domingo, 27 de enero de 2019

DOMINGO III T.O. (C)


-Textos:

       -Neh 8, 2-4ª. 5-6. 8-10
       -Sal 18, 8-10.15
       -1 Co 12, 12-30
       -Lc 1, 1-4. 4, 14-21

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos: -“Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él”: “Todos nosotros en esta celebración queremos tener los ojos clavados en Jesús.

Jesús hoy ante nosotros hace su presentación personal, nos dice quién es, y a la vez nos presenta su programa.

¿Quién es Jesús? Jesús es aquel que tiene el Espíritu Santo y el Ungido por Dios, el Enviado de Dios, para que lleve a cabo el compromiso de Dios de venir y salvar a la humanidad entera.

Con otras palabras que encontramos en el evangelio de Juan, Jesús nos está diciendo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; y lo que dice también a Nicodemo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salva por él”.

Hoy estamos invitados a reafirmar nuestra fe en Jesucristo y a pedir humildemente que esta fe no sea solo una afirmación teórica, sino una fe que sale del corazón y compromete toda la vida. Yo soy de Jesús y quiero en todo y ante todo vivir según el proyecto de Jesús.

¿Y cuál es el proyecto de Jesús?

Esta es el segundo punto esencial de la revelación que nos hace Jesús en el evangelio que hemos escuchado. Nos dice Jesús: “(El Espíritu del Señor) me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista, a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia -es decir, de perdón y reconciliación- del Señor”.

Jesús, lo sabemos muy bien, tan pronto salió de la sinagoga comenzó a poner en práctica estas palabras: dar vista a los ciegos, curar a los enfermos, liberar a los poseídos por el demonio, anunciar el perdón y la misericordia de Dios, y morir perdonando.

Jesús ha dicho también en el evangelio de hoy: “Hoy se cumple esta palabra que acabáis de oír”

Si hoy han de seguir cumpliéndose estas palabras de Jesús, y han de hacerse verdad ante el mundo actual, ha de ser a través de nosotros, sus seguidores, los cristianos. Recordad cómo se despidió Jesús de este mundo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”.

Este mandato es el que está cumpliendo nuestro papa Francisco en su viaje a Panamá: Escuchad una de sus enseñanzas en el discurso a los jóvenes: “Es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra… Esta es una pregunta que los mayores estamos obligados a hacernos: ¿Qué raíces les estamos dando?, ¿qué cimientos para construirse como personas les facilitamos? Qué fácil resulta criticar a los jóvenes y pasar el tiempo murmurando. Sin educación es difícil soñar futuro, sin trabajo es muy difícil soñar futuro, sin familia y sin comunidad es casi imposible soñar futuro”.

Queridas hermanas y hermanos todos:

Jesús, el Cristo, es efectivamente el Ungido por el Espíritu de Dios para evangelizar a los pobres y proclamar el año de gracia de salvación: El papa Francisco continua efectivamente el mandato de Jesús y hace que sigan haciéndose presentes sus palabras, y nosotros ¿creemos de verdad en Jesús ungido por el Espíritu de Dios? ¿Tomamos en serio su proyecto de evangelizar a los pobres y de anunciar y de construir con nuestras obras un tiempo de gracia, de justicia, de amor y de misericordia de Dios en el mundo de hoy?


domingo, 20 de enero de 2019

DOMINGO II T.O. (C)


-Textos:

       -Is 62, 1-5
       -Sal 95, 1-3. 7-10
       -1 Co 12, 4-11
       -Jn 2, 1-11

Haced lo que él os diga”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

El evangelio de hoy nos recuerda el milagro de las bodas de Caná. Un banquete de bodas es siempre un acontecimiento que nos atrae y nos predispone el ánimo para la fiesta y la alegría.

Pongamos nuestra atención primero en María. Es la madre de Jesús y madre nuestra. Ella es una invitada, pero, como mujer y madre, está en todo, atenta siempre a las necesidades del prójimo. Dice a Jesús: “No tienen vino”.

Que este gesto de María, hermanos y hermanas, nos llene de confianza en ella y nos lleve a acudir a ella. Ella está atenta a nuestros problemas y necesidades y, además, nos da ejemplo, para que nosotros, también en todo momento, estemos pendientes de las necesidades de nuestros hermanos.

María, dice también otra frase que define muy bien el papel que ella desempeña en el plan de salvación que Dios ha diseñado para la humanidad: La misión de María es llevarnos a Jesús: “Haced lo que Él os diga”, nos dice. Ella nos lleva a lo que es más importante, a lo que de verdad es esencial en nuestra vida: creer en Jesús y seguirle.

