domingo, 19 de noviembre de 2017

DOMINGO XXXIII, T.O. (A)

-Textos:

       -Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31
       -Sal 127, 1-5
       -1Tes 5, 1-6c
       -Mt 25, 14-30

Bien, criado bueno y fiel, como fuiste fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho. Entra en el banquete de tu señor”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

El otoño transcurre cálido y seco; no sé, si esta circunstancia nos lleva a invocar al Señor, pero cierto que nos induce sentimientos de temor e impotencia. Sin darnos cuenta estamos a dos domingos del adviento, y falta poco más de un mes para la Navidad. Hoy es el penúltimo domingo del año litúrgico.

San Pablo, en la segunda lectura, nos sitúa en los sentimientos propios que la Iglesia quiere que vivamos nosotros como hijos suyos y seguidores de Jesús. Dice san Pablo: “Vosotros, hermanos, no vivís en las tinieblas. Por tanto el día del Señor no debe sorprenderos como un ladrón”.

Nos invita a vivir el presente con la mirada puesta en el futuro, y en el final. Porque la vida pasa, este mundo se acabará. Y llegará un cielo nuevo y una tierra nueva, pero Jesucristo volverá y nos juzgará a cada uno según nuestras obras.

Estas verdades no son una amenaza, sino una meta. “Por lo tanto, concluye san Pablo, vigilemos y vivamos sobriamente”.

Para vivir con sobriedad y vigilantes, Jesús en el evangelio nos propone la “Parábola de los talentos”.

Los talentos son los dones de Dios. Dios nos ha dado a todos abundantes dones naturales y sobrenaturales. Nos ha creado a su imagen y semejanza, y nos ha dado la vida, la familia y, en una medida o en otra, posibilidades de trabajar, formación, los amigos… Como bautizados, además, nos ha hecho hijos suyos, nos ha dado su Espíritu Santo, y con él una manera de vivir y de entender la vida: la supremacía del amor a Dios y al prójimo, el perdón, el compartir los bienes, la sensibilidad para con los pobres… Y tantos dones y gracias, que nos confieren la dignidad de personas y de hijos de Dios y nos hacen merecedores del respeto y el amor de los demás.

Y permitidme, aquí, una pregunta: ¿Tenemos conciencia de todos los dones que recibimos de Dios? ¿Le damos gracias?

Jesús en esta parábola de los talentos nos dice con toda claridad que los dones de Dios, son, a la vez, responsabilidad ante Dios. Hemos de hacer fructificar esos dones, cultivarlos y hacer que produzcan en beneficio para los demás. Jesús nos dice que los dones de Dios no se pueden conservar, se pierden, hay que compartirlos y repartirlos; entonces se crecen. Nos los ha dado a cada uno para que los demos. Así, los cristianos, los seguidores de Jesús somos evangelizadores y constructores del Reino.

¿Dónde? ¿Cómo? Sí somos responsables y atentos a la voz de Dios, en cada momentos sabremos cómo debemos cultivar los talentos.

Este domingo, precisamente, el papa Francisco ha propuesto un “Día por las personas en pobreza”. Quiere que entremos en reflexión, y recordemos la opción preferencial de Cristo por los hombres en pobreza. Y que no nos quedemos solo en un voluntariado ocasional, sino que sea una opción de vida. Por eso nos pide que no hablemos solo de palabra sino con obras; que nos preocupemos especialmente de aquellos que están agobiados, los pobres, los refugiados, los marginados; que encuentren acogida y apoyo en nuestras comunidades.
Hermanas, hermanos, no andemos lamentándonos de lo que nos falta. Porque incluso con nuestras limitaciones nos quiere y nos acepta el Señor; y cuenta con nosotros.


Seamos agradecidos y recordemos cuántos bienes nos ha dado el Señor. Y todo para que colaboremos en su Reino y trabajemos por un mundo mejor. A fin de preparar un cielo nuevo y una tierra nueva, que ciertamente llegarán.