domingo, 24 de marzo de 2019

DOMINGO III DE CUARESMA (C)


Texto:
        -Ex 3, 1-8a13-15
        -Sal 102
        -Icor 10, 1-6. 10-12
        -Lc 13, 1-9

He visto la opresión de mi pueblo, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a liberarlos”.- “Señor, déjala todavía este año”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

He visto la opresión de mi pueblo… Voy a bajar a liberarlos”… ¡Y bajó! Ciertamente, Dios bajó al barro del mundo. “Y se hizo hombre y habitó entre nosotros”. Y no sólo bajó, sino que se rebajó: “Hasta someterse a la muerte y una muerte de cruz”.

¡Qué Dios tenemos! ¡Qué Dios hemos conocido gracias a Jesucristo! Jesucristo, su persona, su vida, sus obras y sus palabras nos hablan de un Dios, que no se desentiende del sufrimiento humano, que sufre con el dolor de los hombres, se compadece y se compromete. “Voy a bajar a liberarlo”.

¿Cómo nos libera Jesús? No con ejércitos ni dominando políticamente a las naciones, ni siquiera proporcionando fórmulas científicas para el progreso de la humanidad. Jesús respeta nuestra libertad y pide que nos hagamos responsables de nuestro mundo y de nuestro destino. Jesús nos libera venciendo al pecado y a la muerte, acercándose a los pobres y devolviendo la dignidad a todos los hombres; nos libera dándonos la posibilidad de amar hasta dar la vida y de perdonar incluso al enemigo; nos libera regalándonos un germen real y una esperanza verdadera de vida eterna.

Son muchos, muchísimos, los que ayer y hoy han experimentado que Dios, por Jesucristo y en Jesucristo, es un Dios que se compadece de nuestro sufrimientos y de nuestros problemas y acude a liberarnos.

Lo muestran los mártires de ayer en Roma, y los de hoy en el Medio Oriente y en África; lo muestran santos como S. Benito, cuya fe y cuya Regla Santa ha impregnado de sabiduría de Dios y de cultura verdaderamente humana una civilización entera; y Teresa de Calcuta, pobre entre los pobres, y llena de caridad para aliviar la miseria de tantos necesitados. Y lo muestra el Papa Francisco, libre y dispuesto para aceptar la máxima responsabilidad de regir la Iglesia, y libre y dispuesto para para aplicar medidas duras que restablezcan la credibilidad justa y merecida de los consagrados en la iglesia.

Pero a pesar de ser tantos los que han experimentado y experimentan la fuerza liberadora de Dios en Jesucristo, hoy, queridos hermanos, la humanidad sigue sufriendo, ¡y mucho!: Hambres, enfermedades, guerras, injusticias, explotación… Ya es hora de que los más responsables, y todos, reconozcamos que no se trata sólo de la quiebra del bienestar material. Está cada vez más claro que se trata sobre todo de una quiebra de la conciencia moral y, en último término, de la quiebra del sentido último de la vida. Y todo, porque hemos abandonado a Dios. A Dios que libera y salva de verdad.

Señor, déjala todavía este año”. Señor, danos todavía un año más, una cuaresma más para convertirnos. Que escuchemos la voz de nuestra madre, la Iglesia, que nos recuerda que tú eres un Dios que te compadeces de los sufrimientos y los males que nos aquejan.

Danos un tiempo, una cuaresma, un año más para rehacer nuestra fe en Jesucristo, tu Hijo, el que realmente nos libera del pecado, de la muerte y siembra en nosotros la esperanza de un mundo distinto, un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reina la justicia, la paz y la vida feliz junto a ti, Dios compasivo y amigo de los hombres.