domingo, 27 de diciembre de 2015

FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA


Textos:

            -Sam 1, 20. 24-28

            -Jn 3, 1-2. 21-24

            -Lc 2, 41-52

-“Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad”

-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Nuestra madre Iglesia, a través de la liturgia, nos va introduciendo cada día más hondamente en el misterio de la Navidad. Hace dos días nos mostraba al Hijo de Dios, asumiendo la condición humana y naciendo pobre en un portal; hoy nos muestra al Hijo de Dios encarnado en el seno de una familia.

-Muy oportunamente la Iglesia de España invita a celebrar en esta fiesta de la Sagrada Familia, la “Jornada en favor y defensa de la familia”.

-Muchos hemos sido agraciados con una familia estable, asentada sobre la fe en el Dios de Jesucristo y sobre virtudes humanas y cristianas de la fidelidad, la honradez y un amor generoso y sacrificado;  todo el mundo sueña con una familia que proporcione seguridad, afecto, identidad personal  y  punto de referencia para andar y defenderse en la vida.

Pero hoy en día, muchas instituciones políticas, poderosos medios de comunicación, y otros sectores muy influyentes en la sociedad, exaltan hasta  lo irracional el individualismo y una falsa libertad, que es puro  sometimiento al imperio de la sensualidad y de los sentidos, y dejan desamparada, sin normas que la protejan y sin estima social,  a la institución familiar, que será siempre la fuente y la escuela fundamentales e insustituibles para hacer personas, educarlas y capacitarlas para ser protagonistas de una sociedad que progresa en la justicia y en la paz. 

-El evangelio nos presenta a Jesús, ya de doce años, revelando que no es solo un hombre, “nacido de mujer”, como dice san Pablo, sino también el Hijo de Dios, que tiene que  cumplir por encima de todo la voluntad de su Padre.

Luego, sí, acepta plenamente su condición humana y  crece y se desarrolla bajo el cuidado y la autoridad de sus padres, y de ellos y con ellos aprende a rezar, a convivir y a defenderse en la vida.

El Hijo de Dios al encarnarse en el seno de una familia, redime  y santifica la institución familiar, y constituye a la Sagrada Familia de Nazaret como fuente de gracia y modelo para toda familia humana.

El evangelio, nos invita a poner a Jesucristo como en el centro de nuestra familia, a la Virgen María como modelo que escucha la Palabra de Dios y la guarde en el corazón, a José como ejemplo de padre prudente, respetuoso y dedicado totalmente a los suyos.

Todo el mundo sueña para sí en una familia ideal y todos intentamos realizar ese ideal. Es como una planta delicada, que necesita tierra, donde arraigar, y clima adecuado que la proteja. La tierra es el amor y la fe, el clima son las leyes que la amparan y el reconocimiento social. Muchos escogen la planta, pero olvidan ponerle la tierra de la fe y de los valores, y menosprecian las normas, en aras del individualismo placentero. Así sobreviene el dolor insoportable y el fracaso.

La fiesta de la Sagrada Familia nos ofrece no sólo el modelo de familia según los planes de Dios, sino además la gracia y la fuerza para poder realizar ese modelo.

En la plegaria eucarística vamos a tener muy en cuenta las palabras del sacerdote, cuando dice: “Atiende, Señor, las súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el día santo en que la virgen María dio a luz  al Salvador del mundo”.

Que así sea.-

viernes, 25 de diciembre de 2015

NAVIDAD, 2015

 
Lecturas:

            -Is 52, 7-10

            -Heb 1, 1-6

            -Jn 1, 1-18

-El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”
¡Feliz Navidad, hermanas y hermanos todos!

