domingo, 24 de septiembre de 2023

DOMINGO XXV T.O. (A)


-Textos:

            -Is 55, 6-9

            -Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18

            -Fi 1, 20c-24. 27ª

            -Mt 20, 11-15

 

 “Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de vuestros caminos”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

 

La parábola que acabamos de escuchar sobre el amo que envía jornaleros a su viña nos desconcierta, y casi nos escandaliza Nos parece que el amo de la viña, que representa a Dios Padre, hace una injusticia, o un agravio comparativo, al dar a los obreros  que no han trabajado en la viña poco más que una hora, lo mismo que a los que han estado trabajando de sol a sol, todo el día.

Jesús no quiere hablarnos de Justicia social, ni de normas laborales. Sino que va dirigida al fariseo legalista, que cree que porque cumple correctamente  todas las leyes de su religión ya tiene derecho a exigir a Dios que lo premie y le abra las puertas del cielo.

            En el fariseo, en la mentalidad farisea hay un espíritu mercantilista: “Do ut des” (te doy para que me des). También un orgullo notable: Yo, con mis fuerzas, con mis obras, soy capaz de alcanzar la vida eterna. Yo no pongo la confianza en Dios, en su amor y en su misericordia; yo me fío de mí y en mis obras.

San Juan en su evangelio nos escribe unas palabra conmovedoras en el diálogo de Jesús con Nicodemo: “-Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo, para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.

Y Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo y topó con los fariseos. Por eso, además de la parábola de hoy, habló de  otras que insisten en lo mismo, tales como la del Hijo pródigo, y otra tan ilustrativas como la del “Fariseo y el publicano”, en la que Jesús se decanta tan claramente por la humildad del publicano y reprocha la autosuficiencia del fariseo.

Dios es amor, y es también  justicia, y también misericordia y santidad en grado infinito. Y porque es amor  infinito compatibiliza perfectamente misericordia y justicia. Cosa que a nosotros, que somos humanos, limitados y pecadores no logramos compatibilizar perfectamente una virtud y otra.

Por eso nos es tan importante la humildad, y tan perniciosos el orgullo y la autosuficiencia farisea, que perviven en la sociedad de hoy, como en la sociedad de los tiempos de Jesús.

La humildad nos lleva a confiar en Dios, a aceptar que “Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan sus caminos de los nuestros”,   a poner en práctica las enseñanzas de Jesús, y a imitar su vida: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”.


domingo, 17 de septiembre de 2023

DOMINGO XXIV T.O. (A)

Textos:

            -Eclo 27, 30- 28, 7

            -Sal 102, 1b-4,9.12

            -Ro, 14, 7-9

            -Mt 18, 18, 21-35

 “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Pregunta Pedro a Jesús. El número siete, sabemos muy bien, es un símbolo de lo perfecto. Siete veces quiere decir, que está muy bien, que no se puede pedir más. Jesús le responde: -“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Que es tanto como decir: Siempre. 

¿Cómo se atreve Jesús a pedir tanto?  S. Juan Pablo II, en la encíclica sobre la familia dice: “Dios es amor, nosotros somos imagen de  Dios. Por eso, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad  del amor y de la comunión. El amor es por lo tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano”.

Hermanos: Hemos nacido para amar y ser amados. Amar nos hace felices.

Una cosa importante merece que tengamos en cuenta: Jesucristo al decirnos que haya que perdonar siempre, a la vez, nos da la oportunidad de poder perdonar siempre. Jesucristo, si nos manda algo, a la vez nos ofrece la fuerza, la gracia y la posibilidad de poder hacer lo que nos manda: amar siempre. Es preciso creer en Él. Él no os da nada imposible, ni inconveniente.

El papa Francisco ha dicho numerosas veces: ¡El perdón cura! ¡El perdón cura! ¡El perdón cura! ¡Cuanto mejor irían las cosas en este mundo, si todos intentáramos poner en práctica esta consigna del Señor!

Pero muchos decimos: “¡Es muy difícil!” –“Cuando me hacen una mala jugada, pienso que se ríen de mí. No puedo dejarme pisar”. Y en tantas ocasiones de la vida, familiares, matrimoniales, con los vecinos… Cuando surge el rencor y no lo puedo arrancar, aunque me empeñe.

La palabra de Dios, hermanos, las enseñanzas de la Iglesia no se limitan a proponernos una consigna tan admirable, pero tan difícil.

Dos propuestas encontramos en la Palabra de Dios, que escuchamos en la Iglesia: La primera: Examinar nuestra vida y hacer memoria de todas la veces que hemos sido perdonados por Dios. Siempre que hemos acudido al sacramento de la penitencia, hemos experimentado que hemos sido perdonados, y que Dios perdona siempre. Hasta el punto que podemos salir a la calle y gritar: “¡Hay perdón para los pecados!”. ¡En este mundo hay perdón para los pecados!

Además en las en las enseñanzas de Jesús, encontramos otra propuesta: Recógete en  la oración, en el silencio, piensa y reza: cuantas veces has sido perdonado por tu prójimo, cuántas veces, el prójimo te ha echado una mano; cómo eres amado por tu familia, por tus padres, por tus hijos. Examínate a ti mismo, piensa en tu propia vida, cuánto amor te envuelve y te acompaña. En estas experiencias propias de tu vida está la mano de Dios encarnada. Dios te está amando en tantos prójimos que te aman.

