domingo, 14 de julio de 2024

DOMINGO XV T.O. (B)

            -Am 7, 12-15

            -Sal 84, 9abc. 10-14

            -Ef 1, 3-14

            -Mc 6, 7-13

Jesús llamó a los doce y los fue enviando …”Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos: Hoy se acaban los “sanfermines”, nos encontramos en pleno verano. Los agricultores están cosechando las mieses; muchos, mañana saldrán de veraneo. Es domingo y muchos cristianos atenderemos la voz de la Iglesia que nos dice en el evangelio: -“Jesús llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más…ni pan, ni alforja ni dinero…”

Jesús que nos dice que vayamos de dos en dos, para que seamos más creíbles; nos da poder para echar demonios, es decir, liberar a las personas de la inclinaciones propias  y de los poderes del demonio que nos inclinan al mal, al pecado, a no tener en cuenta a Dios, y a hacer daño al prójimo.

Sí, los cristianos, si vamos en nombre de Jesús  y en las condiciones que nos indica, tenemos poder para sembrar el bien, luchar contra el mal y dar lugar a que muchas personas caminen felices cumpliendo la voluntad de Dios y mostrando todo lo bueno que hay en su corazón y amando al prójimo como a sí mismos.

Jesús es muy buen maestro y muy concreto al enseñarnos lo qué debemos hacer, para ser misioneros del bien y de la verdad del evangelio: “Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que lleven sandalias, pero no una túnica de repuesto”. Como ha dicho algún comentarista actual: “Jesús imagina a  sus discípulos como caminantes; nunca instalados. No atados ni a nada ni a nadie. Solo con lo imprescindible”

Jesús nos envía a todos sus seguidores a transmitir la fe: el papa, los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, hombres y mujeres, catequistas,… a todos. Y nos dice que vayamos solo con lo imprescindible.

Este detalle, no es un detalle pequeño, es fundamental. Jesús, lo sabemos muy bien, quiere predicar un Dios que no es poder, sino amor. Un Dios que no quiere  tener otra fuerza de convicción que el amor. El amor no se impone, se oferta. Dios nos hace  libres y respeta nuestra libertad. Dios es amor y cree en la fuerza infinita de su amor. También cree que el hombrees imagen suya y tiene vocación de amor, es sensible al amor, sobre todo al amor infinito de Dios.

Por eso Dios quiere ganarse nuestro amor, manifestándonos el infinito amor que nos tiene.

De ahí que nosotros, que de alguna manera, y de muchas, hemos conocido el amor de Dios manifestado en Cristo, que nos ha amado tanto que ha dado la vida por nosotros; nosotros que tenemos deseos inmensos, o deberíamos tenerlos, de manifestar a nuestro prójimos el amor con que somos amados por Dios, no debe asustarnos que Jesús nos envíe con solo lo imprescindible a transmitir la fe a los jóvenes, a nuestros hijos, a aquellos que no la conocen, y a los que la han conocido y la han abandonado. Sí, y sin pan ni alforja, un bastón y nada más.

Para atraer  a nuestros prójimos a la fe en Dios y en  Jesucristo, no confiemos en  el poder de las armas, ni en el dinero, ni en las artimañas para manipular las conciencias, sin respetar la libertad ni la inteligencia.

Nosotros que hemos conocido el amor que Dios nos tiene, somos libres para prescindir de esos poderes y queremos confiar en Dios, solo  en Dios, y en su Hijo, Jesucristo, que “habiéndonos amado nos amó hasta el extremo” y dio la vida por nosotros.

domingo, 30 de junio de 2024

DOMINGO XIII T.O. (B)

-Textos:

            -Sab 1, 13-15; 2, 23-24

            -Sal 29, 2. 4-6. 11. 12a. 13b

            -2 Co 8, 7. 9. 13-15

            -Mc 5. 21-43

 Hija, tu fe te ha salvado”. “No temas. Basta que tengas  fe”.

Queridas hermanas y queridos hermanos, todos:

En Pamplona, ciudad, todo huele a sanfermines. Aquí, y gracias a nuestras hermanas contemplativas, benedictinas, todo huele a domingo, día del Señor, día de los cristianaos; día para templar nuestra fe a la luz de la palabra de Dios y la Eucaristía.

¡Qué gracia tan grande y qué gran perspectiva tan hermosa para vivir la  vida, es la fe. La fe en Jesucristo y en los que él nos enseña con su vida y su evangelio.

San Marcos, nos cuenta dos milagros de Jesús: el primero es el de la hemorroisa. Una  mujer que padece flujos de sangre, y que le obliga, debido a la mentalidad de aquel tiempo, a vivir separada de la gente, sin encontrar remedio que la cure. Temerosa, no quiere llamar la atención de nadie, se acerca a Jesús, pero por la espalda. Cree en Jesús, en su  poder y en su querer hacer el bien; cree que con solo tocarle el manto le bastará para ser curada por el Señor. Y así sucede. La fuerza salvadora de Jesús brota de él, y pregunta públicamente: “¿Quién me ha tocado?”. La mujer enferma se ve descubierta…y temblorosa se echa a los pies de Jesús. Jesús lejos de reprenderle le dice: “Hija tu fe te ha salvado”. La fe gana el corazón de Jesús.