Feliz Navidad, hermanos, porque al participar en la liturgia propia de esta gran fiesta, nos acercamos a la fuente que genera felicidad y bebemos realmente de ella.
En estos tiempos, mejor que en tiempos pasados, tomas conciencia de la gracia que es celebrar la Navidad religiosamente y cristianamente a través de la liturgia de la Iglesia y participando en la eucaristía.  Ahora, que convivimos con gentes y también autoridades públicas, que pretenden celebrar comuniones civiles sin comulgar con Cristo, bautismos sociales sin bautizar, y los Reyes Magos con “magas”, ahora, nos damos cuenta cuántas gracias tenemos que dar a Dios de haber venido a la eucaristía, para vivir a fondo y realmente el misterio de esta fiesta, cuya fuerza transformadora se manifiesta en la cultura y civilización cristiana  que ha creado y en la  extensión universal , incluso en ámbitos no cristianos, que ha alcanzado.

¿Dónde  reside el secreto de la fuerza transformante que encierra el misterio de la Navidad? La celebración de la Navidad es una manifestación máxima del amor y de la misericordia de Dios a los hombres.
La Navidad nos revela la fidelidad y la misericordia de Dios Padre: Estábamos perdidos, habíamos desobedecido a Dios, y Dios, lejos de abandonarnos,  se compromete a salvarnos, y envía a su propio Hijo para salvarnos.

La Navidad nos revela el amor del Hijo de Dios, Palabra cabal del Padre, que no hace alarde de su condición divina y ,por  salvar a los hombres, se humilló a sí mismo hasta la muerte y muerte de cruz.
La Navidad nos revela el amor del Espíritu Santo, que inunda de gracia a María, para que pueda ser  virgen y madre a la vez; el Espíritu santo manifiesta también su amor en la  luz de fe y de gracia que despliega sobre los pastores, y en Ana y en Simeón, y en las gentes humildes que contemplan al Niño en brazos de María, y en los Magos que vienen del extranjero, para que descubra en un niño pequeño a Dios, en una  pobre e indigente criatura, al Salvador del mundo.

Pero el misterio de la Navidad es, además, revelación, que explica con hechos elocuentes, la grandeza y la dignidad del hombre.
Dios, queridos hermanos, ha considerado que merece la pena para él hacerse uno de nosotros, y enviarnos a su Hijo que nos  enseñe el camino de la verdad y la justicia, y que, incluso dé la vida por nosotros.

Somos mortales y pecadores, pero a los ojos de Dios somos muy dignos de ser amados, y respetados, y salvados.
La Navidad, además, nos anuncia que podemos llegar a ser hijos de Dios, partícipes por el bautismo, de la misma vida del Hijo de Dios, Jesucristo. Y si nuestro corazón herido por el pecado está inclinado al mal, por el bautismo se nos injerta la vida misma de este Niño inocente de Belén, que tiene y nos proporciona gracia divina, para que practiquemos el bien. Los bautismos civiles, ¡qué esperpento y cuánta ignorancia!; ¡los bautizados que abandona la Iglesia, qué dolor y cuánto se pierden!

El Hijo de Dios se hace hombre, para que los hombres podemos llegar a ser hijos de Dios. Este es el secreto de la fuerza transformadora de la Navidad, que ha dado lugar a tantos mártires y santos, y que ha sido capaz de transformar una civilización, que ahora dolorosamente vemos que se desdice de sí misma.
Pero nosotros, los que hemos contemplado su gloria,  celebramos la Navidad y participamos de la eucaristía, para recibir la gracia que brota de la cuna de Belén y continuar anunciando a este mundo que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo

domingo, 20 de diciembre de 2015

DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)

 
Textos:
            -Mi 5, 1-4-ª

            -Heb 10, 5-10

            -Lc 1, 39-45

 
-“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

A cuatro días de la Navidad, ¿cuáles son nuestras disposiciones y nuestros sentimientos?

En el ámbito civil la gente está preocupada por depositar el voto para elegir a los gobernantes de la nación; en muchos hogares, además,  estarán organizando  las comidas y las reuniones familiares.

En el ámbito eclesial, en este domingo inmediato a la Navidad, es ya tradicional acoger el mensaje de Caritas para ayudar al prójimo necesitado.

Con todos estos acontecimientos repicando  en las puertas del corazón venimos a misa y  la Palabra de Dios nos sitúa en los prolegómenos del misterio de la Navidad.