Vengamos a la eucaristía contemplemos a Cristo: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Murió por nosotros… sus heridas nos han curado”.

Sí, gracias a Dios, gracias a Jesucristo,  podemos perdonar hasta setenta veces siete.

 

 

domingo, 10 de septiembre de 2023

DOMINGO XXIII T.O (A)

-Textos:

            -Ez 33, 7-9

            -Sal 94, 1-2. 6-9

            -Ro 13, 8-10

            -Mt 18, 15-20

Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas… “

 La situación de nuestros prójimos nos atañe y nos importa. Si somos cristianos, mucho más. La pregunta de Dios a Caín, en la primera página de la Biblia pesa sobre la conciencia de todo ser humano: “¿Dónde está tu hermano?” Y la respuesta de Caín a Dios estremece y contradice los sentimientos más naturales del corazón humano, a la vez que explica muchos de los males que padece nuestra sociedad: “No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?

Sí, somos guardianes de nuestros prójimos. Dios es Padre de todos y todos somos  hijos suyos creados por él. Pero es que además, nosotros los cristianos somos miembros del cuerpo místico de Cristo. San Pablo nos ha dicho en la segunda lectura: “A nadie debáis nada más que amor… De hecho, el “no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás” y todos los mandamientos que hay se resumen en esta frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Por eso, nos debe doler el pecado de nuestro hermano.

Nos hemos de sentir interpelados si nuestro hermano pasa hambre, está solo, le falta trabajo o sufre por la desgracia de sus hijos. Pero debe dolernos tanto y más, si nuestro hermano lleva una vida contraria a los mandamientos, y a las enseñanzas de Jesús  en el evangelio.

Jesús en evangelio de hoy nos dice que el amor y la verdadera caridad  han de llevarnos a corregir al hermano, pero además han de inspirarnos el modo de hacerlo. Lo que importa es que el hermano cambie de conducta y recupere la alegría de vivir de acuerdo con el evangelio. El amor verdadero nos inspirará el mejor modo para que nuestro hermano nos acepte, nos escuche y rectifique su comportamiento sin que se sienta humillado.

Queridos hermanos: En medio de una sociedad, como la nuestra, en la que a título de tolerancia y respeto nos inhibimos y se deja que tantos prójimos practiquen una mala vida contraria a la ley de Dios y a las enseñanzas de Jesús, la voluntad de Jesucristo es que dentro de la comunidad cristiana los miembros que la formamos vivamos de tal manera el amor cristiano que nos ayudemos de verdad  a vivir una conducta conforme al evangelio y que haga bien a la sociedad

Vosotras, queridas hermanas benedictinas, bien sabéis hasta qué punto la comunidad monástica, según la mente de S. Benito y de  otros Padres han inculcado la caridad fraterna, y  sabéis muy bien hasta qué punto es delicado y difícil practicarla.

Pero todos los cristianos estamos urgidos a ponerla en práctica. Necesitamos ánimo, valentía y confianza en Dios. Hemos escuchado a san Pablo en la segunda lectura: “A nadie debáis nada, más que amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley…. La plenitud de la ley es el amor.”


domingo, 3 de septiembre de 2023

DOMINGO XXII, T.O. (A)

-Textos:

            -Je 20, 7-9

            -Sal 62, 2. 3-6. 8-9

            -Ro, 12, 1-2

            -Mt 16, 21-27

 

 “Si alguno quiere venir en post de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Queremos de verdad, seguir a Jesús? Jesús, a estas alturas de su vida pública, ha tomado la decisión firme de subir a Jerusalén, porque sabe que esa es la voluntad de su Padre Dios, y sabe también que en Jerusalén iba padecer mucho por parte de los ancianos, los sacerdotes y los escribas, y  que tenía que ser ejecutado  y al tercer día resucitar.

Los discípulos, que están dispuestos a seguirle, piensan que Jesús en Jerusalén va a triunfar y a liberar al pueblo judío de los poderes políticos extranjeros y paganos.

Jesús está viendo la abismal diferencia de expectativas que existen entre lo que esperan los discípulos que suben con él a Jerusalén y lo que Él, desde su relación con su Padre Dios, está viendo, que va a pasar. El diálogo entre Pedro y Jesús no puede ser más claro. Jesús responde al que acaba de nombrar fundamento y cabeza de la Iglesia futura. “Apártate de mí satanás, que quiere decir tentador, eres un escándalo para mí. Porque tú piensas como los hombres, no como Dios”.

Él quiere prepararles el ánimo para que no se escandalicen, pero los discípulos están muy lejos de poder entenderle.

En ese ambiente, Jesús no duda en  hablar claro sobre lo que tiene que ser un  discípulo, verdadero de Jesús: -“Si alguno quiere venir en post de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Ya en  la primera condición viene a decir, que quien me sigue tiene que ir detrás de mí, detrás de Jesús, y por el camino que marca Jesús,  y no delante de Jesús, como diciéndome por dónde debo ir yo, Jesús, y por donde debemos ir los demás.

La segunda condición: “El que me sigue a mí, que se niegue a sí mismo”. La frase no puede ser más radical, ni que choque más fuertemente con la   mentalidad de hoy y de cualquier época.