Marcos nos cuenta hoy otro milagro de Jesús: El jefe de la sinagoga acude a Jesús, diciéndole: “Mi hija está en las últimas, ven para que se cure y viva”. Jesús va, pero mientras se acerca a casa del encargado de la sinagoga, unos criados se adelantan a decirle que ya  es tarde. La niña ha muerto y no hay remedio. Jesús se  dirige al padre de la niña y le dice: “No temas. Basta que tengas fe”. De nuevo, Jesús reclamando la fe de los que le piden su ayuda.

Ya sabemos el final, Jesús devuelve la vida a la niña.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos: ¡Qué precioso don es la fe¡ La fe viva, sentida de verdad, que nos lleva a una conducta coherente y efectiva, a amar a  Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Es decir, no solo a pedir cuando necesitamos, sino a dar, a ofrecernos a Dios y a los hermanos, lo que Dios nos pide y los hermanos necesitan.

Esta fe fuente del amor, de la caridad y de la esperanza cristiana, que da sentido a nuestra vida; cuando las cosas van bien vamos a Dios y le damos gracias, cuando las cosas van menos bien o van mal, nos lleva no a renegar de Dios, sino  a contemplar a Jesús  crucificado, diciéndolo como Pedro: “A donde quién vamos a acudir. Solo tú tienen palabras de vida eterna”.

Esta fe, ciertamente es don  de Dios, gracia inmensa de Dios. La hemos encontrado en la Iglesia, muchos de nosotros, gracias a nuestra familia. “Venimos de Dios, vamos a Dios, y de Dios a Dios, Jesucristo Camino, verdad y vida”. Vivir dentro de este horizonte de vida: nos llena de  alegría y contento, nos da fuerza en los momentos difíciles, cuando nos ocurren cosas que no entendemos cómo nos pueden pasar, esta fe hay que cuidarla.

La fe la ponemos en peligro, cuando  vivimos en un lujo excesivo, o una ambición insaciable por el dinero, o el vicio y las drogas, u olvidando a los necesitados y enfermos o los de sin trabajo. Estas actitudes y otras parecidas nos llevan a abandonar la fe.

Para cuidar la fe, primero, la oración y la acción de gracias, acudiendo a los sacramentos a la eucaristía y la penitencia, si necesitamos; y sobre todo, viviendo con coherencia, con verdad y no  por cumplimiento y por rutina o por parecer bien. La fe es un don de Dios, pero es también una responsabilidad.

domingo, 23 de junio de 2024

DOMINGO XII, T.O. (B)

-Textos:

            -Job 38, 1. 8-11

            -Sal 106, 23-26. 28-31

            -2 Co 5, 14-17

            -Mc 4, 35-41

 “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”

El mar, admiración por grandiosidad; y caos por el peligro de fuerzas demoníacas.

Los discípulos en la barca (Iglesia), es de noche. Se levanta la tempestad. Oleaje, la barca se llena de agua, se hunde.

Jesús cansado, duerme: Parece como si los dejara abandonados en el peligro. Los discípulos tienen reparos para despertarle, pero al fin, le gritan: -“Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”.

Los discípulos lanzan en cierto sentido un grito de protesta. Como nosotros, cuando a lo largo de nuestra vida nos vemos azotados  por tempestades, problemas que nos sacuden como el viento y nos angustian; dudas que nos sumen en la noche; nuestra barca, nuestras convicciones de fe se descalabran. Imploramos a Dios y nos parece que no nos oye, que no se interesa por nuestra angustia ni por el peligro  que corremos.

Y nos preguntamos: “¿Dónde está Dios?”. Y si está, “¿por qué está dormido?” “¿Por qué no se une con nosotros a sacar agua de nuestra barca y de nuestra fe? ”. “¿No le importa que nos hundamos?”.

Jesús quiere que lleguemos a hacernos preguntas como estas, que no nos quedemos en la superficie de nuestra vida, sino que  aprendamos a vivir desde la dimensión trascendente y religiosa de la vida. Somos seres para la eternidad, no vivamos en la superficie de las aspiraciones de ganar, gastar, comprar y vender, y acudir al médico. Y ahí se acaba todo. Tanto luchar, y al final nos vamos de este mundo sin haber satisfecho plenamente ninguno de nuestros sueños, ni de nuestros deseos y ambiciones.

Nos viene muy bien, y necesitamos vernos en el trance de la barca de nuestra vida que se nos hunde. ¿Señor, ¿existes? ¿Es verdad que cuidas de mí?, ¿Qué me quieres? ¿Por qué me siento abandonado o abandonada? ¿Por qué me vienen encima tanto problema, tanto dolor? Es cierto que nos morimos, pero, ¿hay algo después?

