jueves, 29 de marzo de 2018

JUEVES SANTO, MISA DE LA CENA DEL SEÑOR


-Textos:

       -Ex 12, 1-8. 11-14
       -Sal 115, 12-18
       -1 Co 11, 23-26
       -Jn 13, 1-15

Habiendo amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el extremo”:

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Quedémonos con esta primera verdad, que es el alma que da vida y sentido al misterio infinitamente rico que celebramos en esta tarde del Jueves Santo.

Habiendo amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el extremo”:

La eucaristía es la revelación suprema del amor de Dios a los hombres.

La Última cena anticipa sacramentalmente la muerte de Cristo en la cruz, donde queda patente su amor por nosotros.

Dios nos amó y se hizo hombre para salvar a los hombres; Dios nos amó y se hizo pobre para liberar a los pobres; Dios nos amó y se humilló hasta la muerte para darnos vida; Dios nos amó y, locura del amor divino, se hizo eucaristía para transformarnos en él, como alimento.

La eucaristía es un regalo divino, que Dios nos hace, porque nos ama, y nosotros lo necesitamos.

Pero la eucaristía, además de ser regalo, es también encargo, responsabilidad y misión.
¿Cómo sentir el amor de Cristo en la eucaristía? ¿Cómo contagiar y transmitir ese amor?

Nosotros, las hermanas benedictinas y todos, hemos venido a esta celebración con gozos y esperanzas, con penas y preocupaciones: ¿Cómo transmitir la fe a nuestros hijos y a las generaciones jóvenes? ¿Qué me pide el Señor a mí, hoy y aquí, ante el dolor, la pobreza y tantas necesidades que veo a mi alrededor? ¿Cómo dar un testimonio de mi fe católica ante personas que practican otra religión? ¿Cómo evangelizar?

Jesús, en el lavatorio de los pies nos da a todos una catequesis extraordinaria, enormemente necesaria y de máxima actualidad, para trasmitir el amor de Dios y lograr evangelizar. Es, esta catequesis, el comienzo de su Testamento, en la Última Cena.

Permitidme, solo, que llame la atención sobre una coincidencia iluminadora: el evangelista Mateo pone en labios de Jesús estas palabras: “Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo y la tierra… Poneos en camino…haced discípulos, bautizadlos…” Y Juan dice: “Sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos…, y termina: “Sí yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

Pensemos un poco: Jesús invoca la autoridad que su Padre Dios le confía, tanto cuando envía a sus discípulos a evangelizar, como cuando les manda que sirvan y laven los pies de sus prójimos necesitados.

Podemos concluir y debemos tomar nota: Servir y lavar los pies al prójimo necesitado es una excelente forma de evangelizar mandada por Jesús con su ejemplo.

Pero no olvidemos, la clave es el amor que se entrega: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Servir y lavar los pies obligado o forzado es humillante, servir y lavar los pies del prójimo necesitado libremente y por amor es una obra digna de toda persona; es además la forma excelente de evangelizar mandada por Jesús en su testamento: “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.

Que la suprema manifestación del amor de Dios, que es la eucaristía, ilumine y nos de fuerza para gritar al mundo que “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.