domingo, 21 de enero de 2018

DOMINGO III, T.O. (B)

-Textos:

       -Jon 3, 1-5. 10
       -Sal 24, 4-9
       -1 Co 7, 29-31
       -Mc 1, 14-20

Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios”

No podemos imaginar, queridos hermanos y hermanas, el revuelo tan grande que producía este anuncio cuando Jesús comenzó a pronunciarlo por los pueblos y por los caminos de Galilea. Aquellas gentes humildes del pueblo llano y mayoritariamente pobre eran religiosos y creyentes, y esperaban que Dios interviniera de una vez para que mejorara su situación económica y social sobre todo.

No sé dónde nosotros tenemos puestas nuestras expectativas de mejorar nuestra vida, qué tipo de mejoras esperamos, y en quién hemos depositado nuestra confianza para que esas mejoras lleguen, y nuestras expectativas queden cumplidas.

Lo cierto es que Jesucristo, hoy, y creámoslo de verdad, a nosotros nos dirige el mismo anuncio: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios”

El reino de Dios es la intervención definitiva de Dios en nuestro mundo, para que este mundo y nuestra historia se enderecen y caminen por caminos de libertad, justicia, amor y paz. Dios, en el episodio de la zarza ardiente se apareció a Moisés y le dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo, he visto su sufrimientos, he sentido compasión y voy a bajar a liberarlo”. Y bajó. “Y el Verbo, su propio Hijo, se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Jesucristo es la apuesta definitiva de Dios para salvar a los hombres y a la creación entera: “Este es mi Hijo, mi predilecto, escuchadle”, oíamos la voz de su Padre hace dos domingos, cuando Jesús salía de ser bautizado en el Jordán.

El Reino de Dios, en definitiva, es el amor de Dios que irrumpe en la historia del mundo y se manifiesta y se nos da en Jesucristo. Por eso, Jesucristo, su persona, su mensaje, su vida, su muerte y resurrección, son el Reino de Dios.

Hoy, esta mañana, estamos todos invitados a renovar nuestra fe en Jesucristo y en su mensaje.

Pero esta oferta del Reino de Dios necesita ser conocida y aceptada por todos los hombres. Jesucristo no quiere hacerla en solitario. Jesucristo quiere contar con los hombres para la gran tarea de implantar el reinado de Dios en el mundo. Después del anuncio del Reino hemos escuchado de labios de Jesús: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Escuchemos esta llamada de Jesús a Simón y a Andrés, es para nosotros. Nosotros somos invitados a seguir a Jesús para anunciar el Reino de Dios a todos los hombres. ¿Qué tenemos que hacer?

Lo más concreto que se me ocurre: Seguid viniendo a la eucaristía, escuchad la Palabra de Dios que va desgranando la vida y el mensaje de Jesús.

Pero hay un acontecimiento particular: este domingo cae dentro del Octavario por la unión de los cristianos. ¿Cómo nosotros podemos hacer algo por el ecumenismo y la unidad de los cristianos?


La oración en primer lugar. Pero también la disposición para acoger a los emigrantes, a los que llegan hasta nosotros y traen lengua, costumbres y creencias distintas a las nuestras; acogerlos como los acogería Cristo, será una estupenda manera de practicar el ecumenismo y de trabajar para que el Reino de Dios se establezca en nuestro mundo.