domingo, 29 de noviembre de 2015

DOMINGO I DE ADVIENTO (C)


Textos:

            -Jer. 33, 14-16

            -ITes. 3, 12- 4, 2

            -Lc. 21, 25-28. 34-36

-“Los hombres quedarán sin aliento  por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo… Entonces verán al Hijo del Hombre venir…”
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Primer domingo de adviento, tiempo para preparar la venida del Señor, tiempo de esperanza, comienza un año nuevo en la liturgia.
Si repasamos las primeras frases del evangelio que acabamos de leer, parece que fueran escritas, no hace dos mil años, sino ahora mismo: “Los hombres quedarán sin aliento  por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo”. El atentado de París, la guerra de Irak, la falta de trabajo… Aquí, en  nuestro pequeño mundo, la profanación de la eucaristía, bajo pretexto de un  arte esperpéntico y falso…; tiempos, dicen algunos, convulsos por el miedo y la ansiedad.

Pero, no, hermanos, los miedos paralizan,  nuestros tiempos son tiempos de esperanza. Tenemos que mirar la vida y los acontecimientos de la historia desde la Palabra de Dios y desde la fe. El evangelio de hoy nos dice: “Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad”.
Este es el mensaje central que nos transmite el primer domingo de Adviento. El Señor, con toda certeza, vendrá en gloria y majestad: como Señor vencedor del pecado y de la muerte, instaurará un cielo nuevo y una tierra nueva; como Juez de vivos y muertos, dará a cada uno según sus obras.

¿Cómo será este juicio? De ninguna manera hemos de temerlo. El mismo Jesús nos lo tiene dicho: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre…, separará a unos de otros y dirá: “Venid benditos de mi Padre…, porque tuve hambre y me distéis de comer, estuve enfermo o en la cárcel y vinisteis a verme…”. “Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor”.  La venida de Jesús al final de los tiempos no es motivo para el miedo, sino fuerza y aliento para la esperanza.
Lo hemos escuchado en el evangelio de hoy: “Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.

Y hasta que no llegue a manifestarse el Señor, ¿Qué debemos hacer?

Me permito subrayar tres pautas: La primera: “No se os embote la mente con  el vicio, la bebida y los agobios de la vida”: el Señor podría encontrarnos desprevenidos. La segunda: “Estad siempre despiertos” ¿Qué significa  para nosotros “estar despiertos”? Hemos escuchado a san Pablo en la segunda lectura: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos. Por fin la tercera consigna: “Estad despiertos, pidiendo fuerzas”. La oración, pedir a Dios para que podamos permanecer fieles al evangelio en medio de ese mundo difícil y atormentado.
El santo Cura de Ars resumía: “La vida cristiana es muy simple, “Orar y amar”. Nos quedamos con esto: “Orar y amar”. Para preparar la Navidad, para vivir el adviento, a punto de comenzar el Año de la Misericordia”, para esperar hasta que el Señor vuelva: “Orar y amar”.

Y esto es también lo que vamos a hacer en esta eucaristía, por Cristo, con él y en él: Orar y amar al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y con ellos, a todos los hombres.