domingo, 21 de marzo de 2021

DOMINGO V DE CUARESMA

-Textos:

       -Jer 31, 31-34

       -Sal 50, 3-4. 12-15

       -Heb 5, 7-9

       -Jn 12, 20-33

Si el grano de trigo no cae entierra y muere, queda infecundo…”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Pongamos la atención antes que nada, en las palabras de estos forasteros que dicen a Felipe: “Queremos ver a Jesús”. Una curiosidad y una gracia sin duda excelentes para entrar en la Semana Santa y participar en las celebraciones, únicas por su importancia, de estos días.

Pero pongamos atención en las palabras que Jesús dirige a estos forasteros que interesados en conocerle: “Si el grano de trigo no cae entierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto”.

Jesús piensa así: No se puede engendrar vida sin dar la propia vida. La vida es fruto del amor y brota en la medida que nos entregamos. No podemos hacer vivir a los demás, si nosotros primero no nos desvivimos por los demás.

Dios no quiere la muerte y el sufrimiento. Él es el Dios de la vida y del amor. Pero, en este mundo, el amor verdadero hace que gocemos con las alegrías que proporciona el amor pero también, que suframos con el sufrimiento de los que amamos. Es preciso, en muchos casos, sufrir para que otros queden aliviados en su dolor; es preciso renunciar a mi comodidad o a mi bienestar para atender a mi prójimo, pobre y necesitado. No se trata de sufrir por sufrir. Se trata de amar. Amar al prójimo necesitado, querer hacer feliz al débil, al que sufre y padece necesidad material o espiritual, o todo junto.

Si el grano de trigo no cae entierra y muere, queda infecundo, pero, si muere, da mucho fruto”

Este refrán retrata muy bien a Jesús y explica el sentido de su pasión, muerte y resurrección.

Este refrán, además, es una propuesta de Jesús para todos los que creemos en él y queremos seguirle. Es una filosofía, un modo de entender la vida; una manera de entender el amor: Enterrarnos en el surco, dar la vida, darnos nosotros mismos por amor, para dar la felicidad a nuestros prójimos.

Todos tenemos en la memoria y en el corazón personas buenas y de espíritu cristiano que han vivido y practicado este estilo de vida, y ¡cuánto bien nos han hecho! Y todos tenemos en la experiencia diaria cómo se va imponiendo una filosofía y unos valores opuestos totalmente a este pensar y hacer de Jesús: “Primero yo, luego ya veremos”, “Molestias, las menos posibles”; “Los ancianos a la residencia, los niños a la guardería, los que estamos bien de salud, a trabajar a ganar dinero y a disfrutar”; “Comamos y bebamos que mañana moriremos”, y no hay más”.

Pero sabemos muy bien donde está la verdad: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. Dios mismo aprueba y apoya totalmente la postura de su Hijo, que muere en el surco. Su modo de entender la vida y la propuesta que Jesús hace para todos los que en todos los tiempos queramos seguirle: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”

Queremos ver a Jesús”. Nosotros queremos verlo en la Pascua, y ahora en la eucaristía: Cristo dando la vida por nosotros y haciéndose alimento de vida, para que nosotros también podamos dar la vida por los hermanos.