domingo, 29 de julio de 2018

DOMINGO XVII T.O. (B)


-Textos:

       -2Re 4, 42-44
       -Sal 144, 10-11. 15-18
       -Ef 4. 1-6
       -Jn 6, 1-15

¿Con qué compraremos panes para que coman todos estos”?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

El milagro de la multiplicación de los panes y los peces es un milagro contado por los cuatro evangelistas; esto nos hace ver la importancia que tiene.

El evangelista san Juan, que es al que hemos escuchado hoy, al contar este hecho se fija más en el significado que tiene que en el hecho mismo.

La primera enseñanza podemos extraerla del final del relato: La gente admirada por el suceso del que habían sido testigos decía: Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo”.

Vemos a Jesús que mira a la gente, se da cuenta de que tienen hambre, porque le vienen siguiendo durante todo el día, y trata de hacer algo para saciar el hambre de personas que físicamente están hambrientas.

Luego, les predicará y les dará una preciosa catequesis, pero, primero, atiende a su necesidad inmediata.

Nosotros tenemos que saber mirar a nuestro alrededor, poner interés y descubrir las necesidades de las personas que tenemos delante, en casa, en el barrio, en el trabajo; y a las personas que la televisión, la radio y la prensa nos acercan y nos introducen en el campo de nuestra atención.

Jesús sabe lo que puede hacer y lo que quiere hacer, pero quiere contar con la colaboración de sus discípulos, y los compromete con su pregunta: “¿Con qué compraremos panes para que coman todos estos”?

Jesús, sin duda, quiere contar con nosotros. Para nosotros, cristianos, toda persona es mi prójimo y mi hermano; y sobre todo, el prójimo necesitado, es para nosotros presencia de Cristo: “Lo que hagáis a uno de estos más pequeños, conmigo lo hacéis”.

Y no valen las excusas: “¿Qué puedo hacer yo? Son problemas que me rebasan, que tienen que solucionar los políticos o los que tiene mucho poder…”

A Jesús le bastaron cinco panes de cebada y un par de peces, para hacer el milagro. Pero quiso contar con lo poco que podían aportar los que le seguían.
Lo que podemos poner de nuestra parte es siempre desproporcionado, para la magnitud del remedio que requieren los problemas humanos. Pero poner lo que está de nuestra parte es dar pie para que Dios haga lo demás.

Y Jesús hizo el milagro y se saciaron todos, y hasta hubo sobre abundancia. Jesús es el Salvador del mundo. Jesús, muerto y resucitado, ha vencido a la muerte y al pecado. Y no sabemos cuándo, pero sabemos ciertamente que llegará un día en que habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde abunde la justicia.

Pero Jesús, al dar de comer materialmente a los hambrientos de pan material, nos introduce a todos en el misterio de otro alimento espiritual, que es la eucaristía. Sacramento de la carne y la sangre de Jesús, el verdadero pan de vida, para saciar el hambre de Dios, que tiene todo corazón humano, porque nos da la vida eterna.

Vengamos a beneficiarnos de tan precioso don.


domingo, 22 de julio de 2018

DOMINGO XVI T.O. (B)


-Textos:

       -Je 23, 1-6
       -Sal 22, 1-6
       -Ef 2, 13-18
       -Mc 6, 30-34

Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En un domingo de verano y caluroso como hoy, ¡qué bien y qué oportunas suenas estas palabras que Jesús nos dirige hoy a nosotros!: “Venid vosotros a solos a un lugar desierto a descansar un poco”.

Necesitamos descanso y reposo. La vida es ritmo y si no respetamos ese ritmo, la vida no es fecunda, no da fruto; si no nos desgastamos y nos estresamos sin llegar a disfrutar de la vida y rendir como conviene.

Ya en los tiempos de Jesús ocurría lo que hoy ocurre a muchos sacerdotes y seglares dedicados al apostolado: “Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer”. Y lo mismo, o más, ocurre a mucha gente por razones de trabajo, de dificultades económicas, o simplemente, porque los afanes de la vida imponen un ritmo que no obedece al bien de la persona. Lo cierto es que “no encontramos tiempo"

Sin embargo, Jesús hoy se nos muestra con ese gesto tan humano, y tan humanizador y nos dice: -“Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”. Descanso, silencio, soledad…,para pensar, para reflexionar sobre la vida que llevamos y ver si vivimos como queremos vivir y nos gusta vivir o vivimos arrastrados por la corriente en la que nos hemos metido o nos han metido… Unos días, un lugar tranquilo para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios, o para encontrar a Dios en nosotros mismos, escuchar su palabra y rehacer nuestra vida desde Dios, desde nosotros mismos, atendiendo a lo mejor y más íntimo que somos y tenemos.

