domingo, 26 de marzo de 2023

DOMINGO V DE CUARESMA (A)

 

           

         TEXTOS      

                        EZ 37,12-14

                        SAL 129

                        ROM 8,8 -11

                        JN 11, 1-45

“Yo soy la resurrección y la vid”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¡Cómo se nos va la vida! Y a medida que pasan los años, cada vez más deprisa. Queremos vivir y vivir plenamente, pero van pasando los años y nunca alcanzamos la plena satisfacción.

Y el amor, la amistad…, las personas que amamos, también se nos van. Hemos puesto en ellas, en gran medida, nuestra felicidad, y cuando se mueren, nos dejan llorando.

¿Qué sentido tiene nuestra vida? La fuerza más elemental de nuestra naturaleza es vivir, y nos vamos  muriendo;  el impulso más hondo del corazón humano es amar, y enfermamos de soledad. ¿Es un absurdo la vida humana? El curso de los astros y de las estrellas discurre con una lógica exacta, que permite descubrirlos  e incluso alcanzarlos desde la tierra; también la fuerza de la gravedad funciona con una lógica predecible… ¿Y puede ser que sólo la vida humana sea un absurdo, y que acabe en una frustración inevitable?

No tengamos miedo a hacernos preguntas. Seamos humildes y honestos. Estos interrogantes nos ponen en el umbral del misterio de la vida, son heridas del corazón humano, que lo dejan abierto a la Palabra de Dios, y a tomar en serio la propuesta de Jesucristo:

“Tu hermano resucitará… Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Estamos en cuaresma y faltan ya pocos días para la Pascua: convirtámonos a Cristo y  confirmemos nuestra fe. Es tiempo de hacernos preguntas y es tiempo de tomar o de retomar  opciones abandonadas o dejadas para más tarde…

Es tiempo también, queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos, de pensar en tanta gente que no quiere o no es capaz de hacerse preguntas, pero las lleva dentro… Prójimos y hermanos nuestros que viven ahogados por las necesidades elementales de comer y trabajar para vivir, o aturdidos por los imperativos de vender y ganar, comprar, gastar y consumir. Y no tienen tiempo para pensar, o no quieren pensar o intentan auto-engañarse diciendo que la vida es corta y que “¿para qué hacerse preguntas?”

Todos estos hermanos nuestros necesitan nuestro testimonio de fe y quizás lo están esperando.

 Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Esto es lo que vamos a decir ahora recitando el “Credo”.

 

domingo, 19 de marzo de 2023

DOMINGO IV DE CUARESMA (A)

TEXTOS:

            1Sam 16,1b.6-7.10.13a

            Sal 22

            Ef 5,8-14

            Jn 9,1-41

 “Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Jesucristo es la luz del mundo. Nos lo dice expresamente,  dirigiéndose a los discípulos en este evangelio que acabamos de proclamar. Lo había dicho poco antes hablando con los fariseos: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas (Jn 8, 5). Y para que creamos en esta solemne y trascendental afirmación, cura a un ciego de nacimiento.

Pero mucha gente hoy en día se resiste a creer en Jesucristo, como se resistieron  entonces muchos contemporáneos de Jesús. Alguna gente sencilla, los vecinos, se preguntaban: “¿Será verdaderamente un milagro?  Los fariseos, seguros y orgullosos de estar en la verdad, dicen: “Este hombre, Jesús, no viene de Dios, porque no guarda el sábado”.  Es una pena ver la postura de los padres del ciego, no dan la cara por su hijo y se lavan las manos: “Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo ve ahora y quién le ha curado no lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor”.

Sólo el ciego, al que Jesús le ha salido al encuentro y le ha curado, cree y confiesa. Ante el interrogatorio de los fariseos, dice: “Creo que es un profeta”. Después, a la pregunta de Jesús: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” Él le responde: “Y quién es, Señor, para que crea en él?  Jesús le dijo: lo estás viendo… Y el ciego responde: “Creo, Señor. Y se postró ante él”.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Jesucristo es  la luz del mundo. ¿Cómo hacer para que todo el mundo se encuentre con Jesucristo, abra los ojos de la fe y se deje guiar por este Jesús, que hoy como ayer, nos dice: “Soy la luz del mundo… El que me sigue no anda en tinieblas…, sino que tendrá la luz de la vida.

 A los que en busca de la felicidad se aventuran a experimentar sensaciones alucinantes que les dañan el cerebro y los engancha a las drogas; a los que creen ciegamente en el dinero, burlan todas la leyes divinas y humanas, se olvidan del bien común y de los pobres; a los que creen inútil hacerse preguntas sobre el sentido de la vida y se entregan dócilmente a los estímulos de la sociedad de consumo; a los que creen humillante obedecer a Dios, pero creen ciegamente en la razón, en la ciencia y en los adelantos técnicos… a todo ellos y a muchos otros, quizás también a nosotros, ¿quién nos pondrá barro en los ojos para que recobremos la vista, la luz de la fe, y confesemos a Jesucristo como luz del mundo, y le sigamos para no andar en tinieblas?

Hermanos, ¿cómo llegar a un encuentro personal con Jesucristo que ilumine nuestra vida y nos proporcione luz y criterios para distinguir el bien del mal, ver claro entre opiniones tan dispares y nos de fuerza de voluntad para  formar con acierto nuestra conciencia y seguir la ley de Dios y del evangelio?

Quizás tenemos que seguir humildes el recorrido espiritual de este pobre ciego del evangelio y aprender de él. Primero, dice: “Es un profeta”, y después: “Si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder”; y al final: “Creo, Señor”.

Os invito a todos, hoy especialmente, a recitar el credo.