Estas preguntas y estos momentos, no son ni tragedias, ni tonterías, podemos convertirlos en gracias de Dios que nos llevan al fondo de nuestra existencia, y a oír la voz del corazón. Porque nos permiten ir hasta Dios, dar sentido a nuestras prácticas religiosas y a tomar en serio la honradez en nuestros trabajos. Si vivimos desde la voz de la conciencia y en el silencio o en la oración, dejamos que surjan las preguntas que laten en el corazón, cobrarían un sentido nuevo los sacramentos, la eucaristía, la confesión, la devoción  a la Virgen, y también las relaciones con nuestra familia, y con la gente y hasta el modo de gastar el dinero, y de trabajar. Dejaríamos de vivir entre dos aguas: entre seguir a Jesucristo y su evangelio, y a la vez, vivir al aire de los modos y las modas que se llevan en el mundo.

Sí, vosotras hermanas los sabéis muy bien: necesitamos pararnos, hacer silencio y oración, escuchar, qué llevamos dentro… Sentiríamos paz; sentiríamos al Señor que dice en medio de nuestros problemas y angustias: “Paz, silencio”. Y que también nos dice: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”

 

 

 

 

 

 

domingo, 9 de junio de 2024

DOMINGO X T.O. (B)

-Textos:

            -Gn 3, 9-15

            -Sal 129, 1b-8

            -2 Co 4, 13-5, 1

            -Mc 3, 20-35

¿Dónde estás?

Esta sociedad ha perdido la capacidad de entrar en el fondo de la existencia, vive en la superficialidad. El hombre de hoy se resiste a la profundidad. El Concilio, sin embargo, afirma que nadie puede escapar a preguntas como ¿De dónde vengo a dónde voy? ¿Qué sentido tiene mi vida?

Sin embargo estas preguntas nos llevan, nos exponen al encuentro con Dios y al encuentro verdadero con las personas (marido, mujer, amigos…) Hoy: Dios mismo, nos pregunta: ¿Dónde estás?

En el evangelio, Jesucristo trata de varios temas, insiste sobre todo en la familia: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”.

No debemos interpretar como que desprecia los lazos de sangre. Es ha venido a proponernos el Reino de Dios. El Reino de Dios es la irrupción nueva y más intensa y generosa del amor  de Dios en el mundo. A este acceso novedoso se llega mediante la fe firma en Jesús.  “Jesús es el camino, la verdad y la vida”. Esta realidad da lugar a que todo lo humano, toda la creación, el matrimonio, las relaciones de amigos, el modo de llevar los trabajos y los negocios, el modo de afrontar los fracasos, o las enfermedades, todo pueda quedar impregnado y revestido de un amor de Dios, cualitativamente nuevo, mucho más intenso, rico y poderoso.

Amar, amar como nos amó y nos ama Jesús.

Cuando tenemos fe verdadera los lazos humanos quedan transformados, enriquecidos y con una capacidad de proporcionar felicidad en nosotros y a nuestro alrededor.

La familia de Jesús, la primera la Virgen María, desde el día que dijo sí al ángel, pudo amar a su prima Isabel, a su Hijo, Jesús, que se va de casa anunciar el evangelio, a adquirir una confianza nueva con Jesucristo y atreverse a decir a los discípulos algo distinto de lo que había dicho Jesús: “Haced lo que Él os diga”, a seguirle hasta el pie de la cruz. Le amaba con  amor natural, sí, pero ese amor natural era enriquecido con el amor que se adquiere cuando se bebe en las fuentes de Reino de Dios, cuando se creé en Jesús y se sigue sus consignas y sus mandamientos.

“El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Dejad que os repita: Creer es estar firmemente convencido que la voluntad de Dios es nuestra felicidad. Que vivir tratando de cumplir en todo la voluntad de Dios nos hace felices y  nos da acceso a una felicidad eterna, que ni la muerte puede con ella.

domingo, 2 de junio de 2024

FESTIVIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

 

-Textos:

            -Ex 24, 3-8

            -Sal 115, 12-13. 15-18

            -Heb 9, 11-15

            -Mc 14, 12-16. 22-26

 

“Tomad, esto es mi cuerpo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La “eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana”, dice el Concilio Vaticano II. Porque es revelación suprema del amor de Dios, o de otra manera, revelación de Dios-Amor. Dios  nos amó y se hizo hombre para librarnos del pecado; Dios nos amó y se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza; Dios nos amó y se humilló hasta la muerte para darnos vida; Dios nos amó y, locura del amor divino, se hizo alimento por nosotros. “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su único Hijo, para que todo el que cree en él, tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo, para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”, dice San Juan.

La eucaristía es  revelación suprema del amor de Dios, porque  es ratificación firme y real del pacto fiel y definitivo, que Dios establece con los hombres. Un pacto de amor y por amor. “Esta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos”. Él nos ofrece una vida eterna y una posibilidad nueva de amar: Amar como Cristo nos ha amado. A cambio de eso nos pide que cumplamos sus mandamientos.