Vosotras queridas hermanas benedictinas sois privilegiadas y envidiables. Desde los primeros años de vuestra vida, quizás, como dice el profeta, “desde el seno materno”, habéis descubierto la sabiduría del silencio, de la soledad, del camino fascinante y desconocido que recorre los rincones y los prados del mundo interior, del mundo donde Dios sale al encuentro y nos habla, y nos da luz y paz para afrontar la vida diaria y el mundo exterior y la relaciones personales, y de los trabajos necesarios. Es admirable este aspecto tan característico de vuestra vocación y sois un faro de referencia que orienta la vida de todos nosotros como cristianos y como personas humanas sencillamente.

Pero vosotras necesitáis, también, estar en guardia y revisaros desde las palabras de Jesús. La vida moderna tiene exigencias y modos de vida que son como aguas escurridizas incontenibles, capaces de penetrar e inundar hasta los claustros del monasterio. Lo sabéis muy bien y por eso es menester estar atentas y cuidar ese carisma característico de vuestra vida: oración, silencio y ese ritmo de vida tan sabio y tan reconocido universalmente, “ora et labora”, y tan conforme a la primacía de Dios y al evangelio de Jesús.

Así podéis ser para los demás, para nosotros, ese faro de referencia que ilumina y ese espacio de acogida; y donde podemos, los de fuera, poner en práctica las palabras que hoy nos recomienda Jesús: -“Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”.


domingo, 15 de julio de 2018

DOMINGO XV T.O. (B)


-Textos:

       -Am 7, 12-15
       -Sal 84, 9-14
       -Ef 1, 3-14
       -Mc 6, 7-13

Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos:

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Tiempo de verano, tormentas y calor. Parece que todo invita al descanso y a la distensión. Jesús, sin embargo, nos dice que vayamos a anunciar el evangelio. Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos”. La llamada se dirige directamente a los Doce apóstoles, pero en ellos estamos representados todos.

Porque, no debemos olvidar, hemos recibido la gracia de la fe en Jesucristo para ser anunciadores, propagandistas del Evangelio de Jesús. En todo momento y en cualquier circunstancia, en la familia y en el trabajo, con los amigos y con otras personas con las que entramos en conversación; en tiempo de navidad, en cuaresma y en verano. Como seguidores de Jesús, hemos de procurar que Jesús y su evangelio sean conocidos.

Jesús, al enviarnos dice que “llevemos para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja ni dinero suelto”. Nos está diciendo que confiemos en Dios y confiemos en él; que no nos justifiquemos diciendo que no tenemos el don de la palabra o que no tenemos conocimientos suficientes, o excusas parecidas.

Y es que para anunciar el evangelio, lo más importante, en primer lugar, es confiar en Jesús. “No tengáis miedo”, nos ha dicho en otra ocasión: “Os daré mi Espíritu para que en cada momento sepáis decir lo que conviene”.

Y en segundo lugar, para anunciar el evangelio es necesario el entusiasmo, y el convencimiento firme de que Jesús es de verdad el Salvador del mundo, el que abre horizontes de vida eterna, el que libera del miedo a la muerte y de todos los miedos.

Permitidme una pregunta: ¿Estamos convencidos de que Jesucristo es de verdad necesario para para que este mundo se arregle y pueda vivir en paz y en justicia? ¿Creemos de verdad que Jesús es necesario para controlar nuestras pasiones y poder amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos?

Vivir la experiencia de que Jesucristo da sentido a mi vida y de que los demás pueden, como yo, encontrar también en él razones para vivir, para luchar, para amar y para superar la desgracia y el dolor.

Confianza en Jesucristo y alegría de creer en él. Y no hace falta ni alforjas ni dinero para ser testigos y anunciadores del evangelio.

Y si me permitís, os propongo dos oportunidades muy concretas de anunciar evangelio; válidas para todo tiempo, pero quizás más propicias en el verano, cuando vamos de vacaciones, de viaje y ocurren ocasiones de relacionarnos con gente diferente: La primera, escuchar a los demás con interés y respeto, y luego exponer mi opinión conforme a lo que enseña Jesús y la Iglesia, también con respeto y libertad. La segunda oportunidad es más concreta todavía: Ir a misa, manifestar con sencillez el interés que tengo, el domingo, por supuesto, y en días de labor también por participar en la eucaristía.

Esto es lo que vamos a hacer ahora.

miércoles, 11 de julio de 2018

FESTIVIDAD DE SAN BENITO


-Textos

       -Pr 2, 1-9
       -Sal 33, 1-8
       -Ef, 4, 1-17. 11-13
       -Lc 22, 24-30

Hijo mío, si prestas oído a la sabiduría…, comprenderás lo que es temer al Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios” (Pr 2, 2. 5b).

