domingo, 10 de mayo de 2020

DOMINGO V DE PASCUA


Textos

       -Hch 6, 1-7
       -Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19
       -1Pe 2, 4-19
       -Jn 14, 1-12

Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Cuántas personas creéis vosotros que en esta situación de confinamiento prolongado, en sus reflexiones e interrogantes habrán llegado a invocar a Dios, “Señor ayúdanos”, o como ha dicho Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”?

Jesucristo, en el evangelio de este domingo comienza por dirigirnos unas palabras sumamente consoladoras y generadoras de esperanza: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde, creed en Dios y creed también en mí”.

Se refiere Jesús a sus discípulos y a toda la comunidad de bautizados que le seguiremos a lo largo de los siglos, y viene a decirnos: “Vais a dejar de verme físicamente, porque vuelvo a mi Padre Dios, pero yo voy a prepararos un lugar mejor y definitivo a todos en el cielo”.

Pero estas primeras palabras de Jesús, tienen también su sentido y su fuerza aplicadas a la situación concreta en la que nos encontramos por motivo de la pandemia del coronavirus: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde, creed en Dios y creed también en mí”.

Y me pregunto y os pregunto a todos: - “El confinamiento, tantas horas en casa intentando matar el tiempo, la situación penosa y el horizonte oscuro que se nos presenta, todo esto, sin duda nos ha hecho pensar, ¿pero habrá muchos que hayamos pensado y acudido a la fe, a la Palabra de Dios y a Dios mismo?

Nuestro papa Francisco, en una carta, muy alentadora, dirigida a los sacerdotes españoles con motivo de la fiesta de San Juan de Ávila, que no se conmemora hoy, porque coincide con este domingo pascual, nos dice que: “La crisis del Covid-19, además de provocar mucho dolor y sufrimiento, favorece algunas condiciones decisivas para el desarrollo de la propia vida cristiana: la conciencia de fragilidad…, la caída de tantas falsas seguridades, las preguntas por el sentido de la vida, la necesidad de la solidaridad..., el testimonio de entrega, de fe y esperanza de tantos hijos e hijas de la Iglesia “, son reflexiones y experiencias lógicas y profundamente humanas y cristianas.

Porque son experiencias que en el fondo remiten a Dios, y se quedan podemos decir, en el umbral de un encuentro con Dios y de una súplica dirigida a Dios.

Pero nosotros que decimos sinceramente que creemos en Dios y en Jesucristo resucitado, nosotros, para quienes las palabras del evangelio: “Señor muéstranos al Padre y nos basta”, o “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, son poderosamente significativas y consoladoras, tenemos la responsabilidad de dar testimonio de estas afirmaciones de Jesús. Porque a nosotros nos serenan el ánimo, dan sentido a nuestro dolor e impulsan nuestra responsabilidad. Y debemos pensar que lo que a nosotros nos ayuda en esta difícil situación puede ayudar también a nuestros prójimos.

Invocar a Dios y contar con él no impide, ni sustituye ni obstaculiza la responsabilidad de observar las medidas que evitan los contagios, de remediar los daños y sufrimientos de los afectados, de compartir bienes materiales con los que quedan en necesidad. Dar testimonio de la fe en medio de esta sociedad sufriente y necesitada es una labor que nuestra condición de creyentes nos exige y que la sociedad, a sabiendas o sin saberlo, espera.

No en vano, “En Dios vivimos, nos movemos y existimos” y Jesucristo es “el camino, la verdad y la vida”.