Y para convencernos de que aceptemos esta alianza, no se le ocurre otro argumento que demostrarnos todo lo que nos quiere: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo”… “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”.

Jesucristo instituyó la eucaristía en la Última Cena, la noche anterior a dar la vida por nosotros en el Calvario. Y san Marcos nos dice en el evangelio de hoy, que esta cena en la que Jesús hace la primera eucaristía, era una cena familiar, muy solemne y muy importante, para los judíos, porque era cena pascual, pero al fin y al cabo era cena familiar, que fortalecía los lazos familiares. San Pablo nos muestra muy gráficamente el sentido comunitario y familiar de la eucaristía, cuando nos dice: “Porque el pan es uno, nosotros siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos  del mismo pan”.

¡Qué responsabilidad tan grande adquirimos, queridos hermanos,  todos los que tenemos la suerte y la gracia de venir con frecuencia a la eucaristía!: Hacer comunidad, hacer fraternidad, crear familia; en casa en la calle, en el trabajo, ser solidarios; dar testimonio de un amor como el de Jesucristo.

Y mirad, la eucaristía no es sólo una responsabilidad, antes que responsabilidad es gracia, fuerza, impulso para poder amar como Cristo nos amó en el calvario, y nos ama en cada eucaristía.

Hoy es la fiesta del Corpus, y en muchos lugares saldrá la procesión de los fieles  cristianos mostrando la presencia real de Jesucristo en la eucaristía, para rendirle homenaje de fe y de gratitud.

Esta manifestación por las calles, no queremos que sea solamente un acto folclórico. Debe ser para nosotros  una manifestación de fe en el misterio de la eucaristía ante una sociedad  que no quiere saber nada de misterio, y se queda sin descubrir hasta qué punto Dios ama a los hombres y de cuánto es capaz de hacer por ellos.

Además de una manifestación de fe tiene que ser evidentemente un compromiso ante Dios y ante los hombres de dar testimonio coherente de la fe que públicamente profesamos, poniendo en práctica el mandamiento de Jesús de amar al prójimo como él nos ha amado.

 

 

 

domingo, 26 de mayo de 2024

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD "PRO ORANTIBUS"

-Textos:

            -Dt 4, 32-34. 39-40

            -Sal 32, 4-6. 8. 18-20.22

            -Ro 8, 14-17

            -Mt 28, 16-20

“Contemplando tu rostro aprendemos a decir: ¡Hágase tu voluntad”: Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Celebramos hoy el domingo de la Santísima Trinidad y la jornada “Pro Orántibus”, es decir por las comunidades contemplativas, por vosotras, queridas hermanas, que por especial llamada de Jesucristo encontráis el sentido de vuestra vida dando una preferencia  singular a la oración.

  Vuestro padre, san Benito, en la Regla que os dejó allá en el siglo sexto dice: “No anteponer nada al amor de Cristo”.

Los grandes santos han sido inspirados por el Espíritu Santo para llevarnos a lo esencial, a lo que verdaderamente es lo primero y lo importante. Porque ellos han escuchado y meditado la Palabra de Dios en textos como los que hoy nos sirve nuestra Madre la Iglesia en la liturgia: “Reconoce, pues, hoy, dice la primera lectura, y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y acá abajo, en la tierra; no hay otro… Guarda los mandamientos… para que seas feliz…”.

Hermanos: Sólo cuando Dios es Dios en nuestra vida, nuestra vida discurre en paz y serenidad. Porque Dios lo primero que nos dice es que seamos libres y que  le sigamos en libertad y responsabilidad, por amor a él y al prójimo. Pero cuando ponemos alguna cosa, como ídolo y objetivo principal de la vida, –dinero, comodidad, sexo, prestigio, poder-, en lugar de Dios, estos ídolos nos esclavizan y arrastran  a excesos que solo nos producen vacío, infelicidad y desgracia, a nosotros mismos y a cuantos nos rodean. ¿Cómo se explica, si no, que gentes que nadan en dinero, por ganar más, cometan desmanes contra la ley y contra la sociedad, hasta acabar en los tribunales?

Sólo cuando Dios es Dios en nuestra vida, nuestra vida discurre en paz y libera nuestra libertad en beneficio nuestro y de los demás.

Y esta es una de las misiones que los contemplativos, monjes y monjas, aportan a la Iglesia y a la sociedad: decirnos que Dios existe; y que,  si existe, Dios tiene que ser el primero en la vida de cada uno. Y que, cuando Dios es realmente el primero, Dios nos hace felices y nuestra vida va bien. Aquí estáis vosotras, hermanas, testigos luminosos indicadores apuntando a Dios y apostando por Dios, y con temple para vivir toda una vida, trabajando y cantando, en fraternidad y familia. Es verdad, hacer la voluntad de Dios es nuestra felicidad. Vosotras sois testigos.

“Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre todopoderoso, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”. Esta aclamación de alcance trinitario es el resumen de toda la plegaria eucarística, es la manifestación más espléndida del misterio trinitario de Dios, revelado en Cristo: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y es la confesión más acertada de nuestra fe y de nuestra vocación cristiana. Y Jesucristo, camino, verdad y vida.