Pero es preciso entender bien el verbo renegarse a sí mismo: “El que quiere seguir a Jesús ha encontrado un nuevo centro en su propia vida. Un amor que le descentra de sí mismo, y lo recentra en Jesús. Jesús es la razón de su vivir; sigue otra voluntad, otro destino distinto. Jesús es la perla encontrada y el  tesoro escondido, por los que merece la pena venderlo todo. La persona sigue siendo ella misma, pero ya no se pertenece. Jesucristo es el amor primero, norma y criterio para saber amar al prójimo y a todas las cosas.

¿Queremos de verdad seguir a Jesús? La fe en Jesucristo, ¿es en mi vida una experiencia real, que fundamenta y explica la vida que llevo, y las decisiones importantes y cotidianas que tomo en mi vida ordinaria?

La eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana  es la que consigue el milagro de  infundir tal fe y tal amor en mí, que me permite desechar los modos y la modas que arrastran a tantos en esta sociedad,  y me da fuerza para cargar  con las cruces que me sobrevienen por llevar una vida cristiana  coherente y, además con alegría y paz verdaderas.

domingo, 27 de agosto de 2023

DOMINGO XXI T.O (A)

 

-Textos:

            -Is 22, 19-23

            -Sal 137, 1-2ª. 2bc-3. 6 y 8bc

            -Ro 12, 33-36

            -Mt 16, 13-20

“Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Una pregunta que hizo Jesús hace más de dos mil años y que hoy nos hace a nosotros.

Lo importante es responderla, no desde la inteligencia, desde lo que sé, sino desde la vida, desde mi vida. Mi vida, ¿Qué dice de Jesús? ¿En qué medida está condicionada  por Jesús?

Pero teniendo en cuenta  el conjunto del evangelio, debemos hacernos dos preguntas más:

¿Qué digo yo de la Iglesia? ¿Amo a la Iglesia? Porque Jesús, ya en su vida pública mostró claramente la voluntad de establecer un pueblo nuevo asentado sobre los doce apóstoles, anticipo del reino de Dios que él anunció e inició. Iglesia sacramento e instrumento de salvación, sal y fermento del Reino. Iglesia que resiste y no sucumbe ante los ataque del demonio y del poder del mal.

Nosotros, cada uno de los bautizados somos Iglesia; a nosotros nos compete anunciar el Reino de Dios, el evangelio, a toda criatura. ¿Me siento Iglesia? ¿O soy de aquellos que dice “Dios sí, y Jesucristo también, pero la Iglesia…” No puedo definir la Iglesia desde solo su aspecto externo, menos desde lo que dicen o retratan los medios de comunicación ajenos o contrarios a ella. La Iglesia recibió el don del Espíritu Santo, es sacramento y signo de la presencia del Padre el Hijo y el Espíritu Santo en el mundo. Sacramento de gracia de Dios, que realiza continuamente la unidad, la comunión, el amor; es instrumento de gracia de Dios en los sacramentos, para la santificación de cada uno, y también del mundo… Es una comunidad, un pueblo de Dios, una familia no amorfa o anárquica, sino bien estructurada, donde cada uno tiene una misión. ¿Me siento Iglesia?, ¿Soy testigo?, ¿Trato de transmitir la fe?

Y una tercera ampliación de la pregunta de Jesús: ¿Qué digo del papa?”. ¿Estoy en los niveles de juzgarlo y criticarlo como un ajeno, desde fuera? Jesucristo a Pedro le cambió de nombre, le dio una misión del todo especial, que muy pronto dejó patente. Cuando en Pentecostés predica a Jesucristo muerto y resucitado y se una multitud que le escucha arrepentida. El papa es una persona humana con cualidades humanas propias; pero está investido de gracia y carisma especial para presidir a todos en la caridad y en la unidad. El papa tiene un deber, pero un deber  animado por el Espíritu Santo, para presidir a los obispos y a todos los fieles en la unidad y en la caridad.  No debemos juzgar al papa por sus cualidades humanas, sino aceptarlo, recibirlo y obedecerlo; ayudarlo y colaborar con él en las consignas y enseñanza que emite. Porque el Espíritu Santo lo asiste  de manera especial.

“¿Y vosotros quién decís que soy yo?” Al final, llegamos al núcleo esencial, a la piedra angular: Cristo Jesús. Mirad cómo Jesucristo, en primer lugar examina a Pedro. Pedro responde: “Tu eres  el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Cuando Pedro, inspirado por Dios mismo da la respuesta exacta y verdadera, Jesucristo le encomienda ser cabeza, de la Iglesia, para presidirnos a todos en la caridad. Lo esencial  es creer en Jesús, en el Jesús que nos ha dicho y nos ha manifestado Pedro, el Papa, en definitiva la fe de la Iglesia. Una pregunta que para responder no de memoria, sino desde el corazón y desde los hechos, desde las obras que yo hago, desde la  conducta que yo vivo y practico en mi vida. Jesús esta mañana nos pregunta a todos y a cada uno individualmente: Vosotros: ¿Quién decís que soy yo?

  


domingo, 20 de agosto de 2023

DOMINGO XX T.O.

Textos:

-Is. 56, 1.6-7

-Sal 66, 2-3.5-6 y 8

-Ro 11, 12-15.29-32

- Mt. 15, 21-28

"Señor, ayúdame," ... Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas".