Tres notas me permito resaltar, de una y otra lectura, como tres focos de luz, que nos ayuden a situarnos ante la variedad de circunstancias y acontecimientos  que se acumulan sobre nuestro ánimo.

Pongamos en primer lugar los ojos y oídos del corazón en Jesucristo.

La segunda lectura nos muestra qué disposición de ánimo mostró el Hijo de Dios, en el seno de la Trinidad, antes de venir a este mundo: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Tengámoslo muy en cuenta: La pasión de Jesús, la voluntad de Jesús es hacer la voluntad de Dios, su Padre.

Y por eso, porque Jesús quiere sólo y con toda su alma hacer la voluntad de Dios, Jesús es para el mundo, la alegría de Dios.

¡Qué encuentro aquél jubiloso y feliz: dos mujeres, Isabel y María, las dos encintas, las dos escogidas y amadas por Dios: “En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura salto de alegría en su vientre”.

Jesús es la alegría de Dios para el mundo.

Y ahora pongamos los ojos en María. ¿Qué hace María? Ella deja su casa y corre a visitar a su prima Isabel.

Ella, en primer lugar, quiere comunicar y compartir alegrías: la suya y la de su prima. Dos mujeres, parientes y amigas, que van a dar a luz. Compartir y comunicar alegría. Lo más natural y lo más sobrenatural: Eso va a hacer la Virgen María.

En segúndo lugar, María, se pone a servir. Se queda hasta que su prima dé a luz. Servir por amor. Servir a su prima porque la necesita.

Queridos hermanos:

-Haced la voluntad de Dios y amarla apasionadamente;

-comunicad y compartir alegrías;

-servid por amor al que nos necesita.

Ya tenemos el programa para preparar bien y religiosamente la Navidad. Ya tenemos también el enfoque y la actitud como podemos  actuar en los diferentes acontecimientos que nos toca vivir hoy,  y en estos días: A la hora de votar, actitud de servicio al bien común de todos.  Caritas, por su parte, nos grita en este domingo: “En Navidad abre los ojos a los demás”.

Nos quedaría subrayar una tercera y última nota, la exclamación de Isabel ante María: “Dichosa tú, la que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Ante la presencia del Señor Jesús eucaristía sobre la cuna del altar, hagamos un acto de fe sincero, que, a la vez, sea un compromiso serio para vivir la Navidad.

Cuando el sacerdote proclame: “Este es el sacramento de nuestra fe”, respondamos con  firmeza: “Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección. Ven, Señor, Jesús” .

domingo, 13 de diciembre de 2015

DOMINGO III DE ADVIENTO (C)

 
Textos:

            -Sof 3, 14-18ª

            -Fi 4, 4-7

            -Lc 3, 10-18

“Estad siempre alegres en el Señor. El Señor está cerca”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La liturgia de este tercer domingo de adviento nos invita a la alegría. Será, quizás, porque necesitamos palabras de ánimo… Lo cierto es que nos  da el motivo por el que podemos estar alegres: “El Señor está cerca”.
El Señor está cerca, está con nosotros y dentro de nosotros, de muchas maneras: en los sacramentos, en la Palabra, en el hermano, en el pobre, cuando  nos relacionamos con él desde nuestra condición de hijos de Dios y hermanos suyos…

El Señor está cerca, porque llega Navidad. La liturgia navideña nos trae la gracia singular del misterio de Cristo que se hace pobre para redimir a los pobres y se hace humano para redimir a los humanos y enseñarnos el camino de la vida verdadera. Ciertamente, la liturgia de la Navidad ofrece a todos una gracia de alegría y de fuerza para vivir.
La liturgia de este domingo lo que hace en un tono u otro recomendarnos que nos preparemos de la mejor manera posible a  recibir esa gracia.