Celebremos la fiesta de la Santísima Trinidad, celebremos la jornada de la Vida Contemplativa, y salgamos a la calle con la encomienda que nos hace Jesucristo en el evangelio: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Porque “Sólo Dios basta”.

 

domingo, 19 de mayo de 2024

DOMINGO DE PENTECOSTÉS (B)


-Textos:

     -Hch 2, 1-11

     -Sal 103, 1ab. 24ac. 29b-31.34

     -Ga 5, 16-25

     -Jn 15, 26-27; 16 ,12-15

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos:

¿Cómo se explica que habiendo una mayoría tan aplastante de personas bautizadas, el ambiente, las corrientes de opinión y de pensamiento sean tan paganas en nuestra sociedad?

Domingo de Pentecostés, cumbre y corona de la Pascua: Jesucristo, que ascendió triunfante a los cielos, envía a los suyos el Espíritu Santo prometido. La Iglesia animada por el Espíritu, comienza su andadura, su expansión y su misión. Es fiesta del Espíritu Santo, sí; pero es fiesta también de la Iglesia. El Espíritu santo, que es su alma,  le quita los miedos, la entusiasma y la impulsa a anunciar el evangelio.

Recojamos algunos mensajes que encontramos en las lecturas: El primero es el entusiasmo: “Quedaron llenos del espíritu santo y comenzaron a hablar lenguas extranjeras”. Los discípulos se sentían acobardados, estaban con las puertas cerradas. Pero irrumpe el Espíritu y comienzan a hablar con tal entusiasmo que algunos consideran que están bebidos. Pero, no, están llenos del Espíritu Santo. Recordemos que todos hemos recibido este mismo Espíritu en el bautismo y en la confirmación.

El evangelio recoge otro mensaje, el encargo misionero: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. El don, la asistencia y la fuerza del Espíritu son para la misión. Jesús, de forma expresa y solemne, da competencia y autoridad a sus seguidores para que anuncien el evangelio. Y lo sabemos muy bien, todos los bautizados hemos recibido este encargo.

 

Y aún debemos recoger un tercer mensaje: “A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. El perdón de los pecados es una expresión equivalente a la salvación que ofrece Dios a los hombres. La misericordia y el perdón  constituyen un juicio que la Iglesia está invitada a realizar, rechazando el pecado, denunciando todo lo que se opone a la voluntad de Dios, y recogiendo al pecador arrepentido que se fía de la palabra de Jesús.

Queridas hermanas y queridos hermanos, todos: somos seguidores de Jesús resucitado, somos bautizados, hemos recibido el Espíritu Santo en el bautismo; tenemos una misión, que a la vez es un don y una tarea apremiante: anunciar a todos que hay perdón para los pecados; anunciar el Evangelio de la misericordia; anunciar que el hombre de hoy, como el de todos los tiempos, se encuentra ante una opción decisiva: o aceptar o rechazar la salvación de Dios.

Cómo se explica que habiendo una mayoría tan aplastante de personas bautizadas, el ambiente, las corrientes de opinión y de pensamiento sean tan paganos en nuestra sociedad?  Hoy, más que nunca son necesarios seglares cristianos presentes y activos en la sociedad, llenos de la fuerza del Espíritu Santo y conscientes de su competencia y de su tarea

Es el mensaje especial que hoy vamos a presentar en el altar al participar en la eucaristía.

domingo, 12 de mayo de 2024

FESTIVIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR

-Textos:

            -Hch 1, 1-11

            -Sal 46, 2-3. 6-9

            -Ef 1, 17-23

            -Mc 16, 15-20

-“El Señor fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”

-La fiesta de la Ascensión del Señor  a los cielos, nos envía un doble mensaje: Primero, un acto de fe: Jesucristo, hijo de María hombre como nosotros, es Hijo de Dios, el Verbo encarnado. Como bajó a la tierra y cumplió la misión de hacer la voluntad de Dios en  todo, y amó a los hombres hasta dar la vida por todos, cumplida su misión, subió al cielo, a  ocupar el puesto que le corresponde, a la derecha del Padre, es decir con la misma categoría  que Dios Padre.

A nosotros nos pide hoy la Iglesia un acto de fe firme e incondicional  en Jesucristo, que es tanto como vivir este viva nuestra con la esperanza firme de que él ha ido a prepararnos un lugar en el cielo. “Cuando vaya y os prepare sitió, volveré y os llevaré conmigo”, dijo él mismo a sus discípulos.

El segundo mensaje de esta fiesta es la misión. Somos cristianos, hemos sido bautizados, y hemos sido   elevados a la dignidad de hijos adoptivos de Dios. Esta identidad que nos ha dado el bautismo, nos es primero ni principalmente para tener garantía de salvarnos y subir al cielo, como Jesucristo. Es cierto que es así, pero primero y principalmente es para que nosotros continuemos en este mundo la misión de implantar en todo el mundo, el Reino de Dios, que Jesucristo empezó a  establecer, mientras estuvo con nosotros viviendo como hombre y predicando el evangelio que hemos recibido. “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a  toda la creación”.