 

domingo, 12 de marzo de 2023

DOMINGO III DE CUARESMA (A)

-textos:

            -Ex 17-37

            -Sal 94. 12. 67. 89

            -Ro 5, 1-2. 5-8

            -Jn 4, 5-42

-“Dame de beber”

Queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Vamos a escuchar un evangelio bello, sugerente y altamente pedagógico. Un evangelio “a corazón abierto”. Somos testigos de un diálogo en el que tanto Jesús como la Samaritana, con mucho cuidado para no herir, pero con la voluntad de hablar sinceramente, decir con sinceridad hechos de vida muy íntimos y reveladores van  sacando a flote lo que cada uno es y siente, dejando a la intemperie verdades muy importantes tanto sobre la samaritana como sobre el mismo  Jesús.

Es un diálogo largo que plantea temas diversos, pero  todos ellos muy profundos: La sed de agua y la sed de felicidad; la fidelidad y la infidelidad en el matrimonio, la verdad y la hipocresía de la religión que practicamos, la sinceridad y el valor para anunciar el evangelio a gente que piensa como yo, o a personas ajenas a mi fe.

Son varios temas, todos fundamentales, podemos meditar uno u otro; pero lo importante es que nos fijemos en alguno y  que no los pasemos de largo. Porque  debemos advertir que si Jesús dialoga así es porque quiere remover  la vida que llevamos, sí, quiere, sobre todo, hablarnos al corazón. Por eso, no tengamos miedo, más bien al contrario, Jesús quiere entrar en nuestro corazón y transformarlo por dentro.

Quizás nos ayuda un poco poner la atención en alguna frase y pararnos a pensarla: “Tengo sed” me dice hoy Jesús. –“Si conocieras el don de Dios y  quién es el que te dice dame de beber, le pediría tú, y él te daría agua viva”. “El que  beba de esta  agua volverá a tener sed…. Quien  beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”. “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿Será el Mesías? “Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis”. “Ya no creemos por lo que tú dices….Sabemos  que él es de verdad el Salvador del mundo”

domingo, 5 de marzo de 2023

DOMINGO II DE CUARESMA (A)

 

-Textos:

            -Gn 12, 1-4ª

            -Sal 32

            -2 Tim 1, 8b-10

            -Mt 17, 1-9

“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

“Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta”.

También los peregrinos a Javier subieron ayer a la colina del castillo de Javier; también nosotros, hoy, somos invitados en esta eucaristía a subir  por el camino cuaresmal hacia la Pascua.

Es importante tomar nota de la situación y estado de ánimo de los discípulos, cuando Jesús invita a los tres más representativos a subir a la montaña.

Acababan de escuchar de labios de Jesús: “Tengo que subir a Jerusalén y allí sufrir mucho y ser ejecutado…” Y a continuación: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a así mismo, que cargue con su cruz y me siga”. No son palabras halagüeñas las que salen de labios del Maestro. Pedro y los discípulos están desconcertados y preocupados.

A veces, el ambiente de la calle, los medios de comunicación, las noticias que salen en los periódicos nos transmiten  un ambiente de indiferencia, y de hostilidad para la fe cristiana, y los valores que propone Jesús en el evangelio. En este ambiente, no es fácil mantener la esperanza de que llegarán a cumplirse las promesas de Jesús: “un cielo nuevo y una tierra nueva”.

Jesús, en esta celebración, se transfigura y se revela, anticipándonos así el final de su historia y de la nuestra. Jesús, el crucificado, se nos revela resucitado.

Lo vemos con el rostro resplandeciente de gloria de Dios, sus vestiduras blancas traslucen su divinidad.

Vemos, además, presentes a los dos testigos más cualificados del pueblo de Israel: Moisés y Elías, la Ley y los Profetas.

Y vemos, sobre todo, el testimonio supremo, el testimonio de Dios. Dios aparece como nube luminosa, no se le ve cara a cara, pero se  deja oír.

Hermanos todos, es la voz de Dios. ¿Qué dice? Oigamos bien, para que no dudemos: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. Creamos, contemplemos y gocemos.

Sí, es Jesús, el ridiculizado por la sociedad olvidadiza, opulenta y secularizada. Pero es Jesús, glorioso, triunfante, divino. Preludio del mundo salvado, del Reino de Dios logrado. Creamos ahora que nos sentimos en minoría, creamos ante quienes piensan que el futuro es de la ciencia y de la técnica, de la razón y sólo de la razón. Creamos: Jesús el crucificado, vencedor de la muerte y del pecado, resplandeciente de gloria, preludio del mundo nuevo.

Pero no nos quedemos extasiados. Sigamos atentos. Dios no ha terminado de hablar, continúa y dice: “¡Escuchadle!

Escuchadle: escuchadle durante este tiempo de cuaresma; es un tiempo de entrenamiento, para poner en práctica su evangelio. Viene la Pascua, también nosotros podemos quedar transfigurados por su gracia, con una fe viva, una esperanza cierta, un amor que contagia y atrae.

Ojalá, queridas hermanas y queridos hermanos: Todos los que peregrinan a Javier estos días, sobre todo los jóvenes y las jóvenes, vean en el rostro sonriente del Cristo crucificado de Javier, la gloria del Cristo victorioso, que trae un mundo nuevo. Pero ojalá que tengan la gracia de quedar impresionados por el mensaje de Dios Padre: “Escuchadle”, y sigan sin escandalizarse y sin miedo al Cristo sonriente y crucificado.

Nosotros, ahora, en el altar tenemos la misma llamada y el mismo reto: seguir a Cristo crucificado, viéndolo resucitado en la eucaristía.