domingo, 14 de abril de 2024

DOMINGO III TIEMPO PASCUAL (B)

-Textos:

            -Hch 3, 13-15. 17-19

            -Sal 4, 2. 4. 7. 9

            -1 Jn 2, 1-5ª

            -Lc 24, 35-48

 “Se presentó Jesús en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Jesús, el crucificado, el resucitado, se presenta a sus discípulos reunidos y les saluda, deseándoles y ofreciéndoles la paz. La paz “Shalóm",  es el don de los dones, el resumen de todos los dones que puede desear y recibir de Dios un hombre, un creyente. No es esta la primera vez que Jesucristo resucitado se aparece a sus discípulos con este saludo, que es, al mismo tiempo una gracia de Dios para los suyos. Jesús resucitado es en grado eminente dador de paz. “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor. Cantan los ángeles en el portal de Belén”.

No es meramente un deseo, es una gracia, una gracia de Dios que nos hace bien a todos, nos hace  felices. Sin duda todos nosotros alguna vez y muchas veces tenemos la experiencia de que Jesucristo nos ha dado paz, serenidad e incluso gozo.  Y esto se debe a que Jesús siempre puede, y lo hace dándonos aquella gracia que es respuesta a los deseos más profundos de nuestro corazón. Nosotros somos criaturas de Dios, somos imagen de Dios, Dios es amor, y nosotros en el manantial más hondo y fecundo de nuestro ser somos amor, tenemos sed de amor, y no de cualquier amor, sino de un amor tan limpio, tan puro como el amor de Dios. El ser humano busca ávidamente o desesperadamente la felicidad.  Y tantas veces la buscamos, donde la felicidad no está o está solo en migajas que no pueden satisfacernos plenamente.

Jesucristo, vencedor de la muerte y del pecado, verdadero Dios y verdadero hombre, que ha experimentado el dolor, la muerte, el fracaso, pero que ha resucitado, ha vencido a la limitación más grande que  tenemos como seres humanos, la muerte, y también al engaño más seductor que nos tienta, el pecado, Jesucristo viene a nuestro encuentro, como vino al encuentro de los discípulos reunidos, viene y nos  dice: “Paz a vosotros”. Con todo su corazón, con las manos abiertas y nos ofrece la paz, la paz verdadera, la que sólo  Él, Dios y hombre verdadero sabe y puede dar.

Y nosotros no acabamos de creer. Decimos que no lo vemos, que no lo sentimos, que nos deja solos ante las dificultades de la vida y ante lo atractivo que es un viaje a las Canaria o a las islas Filipinas o a Nueva York. No contamos a los demás lo cansados que hemos venido de las vacaciones, y la escasez de recursos económicos que nos quedan para atender  a Caritas o a las asociaciones que  ayudan a los países en guerra.

Jesucristo nos dice: “Paz a vosotros”. Preguntaos, preguntaos, si cuando buscáis descanso, sosiego armonía con vosotros mismos, descanso, paz habéis dado con precisión  en el blanco de la paz verdadera.

Esta mañana, en esta misa,  vamos a pedir a Jesucristo Resucitado que nos abra el entendimiento: Y tomemos en serio y para siempre las palabras que dijo a los discípulos y nos dice hoy a nosotros: “Está escrito: el Mesías padecerá, resucitará  de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Queridas hermanas, queridos hermanos todos: Creamos, pidamos la gracia de la fe y encontraremos la verdadera paz del corazón.

domingo, 7 de abril de 2024

DOMINGO II DE PASCUA (B) DIVINA MISERICORDIA

-Textos:

-Hch 4, 32-35

-Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24

-Jn1a, 5, 1-6

-Jn 20, 13-31

 

“Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios” “El grupo de los creyentes  tenía un solo  corazón y una sal alma”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Hoy, segundo domingo de Pascua, por una reciente disposición del recordado papa Juan Pablo II, el segundo domingo celebramos el domingo de la misericordia. Antes hablábamos del domingo “in albis”.

Era el domingo en que los bautizados adultos que en  la Vigilia pascual habían recibido el bautismo, venían a la iglesia vestidos con túnicas blancas (albas). Después de una oración y una bendición especial, se despojaban de la vestidura blanca y, vestidos como los demás, se incorporaban a la comunidad cristiana ya como cristianos adultos. Era un domingo de gran alegría, había crecido y se renovaba la comunidad.

            Hermanas  y hermanos: El bautismo  que hemos recibido es la gracia más grande que Dios nos ha regalado en esta vida. Todas las demás gracias que hemos recibido y podamos recibir en el futuro no son tan ricas, tan grandes ni tan fundamentales como la gracia primera, la gracia bautismal. En el bautismo, Dios vino a decirnos: “Javier, Andrés, María, Socorro…, hoy hago una  alianza contigo, te hago  hijo o hija mía, porque te doy la vida divina, la vida de mi Hijo Jesucristo; tú vas a ser para siempre hija, o hijo de Dios (hijo o hija adoptiva, pero ciertamente, la vida que recibiste de tus padres, ahora por el bautismo la enriquezco con la vida divina, la vida de Jesucristo, que murió por ti y que ha resucitado. Además te infundo el Espíritu Santo, para que puedas desarrollar esa vida divina incipiente que ahora te doy. Pero ten en cuenta algo importante: “Yo soy fiel y voy a ser fiel a mi alianza”. Si alguna vez tú te apartas de mí por el pecado o por la debilidad de tu fe,  yo no me apartaré de ti. A mí no me vencen tus pecados; Jesucristo, mi Hijo en la cruz los ha vencido todos. Donde abundó el pecado, ha sobreabundado la gracia. Yo puedo perdonarte, siempre que tú te arrepientas y me pidas ayuda, te dará mi mano y volveremos a caminar juntos. Has recibido el bautismo eres hijo mío para  siempre.

¡Cómo debemos agradecer la gracia del Bautismo! Cómo debemos cuidarlo y cultivarlo!

No debe extrañarnos que el papa San Juan Pablo II tuviera la feliz idea de declarar este domingo “in albis” en Domingo de la Misericordia.

Una de las maneras de entender la misericordia es definirla como “el amor que perdona”, y también como “el amor que ayuda al necesitado”.

Os dejo con dos textos bíblicos para que los meditéis en este domingo “in albis” y “de la misericordia”: El primero es del evangelista san Juan “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). La segunda es de san Pablo: Ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguno a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Ro 5, 7-9)