sábado, 1 de noviembre de 2014

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Fiesta de todos los Santos, fiesta de triunfo y de alegría, para llenarnos de esperanza en una vida plena y feliz y de confianza en Jesucristo y en la verdad de nuestra fe.
En el evangelio hemos podido escuchar unas afirmaciones siempre sorprendentes, por más que casi nos la sabemos de memoria: Bienaventurados los pobres que confían en Dios, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los misericordiosos y los limpios de corazón y bienaventurados los que son perseguidos por ser justos y buenos, y por confesar su fe…
En contraste con estas afirmaciones, que responden a la escala de valores que nos propone Jesucristo, abrimos los periódicos o los telediarios y lo que vemos son escándalos de corrupción, blanqueo de dinero, ambiciones desmedidas de personajes que defraudan a quienes han puesto en ellos su confianza. Pero a esto se añade las trabas de los países ricos para que gentes de países pobres puedan entrar para alcanzar una vida mejor; y los afanes de tanta gente tener dinero, gastar y consumir en caprichos y sin medida.
¿Dónde queda el Bienaventurados los pobres, y el anuncio de Jesucristo de que las bienaventuranzas son el camino de la verdadera felicidad?
Pero sí, queridos hermanos: Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos, de tantos hombres y mujeres, -el Apocalipsis nos ha dicho que son miles y miles, innumerables-, que han creído a Jesucristo y han cumplido las bienaventuranzas; ya en este mundo fueron felices haciendo el bien y escuchando la voz de Dios y de la conciencia, y ahora, Dios que es justo y cumple sus promesas, les ha proporcionado la verdadera felicidad con él, en el cielo.
Y creemos que es así, porque nosotros mismos lo hemos visto y lo vemos a diario: Gente de la calle, vecinos y familiares nuestros que trabajan honradamente y se sacrifican por sacar adelante la familia; matrimonios que se privan del ocio, para poder dar a los hijos una formación humana y religiosa que los prepare para la vida; abuelos que desembolsan sus ahorros en favor de sus hijos que se han quedado en el paro… Y en otro campo de la de nuestro vasto mundo: los misioneros y voluntarios que eligen vivir pobres con los pobres, incluso arriesgando su salud y su futuro; y vosotras queridas hermanas que elegís la clausura y el silencio para dejar patente a la vista de todo el que quiera entender que la verdadera riqueza es Cristo, y que viviendo en pobreza y ejercitando el amor fraterno, se puede ser feliz, con temple para cantar y alabar a Dios.
Sí, es verdad: los pobres son evangelizados, y las bienaventuranzas son un camino de felicidad, y lo han seguido y lo siguen hoy en día muchos, muchísimos. Unos porque hemos conocido a Jesucristo, hemos creído en él y en sus palabras, y tratamos de seguirlo con mayor o menor radicalidad, otros porque escuchan la voz de su conciencia, reconocen la dignidad y el respeto que merecen todos los hombres y mujeres y, en el fondo, viven el espíritu de las bienaventuranzas y el precepto del amor al entregarse al servicio del prójimo necesitado, del bien y de la justicia.
Queridos hermanos: Fiesta de Todos los Santos, fiesta de gozo y de triunfo. Demos gracias a Dios en esta eucaristía: Hoy quedan patentes el triunfo de Jesucristo, la fuerza humanizadora de su Evangelio, la firme seguridad de que hay un camino de felicidad verdadera ya en esta vida, y la alentadora esperanza de que Dios es fiel a sus promesas y colma la felicidad de los santos en el cielo.