somos discípulos de Jesús, a nosotros se nos ha infundido el Espíritu Santo en el bautismo. En las manos de la Iglesia está el poder de perdonar los pecados. Esto es tanto como decir, que en la comunidad de seguidores de Jesús, impulsada por el Espíritu Santo, tenemos una fuerza, un poder, que podemos ofrecer y comunicar, para que la ambición de dinero no corrompa las conciencias; para que el espíritu de justicia inscrito en el corazón humano se implante como norma que regule las relaciones entre los hombres; para que la lujuria o la envidia no conviertan a unas personas explotadoras de otras personas. Podemos compartir con nuestros hermanos la fuerza de amar y perdonar, como Jesús nos ama y perdona.

 “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Esta celebración trata de despertar y avivar en cada uno de los bautizados la vocación apostólica a la que se nos convocó desde el día de nuestro bautismo.

No podemos quedar de miedo y encerrados en el cenáculo. “Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas…” Mirad que cada vez son menos las parejas que se casan por la Iglesia, también  van aumentando las parejas jóvenes que no bautizan a sus hijos.

Seamos conscientes de nuestra responsabilidad apostólica. Transmitamos la fe a las generaciones jóvenes. Hablemos de las maravillas de Dios, para que todos la puedan oír en su propia lengua.