jueves, 9 de abril de 2020

TRIDUO PASCUAL. JUEVES SANTO


-Textos:

       -Ex 12, 1-8. 11-14
       -Sal 115
       -1 Co 11, 23-28
       -Jn 13, 1-15

Haced esto en memoria mía”

Queridas hermanas benedictinas:

En esta tarde, preludio del Triduo Pascual, celebramos la eucaristía que actualiza sacramentalmente la última cena del Señor, revelación suprema del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

El apóstol San Pablo, en la segunda lectura, a veinte años no más de la muerte de nuestro Señor Jesucristo, nos transmite una tradición que él ha recibido. A veinte años de la muerte y resurrección del Señor, ya se ha hecho tradición de la eucaristía.

Permitidme comentar algunas de las frases que él nos relata: “Cada vez que coméis de este pan, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Queridas hermanas, proclamamos la muerte del Señor, no tanto porque anunciemos con la boca que ha muerto y resucitado, que también, sino porque al comulgar con el cuerpo de Cristo, nos hacemos cuerpo místico de Cristo. Cristo nos cristifica y los cristianos somos presencia de Cristo, porque alimentados por la eucaristía, nosotros asimilamos la vida de Cristo, o mejor, somos asimilados por la vida de Cristo y nos transformamos en Cuerpo místico de Cristo, con todo lo que esto significa y compromete. 

La eucaristía hace a la Iglesia, nos hace comunidad, nos hace hermanos a los unos de los otros. “El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos pues todos compartimos el único pan” (1 Co 10, 16b-17). Lo sabéis muy bien queridas hermanas: vosotras no sois comunidad principalmente porque profesáis la santa Regla benedictina, sois comunidad porque sois cristianas, y cada día comulgáis todas con el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo místico de Cristo es la tierra madre donde puede arraigar vigorosa vuestra comunidad y fraternidad benedictina.

Pero dejadme que termine, recalando en el evangelio del “Lavatorio de los pies”. El evangelista Juan ha sustituido el relato de la eucaristía por este episodio sorprendente aleccionador y revolucionario en el que Jesús lava los pies de sus discípulos. Poned atención: el Hijo de Dios, ha considerado digno de sí ponerse a los pies de los hombres. Terminado este gesto les dice: “También vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros”.

Esta catequesis que suple al relato de la eucaristía, está diciéndonos, según interpretan todos la intención del evangelista, que de la eucaristía se supone que el servicio por amor y por reconocer la dignidad, ya no solo de mis hermanos cristianos, sino de todos los hombres, de todos mis prójimos, es una exigencia esencial de todos los que participamos en la celebración sacramental de la Cena del Señor.

En esta celebración del Jueves Santo tan singular, a causa de las circunstancia creada por la calamitosa pandemia del corona virus, Cáritas ya nos ha hecho notar que este año, más que nunca, deberíamos contribuir a la colecta en favor de los más desfavorecidos que esta organización hace cada Jueves Santo, porque este año, sin duda alguna, las demandas de ayudas van a ser más numerosas que nunca.

Hermanas: Tarde de Jueves Santo, manifestación suprema del amor de Dios, “Si yo, el maestro y el Señor os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.