La fiesta hoy tiene también un tercer mensaje sumamente consolador para todos nosotros. Nos los dice San Pablo en la segunda lectura, en un pasaje literariamente muy largo y un tanto complicado. San Pablo quiere informarnos de tantas noticias que se derivan de la ascensión de Jesucristo a los cielos, que no tiene paciencia ni para, respirar y señalar puntos y comas en todo lo que quiere anunciarnos:  “El Dios de nuestro Señor Jesucristo… ilumine los ojos de vuestro corazón  para que comprendáis  cuál es la esperanza a la que os llama cuál la riqueza de gloria (y felicidad), que da en  herencia a los santos ( a los cristianos fieles que mueren en gracia de Dios).

Estas noticias abigarradas que nos enseña San Pablo, lo entendemos y lo hemos rezado mejor en la oración colecta  que hemos rezado al comienzo de la eucaristía:

“Concédenos, Señor, saltar de gozo y darte gracias en esta celebración de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya  nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo”.

Hermanos y hermanas: Somos creyentes cristianos, el criterio que nos guía en esta vida no son las noticias y las propagandas que pretenden convertirnos en consumidores perfectos de viajes, lujos, y comilonas que nos indigestan, nosotros nos guiamos, y así queremos enseña a nuestros hijos y jóvenes, de la Palabra de Dios y de la persona de Jesucristo, que ha triunfado y está en el cielo, junto a su Padre Dios y el Espíritu Santo. Y que nos quiere llevar con Él.

domingo, 5 de mayo de 2024

DOMINGO VI DE PASCUA

Textos:

            -Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48

            -Sal 97, 1b-4

            -1 Jn, 7-10

            -Jn 15, 9-17

“Como el Padre os ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor”. Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos: Sexto domingo de Pascua y domingo en que celebramos la Pascua del enfermo.

Dos palabras se repiten varias veces en el evangelio que hemos escuchado, “amor” y “perseverar”. De amor hablamos todos, pero ¿Qué entendemos por amor? Si preguntáramos a cada uno, encontraríamos, sin duda, respuestas muy diferentes y hasta contradictorias. Pero nosotros, los cristianos tenemos una respuesta clara, segura y verdadera a esta pregunta: ¿Amor? –El de Cristo; ¿Amar? –Como Jesucristo.-

Y ya conocemos como ama Jesús, cómo nos ama Jesús: Recordar al Buen Samaritano. Lo recoge, lo lleva a la posada…”Curadlo y a la vuelta lo pagaré todo”; recordar a  la pecadora perdonada: “Nadie te condena? –No. “Yo tampoco”.- “Anda y no peques más”.  Y el Hijo pródigo: “Padre he pecado contra el cielo y contra ti”. Y el padre: “Vestidlo, ponedle las sandalias y matad el ternero cebado…Este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y colgado de la cruz: “Perdónales, porque no saben lo que hacen”.

Pero, ¿podemos amar como ama Jesucristo? –Sí, si amamos apoyados en Jesucristo, confiamos principalmente en Él, y después poniendo de nuestra parte todo lo que sabemos y podemos. Este es el milagro de la fe  en Jesucristo, podéis amar  a Dios y al prójimo como Dios nos ama.

Para llegar a esto, Jesucristo nos dice esta mañana: “Permaneced en mi amor”. Y añade: “Si guardáis mis mandamientos,  permaneceréis en mi amor”. Permanecer, varias veces repite Jesús estas palabras. En boca de Jesús, permanecer no quiere decir quedarnos quietos y cómodamente acomodados en unas prácticas religiosas rutinarias, que nos hacen sentirnos buenos. Permanecer, en la mente de Jesús, es cumplir los diez mandamientos y las bienaventuranzas, y aquella  catequesis que nos dio cuando pronunció la parábola del juicio final: “Venid vosotros benditos de mi Padre…porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber…, estuve desnudo y me  vestisteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.

Estas son las consignas más importantes para permanecer en el amor de Dios Padre y de Jesucristo. Y Dios Padre y Jesucristo, a través del Espíritu Santo quieren y están comprometidos a ayudarnos para que podamos ponerlas en práctica.

Queridos hermanos  todos: Nuestra vocación es el amor. Amar y ser amados es el latido más hondo y propio del corazón humano. Amar y ser amados, como nos enseña Jesús, nos hace felices. Pero el amor es tarea, es el trabajo de cada día. Pero no tengáis miedo, Jesucristo está de nuestra parte, y con Él, Dios nuestro Padre y el Espíritu Santo.

Y permitirme sólo una alusión a la Pascua del enfermo, que hoy conmemoramos: El lema de la campaña de este año nos dice: “Dar  esperanza en la tristeza”. El primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es  el de una cercanía llena de compasión y ternura. El próximo año 2025, tendrá lugar, Dios mediante, el Jubileo de los enfermos, bajo el lema de “Peregrinos de la esperanza”.

