domingo, 7 de mayo de 2017

DOMINGO IV DE PASCUA (A)

-Textos:

       -Hch 2, 14a. 36-41
       -Sal 22, 1-6
       -1 Pe 2, 20b-25
       -Jn 10, 1-10

Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Este domingo que vivimos hoy es llamado litúrgicamente como “Domingo del Buen Pastor”.

Jesús es el Buen Pastor, pero el evangelio que hemos escuchado nos dice, más bien, que Jesús es la Puerta, y de sus labios escuchamos una catequesis sobre los buenos y malos pastores.

Son malos pastores los que entran en el aprisco, no por la puerta, sino saltando la valla. Jesús se refería claramente a los sacerdotes, escribas y fariseos. San Agustín, en un famoso comentario sobre los buenos y malos pastores dice que malos pastores son aquellos que en vez de servir al rebaño, a la comunidad que les han encomendado, y sacrificarse por ella, se aprovechan de las ovejas, es decir, de los fieles, para su medro personal y sus intereses.

¿Somos buenos o malos pastores? Es una buena pregunta, que debemos hacernos constantemente los sacerdotes, los obispos…, pero también los catequistas y los padres de familia, y los profesores y educadores; también vosotras hermanas… ¿hacemos de nuestra condición de cristianos católicos un título para ser bien considerados en la sociedad, para creerme buena ante Dios, pero me olvido de mi responsabilidad de dar ejemplo y vivir no sólo los mandamientos, sino incluso la preferencia por los pobres, el perdón, el esfuerzo para transmitir la fe?

Pero Jesús habla también y, sobre todo, de los buenos pastores. Son los que entran por la puerta, que es él mismo. Esto es muy importante: Jesucristo es el criterio, el norte para definir a los buenos y malos pastores. Jesucristo es criterio, modelo y fuente de vida y de actuación para todos. Él es la puerta, el punto de referencia para discernir si nosotros somos buenos pastores, buenos evangelizadores, que olemos a ovejas, en frase de nuestro querido Francisco, o somos salteadores, que pretendemos evangelizar y transmitir una fe que no es fe, porque no pasa por la puerta que es Cristo, sino que pretende otros valores que no son el evangelio: dinero, fama, acomodarse al modo de pensar del mundo. 

Examinemos nuestra conciencia. Pero sobre todo oremos mucho, hermanos, hagamos mucha oración.

Gracias a Dios contamos en la Iglesia con seminarios donde los formadores son conscientes y sabedores de que Jesús es el Buen Pastor, la Puerta estrecha por la que debemos pasar todos, pero especialmente los que van a ser ordenados. Son muchos los sacerdotes buenos pastores, son pocos los que escandalizan. Los jóvenes que entran en el seminario se encuentran con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, que da la vida por sus ovejas.

Oremos por las vocaciones sacerdotales, misioneras, contemplativas. Son las que han escuchado la voz cálida y amorosa del Buen Pastor, son las personas que sintiendo el amor del Buen Pastor por ellos, le aman, y alegres y seguras se atreven a entrar por la puerta estrecha.

Los sacerdotes, los consagrados, los matrimonios, los seglares que descubren a Cristo como la puerta cierta para acceder a la salvación, son el pulmón de la Iglesia. Dios Padre nos está esperando a todos para encomendarnos el aprisco, el vasto mundo, para evangelizarlo.