Queridas hermanas y hermanos:

Jesucristo, al atender a la petición de la mujer Cananea,  está diciendo  que la salvación de Dios es para todo el mundo, y no sólo para los que son de raza o de religión judía. La única condición necesaria para beneficiarse de la salvación de Dios y entrar en el Reino, es la fe en Jesucristo: Creer en él y poner en práctica su evangelio.

Pero, ¿cómo llegar a la fe? Hay muchos que frívolamente se desentienden del tema: “¿La fe? dicen que es un don de Dios; a mí, por lo visto no me lo ha dado” Otros, más seriamente llegan a decir: “Bien querría yo creer, pero no puedo”. Otros  frívolamente comentan: “¿La fe? ¿Para qué? No hago mal a nadie, respeto a todo el mundo, y, vale. Yo no la necesito”.

No es cuestión ahora de entrar en razonamientos teóricos. Mejor, si  ponemos la atención, en el evangelio de hoy, en esta mujer extranjera y pagana, a la que atiende y alaba Jesús.

Ella, en primer lugar, no pide nada para ella, pide para su hija atacada por el mal y la enfermedad. Como madre, ella habla desde el corazón, pero con un corazón que mira al otro, al pobre, al necesitado, a su hija. 

Esta mujer cananea, no solo mira por el necesitado, es también una mujer humilde. Se reconoce pagana, sí, y está dispuesta a pasar por todo a cambio de obtener la curación del ser que ama. Pues bien, esta mujer que es todo corazón y a la vez tan humilde, ha alcanzado la gracia de la fe: A Jesucristo lo llama Hijo de David, es decir, Mesías, pero además, y es muy importante, lo llama Señor, que es tanto como reconocerlo Dios.

Esta mujer se hace merecedora de la admiración del mismo Jesucristo: “¡Qué grande es tu fe!, le dice”. Esta mujer, que es cananea, no es israelita, obtiene de Jesucristo el milagro de la curación de su hija: “Que se cumpla lo que deseas”, le dice Jesús Y su hija quedó curada.

Humildad y amor al necesitado: De esta mujer cananea, extranjera, aprendemos la lección.


martes, 15 de agosto de 2023

FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE NTRA. SRA. A LOS CIELOS


-Textos:

            -Ap 11, 19a; 12, 11.3-6a. 10ab

            -Sal 44, 10bc. 11-12ab.16

            -Co 15, 20-27ª

            -Lc 1, 39-56

 

Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo todavía peregrino en la tierra”

La fiesta de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, en la liturgia de la eucaristía, y también en las fiestas de los pueblos respiran a pleno pulmón alegría y esperanza. Necesitamos fiestas como esta de la Virgen de Agosto. Necesitamos esperanza y alegría.

La lectura del Apocalipsis que hemos escuchado, y que nos resulta a veces tan difícil de interpretar, dice: “Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en  su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada de doce estrellas… “ Imágenes esplendentes, grandiosas, que predisponen nuestra imaginación para ver algo grande y bueno. Los especialistas dicen que esta mujer que viene del cielo tan bella es la Iglesia triunfante, y es también, la Virgen María, que engendró y dio a luz al mismo Hijo de Dios, y por eso, se hizo merecedora de ser coronada por los Doce apóstoles. Por eso María, en la visita a su prima santa Isabel, canta jubilosa y alegre: “Mi alma glorifica al Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque el Señor ha hecho cosas grandes en la humildad de su esclava”

Sí, la Asunción de María invita a la alegría y a la esperanza. María,  después de su muerte, es ascendida al cielo en cuerpo y alma y goza ya plenamente de Dios. La primera resucitada, porque es la primera que goza en el cielo no solo su alma, sino su alma y su cuerpo.

Lo que ha hecho con ella, Dios, lo quiere hacer con todos los hombres. Por eso la Virgen de la Asunción nos llena de alegría y esperanza. La asunción de la Virgen es creer que es posible, para todos, la salvación y la felicidad plenas y eternas. Es creer  que Dios es fiel y cumple su proyecto sobre el mundo y la historia.

Es una respuesta a los pesimistas, que todo lo ven negro. Es una respuesta a los materialistas, que no creen más que en lo que se ve y se palpa, ciencia, medicina, dinero y salud. En este mundo hay algo que trasciende nuestras fuerzas y que nos lleva más allá. Es la prueba de que en Dios el destino del hombre no es la muerte, sino la vida, y que es toda la persona, alma y cuerpo, la que está destinada a la vida completa eterna y feliz.

En María ya ha sucedido, en nosotros no sabemos cómo ni cuándo sucederá. Pero tenemos plena confianza en Dios, lo que ha hecho en María quiere hacerlo también en nosotros. Para nuestra vida, Dios tiene previsto un final feliz.

María está presente,  debe estar presente, en nuestro camino como lo estuvo en el de su Hijo: Con su ejemplo con su intercesión y su auxilio maternos. Alegrémonos y vivamos la fiesta.

  

domingo, 13 de agosto de 2023

DOMINGO XIX T.O. (A)

-Textos:

            -1 Re 19, 9a. 11-13ª

            -Sal 84, 9ab-10. 11-14

            -Ro 9, 1-5

           - 14, 22-33:

“¡Ven!”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

El evangelio que acabamos de leer es muy conocido, con frases interpelantes fáciles de aplicar simbólicamente a nuestra vida concreta. Y muy apropiadas para hacer oración

  “Ven”.