Alguno puede pensar que el acontecimiento del nacimiento de Jesús hace dos mil años nos es lo que más ocupa la atención y el ánimo de la gente: las elecciones generales, la lotería, las compras y regalos, los proyectos educativos que se anuncian para las escuelas, el futuro de la empresa donde trabajo… Estas y otras, sí que son preocupaciones palpables…
Pero precisamente, si decimos que el “Señor está cerca”, queremos decir que el Señor está cerca y en medio de todas estas preocupaciones. No para adelantarse con una solución que ahorre nuestra responsabilidad y nuestro esfuerzo, sino para darnos luz, criterios, sabiduría y fuerza para afrontar todas estas situaciones en la dirección de la voluntad de Dios, del bien nuestro y de nuestros prójimos.

Por eso,  la pregunta pertinente que podemos hacernos la encontramos en las primeras líneas del evangelio: “Entonces, ¿qué hacemos?” ¿Qué podemos hacer en estos días previos para que la Navidad el Señor alegre nuestras vidas y nos dé ganas de vivir y fuerzas para afrontar  las dificultades de cada día?
“El que tenga dos túnicas, que la reparta con el que no tiene, el que tenga comida que haga los mismo”. Esta es la primera respuesta que da el Bautista, las demás van también en la misma línea de justicia social y de amor al necesitado. Son una llamada a ejercer las obras de misericordia con los hermanos, justo ahora que comenzamos el “Año de la misericordia”. “La misericordia es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que se encuentra en el camino de la ida”. Son palabras del papa Francisco.

Y a vosotras, queridas hermanas, san Benito os pone en la línea del evangelio de hoy, cuando os dice: “Recibid al huésped como al Señor”.
Al comenzar la plegaria eucarística vamos a decir: “El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”. Pues que así sea.

martes, 8 de diciembre de 2015

FIESTA DE LA INMACUALADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

 
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy levantamos los velos morados del adviento y nos revestimos de blanco festivo para celebrar una fiesta memorable de la Madre de Dios, la Virgen María, la fiesta de su concepción inmaculada. Inmaculada, llena de gracia, sin pecado desde el primer momento de su concepción. Dios Padre quiso preparar una digna morada para su Hijo, y dotó a su Madre, la Virgen María, de la más noble y espléndida belleza, la de la plenitud de la gracia divina.
Nosotros, nos alegramos y damos gracias a Dios.

Esta fiesta, además, despierta en nosotros los más nobles sentimientos, nos anima a aborrecer el pecado, a cultivar la virtud, a  trabaja con toda el alma para alcanzar la santidad.
Hoy precisamente, en esta fiesta, nuestro papa Francisco, abre la Puerta Santa de la basílica de san Pedro, para inaugurar el Año Santo de la Misericordia.

Os podéis preguntar  por qué razón el papa ha escogido la fiesta de la Inmaculada Concepción de María para inaugurar el Año de la Misericordia. Él mismo lo explica en la Carta Magna que nos dirigió a todos cuando anunció este año de gracia: “Esta fiesta litúrgica, nos dice el papa, explica  el modo de obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en soledad y a merced del mal. Por eso pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor (cf Ef 1,4), para que fuese la Madre del Redentor del hombre.  Ante la gravedad del pecado Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande  que cualquier pecado y nadie podrá poner límite al amor de Dios que perdona”.
María, sin pecado, María llena de gracia, es la prueba y el testimonio fehaciente de que la misericordia de Dios es más grande que cualquier pecado. Donde abundó el pecado sobre abundó la gracia, dice san Pablo. Cristo es la Gracia misma de Dios. María inmaculada, que lo dio a luz, es el preludio y el anticipo de esa gracia infinita sobreabundante, que es Cristo, que vence al pecado, y se manifiesta como misericordia y amor que perdona.

La fiesta de la Inmaculada de este año, queridos hermanos, tiene un carácter especialmente amable y esperanzador: María Inmaculada anuncia y nos trae el perdón y la misericordia de Dios en Cristo Jesús.
Este año la Virgen Inmaculada  nos hace una invitación y nos encomienda una tarea:

El mensaje es este: Aprovechar el tiempo de adviento y prepararnos a la Navidad, y para eso, pedir perdón de  los pecados y experimentar la misericordia de Dios en el sacramento de la penitencia como preparación a la Navidad.
La tarea que nos encomienda es la siguiente: Dar testimonio de la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, poniendo en práctica alguna o algunas obras de misericordia.

