domingo, 6 de septiembre de 2015

DOMINGO XXIII T.O. (B)


“Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Qué fuerza puede tener una fotografía acertada y oportuna! Un niño inocente ahogado en una playa lejos de su patria, sin haber podido alcanzar la tierra soñada  a la que tenía todo derecho de alcanzar.
Frente a la tragedia y la inhumanidad que refleja clamorosamente esa fotografía, han surgido, gracias a su fuerza impactante, voces de mucha gente conmovida en sus mejores sentimientos, ofreciendo su casa como hogar para estas víctimas de una guerra impía e inhumana.
Cierto que ver  a un niño inocente ahogado en una palaya lejos de su patria ha despertado los mejores sentimientos de solidaridad en muchas personas, ha removido las conciencias y ha suscitado los mejores deseos… Pero, ¿serán duraderos estos deseos, nos llevarán estos sentimientos a soluciones prácticas? ¿Qué puede suponer estos nobles gestos en el conjunto de odios tan enconados, de conflictos tan complejos y de necesidades tan enormes? 
Cuando nos asaltan interrogantes como estos, nuestro optimismo se debilita y podemos pasar a un pesimismo resignado y,  al final, otras noticias suplantarán a éstas, y quizás todo siga como antes…
Jesucristo en el evangelio de hoy cura a un sordomudo. El hecho ya tiene importancia y consistencia en sí mismo. Es una llamada de Jesús a todos para que ayudemos al prójimo  necesitado.
Pero Jesús no sólo cura la sordera y la mudez físicas, sino también la sordera y la mudez del espíritu.
El bautismo, a los que hemos tenido la suerte de recibirlo, abre los oídos del corazón para que podamos escuchar y entender la Palabra de Dios y la proclamemos a todo el mundo.
Cuando  escuchamos Palabra de Dios, descubrimos que Jesús ha curado a un sordomudo, ha curado a un ser humano enfermo y necesitado. Pero además, ese milagro revela que Jesús es el enviado de Dios para salvar a los hombres y se ha metido en el barro de la historia humana, para decirnos que Dios ya ha empezado a establecer su reinado entre nosotros. Un mundo mejor es posible, el amor de Dios está interpelando a todos, para que todos podamos vivir como hermanos. Y ese Reino ya comenzado, llegará un día a su plenitud.
Una fotografía acertada puede ser un despertador de sentimientos, pero más y mejor que nuestros sentimientos, la fe en Jesucristo puede ser fundamento firme y duradero del compromiso con los pobres, con los enfermos, con el prójimo necesitado. Porque nadie mejor que Jesucristo nos enseña cuánto merece la pena  la vida de un ser humano, sea cristiano o pagano, del propio país o extranjero,  y qué grande es su dignidad. Nadie como Jesucristo es capaz de darnos ánimos y fortalecer nuestra esperanza en la posibilidad de un mundo nuevo; Nadie como Jesucristo  puede ser fuente de un amor verdadero, que no se arredra ante el sacrificio y que se acerca y acoge al sordo, al mudo, al discapacitado y, en definitiva, a todo ser humano necesitado, para tratarlos y amarlos, como Cristo los trata y los ama.
Queridos hermanos: Más allá de los medios de comunicación, pongamos en juego nuestra vocación bautismal y escuchemos la Palabra de Dios: “Sed fuertes, no temáis… Mirad a vuestro Dios que trae el desquite… Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará… Jesús todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Ni las malas noticias ni las tragedia humanas  ahogarán nuestra esperanza. El ejemplo y la gracia  de Cristo nos impulsan a ayudar al prójimo necesitado y a trabajar por un mundo mejor.