Para los hebreos el mar era el símbolo del mal. Las tormenta provocaban los naufragios, el mar estaba habitado por animales horribles, el  mar era el espacio del maligno, del demonio; el mar símbolo del mal.

En este contexto, San Mateo  nos cuenta este relato en el que narra unos hechos vividos por Jesús y sus discípulos, cargados de significado simbólico que nos llevan a percibir en ellos enseñanzas que confirman la fe en Jesús como Mesías y Salvador.

Jesús se había quedado en el monte rezando, los discípulos en el lago navegaban con mucha dificultad con el viento en contra. Cuando empezaba a amanecer los discípulos en la barca, símbolo de la iglesia, atisban a Jesús de pie, andando sobre las aguas. Jesús camina de pie sobre la superficie del mar, él no se hunde, porque es el Señor del mar y del mal.

Los discípulos no lo ven muy claro y creen que es un fantasma. Se asustan y él les grita: “Ánimo, no tengáis miedo, soy yo”. Pedro, asustado también, pero decidido a salir  de dudas, le grita: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua”. Y Jesús le dijo: “Ven”. “Ven”: una sola palabra, es palabra de Jesús, de Dios, pero solo una palabra. Jesús está distante de la barca, no se hunde; Pedro está en la barca, símbolo de la Iglesia, con  la comunidad, con el grupo de discípulos, más o menos seguro. Entre Pedro y Jesús el mar, el seno del mal, y el viento violentos y revueltos.

En los oídos de Pedro resuena la palabra de Jesús: “¡Ven!”. Pedro, en un  primer momento no duda. Ha oído la palabra de Dios, la palabra de Jesús. Salta de la barca y se lanza al mar. Se fía de  la palabra de Jesús  y Pedro tampoco se hunde, camina sobre la superficie del mar, del peligroso mar, símbolo del mal y del mundo maléfico. Y Pedro apoyado en la palabra de Jesús, ¡Ven!, camina sobre las aguas, el mar, el mal, no lo ahoga.

Pero el viento arrecia, el mar se embravece, Pedro piensa en sí mismo, en su seguridad, más que en la voz de Jesús que le dice: “Ven”. Y Pedro comienza a hundirse bajo las aguas, y grita: “Señor, sálvame”. “Enseguida, Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Hombre de peca fe! ¿Por qué has dudado?

Está muy clara la lección que sacamos de esta escena: La palabra de Dios, Jesús, domina el mal y libra del mal, simbolizado  en el mar. La palabra de Dios, la palabra de Jesús, hoy nos dice a todos: “¡Ven, ven a mí! Y podrás vencer el mal que te rodea en el mundo.

De hecho, los discípulos que estaban en la barca, en  la Iglesia, recibieron a Jesús y postrados a sus pies, lo alabaron con una confesión de fe: ¡Realmente, eres Hijo de Dios!

 

domingo, 6 de agosto de 2023

DOMINGO DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (A)

 

-Textos:

            -Dan 7, 9-10. 13-14

            -Sal 96,

-2 Pe 1, 16-19

-Mt 17, 1-9

 

“Este es mi Hijo, El amado, mi predilecto. Escuchadlo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Muchos jóvenes navarros, más de dos mil hoy, con el papa en Lisboa, y muchos jóvenes y mayores de nuestros pueblos en fiestas populares y religiosas.

Nosotros celebramos en este domingo, La Transfiguración del Señor en el monte Tabor ante los tres apóstoles más incondicionales de Jesús, Pedro, Santiago y Juan.

Jesús quiso manifestar este milagro, justo después de que Pedro confesara a la pregunta de Jesús: ¿Quién decís que soy Yo?, y contestara, con pleno acierto: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Pero inmediatamente, Jesús anuncia que Él, el Hijo del Hombre, en Jerusalén, va a padecer mucho, va a ser condenado y ejecutado y resucitará al tercer día. Estas palabras dejaron a sus  discípulos muy desconcertados. Jesús, entonces, para confirmarlos en la fe en Él, realiza este milagro de la Transfiguración. En el Tabor los tres apóstoles ven a Jesús resucitado. Les hace ver como se dijéramos, el final de la historia de Jesús: resplandeciente, resucitado y lleno de la gloria divina que le corresponde  y que había ocultado desde el momento de su encarnación y nacimiento en Belén.

Pero además, los tres apóstoles escuchan la voz del  testigo más digno de crédito que se puede pensar, la voz del Padre Dios que dice: -“Este es mi Hijo, El amado, mi predilecto. Escuchadlo”

Esta declaración de Dios Padre, y esta visión de Cristo Resucitado, de momento confirmó a los discípulos en  la fe en Jesús, pero no tan firmemente como para resistir la prueba de ver a Jesús, apresado, condenado y muerto.

Pero sirvió para que una vez que lo volvieron ver resucitado, pudieran decir: “Sí, ya nos lo había dicho”.

