domingo, 5 de abril de 2020

DOMINGO DE RAMOS (A)


-Textos:

       -Is 50, 4-7
       -Sal 21, 8-9. 17-24
       -Fil 2, 6-11
       -Mt 26, 11-54

"¿No habéis podido velar una hora conmigo?"

Queridas hermanas benedictinas:

Semana Santa marcada y condicionada por la tremenda pandemia del coronavirus. Aquí la comunidad con vuestro capellán tenemos la gracia de poderlas hacer en vivo y en directo, a puerta cerrada y con las simplificaciones, que nos piden los superiores.

El tono y el mensaje de la eucaristía de este domingo de Ramos nos vienen dados, sobre todo, desde la proclamación de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo. Permitidme que centre vuestra atención en una sola escena: La oración de Jesús en el Huerto.

En ella aparecen los sentimientos más íntimos, más profundos y más humanos de Jesús ante la perspectiva de una muerte ya inminente. Tristeza, congoja, angustia sentidas hasta el límite de la resistencia quedan selladas y superadas en la oración de Jesús al Padre: “Padre, si es posible que se aparte de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.

Pero la circunstancia especial que estamos viviendo en la sociedad y en la Iglesia a causa de la pandemia del coronavirus, me lleva a considerar también la segunda parte de esta escena y llamar vuestra atención sobre la soledad hiriente y dolorosa que tuvo que sentir Jesús aquella noche en el Huerto.

Desde los primeros momentos de su pasión Jesús da muestras de que está con sus discípulos: “…En tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos” (26,18); “Quedaos aquí, mientras yo voy allá a orar”. Pero los discípulos no están con él: ¿No habéis podido velar una hora conmigo? “En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron” (26, 56).

No podemos comprender cómo los discípulos pudieron dormirse aquella noche, cuando había participado en la Ultima Cena y escuchado las palabras de Jesús, cuando habían prometido solemnemente no abandonarlo… Y a las pocas horas, lo dejan sólo. ¡Qué dolor para Jesús, preso y camino ya de la sentencia de muerte, verse solo y abandonado!

Tenemos que empatizar con él, sentir los mismos sentimientos, precisamente estos días y en estas celebraciones cumbres del misterio Pascual. Es gracia de Dios que tenemos que pedir y es gracia a la que nos tenemos que disponer con nuestro esfuerzo y con la penitencia.

Pero volviendo a la circunstancia de la pandemia que sufrimos y nos amenaza: Jesús en el Huerto de los Olivos sufrió ante la amenaza de su muerte inminente y ante el abandono y la soledad. En su sufrimiento estaba nuestro sufrimiento y el sufrimiento también de cuantos mueren solos, víctimas de coronavirus, porque la familia y amigos que querrían acompañarlos no pueden acercarse a causa del peligro de contagio.

Jesús en la soledad y el abandono que sintió en su pasión asumió el dolor de todos cuantos sufren soledad y abandono en esta pandemia y en cualquier otra situación que tantas veces proporciona la vida.

Y al asumir nuestras soledades y nuestros sufrimientos arrojó sobre ellos una luz de esperanza: La soledad, el dolor, el sufrimiento humanos no son males absolutos, pueden ser superados. Jesucristo resucitado los ha vencido, para que nosotros no nos dejemos hundir por ellos. Nosotros venceremos. Pero no dejemos solo a Jesús en esta Semana Santa.