Es cierto, nos abruman los problemas y las responsabilidades, y a veces también ídolos y dioses falsos que nos distraen y apartan del Dios único y verdadero. María nos lleva a lo esencial: con dulzura, sabiduría y amor de Madre, nos dice hoy: “Haced lo que él os diga”.

Puestos los ojos en Jesús, ¿Qué le vemos hacer? Saca de apuros a los novios y convierte el agua en vino. El vino nuevo, el vino bueno, el vino que trae la alegría a los invitados y al mundo entero.

El evangelista tiene muy claro lo que quiere decirnos: Jesús es Mesías de Dios, el Hijo enviado por el Padre, para traer la alegría y la salvación al mundo entero.

Estamos invitados esta mañana a reafirmarnos en la fe.

El final de la escena termina con una información: “Así se manifestó la gloria (de Dios, se entiende) y los discípulos creyeron en él”. Ante Jesús, que se manifiesta como el enviado de Dios para salvar al mundo, somos invitados a reafirmarnos en la fe.

Si la palabra de Dios nos hace esta invitación es porque lo necesitamos. Estamos necesitados de creer más firmemente en Jesús. Estamos padeciendo a nuestro alrededor la marea, el sunami, diría yo, de la increencia, del paganismo, de un materialismo que deshumaniza la vida. ¿Por qué será?

Las causas son muy variadas y complejas. Pero entre ellas puede que una sea responsabilidad nuestra, de los creyentes cristianos: “Hemos aguado nuestra fe”. No manifestamos la alegría del Espíritu de Jesús que hemos recibido en el bautismo.

El papa Francisco en la primera exhortación de su pontificado “Evangelii gaudium” nos dice: “La alegría del evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, de aislamientos. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Hermanas y hermanos hemos recibido la gracia inconmensurable, impagable del bautismo. Tenemos el Espíritu Santo, el vino mejor, el Espíritu de la fortaleza, de la alegría; tenemos la eucaristía, el banquete de bodas incomparablemente más espléndido y sabroso que el de Cana, que nos alimenta del amor de Dios y nos predispone para la vida eterna. Sigamos a Jesús, vengamos al banquete.


domingo, 13 de enero de 2019

DOMINGO II (C), BAUSTISMO DEL SEÑOR


-Textos:

       -Is 42, 1-4. 6-7
       -Sal 28, 1ª y 2. 3ac. 4. 3b y 9c-10
       -Hch 10, 34-38
       -Lc 3, 15-16. 21-22.

Tú eres mi hijo, el amado, en ti me complazco”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

El acontecimiento del bautismo de Jesús fue de enorme trascendencia para Jesús. En el bautismo del Jordán, Jesús tomó conciencia de que ya había llegado el momento de lanzarse a la vida pública y cumplir la misión que el Padre Dios le había encomendado.
En el bautismo de Jesús, nosotros podemos examinar y descubrir el significado de nuestro propio bautismo.

¿Os habéis preguntado en algún momento cómo se explica que siendo todavía tan mayoritario el número de bautizados en nuestra sociedad, se vaya imponiendo entre nosotros progresivamente y a ritmo acelerado unos modos de vida y unos valores cada vez más paganos y contrarios a la fe y a la moral cristianas?

Y quizás, ante este fenómeno nos dejamos llevar del pesimismo. La Iglesia, decimos, en vez de avanzar retrocede. Y ahí nos quedamos.

Necesitamos imperiosamente poner los ojos en Jesús: ¿Qué podemos aprender del bautismo de Jesús para nuestro propio bautismo?

En el bautismo de Jesús, Dios Padre se hace presente, lo avala ante los hombres y lo envía. Además aparece el Espíritu Santo. Estaba anunciado en el Antiguo Testamento que el verdadero Mesías, el enviado de Dios, tendría el Espíritu Santo. Y sobre todo tenemos la declaración solemne de parte de Dios Padre: Jesús es el Hijo de Dios: “Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me complazco”.

Tenemos todavía otra nota importante en esta escena: “También Jesús fue bautizado”. Se bautizaban los pecadores que querían convertirse. Jesús no tenía pecado, ¿por qué se bautizó? -Porque cargó con el pecado de todos. Es un gesto admirable de solidaridad y de amor a los hombres. Jesús es lo que es, Hijo de Dios que tiene el Espíritu de Dios. Pero Jesús es lo que es para una misión: Luchar contra el pecado y liberar a los hombres del pecado y de sus consecuencias.