Sí, hermanas y hermanos, creemos en Jesucristo que ha vencido a la muerte y al pecado, y ha resucitado, como Señor y Salvador del mundo. Pero creemos en Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que para alcanzar ese triunfo y esa victoria que nos devuelve a todos la alegría de la fe y la esperanza de una vida feliz en el cielo, nos dice tenemos que pasar por las penas, las dificultades, que tiene la vida aquí en este mundo.  Sobre todo, si la queremos vivir practicando el amor y el perdón, la misericordia para con los necesitados, y trabajando con honradez  y con justicia.

Sí hermanos necesitamos: Escuchar esta mañana, las palabras de Dios en el Tabor: -“Este es mi Hijo, El amado, mi predilecto. Escuchadlo”.

Muchos pueblos de nuestra tierra están en fiestas, ¿Tendrán en cuenta suficientemente, la dimensión religiosas de las fiestas o se quedarán solo en la lo que tienen de diversión? Miles de jóvenes han acudido a rezar con el papa, Francisco, y a escucharle, cuando vuelvan a la vida ordinaria, ¿serán capaces de perseverar en la fe en Jesucristo y en las enseñanzas que han escuchado y con tanto entusiasmo han recibido?

  En la eucaristía, se hace presente Jesús, el Crucificado y el resucitado: No tengamos miedo, él mismo nos dice: “Sin mí no podéis hacer nada. Pero contigo, Señor, lo podemos todos” Vamos a la eucaristía.



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domingo, 30 de julio de 2023

DOMINGO XVII, T.O. (A)

-Textos:

            -Rey 3, 5. 7-12

            -Sal  118, 76-77. 127-130

            -Ro 8, 28-30

            -Mt 13, 44-52

 “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Permitidme que comience por una pregunta: Si el Señor, nuestro Padre Dios, viniera a nosotros visiblemente y nos preguntara, como a Salomón,  pídeme lo que quieras, ¿qué le pediríamos?

Jesucristo nos dice hoy que lo mejor que podemos pedir es el Reino de Dios. Porque el Reino de Dios es el gran tesoro escondido, que si damos con él, merece la pena vender todo, para adquirirlo; el Reino de Dios es la perla más preciosa que podemos encontrar, y por la que merece la pena  vender todos nuestros bienes, para comprarla.

El Reino de Dios, queridos hermanos y hermanas, es el amor de Dios que irrumpe en el mundo con una fuerza y una intensidad máximas en Jesucristo, que da la vida por nosotros y resucita venciendo a la muerte y al pecado.

El reino de Dios es el amor de Dios a nuestro alcance gracias a Jesucristo. Nosotros participamos del Reino de Dios, si creemos y en la medida que creemos en Jesucristo. Jesucristo, es, en una palabra, el reino de Dios.

Podemos amar como amó y nos ama Jesucristo: Podemos perdonar incluso al que nos condena injustamente, podemos  compartir nuestros bienes con los necesitados, podemos  comprometernos por la justicia, por la causa de la paz, y no por dinero, sino por amor al prójimo y convencidos de que es posible un mundo nuevo y una sociedad distintas, podemos sufrir el martirio antes que renegar de Dios y con la mirada puesta en la vida eterna.

Y ahora vienen las preguntas: ¿Creemos que Jesucristo y la fe en Jesucristo es el mayor de los tesoros, la mayor lotería que nos ha podido tocar en la vida? ¿Sentimos que la fe en Jesucristo es alegría y gozo que ensancha nuestro corazón, y nos llena de fuerza y esperanza en las alegrías y en las penas de la vida?  Jesucristo y su evangelio son el criterio con el que administramos el dinero, el nivel de vida que llevamos, los negocios que emprendemos, la enfermedad que padecemos o padecen nuestro allegados, el fracaso que tuvimos, el apuro extremo por el que estamos pasando?

¿Jesucristo es la perla y el tesoro, la mejor herencia que podemos legar a nuestros hijos y a las generaciones jóvenes?

Vosotras, hermanas benedictinas, sabéis muy bien quién era Jesucristo para San Benito: “Nada absolutamente antepongan a Cristo, el cual nos lleve a todos a la vida eterna”, repite en varios lugares de vuestra Regla.

martes, 25 de julio de 2023

FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL

-Textos:

            -Hch 4, 33; 5, 12, 1-2

            -Sal 66

            2 Co 4, 7-15

            -Mt 20, 20-28

 

Mi cáliz beberéis”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Hoy festividad de Santiago apóstol. Este año tenemos la suerte de celebrar con la solemnidad que se merece este apóstol, primer mártir de la fe, y que después de su muerte ha tenido tanto influjo en la implantación de la fe en España y en Europa.

Una primera nota de su vida quiero destacar para provecho y examen de nuestra propia fe:

Para nosotros es muy conocido lo que llamamos el camino de Santiago. Nos referimos al camino, y a los caminos,  que discurren desde Europa y recorren por España hasta llegar a Santiago de Compostela. Pero es mucho más importante y  mucho más aleccionador el camino espiritual, interior, que anduvo  nuestro apóstol en el contacto directo y personal, siguiendo a Jesucristo por los caminos de Palestina.

En el evangelio de hoy vemos a Santiago y a su hermano Juan pedir, a través de su madre, Salomé, los primeros puesto, es decir, primeros ministros, diríamos hoy, cuando Jesús llegase a reinar, como rey temporal, en el reino que Santiago y Juan pensaban que Jesús pretendía establecer.