Bendito sea Dios Padre que manifiesta  su misericordia y nos bendice en su Hijo Jesucristo en la Navidad, y que ha obrado para nuestro consuelo el prodigio de la Inmaculada Concepción en María, y ahora nos llama a participar en la eucaristía: Seamos misericordioso como nuestro Padre celestial es misericordioso.

domingo, 6 de diciembre de 2015

DOMINGO II DE ADVIENTO (C)

 
 
Textos:
            -Bar. 5, 1-9
            -FiL. 1,4-6.8-11
            -Lc. 3, 1-6

Preparad el camino al Señor… Y todos verán la salvación de Dios”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

-Hemos comenzado el  tiempo de Adviento, tiempo para preparar el camino a la llegada del Señor que viene  cada día y especialmente en las  celebraciones religiosas de la Navidad.

-Sin embargo, mucha gente ha preparado y está recorriendo otros caminos. La gente, en estos días y haciendo uso del calendario laboral, ha salido de viaje, necesita descansar, cambiar de ritmo. La gente viaja animada por la esperanza de encontrar, si no la felicidad plena, sí al menos un poco de felicidad.
-La gente volverá de los viajes de estos días, y empezará a pensar en recorrer las aceras del barrio para ir a votar. Quizás con menos entusiasmo, pero alentando,  aunque no sea más que  leve, una  esperanza de que mejore la situación política y económica del país. Y así se tropezará de bruces con la lotería y con las fiestas de navidad, que piden caminar a los supermercados,  y programar las reuniones familiares.

-Todo es dar pasos y recorrer calles y caminos externos, de afuera. ¿Quién se acuerda de preparar y recorrer el camino  del Señor, que lleva a la salvación de Dios? Es un camino, es un camino interior, hacia dentro de una mismo.
-San Juan Bautista, en el evangelio de hoy, “grita en el desierto: Preparad el camino al Señor”. El refranero popular, más bien dado al pesimismo, dice “Predicar en el desierto sermón perdido”. Pero, no. En el caso de Juan  se trata de una invitación a  retirarnos al desierto de nuestro interior, y dejarnos acompañar por la soledad y el silencio.

Porque  ahí, en ese espacio estrictamente personal y profundamente humano, Dios habla, y nosotros nos situamos en las mejores condiciones para escuchar su palabra. “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón”, asegura Dios a Oseas, refiriéndose al pueblo elegido. Dios habla al corazón y Dios habla en el corazón. Quien se dispone debidamente a oír la voz del corazón, su  grito más genuino y propio, descubre que es un gemido que clama a Dios, y descubre al mismo tiempo la voz de Dios que indefectiblemente responde a ese gemido.
En la vida buscamos y recorremos muchos caminos, carreteras y calles: buscar trabajo, sacar adelante la familia, cuidar  las amistades, solucionar  problemas, tomar unos días de descanso… Pero en la vida hay un camino que da sentido a todos los caminos: es Jesús, el Camino y la Verdad y la Vida; es el “camino del Señor” del que nos habla esta mañana  san Juan Bautista.

Jesús es Camino, y a la vez caminante y compañero de nuestro camino. Él da lugar a que nuestra esperanza no decaiga por más que la vida nos vaya difícil e ingrata. Porque él, que vino y se hizo uno de nosotros, viene cada día con nosotros, para que alcancemos con él, la meta de nuestras esperanzas, la felicidad plena y “la salvación de Dios”.
En medio de los afanes de cada día, vamos a preparar el camino del Señor. Os sugiero estas iniciativas concretas, para estos días previos a la Navidad:

