domingo, 10 de marzo de 2019

DOMINGO I DE CUARESMA (C)


-Textos:

       -Dt 26, 4-10
       -Sal 90, 1-2. 10-15
       -Ro 10, 8-13
       -Lc 4, 1-13

El Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy, primer domingo de cuaresma. Hoy propiamente empieza la cuaresma.

Lo primero que me atrevo a deciros es que activemos la fe. La cuaresma es un tiempo de gracia para cada uno de nosotros, para la Iglesia y para la creación entera. Dios tiene dispuesto para cada uno en este tiempo una gracia particular. Estemos en vela; que no desperdiciemos la oportunidad y desperdiciemos esta gracia cuaresmal.

Esta gracia es gracia de conversión. La cuaresma es un camino de conversión hacia la Pascua. Convertirnos hacia él, seguir a Jesús más de cerca. Poner nuestra vida más acorde con la voluntad de Dios, con los mandamientos de Dios, con el espíritu del Evangelio.

Para eso, el Espíritu del Señor nos lleva al desierto. Esto es lo que nos dice el evangelio de hoy. El Espíritu Santo nos lleva al desierto como le llevó a Jesús.

Paremos un momento y hagamos una consideración: El Espíritu Santo nos llama y nos lleva al desierto; el desierto es figura de la vida. No estamos en la vida porque sí, como por casualidad. El Espíritu Santo nos ha traído a la vida. Hemos nacido a la vida, para vivirla de acuerdo con el Espíritu de Dios, para conducirnos según el Espíritu Santo, y ayudados e impulsados por el mismo Espíritu.

El desierto, como metáfora o imagen de la vida, tiene dos aspectos principales. El primero, el desierto lugar de prueba y de conocimiento de uno mismo: “Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer estos años por el desierto, para afligirte, para probar y conocer lo que hay en tu corazón, si observas sus preceptos o no” (Dt 8, 2). El segundo, el desierto como tiempo para estrechar las relaciones de amistad y de amor con Dios: “Por eso, yo la persuado, la llevo al desierto, le hablaré al corazón” (Os 2, 8).

La cuaresma, tiempo de gracia de Dios, tiempo para purificarnos de nuestros pecados, tiempo para estrechar las relaciones de amor y de fe con Dios. ¿Vemos la conveniencia y la necesidad de vivir bien y aprovechar la cuaresma?

Todavía tenemos un aliciente más, que es con mucho el más importante: Jesucristo va delante de nosotros.

Él entró en el desierto de la vida humana, superó la prueba y venció las tentaciones más importantes que hierven en el corazón de todos los humanos: “No solo de pan vive el hombre”. El consumismo, el dar satisfacción hasta el hartazgo a las necesidades puramente materiales: comer, beber gastar y consumir. El consumismo diluye, sepulta toda dimensión espiritual. “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”.

Los ídolos, el dios dinero, que no nos sirve sólo para atender lo necesario, sino que nos absorbe la cabeza y el corazón hasta dejar de lado a Dios y al prójimo. “No tentarás al Señor tu Dios”. Una tentación muy sutil: Ir a Dios no para hacer su voluntad, sino para que él haga la nuestra.

Estas tentaciones básicas y otras parecidas, trabajan solapadamente en nuestro corazón, y son azuzadas por el demonio con sagacidad y fuerza enormes.

Estas tentaciones han sido todas vencidas limpiamente por Jesucristo con su muerte y resurrección, en la Pascua. Nosotros, por eso, las podemos vencer. Dejémonos llevar del Espíritu Santo y entremos en la cuaresma, tiempo en que Dios quiere hablarnos al corazón.