Esas pretensiones de Santiago y Juan dieron pie a Jesús para una extraordinaria y espléndida catequesis sobre la humildad, que dio a todos los discípulos después de haber explicado a los dos hermanos lo equivocados que estaban respecto a lo que era en realidad el Reino de Dios. “¿Podéis beber el cáliz  que yo voy a beber? les dijo. Y a continuación, dirigiéndose a todos dijo aquellas palabras que conocemos, pero que no sé ciertamente si consideramos la importancia que tienen para todos, También para nosotros, bautizados, que nos consideramos seguidores de Jesús: “Sabéis que los  jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que  quiera ser grande que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros que sea vuestro esclavo. Igual que yo, el Hijo del Hombre, no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate  por muchos”.

Sabemos muy bien que a los discípulos les costó mucho entender -tuvieron que ver a Jesús crucificado y resucitado-. Y sabemos muy bien que Santiago hizo ese camino, camino interior, en su corazón: que desde sus sueños de grandeza y de poder, llegar a comprender que el camino de seguir a Jesús era un camino de servir a los necesitados e incluso, un camino de muerte. Todo al revés y muy contrario de lo que piensa el mundo.

Santiago no tuvo duda de  seguir a Jesús por este camino, y lo hizo con valentía y sin medias tintas. No buscó la muerte, él entendió que su  misión, lo mejor que podía hacer en el mundo y para bien de  todos,  era  anunciar que Jesús había resucitado, y que la vida y el mensaje de Jesús  era, para todos, el único camino, el más seguro y necesario, para llegar a la verdadera vida, la vida eterna con Dios en el cielo.

domingo, 23 de julio de 2023

DOMINGO XVI T.O (A)

-Textos:

            -Sab 12, 13. 16-19

            -Sal 85,5-6. 9-10. 15-16ª

            -Ro 8, 26-27

            -Mt 24, 13-43

“El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza… El reino de los cielos se parece a la levadura…

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy domingo de votaciones, para nosotros Día del Señor. Nos marearán la cabeza con datos de encuestas estadísticas, nosotros damos preferencia a escuchar la Palabra de Dios.

En el evangelio Jesús nos expone tres parábolas. Voy a fijarme  en dos: El grano de mostaza, tan pequeño como semilla y tan grande como arbusto;  y el puñado de levadura que una mujer introduce en la masa.

En muchos, o en algunos cristianos, nace un pesimismo cuando miran a la iglesia como si fuera una sociedad con unos dogmas y unas normas que  creen y practican más o menos. De ninguna manera la ven como un misterio, signo del amor de Dios y animada por el Espíritu Santo. Y desde esa mirada parcial y errónea, aplican a la Iglesia las mismas técnicas para averiguar cuál es su futuro. Toman nota de la cantidad de bautizados que abandonan las prácticas religiosas, y cómo en el ambiente social se está perdiendo el sentido religioso, cómo se ha roto la cadena de transmisión de la fe en la familia… Y hacen números, y se desalientan ellos también  y se suman a los que han abandonado la fe o pierden el ánimo.

Pero la Iglesia, hermanas y hermanos, es mucho más que una sociedad puramente humana. El catecismo dice que la misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo.

Por eso, a la Iglesia le preocupa menos la cantidad de cristianos que la calidad de los cristianos. Es la calidad de fe y de coherencia de cada cristiano lo que debe preocuparnos. Jesucristo en otro lugar nos ha dicho: Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros soy la luz del mundo, vosotros sois levadura capaz de fermentar toda la masa.

No importa tanto cuántos somos, sino cual es la calidad de vida cristiana de cada uno de los bautizados. Si somos cristianos de verdad, damos lugar a que la fuerza de Cristo, y la fuerza del Espíritu Santo actúen en nosotros y a través de nosotros en la sociedad y en el mundo. 

Unos pocos granos de sal salan la olla entera, un puñado pequeño de levadura fermenta toda la masa. No es cuestión  si somos muchos o pocos, la cuestión es si los cristianos, cada uno de nosotros, somos de verdad sal y fermento, sí somos semillas de mostaza, poca cosa, pero capaces de desarrollar todo lo bueno que llevamos dentro: la fe en Dios, la esperanza de eternidad, el amor, la  solidaridad eficaz que atiende al necesitado, la austeridad para hacer un mundo solidario y habitable.

No debemos dejarnos contagiar del modo de pensar y de actuar del mundo con sus estadísticas y propuestas más o menos fundadas y verificadas. No podemos ser sal que se vuelve sosa, ni fermento que pierde su fuerza y se corrompe. Ser lo que somos, personas con fe en que Jesucristo resucitado y la fuerza de su Espíritu actúan en nosotros. La gracia bautismal y la eucaristía nos impulsan a esta tarea.-

domingo, 9 de julio de 2023

DOMINGO XIV T.O (A)

 

-Textos:

            -Zac 9, 9-10

            -Sal 144, 1-2. 8-9. 13cd.14

            Ro 8, 9.11-13

            Mt 11, 25-30

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Nos encontramos en  medio de los sanfermines, pero nosotros hemos atendido la llamada de Dios a cumplir con el precepto dominical y beneficiarnos de la eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana.