Cuanto nos dice el evangelio de esta  mañana es el fundamento para que nos dispongamos a vivir y celebrar esta Pascua del enfermo y prepararnos para el Jubileo del año próximo.

domingo, 21 de abril de 2024

DOMINGO IV DE PASCUA (B)

-Textos:

            -Hch 4, 8-12

            -Sal 117, 1. 8-9. 23. 26. 28-29

            -1 Jn 3, 1-2

            -Jn 10, 11-18

 “Yo  Pastor”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La liturgia nos ofrece, en este cuarto domingo de pascua, contemplar a Jesucristo bajo la figura del “Buen Pastor”.

Dos frases escogidas del evangelio van a ayudarnos a descubrir quién es Jesucristo para nosotros como Buen Pastor.

El buen pastor da la vida  por sus ovejas”. Jesucristo ha dado la vida por nosotros. Y ¡con cuánto sufrimiento! Jesucristo nos ama. “Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo…; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Hermanos, Jesucristo, el Buen Pastor, da la vida por sus ovejas, muere por nosotros y muere por que nos ama. ¡Somos amados de Dios! Dios nos ama y Jesucristo quiere que le amemos. Santa Teresa de Calcuta, en una conferencia de formación a las hijas jóvenes de su congregación les dice “Jesucristo tiene sed, tiene sed de las almas pobres y más pobres del mundo, pero Jesucristo también tiene sed  de que le amemos. Nos solo hemos de pedir sentir el amor de Jesús, también debemos  escuchar a Jesús que quiere que le amemos”.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Tendríamos temple y fuerza para ser más coherentes con nuestra fe y más fieles en la práctica de los mandamientos del amor a Dios y a los hermanos, si amáramos a Jesús, nuestro Pastor, como él nos ama y como él nos ama y como él espera ser  amado de nosotros. Contemplar a Jesús, como nuestro Buen pastor es el mejor reconstituyente para vivir felices, y poder cumplir nuestros deberes y  nuestra misión en el mundo.      

Consideremos otra frase del evangelio de hoy: “Tengo, además, otras ovejas que nos son de este redil; también a esas tengo que  traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor”.

Hermanos, Jesucristo el Resucitado, ha venido y con su muerte y resurrección, ha hecho todo lo necesario, para salvar a todos los hombres y al cosmos entero. El sueño de Jesucristo es el deseo y la tarea del buen Pastor. Recordar el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…me conduce  hacia  fuentes tranquilas y repara mis fuerzas… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo…” Este es el sueño del Buen Pastor para  todos, para cada uno de nosotros y para todos los que han vivido en el pasado, los que vivimos en el presente, y vivirán en el futuro. El buen Pastor es Salvador del mundo.

Y para llevar a cabo este sueño y esta tarea Jesucristo cuenta con  sus discípulos, con los bautizados, con nosotros. Ante de su ascensión al cielo nos dice: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Y sabed que yo estoy  con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.

No somos cristianos sólo para salvarnos, somos cristianos y somos bautizados principalmente, para una misión, todos tenemos una misión: ser evangelizadores, ser pastores, colaboradores de Jesús el Buen Pastor.

Jesús nos hace a todos los bautizados pastores para continuar su misión  en el mundo. Para eso tendremos que amar a los hermanos como él nos ama a cada uno. Y acudir a las fuentes tranquilas, a la eucaristía, para mantener viva y activa la responsabilidad y la misión que nos encomienda la transmisión de la fe a las generaciones jóvenes.

 

domingo, 14 de abril de 2024

DOMINGO III TIEMPO PASCUAL (B)

-Textos:

            -Hch 3, 13-15. 17-19

            -Sal 4, 2. 4. 7. 9

            -1 Jn 2, 1-5ª

            -Lc 24, 35-48

 “Se presentó Jesús en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Jesús, el crucificado, el resucitado, se presenta a sus discípulos reunidos y les saluda, deseándoles y ofreciéndoles la paz. La paz “Shalóm",  es el don de los dones, el resumen de todos los dones que puede desear y recibir de Dios un hombre, un creyente. No es esta la primera vez que Jesucristo resucitado se aparece a sus discípulos con este saludo, que es, al mismo tiempo una gracia de Dios para los suyos. Jesús resucitado es en grado eminente dador de paz. “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor. Cantan los ángeles en el portal de Belén”.

No es meramente un deseo, es una gracia, una gracia de Dios que nos hace bien a todos, nos hace  felices. Sin duda todos nosotros alguna vez y muchas veces tenemos la experiencia de que Jesucristo nos ha dado paz, serenidad e incluso gozo.  Y esto se debe a que Jesús siempre puede, y lo hace dándonos aquella gracia que es respuesta a los deseos más profundos de nuestro corazón. Nosotros somos criaturas de Dios, somos imagen de Dios, Dios es amor, y nosotros en el manantial más hondo y fecundo de nuestro ser somos amor, tenemos sed de amor, y no de cualquier amor, sino de un amor tan limpio, tan puro como el amor de Dios. El ser humano busca ávidamente o desesperadamente la felicidad.  Y tantas veces la buscamos, donde la felicidad no está o está solo en migajas que no pueden satisfacernos plenamente.