Jesús tomó conciencia de su vocación y se lanzó a la misión. Pasó por momentos de triunfo y de desencantos, por alabanzas y calumnias, pero él siempre obediente a la voluntad del Padre y fiel al Espíritu que lo animaba. Por un momento pareció que el pecado, los pecados de los hombres, lo aplastaban y lo vencían. Murió crucificado. Pero fue fiel y Dios lo resucitó, y el pecado y la muerte quedaron vencidos definitivamente.

Y desde entonces nació en el mundo una esperanza cierta: Está al alcance de la humanidad una vida eterna y feliz.

Y ahora vengamos a nosotros: Somos bautizados. Dios Padre nos ha llamado por nuestro nombre, y nos ha hecho hijos adoptivos suyos. Nos llamamos hijos de Dios, ¡y de verdad, lo somos! Tenemos el Espíritu de Dios, la fuerza de Dios en nosotros. Y claro, todo esto para una misión. Dios Padre cuenta con nosotros, hemos sido bautizados para luchar contra el pecado, para liberar a nuestros prójimos, de la esclavitud del pecado y de todas las esclavitudes consecuencia del pecado. Y ahora una pregunta: Nosotros bautizados, ¿qué hemos hecho de nuestro bautismo?

Es extraordinariamente grande nuestra dignidad de bautizados, pero es también extraordinariamente grande nuestra responsabilidad. Tenemos en nuestras manos un mensaje extraordinario para el mundo, para los jóvenes, para nuestros hijos: Nosotros podemos amar como Jesucristo nos ama, podemos perdonar como Jesucristo nos perdona, podemos liberar del pecado y de la injusticia a nuestros prójimos. Tenemos la eucaristía, la Palabra de Dios, los sacramentos.

No cabe el pesimismo ni el desaliento, solo cabe la alegría y la esperanza…, y salir a la calle y al mundo.

domingo, 6 de enero de 2019

FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR


-Textos:

       -Is 60, 1-6
       -Sal 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13
       -Ef 2, 2-3ª. 5-6
       -Mt 2, 1-12

Vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”

Hoy, seis de Enero de 2019, domingo y fiesta de la “Manifestación del Señor”. Los Reyes Magos nos ayudan a reconocer a Jesús, no sólo como Rey de Israel, sino como Dios y Salvador de todos los hombres, razas y pueblos.

¿Qué tienen los Magos, que les lleva al conocimiento de la verdad de Dios y a la fe? Ellos, muy probablemente, son astrólogos, especialistas en escudriñar los fenómenos naturales. Pero no se conforman con un conocimiento de datos puramente físicos y superficiales. Ellos saben descubrir en la naturaleza las huellas de Dios, perciben en una estrella el nacimiento del enviado de Dios, el Rey de los judíos.

Y se ponen en camino.

Buscando llegan hasta Jerusalén. Cuando desaparece la estrella, ellos siguen buscando y preguntan. Los sacerdotes y letrados saben la teoría y les dicen fríamente lo qué dice la Escritura. Los Magos escuchan la cita del Profeta como Palabra de Dios, la obedecen y llegan a Belén. Allí encuentran de nuevo la estrella.
Tomemos nota: la voz de la naturaleza, la estrella, y la voz de los profetas, la Palabra de Dios. Dos pistas que les llevan a descubrir en un niño pobre, recién nacido, a Dios.
Humildes y alegres adoran a Dios en Jesús y le ofrecen regalos, que es tanto como darse a sí mismos en los dones que regalan.

Todo esto, tan admirable y ejemplar, tienen los magos, que encuentran a Jesús y nos lo muestran a nosotros.

¿Qué tienen Herodes, los sacerdotes y letrados, y la ciudad de Jerusalén que oyen lo que dicen los Magos, pero en realidad, no se enteran de la gran Noticia? Herodes, ya sabemos, tiene miedo a perder el poder; los sacerdotes, letrados y ciudadanos de Jerusalén, tienen autosuficiencia, se creen ya poseedores de la verdad, no buscan y no encuentran. Uno y otros son incapaces de reconocer a Jesús como Dios y Salvador universal, y quedan como ejemplo de lo qué no hay que ser, si queremos descubrir la verdad de Dios y su salvación.

Pidamos hoy a los Reyes Magos el regalo de la gracia de Dios, para que los gobernantes de la tierra se preocupen menos de perder el poder y escuchen más la voz de los pobres y los humildes; para que los sacerdotes y teólogos no nos limitemos a explicar las Escrituras y los dogmas, sino que nos dejemos interrogar nosotros mismos por la Palabra de Dios que predicamos; para que los científicos y los investigadores no queden ofuscados por el descubrimientos de nuevas galaxias y nuevos elementos atómicos, y admitan la existencia de Dios que ha creado tales maravillas. Pedid vosotras, hermanas contemplativas, vivir con alegría y gratitud vuestra vocación para ahondar en la “lectio divina” y traducir en canto de alabanza los signos de los tiempos y el encanto de la naturaleza.