-Participar en la eucaristía en días laborables, además del domingo; acudir a una celebración del sacramento de la penitencia y recibirlo; despejar en la agenda un día o unas horas de retiro y silencio; aportar en la parroquia alimentos, dinero, y, mejor aún ofrecer tiempo y trabajo para algún servicio de caridad.
Acogemos, al terminar, la exhortación de san Pablo: “Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo, limpio e irreprochables”.

jueves, 3 de diciembre de 2015

FESTIVIDAD DE SAN FRANCISCO DE JAVIER


1.-:”Dichosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz”

-Dichosos los pies de san Francisco de Javier, gloria de Dios, de la Iglesia, de Navarra y nuestra. Nos alegramos y damos gracias a Dios por él. Dios hace maravillas, y Dios muestra su providencia sobre la Iglesia, Dios nos da estímulos y ejemplos para que también nosotros sigamos las huellas de los santos y realicemos nuestra misión y alcancemos nuestra vocación, la santidad. Todo esto y más es Francisco de Javier para nosotros.
2.-“Id y haced discípulos de todos los pueblos”

-Javier escuchó esta llamada del Señor, que es llamada a todos los seguidores de Jesús. Todos hemos sido bautizados para ser misioneros y anunciar el evangelio. Cada uno en la parcela del mundo que Dios, por llamada particular, nos va asignando.
-Francisco de Javier no sólo fue fiel y obediente a este mandato del Señor, sino que  lo cumplió con pasión y entrega  admirables.

-Cuadra perfectamente aplicar a nuestro santo las palabras de san Pablo: “El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio. Ay de mí si no predicara el evangelio. ¿Cuál es mi paga? Precisamente, dar a conocer el Evangelio… Me he hecho todo a todos… ¡Qué pasión por Cristo…qué ambición por llegar a todos, y convertir a todos, y alegrar la vida de todos anunciando la alegría del evangelio… ¡Cuánto nos enseña san Francisco a nosotros que nos creemos cristianos, pero, a la vez,  intentamos por todos los medios portarnos a tono con lo políticamente y no salirnos de ahí.
 3.- ¿Dónde está el secreto de esta pasión de san Francisco por evangelizar, tan necesaria hoy para todos y en todas las partes?

-Podemos adivinar este secreto a través de una carta célebre de san Francisco a los jesuitas de Goa, tres meses después de haber llegado a Japón y haber experimentado la dificultad enorme para introducir el mensaje del evangelio en aquella cultura sabia y segura de sí.
Francisco está pensando en los jóvenes jesuitas que se han entusiasmado y tienen prisa por ir como él a todas partes anunciado el evangelio. Él les dice que se “aparejen” bien, es decir, que se  preparen concienzudamente para afrontar las dificultades y sacrificios que  van a encontrar.  Y les dice literalmente: “Acordaos siempre que en más tiene Dios una buena voluntad llena de humildad con que los hombres se ofrecen a él, haciendo oblación de sus vidas por solo su amor y gloria, de lo que precia y estima los servicios que le hacen, por muchos que sean”.

-San Francisco les dice que agrada más a Dios y le da más gloria una entrega total y humilde de la persona, que todas las actividades y empresas que pueda llevar a cabo esa persona. Lo primero y principal es ser toda de Dios. Toda. En palabras suyas: “una voluntad  que se ofrece haciendo oblación de sus vidas por solo su amor y gloria”. Porque si no estamos dados del todo a Dios no podremos hacer grandes cosas en la evangelización. Pero también, porque  ofrenda de la propia persona, el estar del todo rendida y entrega a Dios, y solo Dios, es la obra que más le agrada y la más beneficiosa para el Reino.
4.- Vosotras, hermanas, no vais a recorrer la India ni llegar hasta el Japón…. Pero tenéis una gran empresa y muy rentable en orden a la evangelización: Daos de corazón al Señor, ofrecer humildemente toda vuestra persona. Esta es una tarea tan vasta como los territorios que recorrió Javier  por el Extremo Oriente. Esta es para vosotras la manera de obedecer el mandato de Jesús, que tan fielmente obedeció Francisco de Javier: “Id y predicad el evangelio a toda criatura….”