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En el libro de los Proverbios la sabiduría y temor de Dios son dos sentimientos íntimamente relacionados. Sabiduría es el arte de vivir bien, de saber vivir; sabio, en este mundo, es el hombre que sabe llevar una vida satisfactoria, en buena relación consigo mismo, con el prójimo y con Dios. En definitiva la sabiduría es vivir conforme a la voluntad de Dios; tiene temor de Dios el que ama la voluntad de Dios y la cumple porque 
la ama.

San Benito, en el Prólogo de la Regla, vosotras madres benedictinas lo sabéis de memoria, dice: “El que tiene oídos para oír, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. Y ¿qué dice? “Venid, hijos, escuchad, os enseñaré el temor del Señor”(Prol.12-13).

(Nos podemos preguntar cómo se explica que una Regla escrita para monjes y monjas haya podido ejercer un influjo espiritual, social y cultural tan positivo y tan fuerte, desde comienzos del siglo sexto hasta nuestros días. Y podemos responder: La Regla que San Benito escribió tiene el carisma de la auténtica sabiduría bíblica, y encierra el secreto del verdadero arte de saber vivir).

(Vosotras, queridas hermanas benedictinas nos podríais ayudar a entrar no tanto en la vida y obras exteriores de vuestro Padre, san Benito, como en su alma en su vida interior, en su relación con Dios. Tomo una opinión del Padre Colombás):

Para él hay dos virtudes que caracterizan certeramente el retrato espiritual de san Benito, y que ´´el ha dejado plasmado en la Regla: El sentido religioso de la vida y la humildad.

Podemos decir que desde su nacimiento la orientación religiosa de la vida enseñorea todo su espíritu dominado por una irresistible aspiración hacia Dios; desde niño manifiesta que no encuentra encanto a la vida del mundo, y sin vacilaciones renuncia a los estudios profanos para retirarse al desierto. Para vivir solamente bajo la mirada del eterno espectador se retiró en los primeros pasos de su vocación a una cueva solitaria.

Esta irresistible aspiración hacia Dios queda plasmada claramente en la Regla, a lo largo de todos sus capítulos. Es uno de los rasgos que explica la calidad y la fuerza transformadora que tiene la Regla.

La segunda virtud sobresaliente del alma de san Benito es la humildad. Su alma humilde queda reflejada en muchos lugares de la Regla, pero especialmente en el capítulo séptimo, que lo titula precisamente capítulo sobre la humildad. La divina Escritura, hermanos, clama diciendo: “Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. Para San Benito la cumbre de la humildad coincide con la cumbre de la santidad. Este capítulo séptimo es como la escala de Jacob. San Benito dice: “por la exaltación se baja y por la humildad se sube”. De grada en grada, de virtud en virtud vamos, ascendiendo hacia la humildad perfecta, y entonces alcanzamos a Dios.

Ahora entendemos mejor los textos litúrgicos que iluminan esta celebración litúrgica de la fiesta de San Benito:

La primera lectura nos invita encarecidamente a descubrir la verdadera sabiduría, el verdadero arte para vivir bien; en la Carta a los Efesios hemos escuchado esta afirmación rica y profunda que habla de la suficiencia envolvente de Dios y refleja muy bien el espíritu de san Benito: “Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos”. Y en el evangelio esta catequesis tan querida y tan bien aplicada por san Benito: “Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna como el que sirve”.

Cuánta vigencia tienen estas enseñanzas de san Benito y de la liturgia de su fiesta para la sociedad actual en la que vivimos, para vosotras, queridas hermanas y para todos,

El sentido religioso de la vida, el deseo envolvente de Dios, es el manantial del que brota el agua viva que nutre y fecunda las semillas de todas las virtudes; la humildad es el medio divino, la base y la cima de la vida espiritual y del encuentro con Dios.

domingo, 8 de julio de 2018

DOMINGO XIV T.O. (B)


-Textos:

       -Ez 2, 2-5
       -Sal 122, 1-4
       -2Co 12, 7b-10
       -Mc 6, 1-6

No desprecian a un profeta más que en su tierra…”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En Pamplona, los sanfermines, en los pueblos, cosechando, y mucha, mucha gente de veraneos, en casa o fuera de casa.

El mensaje que nos traen las lecturas es serio y da mucho qué pensar.
Recordemos la escena que acabamos de escuchar. Jesús se presentó en su propio pueblo a anunciar el evangelio, la noticia de que el Reino de Dios esperado había llegado, y que era él, el propio Jesús, el enviado de Dios para anunciarlo.

Los paisanos de Jesús lo rechazaron y lo rechazaron con un cierto tono de menosprecio: “No es este el carpintero… Y sus hermanas, (sus primas y parientes), ¿no viven con nosotros?”. Los vecinos de Nazaret creen que lo conocen de sobra, porque conocen a Jesús desde niño, como hombre, hijo de María y trabajador de pueblo.