Me limito a comentar una sola frase que sale de la boca de Jesús en el evangelio: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Nos alegra escuchar  esta invitación, por lo que nos dice y por quien la dice. Es Jesús, el Señor. El que pasó haciendo el bien en su vida pública, el que murió por nosotros para que nuestros pecados pudieran ser perdonados, el que resucitó porque era Dios, y nos infundió a todos la esperanza de una vida eterna y feliz.

Es cierto que a renglón seguido nos dice: “Cargad con mi yugo”. Pero, continua: “Aprended de mí, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

¿Por qué se atreve a decir que su yugo es llevadero y su carga ligera? -Porque también nos dice quién es Él, y lo qué es Él para  nosotros, dice: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.

Jesús es noble y sincero: La vida humana, el diario vivir es para todos normalmente duro y penoso. Además, si ese diario vivir lo queremos vivir cristianamente, siendo coherentes, puede parecernos  más duro y más exigente todavía.

Pero, no. Jesús nos dice que “su yugo es llevadero y su carga ligera”. Y Jesús dice verdad.  Es verdad, si nosotros, que hemos tomado nota de la frase “cargad con mi yugo”, tomamos también nota de la frase que nos dice: “que yo soy manso y humilde de corazón”.

A muchos nos pasa que de Jesús tomamos lo que debemos hacer, pero no prestamos atención a lo que él nos ofrece y nos da.

Sobre todo no prestamos atención a Él, a su persona. La fe cristiana, hermanos y hermanas, no es adherirnos a un partido o a una teoría, la fe cristiana es creer en una persona, en Jesucristo. Creer y amar a Jesucristo; creer, amar y esperar en Jesucristo.

Por eso, los cristianos donde más atención y empeño debemos poner es: en conocer la persona misma  de  Jesús. Hoy, Él nos ha dicho: “Yo soy manso y humilde de corazón”. Es como si nos dijera: Si llegáis a conocerme de verdad, y sentís de verdad que “Yo soy manso y humilde de corazón”, vosotros podéis cargar con mi yugo; y mi yugo lo sentiréis como una carga ligera y llevadera. Llegaréis a sentirlo como algo bueno y noble; algo extremadamente humano, que merece mucho la pena para mí y para los demás. Algo que me hace misionero y evangelizador; no tengo reparo en comunicarlo, me sale decirlo como la mejor noticia. Como el salmista en el salmo que hemos cantado: El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se  doblan”. 


domingo, 2 de julio de 2023

DOMINGO XIII, T.O. (A)

-Textos:

            -2 Re 4, 8-11. 14-16ª

            -Sal 88, 2-3, 16-17. 18-19

            -Ro 6, 3-4. 8-11

            -Mt  10, 37-42

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi”   “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La primera afirmación que escuchamos de labios de Jesús es una afirmación atrevida y casi escandalosa. No tenemos que anteponer nada a él, a Cristo Jesús. Jesús primero y sobre todo lo que pretenda desplazar a Jesús de la primacía.

Los cristianos no creemos en un libro, o en una doctrina. Creemos en una persona. Que es Cristo Jesús el Hijo de Dios.

No es que tengamos que rechazar el afecto a la familia, o que Jesús en este párrafo esté suprimiendo el cuarto mandamiento. Ni nos esté invitando a descuidar la defensa de nuestra vida. Pero sí tenemos que subordinarlo todo  al seguimiento de Jesucristo, que es Hijo de Dios. Los demás valores positivos de la vida son penúltimos, y subordinados. En tanto en cuanto nos ayudan a seguir a Jesús.

Cuando tengamos que optar entre nuestra fidelidad a Cristo y la incomprensión o hasta persecuciones familiares y sociales, tendremos que optar claramente por Cristo, como lo han hecho tantos mártires y santos cristianos de  todos los tiempos.

No caben ni cristianismo “light” ni medias tintas, ni componendas… Nos dice que tenemos que tomar la cruz y seguirle. ¿Por qué tanta exigencia? ¿Cómo se atreve a pedirnos tanto? Porque él que nos ama hasta el extremo de dar la vida, nos da a los discípulos su Espíritu, el Espíritu Santo, para que podamos amar con un amor semejante al suyo.

La cuestión no está en las exigencias tan duras, sino en el amor  que nos provoca, nos ofrece y nos da. No nos pide nada imposible, porque  nos ofrece todo lo necesario para que podamos hacer lo que nos pide. En nuestra iglesia cristiana y católica se encuentran las fuentes de la gracia, los sacramentos y otros medios, que nos hacen posible amar como Jesús nos ama y hacer  lo que Jesús ha hecho.

Permitidme, para terminar, aludir a otra frase de Jesús en este evangelio: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “. Y relacionarla con otra frase de la primera lectura: “Construyamos en la terraza una pequeña  habitación y pongamos en ella una cama, una mesa y una silla”.

Es claramente una invitación a la hospitalidad, que bien la podemos aplicar a estos días de Sanfermines, a los huéspedes que nos visitan en el verano,  y en cualquier tiempo del año.

Recordemos la parábola de Jesús: El grupo de los buenos preguntan al Señor: “Señor, ¿Cuándo te vimos  forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? El Señor responde: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Vosotras, hermanas, sabéis muy bien lo que dice San Benito en la Regla: “Recibir al huésped como a Cristo”.

Ya tenemos la consigna para los sanfermines y para toda  nuestra vida.