domingo, 6 de diciembre de 2020

DOMINGO II DE ADVIENTO


-Textos:

       -Is 40, 1-5. 9-11

       -Sal 84, 9ab-10-14

       -2 Pe 3, 8-14

       -Mc 1, 1-8

Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”.

Queridas hermanas benedictinas, queridos hermanos todos:

Preparad el camino del Señor”: Es la primera consigna que escuchamos en este segundo domingo de Adviento. Es Juan el Bautista, el mayor de los profetas, el enviado por Dios precisamente para que nos dispongamos de la manera más adecuada a recibir al Señor, y vivir bien la Navidad.

El maligno virus, el covid 19, está enrareciendo y complicando todas las actividades y los proyectos de nuestra vida. Un acontecimiento tan significativo como la Navidad, el coronavirus ha conseguido problematizarla y ha conseguido también que tengamos que plantear la Navidad de manera muy diferente a lo que ya era una tradición profundamente humana en la comunidad cristiana, en la familia, y también en la vida social.

Para nosotros creyentes cristianos la Palabra de Dios es una referencia, para que, incluso en estas circunstancias adversa de este año, veamos claro en estas navidades qué es lo más importante y lo menos importante, lo que no pude faltar y lo que por prudencia y respeto a todos debemos dejar en segundo plano o renunciar limpiamente.

Ya hemos escuchado en el evangelio: “Preparad el camino del Señor”. Preparar, si, y preparar primero y sobre todo, el camino al Señor que viene. Lo sabemos bien, el Señor está siempre con nosotros y nos acompaña permanentemente a lo largo de toda nuestra vida. Pero hay momentos y circunstancia en los que la presencia del Jesucristo se hace más cercana, más cordial y más beneficiosa; acontecimientos como el misterio de Belén en Navidad, que nos descubren con fuerza el amor de Dios a los hombres, y el amor al prójimo, que nosotros debemos practicar.

El Señor sacude y despierta nuestras conciencias de un modo particular y especial en Navidad. Eso quiere decir que “el Señor viene”.

Pero para que esto ocurra es preciso preparar el camino y “enderezar los senderos”. ¿Qué quiere decirnos Juan el Bautista, el Precursor del Señor, con estas palabras? Es importante que nos paremos a reflexionar. No vaya a ocurrir que La Navidad, y esta Navidad el dos mil veinte, se nos diluya como un tormo de azúcar en agua fría.

En primer lugar poner a Jesucristo en el centro de nuestra atención, dar a la navidad por encima de todo un sentido religioso y cristiano: la eucaristía, el sacramento de la penitencia con motivo de la Inmaculada o simplemente por vivir el adviento, la bendición de la mesa en familia, el belén… Estas u otras prácticas pueden poner al Señor, a Jesús, en el centro de la Navidad y en la preparación para la Navidad.

Después, y si nos atenemos al retrato que de Juan Bautista nos presenta el evangelio, tendremos que pensar en una palabra, austeridad; planificar una navidades austeras; que quizás se traducen en unas navidades en las que observamos con esfuerzo y responsabilidad las normas que se nos imponen de prevención contra el coronavirus.

Dejad que resuenen en nuestros oídos estas metáforas tan bellas y tan evocadoras de Isaías en la primera lectura: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale… Porque se revelará la gloria del Señor”.