Pero Jesús, hijo de María, es Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz de luz. Y la autosuficiencia de sus paisanos, y una idea ya prefijada de quién y cómo era Dios, y qué debía pedirles, les impidió abrirse a la fe; a la fe, que es don de Dios, y que es disposición humilde y abierta a lo que Dios pueda pedir, aunque sea lo más imprevisto.

El mensaje de Dios en este domingo es que pidamos el don de la fe.

Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Dios, para salvar este mundo, ha escogido un plan que a nadie se le podría haber ocurrido. Ni a políticos, ni a sabios, ni a especialistas en la biblia.

Sólo un grupito de gente sencilla y pobre, pero tocada por la gracia de Dios, siguió a Jesús y no se escandalizó de él. Los autosuficientes, los que creían que ya lo sabían todo, lo rechazaron.

Dios, muchas veces, se nos presenta en el camino de la vida de manera desconcertante.
Nosotros estábamos tranquilos con nuestra manera de practicar la religión: la misa, el trabajo, las vacaciones, las revisiones médicas rutinarias, los cuidados de la familia, las limosnas… Vosotras, benedictinas, los rezos y cantos del coro, los oficios bien llevados. Creíamos que eso era lo que Dios quería de nosotros. Pero he aquí que de pronto llega algo inesperado, algo nuevo y que no se parece en nada a lo que yo pensaba que Dios me podía pedir: La enfermedad, una hija que se queda sin trabajo, un mensaje de Cáritas que nos impacta, un favor que me pide un amigo en apuros…. Algo muy sencillo, muy de problemas de la vida, como de cosas de carpintero, que parece no tienen nada de divino… ¿Cómo entender que ahí está el Señor?

A los de Nazaret Dios se les apareció en el joven carpintero. Lo más divino de Dios se nos puede presentar en lo más humano.

Esta mañana el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, se nos presenta ya no solo como hombre, sino en la humildad de unas gotas de vino y unas migas de pan. Creamos y comulguemos con fe.


domingo, 1 de julio de 2018

DOMINGO XIII T.O. (B)


-Textos:

       -Sab 1, 13-15; 2, 23-25
       -Sal 29, 2-6.11-13
       -2Cor 8, 7-9.13-15
       -Mc 5, 21-30.33-43

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Dios no hizo la muerte... Todo lo creó para que subsistiera… “No temas; basta que tengas fe”

Primer día de julio, domingo; algunos, los que pueden, habrán salido de vacaciones o estarán preparando el viaje y las maletas; otros piensan en los “Sanfermines”, muchos en el partido de futbol de esta misma tarde; habrá quien no pueda quitar de su pensamiento la preocupación por las dificultades económicas, o los problemas político-sociales de los refugiados y emigrantes.   

Nosotros no podemos vivir sin celebrar el domingo, aquí encontramos a Jesucristo como Señor y dador de vida. Nos alegra y nos llena de esperanza. ¡Qué reconfortantes las afirmaciones de la primera lectura: “Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera… Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”.
Dios no es un Dios de muertos sino de vivos”. Jesucristo, su Hijo, es Señor de vivos y muertos.
Lo vemos muy claro en el evangelio que hemos escuchado:
 
Una mujer enferma y, además, marginada. Porque su enfermedad estaba declarada como impura y la gente debía huir de ella para evitar el contagio. Una niña que agoniza y muere. Un contrasentido, un absurdo que provoca el dolor de su padre y de toda su familia.., y de todos.
En medio de estas tragedias de la vida humana se encuentra Jesús y se muestra como Señor y dador de vida: cura a la mujer enferma: “Vete en paz y con salud”; resucita a la niña ya difunta: “Talitha qumi”: “Niña contigo hablo, levántate”. Y la niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar”.

Jesucristo hace verdaderas las palabras del Libro de la Sabiduría: “Dios no hizo la muerte… Dios creó al hombre para la inmortalidad”.

No temas; basta que tengas fe”. Hoy estamos invitados todos a creer en Jesucristo, dador de vida. Y la fe provocará en nosotros la esperanza y los motivos para la fiesta. Para ello, tenemos que creer, y creer en Jesucristo.

Hoy, queridas hermanas benedictinas y queridos todos, no soplan vientos favorables para la fe. Mucha gente es crédula: cree a pie juntillas, acríticamente, es decir sin pensar mucho, y creyendo más de cuanto se debería creer, por ejemplo, en el dinero, en el señuelo del consumismo, en las afirmaciones de los científicos, en los adelantos de la técnica… Pero rechaza la fe como confianza merecida y razonable, sobre todo, reniega de la fe religiosa. Vive como si Dios no existiera.

Ahora vemos la importancia que tiene el “Credo”, que recitamos en la eucaristía de cada domingo.
Jesucristo nos dice hoy: “No temas; basta que tengas fe”, “porque Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes”.

Digamos con más convicción que nunca: “Creo en Dios Padre….”