Jesucristo, vencedor de la muerte y del pecado, verdadero Dios y verdadero hombre, que ha experimentado el dolor, la muerte, el fracaso, pero que ha resucitado, ha vencido a la limitación más grande que  tenemos como seres humanos, la muerte, y también al engaño más seductor que nos tienta, el pecado, Jesucristo viene a nuestro encuentro, como vino al encuentro de los discípulos reunidos, viene y nos  dice: “Paz a vosotros”. Con todo su corazón, con las manos abiertas y nos ofrece la paz, la paz verdadera, la que sólo  Él, Dios y hombre verdadero sabe y puede dar.

Y nosotros no acabamos de creer. Decimos que no lo vemos, que no lo sentimos, que nos deja solos ante las dificultades de la vida y ante lo atractivo que es un viaje a las Canaria o a las islas Filipinas o a Nueva York. No contamos a los demás lo cansados que hemos venido de las vacaciones, y la escasez de recursos económicos que nos quedan para atender  a Caritas o a las asociaciones que  ayudan a los países en guerra.

Jesucristo nos dice: “Paz a vosotros”. Preguntaos, preguntaos, si cuando buscáis descanso, sosiego armonía con vosotros mismos, descanso, paz habéis dado con precisión  en el blanco de la paz verdadera.

Esta mañana, en esta misa,  vamos a pedir a Jesucristo Resucitado que nos abra el entendimiento: Y tomemos en serio y para siempre las palabras que dijo a los discípulos y nos dice hoy a nosotros: “Está escrito: el Mesías padecerá, resucitará  de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Queridas hermanas, queridos hermanos todos: Creamos, pidamos la gracia de la fe y encontraremos la verdadera paz del corazón.

domingo, 7 de abril de 2024

DOMINGO II DE PASCUA (B) DIVINA MISERICORDIA

-Textos:

-Hch 4, 32-35

-Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24

-Jn1a, 5, 1-6

-Jn 20, 13-31

 

“Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios” “El grupo de los creyentes  tenía un solo  corazón y una sal alma”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Hoy, segundo domingo de Pascua, por una reciente disposición del recordado papa Juan Pablo II, el segundo domingo celebramos el domingo de la misericordia. Antes hablábamos del domingo “in albis”.

Era el domingo en que los bautizados adultos que en  la Vigilia pascual habían recibido el bautismo, venían a la iglesia vestidos con túnicas blancas (albas). Después de una oración y una bendición especial, se despojaban de la vestidura blanca y, vestidos como los demás, se incorporaban a la comunidad cristiana ya como cristianos adultos. Era un domingo de gran alegría, había crecido y se renovaba la comunidad.

            Hermanas  y hermanos: El bautismo  que hemos recibido es la gracia más grande que Dios nos ha regalado en esta vida. Todas las demás gracias que hemos recibido y podamos recibir en el futuro no son tan ricas, tan grandes ni tan fundamentales como la gracia primera, la gracia bautismal. En el bautismo, Dios vino a decirnos: “Javier, Andrés, María, Socorro…, hoy hago una  alianza contigo, te hago  hijo o hija mía, porque te doy la vida divina, la vida de mi Hijo Jesucristo; tú vas a ser para siempre hija, o hijo de Dios (hijo o hija adoptiva, pero ciertamente, la vida que recibiste de tus padres, ahora por el bautismo la enriquezco con la vida divina, la vida de Jesucristo, que murió por ti y que ha resucitado. Además te infundo el Espíritu Santo, para que puedas desarrollar esa vida divina incipiente que ahora te doy. Pero ten en cuenta algo importante: “Yo soy fiel y voy a ser fiel a mi alianza”. Si alguna vez tú te apartas de mí por el pecado o por la debilidad de tu fe,  yo no me apartaré de ti. A mí no me vencen tus pecados; Jesucristo, mi Hijo en la cruz los ha vencido todos. Donde abundó el pecado, ha sobreabundado la gracia. Yo puedo perdonarte, siempre que tú te arrepientas y me pidas ayuda, te dará mi mano y volveremos a caminar juntos. Has recibido el bautismo eres hijo mío para  siempre.

¡Cómo debemos agradecer la gracia del Bautismo! Cómo debemos cuidarlo y cultivarlo!

No debe extrañarnos que el papa San Juan Pablo II tuviera la feliz idea de declarar este domingo “in albis” en Domingo de la Misericordia.

Una de las maneras de entender la misericordia es definirla como “el amor que perdona”, y también como “el amor que ayuda al necesitado”.

Os dejo con dos textos bíblicos para que los meditéis en este domingo “in albis” y “de la misericordia”: El primero es del evangelista san Juan “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). La segunda es de san Pablo: Ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguno a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Ro 5, 7-9)