Y no olvidemos, la Epifanía es una fiesta misionera; el Hijo de Dios ha nacido en Belén y se ha hecho hombre, para salvar a todos los hombres, a los de Oriente y de Occidente, a todas las culturas de Asia, de África y de América, a todos los pueblos. Los Reyes Magos representan a todos los hombres. El Evangelio: el amor a Dios y al prójimos, el Dios justo y misericordioso, el perdón, y las bienaventuranzas son mensajes que necesitamos todos para vivir vida verdadera, y vida eterna. Despertemos el celo misionero, pidamos por los misioneros.

Queridos hermanos todos: Esta mañana la estrella de los magos se posa sobre el altar. En la apariencia material de unas migas de pan y unas gotas de vino, descubrimos la presencia humilde y amorosa de Jesucristo, verdadero Dios y Salvador de los hombres y del mundo.

martes, 1 de enero de 2019

FIESTA DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS


-Textos:
      
        -Nu 6, 22-27
       -Sal 66, 2-3. 5-6. 8
       -Gal 4, 4-7
       -Lc 2, 16-21

María, por su parte, conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Feliz y próspero Año Nuevo!

Cuántas veces hemos dicho ya, y vamos a decir, esta frase a lo largo de este primero de enero de 2019. Los deseos retratan a la persona y manifiestan su calidad humana. Este buen deseo de felicidad demuestra el aprecio que tenemos de la persona a la que nos dirigimos, pero además, deja patente una faceta muy buena y muy positiva de nuestra personalidad. De todas formas el “Feliz y próspero Año Nuevo”, tan repetido hoy crea un ambiente de alegría, y deja al descubierto mucho de lo bueno que tenemos las personas. Y esto sin duda lo bendice Dios.

Pero, la liturgia que los cristianos celebramos en este primero de año nos invita en llenar de contenido precioso los buenos deseos que pronunciamos.

Hoy celebramos, “La Jornada por la paz”. Así lo estableció el papa san Pablo VI. A decir verdad, la paz no es algo que se desea, es algo que se hace. Desear la paz es comprometernos a hacer la paz y a vivir en paz.

Paz, en primer lugar, en nosotros mismos, que requiere, paz con Dios, y coherencia con nuestros principios y valores.

Paz también con los demás; con nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, y hermanas de comunidad, también. Hacer la paz con todos, supone pensar, si las queremos y cuánto las queremos.

Paz también a nivel global. No digamos fácilmente: “Yo poco puedo hacer para parar las guerra, o para solucionar la emigración”. Podemos dar una opinión en una conversación, aportar una ayuda a una campaña, formar parte de una asociación, que me merece toda confianza. No podemos olvidar lo que nos ha dicho también san Pablo VI: “Si quieres la paz, lucha por la justicia”.

Y dejó para el final el tema más importante de la fiesta litúrgica de hoy: Santa María Madre de Dios. María es invocada con el título de Madre de Dios tanto en la Iglesia Occidental como en la Oriental; es el título que nos lleva al núcleo central del misterio de María. Todas las demás gracias y prerrogativas de María, Dios se las regaló para hacerla, eso, Madre de Dios, Madre suya.

La imagen de María, Madre de Dios, con Jesús en los brazos, tan conocida, expresa muy bien todo el misterio que celebramos. María concibió a Jesús y lo amó como nadie lo ha amado. Su corazón inmaculado tenía todas las virtudes: era generoso, activo, fiel al servicio de Jesús desde que lo concibió y sintió en su seno, en el anonimato de Nazaret, en la manifestación de la Bodas de Caná, en el Calvario, al pie de la cruz: Nadie ha amado y ama a Jesús, como María.

Precisamente por eso, nadie mejor que María puede ofrecer su Hijo a nosotros, los hombres y mujeres de esta tierra que necesitamos a Jesucristo para llegar al cielo. María, Madre de Dios, es para nosotros Madre de todas las gracias, y la más poderosa abogada e intercesora que podemos tener ante Dios en el cielo y en la tierra.

Esta mañana, en torno al altar, más que nunca, vamos a sentir, junto a nosotros, a la Madre de Dios y Madre nuestra, María, en el acto supremo de acción de gracias que, por Jesucristo podemos hacer los cristianos, la eucaristía.