domingo, 3 de julio de 2022

DOMINGO XIV T.O. (c)

 

-Textos:

            -Is 66, 10-14c

            -Sal 65, 1b-3a. 4-7a. 16. 20

            -Ga 6, 14-18

            -Lc 10, 1-12. 17-20

 

¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Primer domingo del mes de Julio. Mucha gente está pensando en los sanfermines, o en emprender el viaje para pasar un tiempo de vacaciones. También tendremos prójimos y hermanos nuestros que no disfrutaran plenamente de los sanfermines y que no irán de vacaciones porque el encarecimiento de la vida está tan agudo y tan acelerado que tienen forzosamente que pensar solo en sobrevivir.

En estas circunstancias, ¿estamos nosotros dispuestos a escuchar y poner en práctica el mensaje y la tarea que nos propone hoy la Palabra de Dios?

“Poneos en camino”. Esta es la consigna. Podríamos interpretarla como una invitación a coger el coche y salir de vacaciones. Pero nos está llamando a anunciar el Reino de Dios. Y nos llama a todos su discípulos, a todos los bautizados, seglares, casados y solteros, sacerdotes, religiosos, contemplativos, consagrados, a todos.

Esta llamada universal queda patente cuando escucha en el evangelio que Jesús “designó a otros setenta y dos, y los mandó, de dos en dos, a todos los pueblos”. El número “setenta y dos”, según los conocimientos del antiguo pueblo de Israel era el número total de países que poblaban el mundo entero. Jesús al elegir a setenta y dos quiere decir que está mandando a todos sus discípulos, no sólo a los Doce, y  a todo el mundo, no solo a Israel.

La consecuencia clara para nosotros es que Jesucristo y el mensaje del Reino que él predica quiere expresamente que llegue a todo el mundo y que sea anunciado por todos sus discípulos: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra, id por todo el mundo y anunciad el evangelio…”

No sé queridos hermanos, si al inicio del verano y en ambiente “sanferminero” estamos dispuestos a acoger en serio el mensaje de Jesús que nos llama apremiantemente a anunciar el evangelio. La excusa nos viene a la boca: “Que pasen la vacaciones y que pase el verano, y ya hablaremos del tema”.

No vale la excusa: Anunciar el evangelio en estas circunstancias puede ser algo tan básico y elemental como “ser cristiano y portarme como cristiano con toda libertad y toda naturalidad, allí donde me encuentre”. La diversión, el esparcimiento y el descanso no significan dar de vacaciones al mandamiento supremo de amar a Dios y al prójimo como a mí mismo. Porque una consigna tan esencial puede ser la clave para que tanto las vacaciones como los “sanfermines”, sean de verdad salud, descanso y esparcimiento. Ejercitarse en el amor es sin duda alguna el ejercicio que más descansa y pacifica a la persona.  

Es la clave también para que aquellos que no pueden disfrutar de vacaciones y fiestas puedan realmente sentir que, a pesar de los vaivenes y disgustos de la economía, “ser cristiano y portarme como cristiano con libertad y naturalidad” da paz y alegría a uno mismo, y es un testimonio de fe ante los demás.